JOROPORO

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Joroporo Danièle B al l

I l u s t ra c i o n e s d e L e s l i e L e p p e



Joroporo Danièle Ball

Para Jordana y Lydwina, Mis hadas, mis musas... mis amores.


Joroporo

Danièle Ball Edición y Diseño: equipo Edebé Chile Traducción al castellano de Jordana Simon Ilustraciones: Leslie Leppe © Danièle Ball © 2015 by Editorial Don Bosco S. A. Registro de Propiedad Intelectual Nº 259.649 ISBN: 978-956-18-0956-7 Editorial Don Bosco S.A. General Bulnes 35, Santiago de Chile www.edebe.cl docentes@edebe.cl Primera edición, noviembre 2015 Impreso en Gràfhika Impresores Santo Domingo 1862, Santiago de Chile

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos químicos, electrónicos o mecánicos, incluida la fotocopia, sin permiso previo y por escrito del editor.


Joroporo Danièle Ball

Ilustraciones de Leslie Leppe


La primera vez, Mateo sólo vislumbró una sombra minúscula que se deslizaba fuera de la casa.

Curioso, se lanzó a perseguirla, pero… fue demasiado tarde. La sombra había desaparecido.

Incrédulo, se quedó en el umbral, mirando para todos lados. No se atrevió a salir: hacía poco que él y su familia vivían en 4


este pueblo. No muy lejos, en medio de un trigal, un espantapájaros parecía mirarlo con ojos maliciosos… «Vaya, pensó Mateo, este espantapájaros no tiene sombrero, sería bueno fabricarle uno…».

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La segunda vez, Mateo se encontró cara a cara con el intruso. ¡Era un duendecito! ¡Sentado en la mesa de la cocina, con las piernas cruzadas, un gran sombrero rojo puesto hacia atrás, devoraba sus galletas de chocolate favoritas! «¡Buenos días Mateo! Me llamo Joroporo», le dijo en un tono alegre. «Eh, buenos días, Joroporo», respondió Mateo, vacilante. Pero viendo que el visitante engullía toda su merienda, exclamó: «¡Qué atrevido! ¡Son MIS galletas!» «¿Ah, entonces, tus padres no te enseñaron que hay que compartir?» replicó el duendecito. Y diciendo esto, cogió algunas más, las metió en una bolsa de tela que llevaba en el cinturón y se despidió. «¡Gracias, Mateo! ¡Hasta la próxima!». Y desapareció tan rápidamente como la primera vez. «¡Mamá!, llamó Mateo. Había un duendecito en la cocina. ¡Y robó casi todas mis galletas de chocolate!». «¡La próxima vez que comas galletas sin permiso, inventa una mejor excusa!», respondió Mamá guiñándole un ojo. 6


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Unos días más tarde, mientras Mamá doblaba la ropa, exclamó riéndose: «¡Pareciera que nuestra lavadora come calcetines! No encuentro los pares». «No, no es la lavadora, afirmó Mateo. Es Joroporo, el duendecito». «¿Un duendecito?», repitió Mamá, «no te cansas de contarme cuentos». «Es verdad, Mamá, lo vi esta mañana. Se llevó dos, uno azul y otro rojo. Y le quedaban enormes…». Mamá lo miró y se alejó suspirando.

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A la mañana siguiente, cuando Mateo despertó, sorprendido vio a Joroporo de pie sobre su cama, mirándolo con cara de pícaro «¡¡¡Buenos días Mateo, hoy vamos a bailar!!!», dijo sonriendo. Comenzó a resonar en la habitación una música desenfrenada. Joroporo empezó a brincar como loco, cantando, a todo volumen: «¡Un amigo, es mágico! ¡Es fantasmagórico!».

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