La perra y sus cigarros Encontrar un buen censor es un problema. Equivale a dar con dos cualidades ─casi siempre incompatibles─ en una sola persona: una brillantez notable y, al mismo tiempo, una intolerancia monolítica. Lo poco frecuente de esta coincidencia contrasta con la abundancia de casos de censores de poco relieve que sobresalen por la segunda característica y carecen en absoluto de la primera. Hay un efecto indeseable en esta situación: la censura puede volverse un aliciente para la creación. En 1974, un grupo de artistas moscovitas de avanzada decidieron desafiar al estado y presentar una exposición clandestina con piezas destinadas a retar al discurso oficial. El desenlace fue el esperado: policías encubiertos ─o jardineros según la versión oficial─, dirigidos por la KGB, golpearon y arrestaron a los artistas y destruyeron todo lo ahí expuesto. El uso de maquinaria pesada para el desalojo, le dió a esta exposición fallida el nombre con el cual se le recuerda: La exhibición de los bulldozers. El resultado político fue muy favorable: se logró una notoriedad internacional y se puso en evidencia al estado y su censura; el resultado artístico desapareció: todas las obras fueron destruidas. Entre los artistas presentes se encontraba el dúo compuesto por Vitaly Komar (1943) y Alexander Melamid (1945). Komar y Melamid presentaron piezas iconoclastas para ironizar sobre el régimen y su insistencia en imponer el Realismo Socialista. En Doble autorretrato como Stalin y Lenin (1972) los artistas se mofan de la iconografía oficial, al sustituir el rostro de Lenin y Stalin por los suyos. El original de esta pieza también fue destruida en la exhibición de los bulldozers. Komar y Melamid lograron huir de la Unión Soviética, al emigrar a Nueva York en 1974, y su trabajo comenzó a ser reconocido a nivel internacional por sus sátiras pictóricas relacionadas con el Realismo Socialista. Después de varios años en suelo estadunidense, su obra tomó el camino de una crítica al sistema institucionalista en el arte y su democratización. En The People’s Choice (1994-1997) Komar y Melamid contrataron a una casa encuestadora para realizar una serie de preguntas con el fin de descubrir los gustos de la mayoría relacionados con la plástica. Con base a ello se produjo una serie de pinturas tan populares como deleznables. Como era de esperarse, los cuadros son paisajes con árboles, montañas y un lago; figuras de personas y animales; colmados de azules y verdes. Quizá, y sólo al juzgar el experimento del dueto ruso, el comentario de Borges sobre las decisiones de la mayoría sea razonable aplicado al arte: «Me sé del todo indigno de opinar en materia política, pero tal vez me sea perdonado añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística.»
Fuera de su obra de mayor notoriedad, hay una pieza mucho más modesta de su periodo en la URSS, sobre la cual quiero hablar. Se trata de un óleo sobre tela de 1972: Cajetilla de cigarros Laika (77 x 58 cm). El cuadro traslada al óleo la imagen de una caja de cigarros producida en la Unión Soviética en plena carrera espacial. La cajetilla llegó a gozar de popularidad entre los fumadores del régimen comunista. En ella, se muestra un busto de la perra Laika, heroína abandonada a su suerte en el espacio después de su logro de ser el primer ser vivo puesto en órbita. El fondo es blanco en su parte inferior y azul en la parte donde se representa al cosmos. En el área superior, justo sobre la cabeza de la perra, puede verse el Sputnik I, el primer satélite artificial de la historia. A la derecha de su oreja, se representa el Sputnik II, el satélite en el cual viajó Laika. Son notorias, de manera especial, tres estrellas en el cuadro. Hay dos junto a la cápsula con seis y cuatro puntas. El juego con el signo de la hoz y el martillo, pintado sobre la superficie del satélite, no parece una casualidad: es fácil pensar a las estrellas como una representación de una cruz cristiana y una estrella judía. Hay una tercera estrella sobre la cabeza de la perra y, a la izquierda, una luna menguante. Abajo de la perra, se encuentra escrito su nombre con el alfabeto cirílico: лайка. El animal fue una perra común encontrada en la calle ─si se piensa en el símil entre pedigree y alcurnia, para los ideales igualitarios era peligroso incluir en la misión a una bestia con linaje. En la representación, su mirada está fija y sus orejas levantadas. Atenta y serena, parece consciente de su misión. Hasta aquí los censores debieron estar contentos. El cuadro era un modelo del estilo oficial. Tanto en técnica como en tema aparenta ser una representación sin desviaciones de un símbolo nacional. Al hacer uso de una escena común ─¿o hay algo más familiar que la envoltura de los cigarros preferidos?─, el cuadro ayudaba a los fines del estado, al recordar la supremacía del pueblo ruso al inicio de la carrera espacial. Pero Komar y Melamid tenían otras intenciones. Mientras complacían a los funcionarios de la censura soviéticos, establecieron un diálogo con otras corrientes artísticas en el mundo: fueron contemporáneos. Y además con un interlocutor sorpresivo: el Pop estadunidense. Cajetilla de Cigarros Laika no es una copia servilista de la propaganda rusa. Es una respuesta a las Brillo Box de Warhol. Y ésta es la genialidad de la pieza: vencer al sistema en sus propios términos. Komar y Melamid conversaron con el mundo en un lenguaje incomprensible para sus censores; al mismo tiempo, cumplieron con las normas del Realismo Socialista. En este caso ─comparado con la exposición de los bulldozers─, la censura tiene una dificultad mayor: se enfrenta a lo sutil y a lo común. Aquí la brutalidad de la represión es inútil y contraproducente (¿cómo detener lo que no se puede ver?) La censura pierde su utilidad e incluso puede convertirse en un incentivo para la creación. La perra nos ofrece sus cigarros.
Édgar Mondragón