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Cuerpo y Colonia: Latinoamérica y La Celebración del Bicentenario de la Independencia. El caso de Impuesto a la carne, de Diamela Eltit

María Verónica Elizondo OVIEDO doctoranda Máster en Literatura Comparada: Estudios Culturales y Literarios Universitat Autònoma de Barcelona Departamento de Literatura Hispánica Barcelona/España veronicae76@hotmail.com Resumen El presente trabajo propone una lectura de la construcción/deconstrucción del cuerpo en Impuesto a la carne (2010), de Diamela Eltit. La escritora chilena plasma toda suerte de descentramientos que sufren sujetos violentados por razones políticas, económicas, educativas, genéricas afectivas. En su última novela, madre e hija se transforman en testigos de la tragedia latinoamericana. Doscientos años de independencia muestran una herencia de violencia transmitida de generación en generación. Viejos y nuevos estigmas sostienen los cuerpos de los personajes. El discurso médico y social evidencia en la obra que los vínculos ahora más que nunca son de sangre. Por este motivo, el trabajo hace hincapié en el cuerpo fragmentado de la hija que posee a su propia madre dentro de su cuerpo. Éste no puede escapar a los cercos del poder que pretenden su productividad y sometimiento. En ese cuerpo Eltit discute no solo los límites de la arquitectura sociocultural chilena, sino además, el papel de la mujer y los doscientos años en la sala de espera de las injusticias sociales. Palabras clave: cuerpo, Literatura Latinoamericana, Michel Foucault, Diamela Eltit. Abstract This paper is a reading of the construction / deconstruction of the body in “Tax on flesh” (2010), by Eltit Diamela. The Chilean writer shows us in her books all different kind of social exclusions: oppressed subjectivities suffering because of political, economic, educational, gender and emotional reasons. In her last novel, both mother and daughter become witnesses of the tragedy lived in Latin America. Two hundred years of independence show a generation to generation transmitted legacy of violence. The characters bodies are held by old and new stigmas. Medical and social discourses show that relations are now more than even blood bonds. For this reason, the novel emphasizes the daughter’s fragmented body that keeps her mother inside. This body cannot escape from the fences of power that seek productivity and submission. In that body Eltit brings to discussion not only the limits of the Chilean cultural architecture, but also discusses the role of women and these two century in the waiting room of social injustice. Keywords: body, Latin American literature, Michel Foucault, Diamela Eltit.


“Los cuerpos, los nuestros, portan los signos más confiables para establecer el primer archivo del desastre.” (Eltit, 2010:127)

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l presente trabajo propone una lectura de la construcción y deconstrucción del cuerpo en “Impuesto a la carne” (2010), de Diamela Eltit. La escritora chilena plasma toda suerte de descentramientos que sufren sujetos violentados por razones políticas, económicas, educativas, genéricas, afectivas. En su última novela se desarrolla la problemática latinoamericana a través del cuerpo de dos mujeres, madre e hija. Teresa de Lauretis reconoce que “como seres sociales, las mujeres se construyen a partir de los efectos del lenguaje y la representación” (De LAURETIS, 1992:29). En un marco celebratorio, la joven relata las penurias físicas que padecen ambas. Desde la sala de un hospital son sometidas a continuos y sistemáticos exámenes. Los cuerpos de estos personajes se transforman en protagonistas del “teatro del cuerpo” (ELTIT, 2010:149). Es decir, la obra da cuenta de los procesos de construcción de la representación del cuerpo femenino a través de los personajes, madre e hija. La elección del cuerpo como aproximación al análisis literario es pertinente a la hora de evidenciar los cruces textuales que configuran la/s identidad/es de género. Multiplicidad de discursos discuten y analizan el espacio corporal. La medicina, la antropología, la religión, la filosofía, por nombrar algunas, atraviesan la dinámica física desde sus propias ópticas. La construcción del cuerpo despliega una amplia gama de “representaciones vinculadas al saber/poder” (y al poder saber) (Torras, 2007: 14). En la novela trabajada se complejiza aún más la trama corporal al incluir la estructura simbólica familiar. Nora Domínguez reflexiona sobre el papel de la familia en la novela latinoamericana: “En los pactos que se entablan entre estados, políticas y población, la familia es la institución que mejor expresa las diversas alternativas de la sujeción, los múltiples trajes de la violencia” (DOMINGUEZ, 2004:19). Por este motivo, hallamos pertinente analizar estas redes de saber y poder que configuran/perpetúan, podemos decir, el cuerpo sexuado y la articulación de éste con los lazos de familia.

Cuerpo y mujer: La expropiación del cuerpo en la gesta patriótica La novela relata el padecimiento de madre e hija en una sala de hospital. Entre sangre, órganos y enfermedades las mujeres denuncian con su cuerpo el sometimiento sistemático de doscientos años de historia. Al borde de las fiestas conmemoratorias, la hija experimenta una purga de su madre. Aquí encontramos una hebra medular en la novela: la joven está “embarazada” de su propia madre. Es decir, la hija gesta su madre y ésta vive entre sus órganos durante doscientos años. Ambas comparten un cuerpo y un destino común: La degradación del cuerpo. “Sí, ella siempre ha vivido adentro de mí, agarrada con todas sus fuerzas a mis costillas. En la enfermedad, en cada tramo orgánico, en cualquier matiz biológico, mi madre tuvo la presencia y la fortaleza de cargar conmigo. Soy tu madre, me decía, tu madre.” (ELTIT, 2010:96)


Médicos, fans y barras de fútbol forman parte del aparato represor en la novela. El cuerpo médico trabaja directamente sobre los cuerpos de las pacientes extrayendo sangre y órganos mientras los fans avalan con su entusiasmo acrítico la labor del equipo. Fuera de las paredes del hospital, las barras de fútbol arengan la situación vivida dentro del espacio hospitalario. Desde la perspectiva de la hija se dibuja la modalidad del sistema y su accionar violento. La dinámica del poder sobre el propio cuerpo femenino se establece desde la sujeción del cuerpo. En este caso, la línea narrativa se plantea desde un inventario de hechos vinculados a los exámenes médicos que padecen ambas mujeres. El mismo permite una lectura vinculada al saqueo y vaciamiento del país transandino a través de la inserción del sistema neoliberal. Este punto lo desarrollaremos más adelante. En el contexto celebratorio de los doscientos años de independencia chilena, la novela muestra una herencia de violencia transmitida de generación en generación. La mujer carga su ascendencia de manera estoica y comparte con ella la experiencia hospitalaria. A este frágil cuerpo se le opone el cuerpo médico quien ejecuta su protocolo sobre la alteridad presentada por las mujeres. Entre el año 2009 y 2010 siete países latinoamericanos celebraron el bicentenario de la independencia. Argentina, Colombia, México, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Chile conmemoran el fin de la historia colonial. Los festejos presentaron diferentes críticas por parte de los sectores más marginados. El cambio de una modalidad a otra trajo consigo otras exclusiones vinculadas al planteo político, económico y social del siglo XIX. Chile parece ser la síntesis de este planteo. Ana Pizarro, en su libro “De ostras y caníbales, reflexiones sobre la cultura latinoamericana” (1992) delibera sobre esta coyuntura. La imagen de Chile así, lejos del homogéneo rostro del electrodoméstico o del shopping center que podemos encontrar igualmente en Nueva York, presenta un perfil más “fractal”, retomando el término de las ciencias duras mucho más plural, en donde no sólo se articula el estereotipo del video cable con la imagen del pehuenche que aparece en el periódico reivindicando su propiedad sobre la tierra –dos impactos paralelos del presente que pertenecen a tiempos de desarrollo histórico radicalmente distinto-, sino que también se articula los objetos de la vitrina del shopping con la imagen del Patio 29, tensión de frivolidad y patetismo, de pasado inmediato y presente que no se han logrado resolver en una sola imagen y que muestran más bien su fractura. (PIZARRO, 1994:244)

De esta manera, Chile es la imagen metonímica de la complejidad de la cultura hispanoamericana. En la obra trabajada identificamos esa fractura con fuerzas hegemónicas que dividen la sociedad en mitades dicotómicas, es decir, ganadores y vencidos, buenos y malos, activos y pasivos, etc. Entendemos el concepto de “hegemonía” a partir de la definición de Antonio Gramsci quien sostiene que una clase dominante controla y dirige una sociedad a través del liderazgo moral y social, es decir, reconoce la existencia de un grupo de dirigentes y dirigidos, de gobernantes y gobernados. Es importante destacar que el ejercicio de este poder se realiza o se consigue mediante represiones, negociaciones, concesiones, etc. Gramsci mantiene que la hegemonía no siempre se alcanza en forma represiva sino también, mediante el control que ejercen las instituciones. Al hablar de valores hegemónicos hacemos referencia a la idea de “nación”, “hombre”, “mujer”, etc. conceptos que homologan el ideario burgués. En este marco, viejos y nuevos estigmas sostienen los cuerpos de los personajes: “Mami, nosotras no podemos hablar de la historia, solo estamos autorizadas para decir gracias o muchas gracias” (ELTIT, 2010:113). Las mujeres expropiadas de su cuerpo quedan excluidas de las celebraciones y son sometidas a extracciones de


sangre y órganos. La patria se ríe (con carcajadas ominosas) ante nuestras heridas históricas que no cesan de sangrar y la nación no va a reconocer nunca la magnitud de las infecciones que se deslizan por los metales de las camas. Pero adentro, más adentro, en un pedazo ínfimo del último patio de la nación, pronto iniciaremos la huelga de nuestros líquidos y el paro social de nuestras materias (ELTIT, 2010: 184)

El discurso médico y social evidencia en la obra que los vínculos ahora más que nunca son de sangre. Por este motivo, hacemos hincapié en el cuerpo fragmentado de la hija que gesta su propia madre. Éste no puede escapar a los cercos del poder que pretenden su productividad y sometimiento. En ese cuerpo, Eltit discute no solo los límites de la arquitectura sociocultural chilena y, como metonimia, latinoamericana, sino precisamente, el papel de la mujer y los doscientos años en la sala de espera de las injusticias sociales. Michel Foucault nos habla de las “tecnologías políticas del cuerpo” (Foucault, 2009), entendemos estas como un saber del cuerpo, los cruces textuales que se debaten en él y el dominio de esos cruces. Una “anatomía política” es funcional a la distribución de roles y asignaciones sociales de los géneros. El propio filósofo francés desarrolla: El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone. Una “anatomía política”, que es igualmente una “mecánica del poder”, está naciendo; define cómo se puede hacer presa en el cuerpo de los demás, no simplemente para que ellos hagan lo que se desea, sino para que operen como se quiere, con técnicas, según la rapidez y la eficacia que se determina. La disciplina fabrica cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos “dóciles”. (FOUCAULT, 2009:141-142)

De esta manera, los cuerpos de las protagonistas y el resto de las hospitalarias están a disposición de la ciencia médica que como institución ordena, clasifica y diagnostica: “Somos ciudadanas médicas” (ELTIT, 2010:123). La expropiación que se lleva a cabo en la obra tiene vínculos con la expropiación de la tierra en Chile, especialmente, la extracción de los minerales y las minas de cobre tan famosas del país transandino. Ya es tarde para nosotras. El territorio puso en marcha un operativo para decretar la demolición y la expatriación de nuestros cuerpos. Minas. Minerales. Nuestros huesos cupríferos serán molidos en la infernal máquina chancadora. El polvo cobre del último estadio de nuestros huesos terminará fertilizando el subsuelo de un remoto cementerio chino. (ELTIT, 2010:185)

En este último párrafo el cuerpo de las mujeres es la metáfora de la cordillera de los Andes saqueada, expropiada y vaciada en su extensión: “Nuestros cuerpos cupríferos serán demolidos en la infernal máquina chancadora”. De esta manera, la obra cuestiona la celebración de la independencia y hace un reclamo a favor de las voces femeninas. El cuerpo testimonia y cuestiona los actos conmemorativos ¿Qué independencia celebramos cuando, actualmente, somos colonia de las multinacionales? Familia, cuerpo y nación La exploración de las relaciones filiales en la narrativa de Diamela Eltit es un punto recurrente. Desde Los vigilantes (1994), pasando por El infarto del alma (1994) y, la obra testimonial, De puño y letra (2005) la autora elabora la fuerza simbólica de la estructura familiar, especialmente, la maternidad. Nora Domínguez desarrolla los aspectos vinculados a


la formación de la familia en América Latina. La herencia moderna afecta el trazado de nuestra genealogía. El elenco familiar que ocupó la escena de finales del siglo XIX y comienzos del XX en la Argentina –y en América latina en general- es el mismo que describe Foucault al referirse a los comienzos de la sociedad occidental moderna y sobre el que se desplegaron dispositivos específicos de saber y de poder: la histerización del cuerpo de la mujer, la pedagogización del niño, la socialización de las conductas procreadoras y la psiquiatrización del placer perverso (Foucault, 1980). En estas figuras, efecto de un placer de leyes y de un conjunto de doctrinas, recayeron tanto los deseos de ejercer transformaciones “positivas” en la comunidad, como la imperiosa necesidad de actuar ante la amenaza de posibles degeneraciones. (DOMINGUEZ, 2004:22)

En “Impuesto a la carne” la autora da un paso más en la representación familiar al presentar este vínculo como orgánico. La madre se convierte en un órgano vital del cuerpo de la hija, “organomadre” (ELTIT, 2010). Reconocemos la ley del padre en la figura del cuerpo médico que opera sobre los cuerpos de las mujeres. Domínguez explica el funcionamiento de la ley en la estructura simbólica: “Dicho en otros términos, la sociedad y el estado moderno le hacen a la familia el cuento de la autonomía, mientras están listos para castigar sus disposiciones desviadas, condenar sus rebeldías y castigar sus errores” (DOMINGUEZ, 2004: 27). La condena de las mujeres se lleva a cabo en el sincretismo de los cuerpos auscultados. El cuerpo de mi madre que yace dentro de mi cuerpo arde (de manera anarquista) de la cabeza a los pies. Tengo definitivamente dos anatomías, una, la más destruida y emotiva, está a la vista de todos, cualquiera puede verla y evaluarla, ese cuerpo es perturbador y ocupa demasiado espacio, pero mi otro cuerpo contiene el lugar del dolor orgánico que circula y se desplaza, duele, hiere al cuerpo visible, lo ataca desde sitios inesperados, en ciertos modos me humilla, aunque esta es una expresión dramática, porque no se trata de envilecimiento, sino de la suma destructiva de años de enfermedades. (ELTIT, 2010:127)

Madre e hija comparten un mismo espacio transformándose en voces de reclamo. Al igual que las demás pacientes, las protagonistas deambulan el espacio hospitalario esperando el turno para la expropiación del cuerpo. La hija, además, padece una personal expropiación por parte de su madre. Como mencionamos previamente, ésta es el depósito de su ascendencia. Un juego inverso al de las muñecas rusas se presenta cuando la menor contiene la mayor. “En la patria de mi cuerpo o en la nación de mi cuerpo o en el territorio de mi cuerpo, mi madre por fin estableció su comuna. Se instaló una comuna en mí rodeada de órganos que se levantan para protestar por el estado de su historia.” (ELTIT, 2010:183)

Cada una de ellas acumula doscientos años de existencia, por ese motivo reclaman cuatrocientos de usurpación. La voz de la madre se conoce a través de hija. El peso de la herencia no deja en paz al personaje. Similar recurso identificamos en la obra de Juan Rulfo, “Pedro Paramo”. Las voces de la madre y demás ancestros movilizan a Juan Preciado a buscar a su padre. En el caso de la novela trabajada, las voces silenciadas son las que ahora tienen voz en el contexto del bicentenario. Diamela Eltit da la palabra a la hija, víctima de la usurpación y expropiación del cuerpo mediante los mecanismos hegemónicos del estado. Está dilatando y dilatando en una maniobra abiertamente demagógica para generar inestabilidad y así conseguir, en último término, perpetuarse en el mando hospitalario. Millones, sí, millones de enfermos seguimos atentos el devenir de las horas, y mi madre y yo,


las más antiguas, decidimos esperar adentro, en el centro mismo del hospital. (ELTIT, 2010:122)

Este espacio es sostenido además por elementos discordante como son los fans y las barras de fútbol. La situación sofoca a la protagonista quien decide escapar de los cercos hospitalarios y desembarazarse de su madre. La huída es infausta y regresa a los contornos de poder. Este es el único hecho subversivo de la hija. Otras mujeres comparten el espacio hospitalario y poco a poco van muriendo. Personajes tales como los fans y las barras de fútbol llevan los estigmas sociales de manera menos loable. Éstos avalan y arengan al cuerpo médico. Queremos insistir en esta relación que los ciudadanos –en este caso, como miembros de una familia- establecen con el Estado en tanto garante institucional de si destino, conscientes de que los modos de articulación de lo público y lo privado son múltiples, y de que sus consecuencias se manifiestan tanto en la demanda/ejecución de medidas instauradas desde el poder, como en el impacto de las mismas en el plano de la intimidad y de los afectos. (ELTIT, 2010:20)

Conclusión El texto de Diamela Eltit problematiza las bases que forman las estructuras sociales de Chile y, por consiguiente, de América Latina. La voz de la joven no puede escapar a la voz generacional de su madre. El cuerpo de ambas es el archivo donde se inscriben la memoria alterna. Una memoria desconocida y sin los laureles que esgrime la historia del bicentenario. El cuerpo de la madre condiciona el cuerpo de la hija obligándola a no abandonar la lucha y la reivindicación de su lugar en la configuración del estado nación: “Pero dentro, más adentro, en un pedazo ínfimo del último patio de la nación, pronto iniciaremos la huelga de nuestros líquidos y el paro social de nuestras materias.” (ELTIT, 2010: 184) En el marco de las celebraciones del bicentenario, la novela recuerda los grupos de marginados sobre los que la nación se erigió. Los discursos fundacionales del siglo XIX se instituyeron sobre la dicotomía civilización y barbarie. En esa distinción, las naciones del Cono Sur se organizaron a favor de unos poco en detrimento de unos muchos. Pretendieron generar las bases para países igualitarios y formaron gobiernos oligarcas. La novela recupera la voz de la mujer y, a través de ella, el reclamo de la deuda histórica de un país a sus propios ciudadanos como es el caso de las mujeres y los pueblos originarios de América Latina.

Referencias De LAURETIS, Teresa (1992) Alicia ya no. Madrid, Ediciones Cátedra. DOMÍNGUEZ, Nora y AMADO, Ana (2004) Lazos de familia. Herencias, cuerpos, ficciones. Argentina, Paidós. ELTIT, Diamela (2010) Impuesto a la carne. Buenos Aires, Eterna Cadencia.


FOUCAULT, Michel (2009) Vigilar y Castigar. Argentina, Ed. Siglo XXI. PIZARRO, Ana (1992) De ostras y caníbales. Reflexiones sobre la cultura latinoamericana. Santiago, Editorial Universidad de Santiago. SOTO REYES, E. (2000) “Hegemonía” en Baca Olamendi, L., et al (eds.), Léxico de la política, ed. de L., México: FLACSO, 300-303 TORRAS, Meri, (2004) “Cuerpo, género, tecnologías”. En Revista Lectora, revista de dones y textualidad No. 10, 2004, p.p. 9-12.


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