Universidad e ideología: la urgencia de pensamiento crítico Edgar Isch López Publicado en la Revista “Reflexiones” del Vicerrectorado Académico y de Investigación de la Universidad Central del Ecuador. Marzo 2007. La Universidad es uno de los patrimonios sociales más importantes. Como transmisora y redefinidora de conocimientos, como generadora de pensamiento, baluarte de identidad cultural y como instrumento de desarrollo, cualquiera sea la comprensión del mismo, la Universidad se constituye en una institución social de interés público. Dimensión que le otorga representatividad social pero que, al mismo tiempo, le plantea demandas y exigencias. Poco a poco se ha tenido más claro que estas características se expresan, en términos generales, en las funciones de docencia, investigación y extensión. La manera de abarcarlas, ha sido uno de los puntos en debate frente a las exigencias de la época y la enorme cantidad de demandas que cada sector de una sociedad plantea a su educación superior. Y lo que se pone en la balanza es el rol de la Universidad para afirmar o transformar las estructuras sociales, para servir a la tendencia dominante instalada precisamente por los sectores y países dominantes, o para dar elementos que contribuyan a que las fuerzas sociales emergentes encuentren el camino a la emancipación humana. En momentos de neoliberalismo desenmascarado y avergonzado pero aún plenamente vigente, estas posiciones se expresan de maneras muy diversas. De hecho al interior de la Universidad se vienen dando una intensa confrontación de ideas, unas veces abierta y otras silenciosa, pero que finalmente se expresa en lo que acontece en el aula o en el taller. Algunos de esos puntos de tensión se refieren a aspectos como: -
Privatización (o “participación privada” como eufemismo que el Banco Mundial pide se utilice en reemplazo de la expresión anterior) o defensa de la educación pública con carácter social, como matriz de la democracia de un país.
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En correspondencia con lo anterior, visiones de la educación como un servicio al alcance de quien puede pagarlo (o de quién “la merece” según una meritocracia que desconoce las diferencias que enfrentan los estudiantes de los distintos sectores sociales), o el reconocimiento de que la educación a todo nivel es un derecho humano que por ser tal corresponde que sea garantizado por el Estado. Si es un derecho humano la educación a lo largo de la vida, como se plantea hoy en distintos foros internacionales, viene acompañada por la gratuidad y la masificación con calidad educativa se convierte en un alto valor social que plantea hoy la universalización de la universidad en más de un país.
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Hay en juego también criterios contrapuestos de calidad. Una vez sometida al mercado, la educación cede también ante presiones externas, utilitaristas y pragmáticas, es decir alejada de aquellos principios que siempre se quiso promover desde el sistema educativo. Un mecanismo de análisis para esa nueva visión de calidad es lo que algunos autores califican de “McDonalización” de la educación, en la que se ofrece lo que el cliente pide, fácil, ágilmente, en locales agradables, aunque se trate solo de chatarra que no permite digerir el conocimiento. 1