Portadilla de colecci贸n 1
C2201_R11385_1__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 1
23/03/2015 11:01:44
Portadilla libro 3
La casa de los sue単os olvidados Heinz Delam
E D E LV I V E S
C2201_R11387_3__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 3
23/03/2015 11:01:58
Premios Alandar 5
Novela ganadora del XV Premio Alandar de Narrativa Juvenil
El jurado se reunió el 23 de enero de 2015. Estaba compuesto por Elena Alonso Frayle (escritora), Pablo Barrena (crítico literario), M.ª José Gómez-Navarro (editora), Luisa Mora (bibliotecaria), Andrea Villarrubia (profesora) y Belén Martul (presidenta del jurado).
C2201_R11389_5__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 5
23/03/2015 11:02:11
A mi tío Pepe Luis, por enseñarme su peculiar manera de ver el mundo
DEDICATORIA pág_IMPARES Alineación DERECHA
DEDICATORIA pág_PARES Alineación izquierda
Dedicatoria 7
C2201_R11391_7__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 7
23/03/2015 11:02:24
UNO
Estoy en un lugar extraño que, sin embargo, me resulta vagamente familiar. Por todas partes se levantan muros tan altos que parecen alcanzar el cielo. No hay puertas ni ventanas ni aberturas de ningún tipo. Solo paredes grises y lisas. Avanzo entre ellas y busco una salida a semejante laberinto. Estoy atrapado en la red de callejuelas de una ciudad que no ha sido creada para albergar personas vivas. Está oscuro, aunque la penumbra es suficiente para permitirme ver con cierto detalle cuanto me rodea. En el aire flota un olor peculiar, como de cuero viejo. De pronto veo una sombra que cruza el callejón a cierta distancia y desaparece al instante. Apenas he tenido tiempo de apreciar su silueta, pero he podido distinguir que viste un sayo oscuro cuya capucha oculta su cabeza. Me invade un mal presentimiento. Estoy seguro de que, si vuelvo a encontrarme con ella, algo muy malo me ocurrirá. Sigo adelante, despacio, atento a cada esquina por si reaparece esa 13
C2201_R11403_13__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 13
23/03/2015 11:03:05
figura que, no me cabe duda, sabe que estoy ahí. Mi corazón late muy deprisa; noto sus golpes en mi pecho. Doblo una esquina y me encuentro en un callejón sin salida. ¡Estoy atrapado! Doy media vuelta y empiezo a correr. De repente, tengo la impresión de que las paredes se aproximan entre sí; los callejones son cada vez más estrechos, mis hombros rozan ya los muros y casi no puedo avanzar. La figura encapuchada surge ante mí. Intento retroceder, pero estoy encajado entre paredes y no puedo moverme. Apenas consigo respirar. La figura se acerca cada vez más y noto que voy a morir. Está tan cerca que podría tocarla estirando el brazo. Poco a poco levanta su capucha. No quiero mirar su rostro. Cierro los ojos, pero no sirve de nada porque sigo viendo a través de mis párpados. Por fin la capucha cae hacia atrás y los ojos del espectro clavan su mirada en los míos. Empiezo a gritar... ... Mi grito en el sueño se confunde con el pitido real del tren. Me despierto recostado en el asiento. Compruebo que mi bolsa de viaje se me ha caído encima y ha provocado la sensación opresiva que he vivido en el sueño. Sin embargo, aún puedo ver con toda nitidez la cara que la aparición de mi pesadilla dejó al descubierto tras alzar su capucha. Sobre todo sus ojos, que me taladran con una intensidad indescriptible. Lo curioso es que, a pesar del terror que me provoca, no se trata de ningún monstruo. Es el rostro de una muchacha que podría tener mi edad.
14
C2201_R11403_14__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 14
23/03/2015 11:03:13
DOS
Tras un largo viaje de más de un día y medio, por fin llegué a Redon. Mis tíos vinieron a recogerme a la estación, como estaba previsto. Aproveché el rato que tardaron en llegar para comprar postales que quería enviar a mis amigos, a mi madre y una especial a mi vecina Susana. A tío Juan, el hermano de mi madre, lo recordaba bien a pesar del tiempo transcurrido —y de la enorme calva que se había enseñoreado de buena parte de su cabeza—. Sin embargo, a su mujer, una francesa llamada Sandrine Gicquel, apenas la reconocía. Enseguida me di cuenta de que a ella no le agradaba tanto mi presencia como a su esposo, pero tengo que decir que intentó disimularlo lo mejor que pudo. Me llevaron hasta su casa en un viejo Renault quatre quatre, el equivalente francés del Seat 600, del que mi tío estaba muy orgulloso. El vehículo, de un llamativo rojo 15
C2201_R11403_15__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 15
23/03/2015 11:03:24
burdeos, solo tenía tres marchas y apenas alcanzaba los noventa kilómetros por hora, pero estaba dotado con cuatro puertas, todo un lujo en aquella época. Durante el trayecto veía desfilar, a través de la ventanilla, las calles, los escaparates y los rótulos de las tiendas, todos en francés. Me llamaron la atención las carteleras de los cines, que exhibían películas protagonizadas por Alain Delon, Catherine Deneuve o Louis de Funès. Se me hacía raro volver a estar en Francia, aunque ya no era la misma Francia que yo recordaba. Estábamos a mediados de los sesenta. Mis tíos vivían en una casita rústica situada en las afueras de Redon, en una zona de viviendas que antaño pertenecieron a labradores que cultivaban las tierras cercanas y con el tiempo quedaron atrapadas en el cinturón periférico de la ciudad. Sin ser chalets de lujo, las casas estaban rodeadas de un pequeño jardín y resultaban acogedoras. Él se ganaba la vida como enfermero en el hospital y sacaba un dinerillo extra poniendo inyecciones y haciendo curas a domicilio. Ella daba clases en un centro para niños discapacitados. Lo primero que hizo mi tía Sandrine fue exigir que me diese un buen baño mientras ella deshacía mi maleta y guardaba mi ropa en el armario de la habitación que me habían asignado. Yo me encargué del resto de cosas: ordené mis libros y cómics en los estantes de una pequeña rinconera y llevé al cuarto de baño mi bolsa de aseo. Luego coloqué los cuadernos y lápices sobre el escritorio. No me sorprendió encontrar en la maleta una enorme caja de pinturas añadida por mi madre, pues estaba empeñada en que se me daba bien el dibujo y no paraba de fomentar lo que ella definía como «un don innato». 16
C2201_R11403_16__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 16
23/03/2015 11:03:32
Alrededor de las siete de la tarde, hora en la que estaría acabando de merendar en España, me llamaron para cenar. Después de interesarse por mi viaje y por la salud de mi madre, Juan y Sandrine me interrogaron sobre la situación que se vivía en el país. A esa edad yo apenas sabía algo de política y no entendí muy bien algunas de las preguntas que me hacían. Quizá por eso se extrañaban de mis respuestas e intercambiaban a menudo miradas de sorpresa. Poco después de cenar, mis tíos me entregaron una llave de la casa y se retiraron a su habitación, según su costumbre. Dado que yo venía de un país donde nadie se acostaba tan temprano —y mucho menos en verano—, opté por dedicar mi tiempo a explorar el barrio. Me alegré de disponer de varias horas para inspeccionar los alrededores y escapar de una casa silenciosa en la que no me sentía del todo a gusto. El barrio era tranquilo y las calles estaban desiertas, salvo algún peatón ocasional paseando a su perro o un ciclista pedaleando sin prisas. Yo ya había estado en Redon de pequeño, pero la zona donde vivían mis tíos me resultaba completamente desconocida. De pronto, de una de las casas salió un enorme gato atigrado que se acercó a mí con paso decidido y empezó a restregarse contra mis piernas como si me conociese de siempre. Me agaché para acariciarlo y el felino emitió un ronroneo de placer. —¿Te gusta mi gato? —dijo una voz a mi espalda. Me levanté sobresaltado y descubrí a una chica rubia, más o menos de mi edad, que me observaba curiosa. —Es muy bonito —respondí—. ¿Cómo se llama? —Tartuffe, y parece que le has caído bien. ¿Estás de visita en el barrio? 17
C2201_R11403_17__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 17
23/03/2015 11:03:41
La observé con más detenimiento: era alta, algo flacucha y con la piel más tostada de lo que cabría esperar en la lluviosa Bretaña. Tenía la expresión despierta y sus ojos azules brillaban de vitalidad. —He venido a pasar las vacaciones a casa de mis tíos —le respondí—. Es la de allí abajo, la que hace esquina. Estaré por aquí casi todo el verano. La chica se apartó un mechón de pelo que le caía delante de los ojos y me escrutó con atención. —Así que eres Fernandito, el sobrino de monsieur et madame Prieto. —¿Me conoces? —Tu tío es buen amigo de mi padre. Lucharon juntos en la resistencia contra los alemanes durante la guerra y, al acabar la contienda, se vinieron a vivir aquí para estar cerca el uno del otro. Jean nos habla a menudo de su hermana y de su hijo, que volvieron a España hace años. Bueno, el caso es que nos dijo que vendrías este verano y tenía curiosidad por conocerte. Hay que agradecer a Tartuffe que nos haya presentado. Yo me llamo Sophie, Sophie Lagadec. —Yo, Fernando. Pero ya lo sabes, qué tonto soy. Si quieres puedes llamarme Ferdinand. —Prefiero Fernando, que es como siempre he oído pronunciar tu nombre. Hablas muy bien francés, ¿sabes? Pensé que se te habría olvidado después de tantos años en España. —Mi madre y yo lo hablamos a veces, para mantenerlo vivo. —Pues lo habéis conseguido. —Tomó en brazos a su rollizo gato y me hizo un gesto para que la siguiese—. Ven, te presentaré a mis padres. 18
C2201_R11403_18__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 18
23/03/2015 11:03:51
Fui tras ella sin mucho entusiasmo, aunque el hecho de conocer gente fuera de casa de mis tíos me pareció interesante. Sophie me agobió con multitud de preguntas sobre mi infancia en La Rifflais, un lugar que ella, al parecer, conocía bien. A pesar de mis temores, estuve entretenido y el tiempo se me pasó volando. Al despedirnos, Sophie me dijo: —Es una suerte que estés aquí. Todos mis amigos se han ido lejos a pasar las vacaciones y ya empezaba a aburrirme. Cuando llegué a casa era bastante tarde y entré de puntillas por miedo a despertar a mis tíos, aunque supongo que dormían como troncos porque no se enteraron de mi llegada. Me metí en la cama enseguida y entonces me di cuenta de que estaba rendido. Nada más cerrar los ojos, empecé a soñar. Mis terrores recurrentes volvieron al ataque y me desperté gritando varias veces.
19
C2201_R11403_19__108543_LaCasaDlosSuenos_Premio_Alandar.BK.indd 19
23/03/2015 11:03:59
138. El naranjo que se murió de tristeza Mónica Rodríguez
139. La colina
Francisco Díaz Valladares
140. Mi nombre es Parvana Deborah Ellis
141. Los héroes son mentira Rosa Huertas
142. El agujero de Walpurgis
c o l e c c i ó n
a l a n d a r
148
Fernando volverá a la Bretaña francesa, donde vivió una infancia que dejó sus noches pobladas de horribles pesadillas. ¿Qué espantoso suceso presenció allí, que resurge cada noche para atormentarlo? Para resolver el misterio cuenta con la ayuda de su amiga Sophie, que le enseñará a controlar e incluso a dirigir sus sueños. Tal vez en ellos se escondan las respuestas que tanto le aterran. Pero pronto comprueba que habría sido mejor no adentrarse en ese peligroso mundo.
Heinz Delam es un escritor español nacido en Burdeos. Su infancia transcurrió entre Francia, Alemania y España, hasta recalar en el recién independizado Congo en 1962, donde permaneció toda su adolescencia. Allí le esperaba una cultura que lo llenó de fascinación y asombro.
La casa de los sueños olvidados
Últimos títulos publicados:
Ronaldo Menéndez
143. Juegos inocentes juegos Ricardo Gómez
Le gusta definirse como viajero y nómada. Una de sus primeras aventuras fue surcar los cielos centroafricanos como piloto. Otra, quizá más importante, fue la de descubrir el placer de la lectura y hacer de los libros sus más fieles compañeros de viaje. Reside en España desde hace casi cuatro décadas y ha publicado en total diez novelas, la mayoría de ellas dedicadas a trasladar la magia de África a los lectores españoles.
xiii premio alandar
Heinz Delam
144. Yo me iré contigo
Daniel Hernández Chambers
145. Predadores de silencio Daniel Bautista
146. Luces de tormenta Ignacio Sanz
147. Palabra de Nadie
Alfredo Gómez Cerdá
148. La casa de los sueños olvidados Heinz Delam
EDELVIVES
C I 1 0 85 43
108543_Cub_Casa_Ev.indd 1
EDELVIVES
xv premio alandar
EDELVIVES
X v
p r e m i o
a l a n d a r
Su obra invita a adentrarse en el terreno de lo inesperado, las emociones e incluso los miedos interiores. En ella los lectores descubrirán una inagotable fuente de riquezas.
La casa de los sueños olvidados Heinz Delam
23/03/15 09:59