EDICIÓN ESPECIAL Mérida-Venezuela 4 de diciembre de 2015
Impreso en Mérida, Venezuela por Proedito@gmail.com
Diseño: José Vásquez
CINEROCINANTE
Editor: CNAC / FNCL
Redacción: Edmundo Aray / Tarik Souki David Rodríguez / Víctor Luckert
Nº 2
30 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL NUEVO CINE LATINOAMERICANO (FNCL)
Juan Carlos Lossada
E
n una entrevista que fue publicada en la Revista Bohemia, Cuba, a apenas 4 meses de haber logrado abrir las puertas de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, hace 30 años, nuestro querido Gabriel García Márquez nos recordaba que “si hacemos una Fundación que tiene como objeto principal la unificación del nuevo cine latinoamericano y su fomento, lo primero que tenemos que saber es cuál es la situación real del cine y la televisión en el continente.” Ese breve aserto de Gabo entrañó tres ideas fundamentales, sin duda vigentes, cuyo orden es meramente instrumental: la primera es la premisa, por demás constatada, según la cual desde distintos países de nuestra América se venía haciendo un cine nuevo, consustanciado con sus realidades y sueños, aunque pensado y construido —y también atrapado y por tanto fraccionado— en las fronteras interiores, “nacionales”, de una patria más grande a la que había -y hay- que procurar. La segunda idea, por demás obvia y tal vez por eso mismo, más indispensable de ser repetida —y asumida— una y mil veces, pone de relieve la necesidad de conocernos más, de hurgar en los más recónditos datos y detalles de nuestras realidades audiovisuales, en una forma en que —para poder ser orgánicamente un cine latinoamericano y no solo en su apariencia— siempre se procure conocer la realidad total, con el fin de orquestar naturalmente las energías del conjunto para encaminar los balances y complementos, con la misma imperiosa necesidad de saber que los productores y realizadores requieren del desglose del guión concebido y del plan de rodaje diseñado para poder intentar gobernar la realidad y no acabar en un naufragio de sueños, recursos materiales y creativos, a causa de la acción imprevista de lo previsible. La tercera idea, el compromiso, conglomerado en torno a un espacio nuclear que nacía formalmente con un nombre, el de la FNCL, para convocar y alinear las voluntades de los hombres y las mujeres de la pujante cinematografía latinoamericana con el objeto de impulsar definitiva y establemente su fomento, su promoción y sobre todo su integración, tomando muy en cuenta el compromiso de vencer las asimetrías, mediante el apoyo y el acompañamiento a las cinematografías emergentes de la región. “Es obvio que una fundación no puede inventar un movimiento cinematográfico como lo es el Nuevo Cine Latinoamericano. Lo que pasa es que nosotros nos hemos dado cuenta de una cosa que es muy evidente. Y es que existe. Es una explosión de un cine nuevo. Lo que estamos tratando es de crear condiciones para impulsarlo, de introducir ese movimiento en el mercado (...) Los brasileños, los venezolanos, los mexicanos, los colombianos y los argentinos hacen cine, pero son cines fragmentarios. Lo que tratamos es precisamente de unificar ese movimiento y que haya una interrelación de todos los cines nacionales”. Cuando esto se dijo, cuando esto se asumió, cuando la FNCL abrió sus puertas hace 30 años, el estado cinematográfico latinoamericano tenía muy desiguales condiciones y características. Había mucho por hacer, pensándonos y retándonos como conjunto. Muchas las asimetrías que superar. Enormes los obstáculos que vencer no solo de cara a concebir obras de manera copartícipe y conseguir la circulación más amplia posible de todas ellas, sino también la de sus creadores y la de los recursos materiales y creativos de cada “parte”. No faltaba quien se preguntara —sin razón— si realmente nuestra América compartía vívidamente el deseo de alcanzar un estado de integración verdadero de nuestros desarticulados entre sí, cines nacionales, auténtico e indispensable combustible de una llama perpetua. De allí la importancia de la FNCL como formidable propiciadora de la búsqueda de una unidad histórica anhelada, que no de estéticas ni de formas convenidas, sino unidad de conciencia, cohesionada y coherente, de pueblos hermanos de la América meridional, en toda su vastedad y diversidad. Son muchas las acciones concretas impulsadas por la FNCL hilvanadas en persecución sostenida de sus osados objetivos, pero
en razón de la economía del texto que nos ocupa, mencionaré solo dos: la primera sin duda alguna es su hazaña eiceteviana, la creación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, que ha logrado formar en 29 años, en un concepto libérrimo, robinsoniano, multicultural, pluriartístico, la descomunal cifra de más de 800 cineastas de todos los mundos, provenientes de más de 50 países de todos los continentes, originarios de las más disímiles realidades, en ese maravilloso convencimiento de que el cine fundamentalmente, se hace con gente, con las ideas de las gentes, con la pasión desbordada del principal recurso del séptimo arte: la base humana sensible y sensibilizada, por demás consciente de su responsabilidad estelar de ser constructores de sus propios imaginarios audiovisuales. Está aún por calibrarse en justicia el gigantesco servicio que muchos egresados eicetevianos han hecho al avance del estado audiovisual en sus respectivas naciones originarias, la contribución que han prodigado y siguen prodigando a la formación de nuevos lenguajes y en algunos casos notablemente meritorios, la prestación inobjetable que han hecho posible y siguen haciendo a la alfabetización audiovisual de cinematografías emergentes. Tal es la dimensión profunda, orgánica, de este proyecto trascendental nacido del sueño perseverante de Gabo, abrazado tan generosamente por el Estado cubano, acompañado del compromiso intelectual, político y artístico de tantos hombres y mujeres conjurados por el inspirador movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano. Y tal por cierto, debe ser el compromiso renovado de todos los institutos de cine de nuestra América y de todas las organizaciones exteriores a nuestro continente cuyas misiones sea la de respaldar emprendimientos educacionales de verdadero calibre mundial, en la tarea de asegurar entre todos, la continuidad frondosa de una Escuela que es a la vez orgullo y patrimonio de la América meridional. No exagero al afirmar que la suya es la suerte del nuevo, siempre nuevo, cine latinoamericano. La segunda acción extraordinaria motorizada por la FNCL, se expresa en la actual existencia del tejido institucional internacional, orgánico, de la integración cinematográfica iberoamericana, que toma la forma de la Conferencia de Autoridades Cinematográficas de Iberoamérica (CACI), de su Secretaría Ejecutiva (SECI) y de la Unidad Técnica del Programa IBERMEDIA (UTI). Correspondió a la FNCL, con el inestimable liderazgo de Gabo, con su prestigio aglutinador, dar los pasos indispensables —fueron muchas las conversaciones y encuentros con jefes de Estado y de Gobierno, con las vanguardias intelectuales y liderazgos culturales continentales— para abonar el camino de la concreción de la tantas veces anhelada —y tantas veces pospuesta— anfictionía de nuestra América celebrada en la capital venezolana en noviembre de 1989. Sin el ascendente que a través de la FNCL ejerció Gabo para persuadir a quienes había que persuadir para generar el inusitado entusiasmo integrador de entonces, es muy difícil que se hubiera producido el histórico y definitivo encuentro. De modo que el llamado Foro Iberoamericano de Integración Cinematográfica de Caracas resultó con la adhesión que 13 países de la región hicieron de los acuerdos que permitieron el nacimiento, dos años más tarde, de la CACI, el organismo internacional que agrupa actualmente en torno al cine a España, Portugal y a la práctica totalidad de las naciones latinoamericanas, y que tanto ha significado en la modelación sistemática de sistemas de fomento y marcos regulatorios audiovisuales en países donde nada o poco había. Ocho años después de esa hermosa asamblea de integración cultural de Caracas, en la que participaron representantes del cine, la política y la cultura regionales y que tuvo a Gabo y a Alquimia Peña como participantes estelares por la FNCL,
nace IBERMEDIA, un programa de fomento a nuestro cine que muestra como saldo más de 700 películas coproducidas entre la veintena de naciones iberoamericanas que conforman hoy día el espacio audiovisual que compartimos; más de 800 apoyos a la germinación de proyectos cinematográficos, que en su inmensa mayoría acabaron conformándose como obras definitivas de la cinematografía latinoamericana en su vínculo fecundo con España y Portugal y un número importante de iniciativas de apoyo a la formación de más y nuevos cineastas. Y es que, siempre obsesionada por la noble idea integradora, y también permanentemente inquieta ante la necesidad de evitar los fraccionamientos y los atajos chovinistas, la FNCL, a través de Gabo nos recordaba: “(...) ¿qué estamos tratando de hacer, como representantes de la Fundación? Pues conversando con cada país, diciéndole: «Son perfectas sus leyes de protección, pero vamos a hacerlas de tal manera que sirvan más bien para integrar ese cine en un solo movimiento y no para convertirlas en nuevas fronteras, en una frontera más entre las muchas fronteras que hay entre los países latinoamericanos.»
Cuando el Comité de Cineastas de América Latina, C-CAL, se constituyó hace 41 años, delineó un trazado fundamental para el cine latinoamericano. Le debemos mucho al C-CAL, mucho de lo que hoy vivimos como sueños que han comenzado a hacerse realidad. La FNCL, como hija del C-CAL a su vez se ha convertido en madre de los nuevos hijos e hijas que han surgido y siguen surgiendo por doquier en la indómita e irredenta América Latina. La FNCL no solo tiene que enorgullecerse de su pasado, sino que también debe tener seguro el importante rol que tiene en su presente y en el futuro de la región. Orgullosa de todo lo que ha aportado para que los latinoamericanos no solo nos veamos y nos sintamos más cerca los unos de los otros por medio de nuestras pantallas, sino para que efectivamente lo estemos. Y tengo un convencimiento simple y nítido: si bien ahora es cuando tenemos tarea por hacer en el camino de la integración definitiva de nuestros cines, contamos con la FNCL para seguir adelante hasta alcanzar ese inmenso e indeclinable propósito. Con Gabo lo afirmamos, así de simple y así de desmesurado.
Esta es la Casa de ustedes, la Casa de todos
(Palabras de Gabriel García Márquez en la inauguración de la sede de la FNCL)
Todo empezó con esas dos torres de alta tensión
que están a la entrada de esta casa. Dos torres horribles, como dos jirafas de concreto bárbaro, que un funcionario sin corazón ordenó plantar dentro del jardín frontal sin prevenir siquiera a sus dueños legítimos, y las cuales sostienen sobre nuestras cabezas, aun en este mismo momento, una corriente de alta tensión de ciento diez millones de watts, bastantes para mantener encendidos un millón de receptores de televisión o sustentar veintitrés mil proyectores de cine de treinta y cinco milímetros. Alarmado con la noticia, el Presidente Fidel Castro estuvo aquí hace unos seis meses, tratando de ver si había alguna forma de enderezar el entuerto, y fue así como descubrimos que la casa era buena para albergar los sueños de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Las torres siguen ahí, por supuesto, cada vez más abominables a medida que se ha ido embelleciendo la casa. Hemos tratado de enmascararlas con palmeras reales, con ramazones floridos, pero su fealdad es tan imponente que se impone a todo artificio. Lo único que se nos ocurre, como recurso último para convertir en victoria nuestra derrota, es rogarles a ustedes que no las vean como lo que son, sino como una escultura irremediable. Sólo después de adoptarla como sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, supimos que la historia de esta casa1 no empezaba ni terminaba con estas
torres, y que mucho de lo que se cuenta de ella no es verdad ni es mentira. Es cine. Pues, como ya ustedes deben haberlo vislumbrado, fue aquí donde Tomás Gutiérrez Alea filmó Los sobrevivientes, una película que a ocho años de su realización, y a veintisiete del triunfo de la Revolución Cubana, no es una verdad más en la historia de la imaginación ni una mentira menos de la historia de Cuba, sino parte de esta tercera realidad entre la vida real y la invención pura, que es la realidad del cine. De modo que pocas casas como ésta podrían ser tan propicias para emprender desde ella nuestro objetivo final, que es nada menos que el de lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado. Y nadie podría condenarnos por la simpleza sino más bien por la desmesura de nuestros pasos iniciales en este primer año de vida, que por casualidad se cumple hoy, día de Santa Bárbara, que también por artes de santidad o de santería es el nombre original de esta casa. La semana entrante la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano va a recibir del Estado cubano una donación que nunca nos cansaremos de agradecer, tanto por su generosidad sin precedentes y su oportunidad, como por la consagración personal que ha puesto en ella el cineasta menos conocido del mundo: Fidel Castro. Me refiero a la Escuela Internacional de Cine y Televisión, en San Antonio de los Baños, preparada para formar profesionales de la América Latina, Asia y África, con los recursos mejores de la técnica actual. La construcción de la sede está terminada a sólo ocho meses de su iniciación. Los maestros de distintos países del mundo están nombrados, los estudiantes están escogidos, y la mayoría de ellos están ya aquí con nosotros. Fernando Birri, el Director de la Escuela, que no se distingue por su sentido
de la irrealidad, la definió hace poco ante el presidente argentino Raúl Alfonsín, sin que le temblara un músculo de su cara de santo, como «la mejor Escuela de Cine y Televisión de toda la historia del mundo». Esta será, por naturaleza misma, la más importante y ambiciosa de nuestras iniciativas, pero no será la única, pues la formación de profesionales sin trabajo sería un modo demasiado caro de fomentar el desempleo. De modo que en este primer año hemos empezado a echar las bases para una vasta empresa de promoción y enriquecimiento del ámbito creativo del cine y la televisión de América Latina, cuyos pasos iniciales son los siguientes: Hemos coordinado con productores privados la producción de dos largometrajes de ficción y tres documentales largos, todos dirigidos por realizadores latinoamericanos, y un paquete de cinco cuentos de una hora cada uno, para televisión, realizado por cinco directores de cine o televisión de distintos países de América Latina. Estamos haciendo en estos días las convocatorias para ayudar a cineastas jóvenes de América Latina que no hayan podido realizar o terminar sus proyectos de cine o televisión. Tenemos adelantadas las gestiones para la adquisición de una sala de cine en cada país de América Latina, y tal vez en algunas capitales de Europa, destinadas a la exhibición permanente y el estudio del cine latinoamericano de todos los tiempos. Estamos promoviendo en cada país de América Latina un concurso anual de cine de aficionados, a través de las secciones respectivas de la Fundación, como un método de captación precoz de vocaciones, y como un medio de la Escuela Internacional de Cine y Televisión para seleccionar a sus alumnos en el futuro.
Estamos patrocinando una investigación científica sobre la situación real del cine y la televisión en América Latina, la creación de un banco de información audiovisual sobre el cine latinoamericano, y la primera filmoteca del cine independiente del Tercer Mundo. Estamos patrocinando la elaboración de una historia integral del cine latinoamericano, y de un diccionario para la unificación del vocabulario cinematográfico y de televisión en lengua castellana. La sección mexicana de la Fundación ha iniciado ya la publicación que recoge, país por país, los principales artículos y documentos del Nuevo Cine Latinoamericano. En el marco de este Festival de Cine de La Habana, nos proponemos hacer un llamado a los gobiernos de América Latina, y a sus organismos de cine, para que intenten una reflexión creativa sobre algunos puntos de sus leyes de protección a los cines nacionales, que en muchos casos sirven más para estorbar que para proteger, y que en términos generales van en sentido contrario al de la integración del cine latinoamericano. Entre 1952 y 1955, cuatro de los que hoy estamos a bordo de este barco estudiábamos en el Centro Experi-
mental de Cinematografía de Roma: Julio García-Espinosa, viceministro de Cultura para el Cine; Fernando Birri, gran papá del Nuevo Cine Latinoamericano; Tomás Gutiérrez Alea, uno de sus orfebres más notables, y yo, que entonces no quería nada más en esta vida que ser el director de cine que nunca fui. Ya desde entonces hablábamos casi tanto como hoy del cine que había que hacer en América Latina, y de cómo había que hacerlo, y nuestros pensamientos estaban inspirados en el neorrealismo italiano, que es —como tendría que ser el nuestro— el cine con menos recursos y el más humano que se ha hecho jamás. Pero sobre todo, ya desde entonces teníamos conciencia de que el cine de América Latina, si en realidad quería ser, sólo podía ser uno. El hecho de que esta tarde sigamos aquí, hablando de lo mismo como loquitos con el mismo tema después de treinta años, y que estén con nosotros hablando de lo mismo tantos latinoamericanos de todas partes y de generaciones distintas, quisiera señalarlo como una prueba más del poder impositivo de una idea indestructible. Por aquellos días de Roma viví mi única aventura en un equipo de dirección de cine. Fui escogido en la Escuela como tercer asistente del director AlexandroBlasetti en la película Lástima que sea un canalla, y esto me causó una gran alegría, no tanto por mi progreso personal, como por la ocasión de conocer a la primera actriz de la película, Sofía Loren. Pero nunca la vi, porque mi trabajo consistió, durante más de un mes, en sostener una cuerda en la esquina para que no pasaran los curiosos. Es con este título de buen servicio, y no con los muchos y rimbombantes que tengo por mi oficio de novelista, como ahora me he atrevido a ser tan presidente en esta casa, como nunca lo he sido en la mía, y a hablar en nombre de tantas y tan meritorias gentes de cine. Esta es la casa de ustedes, la casa de todos, a la cual lo único que le falta para ser completa es un letrero que se vea en todo el mundo, y que diga con letras urgentes: «Se aceptan donaciones.» Adelante. Palabras de Gabriel García Márquez en la inauguración de la sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, 4 de diciembre de 1986
Reunión del Comité de Cineastas donde se redacta el acta de Creación de la FNCL, La Habana, abril de 1985
¿Qué es la FNCL? La Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano
fue creada por el Comité de Cineastas de América Latina el 4 de diciembre de 1985 y fue su Presidente Fundador el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Tiene su sede en Cuba. Se constituyó en Casa de las Américas en el transcurso del 7º. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Heredera de la tradición solidaria del cine latinoamericano, nació como respuesta al proceso que anunciaba y proponía nuevas etapas de crecimiento para las cinematografías y el audiovisual del continente. Tiene personalidad jurídica autónoma, sus fines son culturales orientados al audiovisual, sin ánimo de lucro, con patrimonio y personalidad propios. Se rige por sus Estatutos y por las leyes y disposiciones concordantes de la República de Cuba.
Los órganos de gobierno de la FNCL son el Consejo Superior y el Consejo Directivo. OBJETIVOS 1.- Contribuir al fortalecimiento del Cine Latinoamericano, en especial de las cinematografías nacientes, mediante el fomento de su producción, distribución y exhibición. 2.- Propiciar la investigación, docencia, conservación, archivo y difusión cultural de la obra cinematográfica latinoamericana. 3.- Procurar una creciente y efectiva solidaridad de la cinematografía latinoamericana en el marco de la preservación del patrimonio cultural de los pueblos y la dignidad y la justicia social. La FNCL desarrolla su labor a partir de programas, proyectos y acciones a corto, mediano y largo plazo. Su
labor se ha enfocado en ejes fundamentales como desarrollo, industria, integración, memoria en la perspectiva de diversidad cultural. Ha llevado adelante una labor ininterrumpida durante su existencia en diferentes áreas del contexto cinematográfico y audiovisual regional. Los resultados de su quehacer son constatables en muchos de los avances del cine y el audiovisual regional de las últimas décadas del pasado y en el presente siglo. El conocimiento, la complementariedad de esfuerzos y la integración han sido sus banderas. EN SU QUEHACER ESTÁN: —Impulsora, por sus fundadores y por el espacio en que se constituyó: Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, de una red continental de conocimientos, relaciones y colaboración entre cineastas, inédita en la década de los 80 y 90.
—Formación y capacitación de recursos humanos con la creación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión en marzo de 1986, programa de formación audiovisual que constituye un referente internacional. Es considerada como una de las más importantes instituciones de formación audiovisual en el mundo. —Promotora de un programa de formación y conocimiento de la cinematografía regional con universidades norteamericanas y de otros continentes. —Contribución a la preservación y memoria de la cinematografía regional con investigación sobre el estado de preservación de la producción silente y sonora hasta los años 90 y el inventario de recursos humanos y técnicos existentes; iniciadora, con el Ministerio de Cultura de Brasil y la colaboración de la Filmoteca de la UNAM de un programa de capacitación práctica de técnicos de archivos que tuvo entre sus resultados la Muestra de Cine Restaurado en y por América Latina, 1996. Es de destacar asimismo el llamado internacional de atención sobre el tema hecho por la FNCL, en voz de su Presidente, Gabriel García Márquez, a organismos internacionales como la Unesco, la FIAF, Ministros de Cultura (Foro celebrado en La Habana, en 1993). —Promotora e iniciadora de las coproducciones iberoamericanas desde 1986. Comenzaron con Televisión Española al unirse las voluntades de Pilar Miró, Gabriel García Márquez y Julio García Espinosa. —Fomento de estudios e investigaciones como gestora e impulsora de más de dos docenas de estudios e investigaciones sobre temas demandantes del cine latinoamericano y, en general sobre el espacio audiovisual latinoamericano y caribeño desde 1987, con una política sostenida en este campo que culmina en la creación del Observatorio del Cine y el Audiovisual Latinoamericano. —Impulsora y cogestora del Foro de Integración Cinematográfica Iberoamericana, en Caracas, que dio lugar, en noviembre 1989, a la Conferencia de Autoridades Cinematográficas Iberoamericanas (CACI) y a los primeros y vigentes acuerdos de integración cinematográfica en algunos campos del sector. —En los 90 contribuyó, con la participación de sus miembros, a la creación de las siguientes entidades:: Federación Caribeña de Cine y Video; la FIPCA, Federación Iberoamericana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales; la RECAM —de conjunto con la Secretaría del Audiovisual de Brasil—-; a la creación y puesta en marcha del Programa Ibermedia. En el presente siglo a la creación del DOCTV Latinoamérica, Programa de Fomento a la Producción y Teledifusón del Documental Latinoamericano, 2005 —de conjunto con la Secretaría del Audiovisual de Brasil y el CNAC, Centro Nacional Autónomo de Cinematografía de Venezuela—; y del EnDOCXXI, Encuentro de Documentalistas de América
Latina y el Caribe del siglo XXI, 2008, -de conjunto con el ICAIC, Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, y el CNAC. La Escuela Internacional de Cine y Televisión, por su parte, contribuyó a su vez a la creación de la Federación de Escuelas de Cine Latinoamericanas, en 1988, actualmente FEISAL, al convocar a uno de los primeros encuentros de escuelas existentes del que se tenga memoria. —Promovió, con Producciones Amaranta y Borrón y Cuento Nuevo, la capacitación de los productores latinoamericanos y su entrenamiento en la formulación de proyectos y búsqueda de financiamiento internacional combinando los modelos de gestión principales en ese momento (Rotterdam y Sundance), el conocimiento de potenciales fuentes europeas y norteamericanas en dos sendas Conferencias de Productores: la de Toluca, México, en 1993, y Sede de la FNCL, La Habana, en 1996. Resultado de ellas se realizaron más de media docena de largos y se legó una red de contactos y relaciones tanto entre los productores de la región como con festivales, fondos, institutos y otros de varios continentes. —Convocatorias para guionistas a finales de los 80 y para proyectos en 1993, con más de medio millón de dólares de premios más coauspicios a la producción. Resultado de estas fueron largos como Confesión a Laura, de Jaime Osorio; Jonás y la ballena rosada, de Juan Carlos Valdivia; La reina de la noche, de Arturo Ripstein; Sin compasión, de Francisco Lombardi; igual que documentales y otras obras. —Ha producido, coproducido o auspiciado más de un centenar de películas. Entre ellas las que forman parte de dos series para televisión a finales de los 80 y principio de los 90. Destaca por su singularidad en su momento la serie para televisión Amores difíciles, basada en argumentos de Gabriel García Márquez. Seis largos en 35 mm con igual número de realizadores de diferentes países y equipos integrados por cineastas de varias nacionalidades. —Sello editorial con más de un centenar de publicaciones especializadas en diferentes soportes con apoyo de Borrón y cuento nuevo, de México; FNCL/Capítulo Mérida y Centro Nacional Autónomo de Cinematografía de Venezuela; Dirección de Cultura de la Diputación de Córdoba, España y otros. De sus publicaciones digitales destacan los Cuadernos de Estudios, la Revista Digital FNCL y el Boletín semanal Cinelatinoamericano en la Red. —Impulsora de otras áreas del conocimiento en torno al cine y el audiovisual regional a través del premios anuales como: —El Premio de Ensayo sobre Cine en Latinoamérica y el Caribe que contó con el apoyo inicial de la Universidad Complutense, de España, y luego hasta el presente con el apoyo del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, de Venezuela.
—El Premio “Octavio Getino” de Investigación sobre el Espacio Audiovisual Latinoamericano y Caribeño, de conjunto con el CNAC. —El Premio Especial de Investigación sobre Cine Indígena y Comunitario, de conjunto con la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la UNESCO. —Creación de una plataforma web de servicios de información especializados sobre los diferentes ámbitos del cine y el audiovisual latinoamericano y caribeño: Portal del Cine y el Audiovisual Latinoamericano y Caribeño; Biblioteca Digital del Cine Latinoamericano y Caribeño, Observatorio del Cine y el Audiovisual Latinoamericano, OCAL/FNCL. —Contribución al fomento de la producción y teledifusión del documental latinoamericano y caribeño en tanto cofundadora junto a la Secretaría del Audiovisual de Brasil y el Centro Nacional Autónomo de Venezuela el programa DOCTV IB devenido DOCTV Latinoamérica, 2005. PROGRAMAS, PROYECTOS Y ÁREAS DE DESARROLLO INSTITUCIONAL
—Escuela Internacional de Cine y Televisión.. —Programa de seminarios, talleres y mesas en torno al cine regional. —Plataforma web Portal del Cine y el Audiovisual Latinoamericano y Caribeño. —Observatorio del Cine y el Audiovisual Latinoamericano con un Programa de estudios e investigaciones a nivel regional. —Biblioteca Digital del Cine Latinoamericano y Caribeño. —Centro de Información, Documentación e Investigaciones. —Archivo de Voces. —Archivo Institucional y Memoria Histórica.. —Archivo y Memoria del Programa DOCTV Latinoamérica. —Sala de cine Glauber Rocha con un Programa sociocultural comunitario de formación de audiencias. Subsede del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y del Festival de Cine Francés en Cuba. RELACIONES INTERNACIONALES Y COOPERACIÓN La FNCL sustenta su quehacer en una intensa y sostenida labor de relaciones interinstitucionales a nivel regional e internacional. Habida cuenta de que la FNCL tiene su Presidente y una membresía de múltiples países, la sede de la FNCL se caracteriza como centro coordinador, generador o gestor de proyectos regionales y de búsqueda de fondos por cuya aplicación adecuada responde. Trabaja con equipos regionales de diferentes disciplinas.
Conferencia de prensa. Miguel Lintin, Gabriel García Márquez, Jorge Sánchez y Gerardo Sarno, 1986
Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple y así de desmesurado. Gabriel García Márquez
Fernando Birri
ANTECEDENTES Comité de Cineastas de América Latina, C-CAL
En Casa de las Américas
Acta de creación de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano En los últimos años hemos asistido al ejercicio de un período del Nuevo Cine Latinoamericano que anuncia y propone etapas superiores de crecimiento. Los iniciales y significativos esfuerzos de los primeros años de la década de los cincuenta se han convertido, por la constancia y el sostenido trabajo de los cineastas, en un proceso siempre ascendente aunque cruzado por las dificultades y adversidades propias de una lucha desigual contra los poderes del atraso y de la dependencia. Proceso que cristaliza hoy en legislaciones nacionales dirigidas a proteger las cinematografías, en organismos de fomento a la producción y cultura cinematográficas, en convenios sub regionales y regionales, en la creación de asociaciones multinacionales —latinoamericanas o iberoamericanas— para la integración cultural y la ampliación de nuestros propios mercados, en el fortalecimiento gremial y sindical, en la conquista de un espacio en las pantallas y, de manera especial, en la realización de obras de notable jerarquía creadora como son, entre muchas otras, las de Glauber Rocha [1939 - 1981], Fernando Birri, Nelson Pereira dos Santos, Tomás Gutiérrez Alea [1928 - 1996], Miguel Littin y Santiago Álvarez [1919 - 1998]. El Comité de Cineastas de América Latina, consciente de este proceso, de sus enormes contenidos, de su destino abierto y promisorio; consciente del surgimiento de nuevas cinematografías y jóvenes realizadores orientados por el objetivo común de rescatar y afianzar nuestra identidad continental; consciente de que nuestra actividad en el cine, la televisión y otros medios audiovisuales
debe estar orientada al logro del bienestar espiritual y material de los pueblos, ha resuelto crear la FUNDACIÓN DEL NUEVO CINE LATINOAMERICANO, a los fines de contribuir al fortalecimiento de la cinematografía de nuestros países, en particular de las cinematografías nacientes, mediante el fomento a la producción, distribución y exhibición, así como a la investigación, docencia, conservación, archivo y difusión cultural de la obra cinematográfica, en el amplio marco de la preservación de nuestro patrimonio cultural y la progresiva renovación de la sociedad. El Comité de Cineastas de América Latina autoriza a su Secretaría Ejecutiva a todos los actos concernientes al estudio y elaboración del Acta Constitutiva-Estatutos Sociales de la FUNDACIÓN, en la cual se expresará el nombre, domicilio, objeto y la forma en que será administrada y dirigida, así como a los actos necesarios para la formación del Patrimonio inicial de la FUNDACIÓN, mediante aportes, contribuciones y donaciones de entes públicos y privados del Continente y del resto del mundo. El Comité de Cineastas de América Latina dispone, asimismo, que el acto de protocolización del Acta Constitutiva-Estatutos Sociales, y la instalación de la FUNDACIÓN deberá realizarse en el curso del VII Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. En la Ciudad de La Habana, Cuba, abril de 1985
Constantin Costa Gavras
Se constituyó el 11 de septiembre de 1974, en Caracas, Venezuela MIEMBROS FUNDADORES Edgardo “Cacho” Pallero Miguel Littín, Chile Manuel Pérez Paredes, de Cuba Walter Achugar, Uruguay Carlos Rebolledo, Venezuela MIEMBROS DE HONOR Fernando Birri, Argentina Alfredo Guevara, Cuba Nelson Pereira Dos Santos, Brasil SECRETARÍA EJECUTIVA Tristán Bauer, Argentina Manuel Pérez Paredes, Cuba Berta Navarro, México Coordinador: Jorge Sánchez Sosa, México MIEMBROS DE LA ASAMBLEA Fernando Birri, Argentina Edgardo Pallero, Argentina Raimundo Gleyzer, Argentina (desaparecido) Beatriz Palacios, Bolivia Jorge Sanjinés, Bolivia Cosme Alves Netto, Brasil Nelson Pereira dos Santos, Brasil Geraldo Sarno, Brasil Silvio Tendler, Brasil Carlos Álvarez, Colombia Lisandro Duque, Colombia Daniel Díaz Torres, Cuba Julio García Espinosa, Cuba Alfredo Guevara, Cuba Manuel Pérez Paredes, Cuba Pedro Chaskel, Chile Miguel Littín, Chile Sergio Trabucco Ulises Estrella, Ecuador Paul Leduc, México Jorge Sánchez, México Ramiro Lacayo, Nicaragua Pedro Rivera, Panamá Alberto Durant, Perú Nora de Izcue, Perú José García, Puerto Rico Ana María García, Puerto Rico Walter Achugar, Uruguay Edmundo Aray, Venezuela Tarik Souki, Venezuela
Fundación en «casa» En la estremecida década del cincuenta, que cierra en medio de la gloria popular con el triunfo de la Revolución Cubana, se inician los primeros intentos por definir las líneas de desarrollo de un nuevo cine latinoamericano y, con ellas, las proposiciones de una nueva poética. Fernando Birri —en Santa Fe, Argentina—, Julio García Espinosa, Tomás Gutiérrez Alea, Alfredo Guevara —en Cuba— y Nelson Pereira Dos Santos —en Río— comenzaban a encender las altas hogueras de esta cinematografía en América Latina. Documentar el subdesarrollo, dirigir el visor hacia la dramática sub-existencia, enfrentar la ideología del imperio, y volcar la cámara y la vida en las exigencias de historia nueva, y propia, son las conjugaciones del verbo cinematográfico, del ser y nacer de la naciente cinematografía. Nuestro cine en gestión y emergencia se dimensionó con la creación del ICAIC, por decreto del Gobierno Revolucionario de Cuba en marzo de 1959. Del otro costado el Cinema Novo, parido por los compañeros del Brasil, asomaba la expresión insobornable de su realidad, que era realidad latinoamericana. Entonces salimos a mostrarnos en los eventos progresistas de Europa, y, por obligante paradoja, nos dimos los primeros abrazos fuera de la patria dividida. Alfredo Guevara afirma —año 1963—: «Sestri Levante es para los cineastas latinoamericanos un territorio de sorpresas y casi un milagro.» Ese inicial encuentro de gente de nuestros pueblos en las pantallas, de ideas y proyectos comunes, de vocación unánime contra el atraso y la dependencia, removió en nosotros los cimientos de la gesta de nuestros héroes: la patria única de América Meridional. Y echamos a andar, apresurando el paso. Registra Ambrosio Fornet: «El movimiento —todavía disperso, pero ya con una coherencia artística e ideológica impresionante— se reconoce y constituye oficialmente en 1967, en el 1er. Encuentro de Cineastas Latinoamericanos, celebrado en Viña del Mar, Chile.» ¡Cuántas contiendas en el curso! Se nos fueron unos, nos llevaron a otros con saña mortal, y una y otra vez abrimos y nos cerraron puertas. Pero con enconado fervor se hicieron películas, se discutieron entre compañeros, se nos quedaron en los laboratorios, nos las pusieron entre rejas, se empolvaron en los depósitos de los acreedores, pero también florecieron en paredes y pantallas del continente hasta alzarse altivas en los grandes festivales del mundo. En el curso, con sostenida energía, se afirmó el timbre de los cineastas en sus reuniones posteriores a Viña: Caracas, Mérida, Brasilia, Quito, Managua, Cartagena, México, Madrid, La Habana. En el curso se mantiene la mirada larga, se afina, se decanta. Constituimos la Organización. El año 1974, entre el 5 y el 11 de septiembre, más de cuarenta cineastas de América Latina se reunieron en Caracas, en gestión de solidaridad con los cineastas y el pueblo de Chile, en el marco de una Jornada Mundial contra la escalada del gorilismo fascista, que aún oprime al país hermano. Como acto de unidad de acción de los cineastas, se creó el Comité de Cineastas de América Latina. El Comité, durante estos años, ha mantenido su unidad de acción, ha elevado su trabajo y su presencia en el proceso. «Hemos visto florecer múltiples movimientos a lo largo del continente. Nuestra cultura se ha enriquecido con calor propio. Por la gran patria se entrecruzan las obras de nuestros creadores, y extienden sus claridades por otros continentes. El extenso y doloroso poema del pueblo preserva y enfrenta, también asalta otros cielos. Las relaciones de dependencia y el poder que las mantiene, si bien avasalla, domina y extiende su régimen de agravios, no sepulta los viejos antagonismos, por el contrario, los recrudece, al tiempo que origina nuevos. No escapa a la lucidez de los cineastas la observación certera de este estadío del desarrollo del capital.
Tomás Gutiérrez Alea, Fernando Birri, Gabriel García Márquez y Julio García Espinosa
Ni tampoco que el capitalismo monopolista socave su propio “orden” alimentado por una voracidad que ha conducido a una nueva relación de dependencia: la dependencia financiera, fuente de una crisis sin salida, no sólo porque opone al capital internacional contra los pueblos nacionales, como fuerza opresora, anárquica, incontrolable, sino también porque transparenta sus turbulencias: crisis espiritual, política, ideológica y moral.» Ciertamente, el nuevo cine latinoamericano ha asumido función de vanguardia entre los movimientos de cultura contra la cultura de dominación. Para el Comité de Cineastas de América Latina «ya hoy no somos una larga lista de películas documentales, de ficción, noticieros y dibujos animados, de imágenes que testimonian, interpretan y acompañan la lucha de los pueblos latinoamericanos, de obras cinematográficas y de millones de metros de celuloide en los que está impresa nuestra historia contemporánea como arma movilizadora y forjadora de conciencia. También somos un movimiento de cineastas unidos y comprometidos en esta lucha, y en nuestras filas se han conocido la persecución, el exilio, la cárcel, la tortura y la muerte». Las contiendas han enriquecido y perfilado los objetivos. En los últimos años asistimos, por la constancia y la tenacidad de los cineastas, al ejercicio de un período del Nuevo Cine Latinoamericano que anuncia y propone etapas superiores de crecimiento: políticas de promoción, fomento, desarrollo y protección de las cinematografías nacionales; reconocimiento del cine como medio de integración de nuestras culturas; unificación de las legislaciones; convenios subregionales y regionales; creación de asociaciones multinacionales —latinoamericana, el ACLA, e iberoamericana, la OCl— para la búsqueda de un Mercado Común Cinematográfico; consolidación gremial y sindical; aumento inusitado de la producción fílmica, y conquista, cada vez mayor, de las pantallas, junto a la realización de obras de notable jerarquía creadora. En este mismo año, las exigencias del crecimiento y la conciencia del mismo por parte del Comité de Cineastas de América Latina, nos planteó la necesidad de una organización superior dirigida al fortalecimiento del cine latinoamericano, en especial de las cinematografías nacientes, mediante el fomento de su producción, distribución y exhibición; a propiciar la investigación, docencia, conservación, archivo y difusión cultural de la obra cinematográfica latinoamericana; a procurar una creciente y efectiva solidaridad en el marco de la preservación del patrimonio cultural de los pueblos, y la dignidad y justicia social. Esta esperanzada urgencia se enseñoreó en las conversaciones de los miembros del Comité con el Comandante Fidel Castro. Su entusiasmo desbordó el nuestro. Y por ello, por su iniciativa, abrimos la mañana de hoy, 4 de diciembre de 1985, en el desarrollo del VII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, con la creación de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, y la presencia de Armando Hart, ministro de Cultura, en nombre de su Primer Fundador: Comandante Fidel Castro. Comuníquele usted que nos permita distinguirnos al distinguirlo como el Primer Miembro de la Fundación. Asimismo, afirmarle que los cineastas del continente, el Comité de Cineastas de América Latina y la Fundación son banderas en el frente del proyecto bolivariano y martiano: la patria única de la América Meridional. Compañeros de la Casa de las Américas: vuestra casa —este gran corazón pensante, como la llamara Julio Cortázar— es nuestra casa, tránsito deseado por ustedes y por nosotros: los mismos en la tarea de alborear la creación; trabajadores del arte y la Cultura en Nuestra América. Vamos, entonces a caminar por casa, como dijera la inolvidable Haydée. [Palabras de Edmundo Aray en el acto de constitución de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Casa de las Américas, 4 de diciembre de 1985].
Gregory Peck
FUNDACIÓN DEL NUEVO CINE LATINOAMERICANO CONSEJO SUPERIOR Gabriel García Márquez (1927 - 2014) Presidente Fundador Argentina: Fernando Birri/ David Blaustein Edgardo Pallero (1935 - 1992) / Osvaldo Daicich Bolivia: Beatriz Palacios (1952 - 2003) Jorge Sanjinés / Verónica Córdoba Brasil: Cosme Alves Netto (1937 - 1996) Wolney Oliveira/ Nelson Pereira dos Santos/ Geraldo Sarno / Orlando Senna / Silvio Tendler Chile: Pedro Chaskel, Miguel Littín / Sergio Trabucco Colombia: Carlos Álvarez / Lisandro Duque Cuba: Daniel Díaz Torres (1948-2013) Alfredo Guevara (1925 - 2013) Julio García Espinosa / Manuel Pérez Paredes Ecuador: Ulises Estrella (1939 - 2014) España: Manuel Pérez Estremera Minoría chicana: Jesús Treviño México: Paul Leduc / Jorge Sánchez Nicaragua: Ramiro Lacayo Panamá: Pedro Rivera Perú: Alberto Durant / Nora de Izcue / Rosa Sophía Rodríguez Puerto Rico: Ana María García / José García (1938 - 2004) Uruguay: Walter Achugar / Luis Nagüil / Nelson Wainstein Venezuela: Edmundo Aray / Tarik Souki CONSEJO DIRECTIVO DIRECTORES Argentina: Osvaldo Daicich Brasil: Wolney Oliveira Cuba: Manuel Pérez Paredes Perú: Nora de Izcue Puerto Rico: Ana María García Directora General Alquimia Peña Cedeño Asesores Octavio Getino (1935-2012), Argentina; Susana Velleggia, Argentina; Camilo Vives (1942-2013), Cuba
Robert Redford y Gabriel García Márquez
La Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y la Escuela Internacional de Cine, Televisión y Video para América Latina y el Caribe, África y Asia Tarik Souki Farías
La Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (Organización en la que se disolvió el Comité de Cineastas de América Latina) y su Presidente, Gabriel García Márquez —con el apoyo decisivo de la Revolución y del pueblo cubanos, al cumplirse los treinta años del inicio del movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano, decide la creación de la Escuela Internacional de Cine, Televisión y Video para América Latina y el Caribe, África y Asia, la EICTV, y encarga su conducción —no podía ser de otra manera— a Fernando Birri. Esa asignación es el reconocimiento a una obra y a una vida, sin duda alguna, ejemplar de nuestras cinematografías, y especialmente al trabajo y a la experiencia ganados al frente del proyecto de Santa Fe. La EICTV era un desmesurado salto de escala, cuantitativa y cualitativamente hablando, en la materialización del viejo anhelo de formar a las nuevas generaciones de cineastas latinoamericanos —pero también de Tres Mundos, como remarcaba Birri, en el acto inaugural—. En efecto, las condiciones materiales –equipamiento tecnológico, personal docente, administrativo y de servicios, edificaciones académicas y de habitación, etc.— y espirituales —políticas, pedagógicas, intelectuales, creativasque la EICTV ofrecía, no tenían —y no tienen todavía a esta fecha— el menor antecedente posible en nuestros países, incluso en no pocas naciones del Norte industrializado. Este milagro laico no podía ser concebible y realizable —por las exigencias del esfuerzo económico y creativo, por la calidad de la disposición generosa— si no en un ámbito de la más auténtica profesión de fe humanística, de la más raigal y verdadera creencia en los ‘poderes creadores’ de la Humanidad, lo que desde mi perspectiva es únicamente viable en el seno de un proceso revolucionario socialista. Fue preciso que existiese una Revolución triunfante y estabilizada, para que esta nueva utopía, al materializarse, dejara de serlo. No por azar, pues, la EICTV nació, vive y continúa viviendo en Cuba. Fernando lo puntualizó en el acto de inauguración de la Escuela el 15 de diciembre de 1986, en presencia del Comandante Fidel Castro: (…) si bien ésta es una Escuela que no depende ni institucional, ni económica, ni burocráticamente
de Cuba —dijo—, sino de la autónoma Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, después de 30 años de su necesidad sentida a lo largo y lo ancho del continente, del Río Bravo a la Tierra del Fuego, sólo la voluntad político-cultural de Cuba y su hospitalidad fraterna han permitido su concreción en Cuba.
LA PRIMERA PROMOCIÓN DE CINTELEASTAS, EL “JURAMENTO ATHANASIANO” El arte, la materia artística, guardan una incidencia incuestionable en el nivel de lo que es más profundo en el ser de los pueblos: su cultura. Un artista deshonesto, un arte que no sea fiel a sí mismo, puede tener y tiene efectos nocivos para el creador mismo y para el pueblo y la historia de que hace parte. El arte pues, en su intangibilidad, en su aparente incapacidad para provocar destrucción como por ejemplo la puede provocar una praxis médica perversa, también, en circunstancias equivalentes, puede generar catástrofes acaso inadvertidas en lo inmediato, siempre deletéreas en la perspectiva. A eso juega el Imperio con su indeclinable intervención transculturizadora de los pueblos, en eso concede el artista inconsciente, de quien podría decirse, como señaló El Libertador que “el talento sin probidad es un azote”. Por eso la EICTV, en tanto escuela con un perfil ético tan nítido, entiende que su vinculación con sus estudiantes no concluye con el acto de grado, sino que continúa con sus vidas profesionales. Por lo que se siente autorizada para solicitar y exigir del joven cineasta que egresa de sus aulas, la debida consecuencia con lo que en ella, mutuamente se entregaron. A semejanza de como se hacía en las escuelas de medicina y en otras escuelas universitarias, la EICTV toma juramento de fidelidad y respeto al conocimiento concedido —que hoy, es lamentable recordarlo, los neoliberalismos perversos han hecho caer en desuso—. Es, para la EICTV el que Birri dio cuerpo y llamó ‘Juramento Athanasiano’, cuyos reclamos y festejos posibles, se confinan al fuero ético de cada quien, a ese lugar que es átomo y universo al mismo tiempo. La primera cohorte de cineteleastas de la EICTV egresó la tarde-noche del 15 de diciembre de 1990, en
un acto que contó con las presencias de Fidel Castro y de Gabriel García Márquez. Birri tomo a los graduandos, el “Juramento Athanasiano”, así llamado en memoria de Athanasius Kircher, inventor hacia el siglo XVII, de la Linterna Mágica, quizás el más remoto antecedente del cinematógrafo. Lo que se quería relacionar eran una y otra inicialidades, aquella de Kircher y este punto ‘cero’ desde donde ahora, empezaría a tejerse la vida profesional de los recién graduados. Lo primero era recalcar las responsabilidades inherentes al oficio, y en seguida reclamar, bajo juramento, la fidelidad a las exigencias de su arte, a su condición de creadores, a sus circunstancias culturales e históricas, a los deberes que de ellas dimanan, y especialmente, muy especialmente, a sus voces más íntimas y profundas… (…) Yo os digo, desconfiad de la impunidad de las imágenes… Las imágenes pueden también matar desmoronando secretas arquitecturas de la imaginación, sepultando neuronas de conciencia bajo escombros de insensibilidad, venalidad, mediocridad ¿Juráis que no filmaréis un solo fotograma que no sea como el pan fresco, que no grabaréis un solo milímetro de cinta magnética que no sea como el agua limpia? ¿Juráis que no desviaréis vuestros ojos, que no taparéis vuestros oídos, frente a lo real maravilloso y lo real horrible, de la tierra de América Latina y el Caribe, África y Asia de la cual estáis hechos y de la cual fatalmente sois expresión? ¿Juráis que fieles a un sentimiento irrenunciable de liberación de la justicia, la verdad, la belleza, no retrocederéis frente a la amenaza de los fantasmas de la angustia, de la soledad, de la locura y seréis fieles antes que a nadie a vuestra voz interior? Si así no lo hiciereis, que el tigre y el águila devoren el hígado de vuestros sueños, que la serpiente se enrosque en el chasis de vuestra cámara, que ejércitos de luciérnagas chisporroteen cortocircuitos e interferencias en vuestras grabadoras electrónicas. Si así lo hiciereis, como confiamos, que el colibrí os proteja blindándoos con la delicada coraza de un arcoíris que dure tanto como vuestra vida y más allá, en vuestras obras.