Tomás y la moneda mágica, ala delta roja

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DELTA

Tomรกs y la moneda

mรกgica Ricardo Alcรกntara


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EDELVIVES

A L A

D E LTA

Tomรกs

y la moneda mรกgica Ricardo Alcรกntara Ilustraciones

Gusti

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Andando, andando y andando, Tomás y sus amigos llegaron a la ciudad. Primero avanzaba el soldado, detrás iba la pelota y, cerrando la fila, caminaba Tomás. Al llegar quedaron impresionados. No imaginaban que allí hubiera tantos coches, tanta gente, tantas tiendas y tanto ruido. 7

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Con los ojos muy abiertos, recorrĂ­an una calle tras otra. Hasta que, de pronto, la pelota se detuvo. 8

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Tomás tropezó con ella. Por poco se caen los dos al suelo. —¿Qué te pasa? —le preguntó el muñeco de madera. La pelota no respondió. Observaba fijamente un anuncio que habían pegado en un poste. En él había una foto de un campo de fútbol. Bajo la foto, escrito con letras rojas, podía leerse: «SE VENDE». «¡Me gustaría tener mi propio campo de fútbol!», pensó la pelota.

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Ese era el sueño de su vida. Se imaginaba botando sobre el césped, corriendo de portería en portería.

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—Me gustaría comprarlo —dijo la pelota. —No tenemos dinero —le recordaron sus amigos. —Ah… —suspiró ella. Estaba tan disgustada que los ojos se le llenaron de lágrimas. Ni siquiera marcando un gol se alegraría.

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Tomás la cogió en brazos, con la intención de animarla. —Vamos —le dijo el soldado con una sonrisa, y siguieron andando. Como tenían por costumbre, el soldado iba delante, le seguía la pelota y Tomás cerraba la fila. 13

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Atravesaron un puente muy alto, cruzaron un parque‌ Pero, de pronto, el soldado se detuvo.

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La pelota chocó contra sus piernas; por poco lo derriba. —¿Qué ocurre? —preguntó la pelota. El soldado no podía responder.

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