Revista Deriva 1

DERIVA

Espacios Urbanos e Imaginarios de la Ciudad:

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Noviembre 2010 Nº

El A r t e de la Torc e du ra Poesía Visual & Collage M ap as & travesías Poesía/ Documentos Cuentos & M ic rocuentos

Deriva nºu Staff Director y Editor: Eduardo Serrano Producción y Diseño: Elisa Domínguez Poesía Visual: Arturo Serrano

Contacto eduar_gris@hotmail.com elisa_belen@hotmail.com coralespurpura@hotmail.com edicionesderiva@gmail.com

www.revistaderiva.com

Esta edición se financia gracias a los Fondos Concursables U.D.P.

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EDITORIAL

El Arte de la Torcedura Por Eduardo Serrano

Queremos proponer aquí un ejercicio errático, aplicable tanto a las diversas manifestaciones del arte como a las diversas manifestaciones de la experiencia misma; un ejercicio peligroso capaz de producir una bifurcación en las conductas somníferas del gran monstruo urbano; queremos proponer aquí el ejercicio de la Deriva o El Arte de la Torcedura, teoría y práctica del deambular, como desviación y fractura de la representación moral del urbanismo.

La Deriva como técnica, así como la define Guy Debord, principal figura del Situacionismo y creador de la Teoría de la Deriva, implica, entregarse abiertamente al error y a la pérdida.

En otras palabras, debe existir la disposición lúdica e impasible, despojada de cualquier rasgo de prudencia, similar a un vacío o hambre sensorial que te lleve íntegramente por las vicisitudes del azar. Una especie de conexión psicológica y emocional que resulta de la relación entre el territorio, en este caso la ciudad, con todas sus calles, señalizaciones, rejas y edificios, y el individuo que la habita.

Una vez asumida el hambre inicial, sólo hay que entregarse al libre ejercicio de las piernas y de los sentidos; establecer reglas de juego, si así lo prefieren, para movilizarse, como en los dados o en la ruleta; avanzar o doblar donde así también lo decidan; tomar una micro que nunca antes habían tomado y ver hasta donde los lleva; entrar a un bar o quedarse tal vez en una plaza y establecer temas de conversación con transeúntes desconocidos; caminar ininterrumpidamente por diversos escenarios hasta tener la impresión de haber llegado a un encuentro; un encuentro donde el vagar alcanza su altura espiritual y mística, donde tal vez se logre, a través de la pérdida, a través del ejercicio salvaje de los sentidos, la plenitud de toda situación y experiencia. Porque esa es la finalidad de la Deriva, una especie de saciedad momentánea del hambre, el placer efímero por el que se produce el extravío. Entonces la representación de la ciudad, con todas sus calles, rejas, edificios y establecimientos, con todas sus fronteras y reglas de tránsito, con todas sus proyecciones morales y políticas, se desdibuja, se deconstruye; desaparecen los márgenes y los duros roles del ciudadano, para dar paso a un lugar que no estaba antes en el mapa, una dirección que no estaba antes en el recorrido: la representación del urbanismo alegórico. El mapa de la ciudad, entonces, se convierte en un elemento transmutable, en un tablero de juego, en material de ficción, arte y poesía.

De este manera nos proponemos aquí, en esta publicación y en las otras que vendrán, el inicio de una corriente vertiginosa, el comienzo de un recorrido aleatorio capaz de torcer, sin más, las rutas cotidianas de la tranquilidad civil; emplear la técnica de la Deriva, no solo como ejercicio de viaje a través de la ciudad, sino como método de generar situaciones, como método de generar estructuras de arte, abriéndola a todas las posibles disciplinas, para así trastocar, de alguna forma, las convenciones, las limitaciones y el hastío que nos ofrecen por ahora los medios de comunicación, la ciudad, la moral, la política, el arte.

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Collage Arturo.S. 4

A TOMAR LA PAPA C O NT E N I D O S

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Editorial: El Arte de la Torcedura

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Yo Soy el Hambre

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Documento

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Especies de Espacios: Un espejo desde el cotidiano

Por Eduardo Serrano

Por Francisco Velásquez

Por Felipe Cussen

Por Camila Troncoso

Por Juan Carlos Cortés

10 I

12 Jonathan Santibáñez & Si yo no fuera tan fea

Por Margarita Iriarte 14 Como fotografía a color o llave vieja & Y que el otoño se arrodille ante ti

Por Miguel Acevedo

16 Cinco variaciones en torno al tema del amor

Por Juan Carlos Sánchez

Por Juan Carlos Sánchez

Por Cristian Salgado

Por Carolina Pizarro

Por Andrés Montero

Por Francisco Velásquez

Por Charly Tahn

Por Pablo Alcaíno

Por Cecilia Gajardo

Por Sebastián Valdés

Por Daniela Cornejo

Por Viviana del Valle

17 Arte Poética & Cata

18 Pornoderiva en Chile o Carlita traga leche por el lugar equivocado 20 Sobre efemérides pomposas: Más disidencias que coincidencias bicentenarias 22 La inútil perfección

24 Yo Soy la Noche Dura & Bar Hospital 27 Acerca de la fundación imaginaria del estado de Chile o de como la imaginación puede efectiva (y no metafórica) mente matar y torturar 28 Cuadro caracterizado por mioquimias 29 Menú 30 La Leche 32 1361

34 El vaivén de la carne en el realismo grotesco y en el teatro de la crueldad 5

Yo Soy El Hambre Yo soy el Hambre corriendo por las calles de la ciudad desnuda en forma de bestia desgarrando con mi hocico de perro la basura completa de los días Ahí muerdo los fiambres duros y torcidos de la ciudadanía absorta cada piedra viga y pedazo de metal que aparece ahora en las esquinas de carne y hueso con pantis rojas y tacones golpeando el cemento que no me sabe sino a Hambre Mientras continúo sobre la marcha masticando los vidrios rotos de un urbanismo alegórico que circula en los callejones podridos donde las manos la sangre el semen la orina no me saben sino a otro aullido en mitad de la noche entonces me pregunto ¿cómo no romperle a dentelladas

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Por Francisco Velásquez

los márgenes de su aparente tranquilidad civil cómo no escupir toda esa espuma amarga que pende y se desparrama desde mi boca hacia los subterráneos cómo no producir un descalabro de dientes en los cielos restringidos que recortan los edificios si me consume como una náusea su hedionda saliva de color verde?

Yo soy el Hambre te digo comiéndome las calles de mi propia ciudad desnuda sacando a pedazos mi lengua para lamer los mapas como venas no saciadas de la historia de mi caverna patria

Mapa: Arturo Serrano 7

Documento Por Felipe Cussen

É

ste es un texto que se escribirá de corrido, sin planificar, sin retroceder.

Se escribirá sin pausas, aunque haya pausas. Se escribirá casi sin pensar, aunque ya haya sido pensado. Ha sido pensado muchas veces antes. Incluso ha sido iniciado, sin éxito. Es imposible el éxito en una empresa de este tipo. El único éxito sería llegar hasta el final, aunque no se sepa cuándo debería llegar. El final no se puede calcular.

Los finales se reconocen siempre más tarde, mucho más tarde de lo que correspondería, aunque también podría pensarse lo contrario. Siempre puede pensarse lo contrario. Es posible que existan reiteraciones. Las reiteraciones son una señal de retroceso. Pero respecto a qué. Habría que preguntarse, sin temor a equivocarse. El ritmo, sin embargo, lo impide. No hay modo, entonces, de establecer un cambio, por definitivo que sea. Eso es lo verdaderamente importante. Quisiera corregir el inicio, alterar el recorrido, pero no se puede. Lo importante sería abrir un espacio, por pequeño que fuese. Establecerse allí, como fuera. Pero no me gustaría que esto se llamara un texto. Por ejemplo. No podría ser un accidente. No se puede considerar, siquiera. No me gustaría que esto se haya iniciado de la manera en que se inició. Pero qué se le va a hacer. Es sólo un

cambio por otro. Sería tentador poner en duda si se han realizado o no esos cambios, jugar con una confianza tan difícil de probar. Es difícil que esto resulte interesante. Podría ser un informe, un reporte.

Las cosas siempre se echan a perder, pero sobreviven los reportes. Los reportes pueden ser utilizados para pedir algún tipo de ayuda. Es posible ir en busca de algún tipo de patrocinio. Los resultados de la solicitud están por verse. Ésa es la consecuencia de la utilización de un lenguaje propio de un oficinista. Eso es lo que soy, eso es lo que debería ser, un oficinista. Pero no está permitido aquí ser quien soy. Sólo las recurrencias podrían crear un sentido.

Todo se juega. Pero se pierde. Es imposible superar las divisiones. De una manera limpia, al menos.

No existe esa pureza. No valdría la pena siquiera imaginarla. Sería imposible definir los elementos necesarios para constituirla. No están claros los componentes. Así no hay nada que resaltar, nada sobre lo que llamar la atención. No bastarían con hacer escándalos. Ya todos están agotados. Todos duermen. Todos parece que durmieran. Son cosas. Se pueden mover de un lado a otro. Se pueden manipular. Se puede hacer lo que se quiera con ellas. Todo menos eso, incluso eso. No sé si estaría de acuerdo. Esto lo invento. Y así, sin pausa.

Escrito en un iPod, entre el 31 de mayo y el 26 de julio de 2010.

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Especies de Espacios: Un espejo desde el cotidiano Por Camila Troncoso

El escritor parisiense Georges Perec (1936-1982) formando parte del movimiento “Oulipo”, propone un tipo de creatividad basada en la restricción. Ya sea por mero juego o técnica, ésta le da la posibilidad de crear un procedimiento que, si bien se impone restringidos límites, el producto es una escritura que nunca se agota. En el caso de Especies de Espacios (1974), el juego consiste en escribir únicamente sobre espacios y cosas que el poeta-narrador adquiere desde su propia experiencia. Así el repertorio de su escritura es algo insignificante y se convierte, al mismo tiempo, en su potencia inacabable. La aparente circularidad que conforma sus reflexiones-inventarios, da paso a la recursividad, pues los temas retornan una y otra vez sobre sí mismos, pero con nuevos significados.

La escritura de Perec, con la herencia de las vanguardias, ya no se preocupa de condensar una totalidad y ni un absoluto sobre el mundo real en sus hojas de papel.

Al contrario, transforma la literatura en algo insignificante, trivial y cotidiano, donde el poeta, a partir de los espacios que habita, experimenta, percibe, divaga, se conoce y se pierde. “Vivimos en el espacio, en estos espacios, en estas ciudades, en estos campos, en estos pasillos, en estos jardines. Parece evidente. Quizá debería ser efectivamente evidente. Pero no es evidente, no cae por su peso”.

Pero el caos natural no es suficiente; los objetos se presentan combinados e inventariados sin categorías ni jerarquizaciones, sugiriendo una especie de sonambulismo mecánico por parte del individuo moderno que percibe: “6 niños de corta edad, de los que dos sin duda son niñas/ y dos sin duda son niños.

2 perros/ 2 gatos/ 1 oso con ruedas/ 1 caballito con ruedas/ 1 trencito/ 1 muñeca dentro de su coche/ 6 ratas o ratones/ no pocas termitas (no es seguro que se trate de termitas; / en todo caso una especie de animales que viven en el suelo y las paredes)”.

Esta enumeración de cosas y personas que ocupan un espacio, están descritos de la misma forma y pu-

Perec explora e inventa nuevos procedimientos, formando combinatorias diversas. Esto ocurre cuando la escritura abre la posibilidad de un universo inacabable a partir de un espacio o un objeto finito. En tal caso, combina el objeto cotidiano –su cama- con reflexiones personales, entrecruzando y convirtiendo algo aparentemente trivial con divagaciones importantes de su experiencia: “Me gusta mi cama. Me gusta estar tumbado sobre mi cama y mirar el techo plácidamente. De buena gana le dedicaría la mitad de mi tiempo (y prin-

Collage e.d

En algo tan trivial como en el espacio, se traslada y se reduce cualquier sentido trascendente hacia el momento presente, donde realmente habitamos. En esta aparente obviedad, Perec instala la novedad, quizás del mismo modo en que puede generar extrañamiento nuestra imagen conocida frente al espejo. Su escritura se nos presenta tal como la percibimos en los tiempos modernos: sinestésica, anestésica, fragmentada, acumulada, desordenada y trivial.

estos al mismo nivel, sin categorías ni jerarquizaciones.

Aunque dichos elementos nos parezcan familiares, esta combinación nos parece extraña, apareciendo con un nuevo significado: a modo de objetos cuantificables, adornos, muebles; cosas con vida que parecieran no tener vida y estar inmóviles, volviéndose silenciosos e insignificantes dentro de una percepción saturada.

cipalmente de las mañanas) si ocupaciones consideradas más urgentes (me resultaría fastidioso hacer la lista) no me lo impidieran tan a menudo” Con esta poética, Perec devuelve la importancia a lo trivial dedicándole tiempo y escribiendo sobre ello, y trivializa lo considerado importante sin mencionarlo siquiera por aburrimiento. De esta forma invierte los valores que forman parte de nuestra imaginería contemporánea, devolviéndole validez y significado a los elementos cotidianos que, al estar tan incorporados en nuestra experiencia, se vuelven invisibles. Estos elementos se transforman casi en un vórtice, en un punto de partida donde la forma es la posibilidad de presentar un nuevo contenido, en una relación inherentemente recursiva entre sus propios elementos.

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I N

Por Juan Carlos Cortés

avidad: me he pasado navidades haciendo de nochero en hogares de ancianos, me las he pasado caminando en la playa, sentado en la única micro que sale a recorrer la ciudad (la familia del chofer apretujada en el asiento del copiloto), sentado frente al árbol y sus luces, mal tocando noche de paz con el acordeón, me las he pasado con el teléfono apretujado a la oreja.

Oreja quería ser en el colegio de todos y así siempre fue. No sé bien por qué siempre llegaban los tipos con sus historias desamorosas o sus aspiraciones [cuánta falta hace una palabra onírica pero despierta!]. Me imagino que lo de los desamores era porque fui el primero del curso (colegio de hombres) en tener polola: una flaquita media ninfómana y con ganas de explorar por qué yo era un hombrecito y ella una mujercita. Lo de las aspiraciones supongo que porque siempre dije que iba a ser escritor, y decir eso era como decir que me aburría y que qué me importa a mí estar en el así llamado mejor colegio de la ciudad, como para golpearme.

Golpearme habrá querido mi padre de la sorpresa cuando en una navidad aparecieron envueltos en papel de regalo con mi nombre un par de binoculares. Cosas a tomar en cuenta: siempre odié a los niñitos exploradores, nunca había manifestado algún deseo de poder ver lejos y en realidad no hay mucho que ver en el desierto, en donde la arena plana se extiende y ver mejor es lo mismo que ver peor y sólo de vez en cuando aparecerá entre la infinitud de arena un torbellino de tierra que cambia el paisaje y en los que, según se dice, se le ve la cara al diablo, todo esto por supuesto a ojos descubiertos. Pero ahí estaban los binoculares y mi padre con cara de yo sé que soy sabio.

Sabio habrá sonado para la familia tan preocupada que me haya venido a la capital, sobre todo porque habían pasado muchas cosas y porque mal que mal está bien lejos.

Lejos había llegado mi primo. Cuando atraparon al “sicópata de la Gran Vía” (temor de colegialas antofagastinas) y las primeras planas se llenaron de su foto esposado, yo llevaba el bolso que le había prestado y en el que solía guardar el arma. Recordé entonces las veces que nos había prestado su apartamento, a mi polola y a mí, sus tan necesarios consejos de primo mayor, sus lecciones de si no te controlas la diversión se acaba y la mina se aburre, y tú no quieres que se aburra, no, tú quieres que aúlle y que quede deshecha en la cama como bien le corresponde: que no pueda vivir sin ti: tú quieres hacer sentir a tu primo orgulloso.

Orgulloso quedó mi viejo de dejarme en un bonito barrio en Santiago, al lado del metro, edificios bien iluminados y hasta conserje simpático. Me traje mi cajita con antiguas cartas (en las que aún están las de la ninfita ninfómana (cacofonía cien por ciento fidedigna), un par de libros para el viaje en bus y, tal vez sospechando que el valle es más explorable que el desierto o acaso para llenar un huequito que quedaba en la maleta, me traje los binoculares: en la terraza de mi piso diez, cuando la noche hace trasparentes las cortinas y todo es en realidad transparente, descubrí su bonito uso.

Usó mi familia la ley del silencio. Encontraron unos videos en el depa de mi primo en el que aparecían varios de sus amigos teniendo sexo en su cama, entre ellos, yo y mi noviecita. Pero había que guardar silencio y nadie dijo nada. Se hablaba de otros escándalos de la ciudad, como el grupo de gente que había sido aparentemente asesinada durante una orgía: en la foto, a los hombres les habían puesto ligas en las piernas y a las mujeres penes de plástico, atrás podía verse tirado un libro de Oscar Hahn. Se hablaba de deseos reprimidos y con mi ninfita teníamos que conformarnos con puros rapiditos en el baño de visitas.

En el colegio, como nunca, mis amigos me contaban sus historias.

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Historias y cosas mencionables que pueden enlistarse viendo por la ventana de mi edificio:

- Edificio de enfrente, piso 12: un hombre solo, cada viernes y cada sábado, ve televisión toda la noche hasta que llega su esposa al departamento.

- Departamento que da a la avenida, piso 8: vive, como si el azar no fuese lo suficientemente cruel, el amor de mi vida.

- Vida del hombre que vive en el piso 9 a la derecha: es un señor mayor que pinta cuadros en la terraza con el caballete hacia dentro, casi todo el día. Me he pasado horas viéndolo pintar, mezclar colores, pero nunca he podido ver su pintura. Acaso estará dibujando un joven con binoculares, donde todo se resume en un tubo.

Tubo, sólo un tubo, fue lo que pensé cuando me metí en un torbellino de tierra, cuando era niño y valiente y quería verle la cara al diablo, con cuernos y tridente acaso.

Acaso con los años y con los espejismos se descubre que el hombre que es observado por los binoculares no es más que la proyección del joven que a través del tubo lo observa, acaso incluso se descubre que el pintor no es nada más que una versión vieja y quizá perdida de ese otro que se decía en el buen rumbo, pero que sólo esperaba a que, de una vez por todas, sonara el teléfono en Navidad y una voz dijese como derrumbando ventanas, estoy orgulloso, realmente orgulloso, primito mío.

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Por Margarita Iriarte

Jonathan Santibáñez Te dibujé con capa de superhéroe para que no tengas miedo, para que sepas cantar todas las cumbias en ingles, para que tu papá no te pegue, para que los animalitos de plástico se conviertan en un zoológico gigante en Santa Rosa, para que nunca mas un profesor te quite las laminas de Dragonball y ni un cuchillo vuelva a rozar tu cara de niño.

Tenía tanto miedo Jonathan de que nadie entendiera que todo era un juego.

Que esa sangre que corría no era tan cierta, que en realidad no estábamos todos muertos.

Déjame limpiarte los mocos Jonathan, déjame enseñarte una canción, hacerte un dibujo.

No me cortes las manos Jonathan, no todavía, que las estoy ocupando, y los niños mas grandes van a venir a pegarte, igual que en las películas de Tarantino.

Si yo no fuera tan fea Si yo no fuera tan fea, y detrás de mi cara de pueblo rechazado no estuviera el plebiscito feliz del edén y bajo mis narices no se ocultaran ejércitos con macabros mecanismos de tortura.

Si yo no fuera tan fea, y en vez de este monstruo niño que dios me dio, carnívoro de carnicería de barrio, bailando cumbia a la salida del convento coreando “que te la pongo” y jurándolo la verdad.

Como nieszche, o mejor como maikel jackson Eterna cara de pueblo derramado sobre las escaleras Manchas de sangre antes de llegar al baño Chinitas caminando en ejército hacia el funeral banquete de pobres chiquititos Y unas manos que se limpian los mocos que a veces se creen lágrimas, y que no saben nada, nada de lo que te pueda interesar.

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Dibujos: Catalina Bustos

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Por Miguel Ignacio Acevedo

Como fotografía a color o llave vieja El señor moreno que vende sopaipillas en un carro, aprisionado entre la vereda y la pared, conoce el amor y es dueño de ciertas cosas bellas, al igual que la señora rulienta que lo miraba con desprecio mientras esperaba su pizza.

Cuando me fui, dejando todo eso atrás, todo el olor a aceite, todos los tarros con condimentos, miré las servilletas amarillas e hice como que nunca me había dado cuenta de eso.

Y que el otoño se arrodille ante ti

Para el Diego

Viajando en metro -que salía a la superficie dejando atrás los túnelesmientras yo intentaba recordar si iba a la universidad o al banco o a algún hospital, un niño, mirando a través de la ventana con los pies en puntillas, le pregunta a su mamá si los árboles amarillos se quedarán siempre así.

Cómo, le preguntó ella.

Así mamá, bellos.

Vi sus ojos, tan abiertos e infinitos, iluminados por el opaco sol, que decidí bajarme del metro y caminar un poco, esperando quizás ver toda esa belleza, que ahora le pertenece al pequeño dios.

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Mapa: Arturo Serrano

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Cinco Variaciones En Torno Al Tema Del Amor I

Lo dijo sin disimular aquella entonación a la que obliga el apremio y la vergüenza. Sin encender la luz.

–¿Puedo salir arrancando?

–Por supuesto.

Se despidió con un beso en la mejilla y salió mientras yo me ocupaba en buscar los calcetines bajo la cama. Me demoré un momento para no toparme con ella en la escalera y verme en la obligación de pronunciar un nombre que no conocía. Bebí el medio vaso de ron cola que había dejado sobre el velador. Bajé hasta la recepción trastabillando. Pedí mi carnet de identidad y salí a la calle.

II

Lo dijo después de echarme un brazo encima y estrecharme contra sí. Después de besarme el hombro izquierdo.

–Buenos días. ¿Pedimos desayuno?

–Tengo que irme.

Abandoné la cama despavorido y me vestí.

Tardé un momento en encontrar los calcetines que se habían ido bajo la cama. Ella quiso hablar, pero le exigí que no lo hiciera. Tomé los tragos de ron cola que no alcancé a beber la noche anterior y bajé las escaleras. Trastabillé en los últimos escalones, antes de alcanzar la recepción, pedir mi carnet de identidad y verificar que no había olvidado nada allá arriba.

III

Lo dijo antes de que yo terminase de jadear y de expeler gotas de semen. Antes de que mi erección se apaciguara.

–Son veinte mil pesos.

–Lo sé.

Mientras ella se vestía, me asomé bajo la cama para buscar mi billetera. Le pagué con dos billet16

Por Juan Carlos Sánchez

es arrugados y respondí con un gesto de fastidio a su señal de despedida. Cuando cerró la puerta me dispuse a terminar el resto de ron cola que había dejado sobre el velador. La idea era bajar trastabillando la escalera, pedir mi carnet de identidad y hacer alguna llamada telefónica que me evitara el inminente regreso a una casa vacía.

IV

Lo dijo mientras le mordisqueaba el cuello y le refregaba mi sexo en sus cavidades uterinas. Mientras me disponía a eyacular.

–No tomo pastillas.

–¡Mierda!

Realicé una contracción de emergencia. Apreté las nalgas y saqué el miembro palpitante para echarle mis espermios en su abdomen. ¡Puta la huevá! Vacié el vaso de ron cola en la garganta, para suavizar la amargura de un follón mal terminado. Pensé inmediatamente en buscar mis calcetines bajo de la cama, vestirme, bajar trastabillando la escalera, pedir mi carnet de identidad y salir de aquel sitio. Así lo hice.

V

Lo dijo entre lágrimas desatadas y gemidos. Entre accesos de dolor.

-¿Por qué? ¿Por qué a mí?

-Porque me calentaste, hija de puta.

Le di una última bofetada para obligarla a terminar con el llanto. Acabé la botella de ron mientras me subía los pantalones. Después se la rompí en el rostro. Silencio. Trastabillé entre la maleza hasta alcanzar la carretera. Subí al auto que había dejado en la berma. Corroboré que aún traía en el bolsillo la licencia y el carnet de identidad. Me marché de ahí pensando en la siguiente.

Por Juan Carlos Sánchez

ARTE POÉTICA Intentó encontrar la gracia del asunto, pero el asunto no tenía gracia. Qué le iba a hacer. Ninguna mamada era la mamada. Ningún orificio era el orificio. Por eso el experimento. Sobre la mesa de necropsia el cuerpo inerte. Con diecisiete puntos selló aquel gesto absurdo en que los cadáveres insisten. De un golpe de bisturí rajó la membrana que separa el ano de la vagina. La observó ensimismado. Al bajarse los pantalones dejó al descubierto un miembro exhausto. Y así, sin mamadas, sin mediocres orificios, sin siquiera una erección –mientras golpeaba sus caderas contra la entrepierna fría y abierta como carroña- tuvo una discreta eyaculación.

CATA Luego de exigir al mercader la venta del mejor pezón de la casa, fue conducido a una sala atestada de senos. Escoja usted. Con parsimonia, hasta con indolencia, se aplicó al trabajo de la degustación. Ninguno de los pezones que introdujo en su boca lo satisfizo. Sus sentencias resultaron inapelables. Muy largo, demasiado vello, granos en la aureola, lentitud en la erección, grosor desproporcionado, oscuridad grosera. A pesar del cansancio mandibular de la succión, no se detuvo. Sabor indecente, diámetro reducido, desmesura en la rugosidad. El mercader lo seguía de cerca para limpiar con un pañuelo el exceso de saliva. Señor, permítame decirle que su tienda es una mierda. Salió a la calle tan indignado que no alcanzó a escuchar las burlas de los

Collage Elisa.d.

transeúntes que creyeron que se había meado en los pantalones.

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PORNODERIVA EN CHILE

O CARLITA TRAGA LECHE POR EL LUGAR EQUIVOCADO Por Cristian Salgado Poehlmann

Q

ue por las noches, imagino que, es lo común, que todo el mundo se empalma y lubrica ahí –el habitué y sus vericuetos–, era que sucedía, que aparecía la pifia en el porno casero que en verdad no lo era: el senador gringo William Hays, patriarca de la legislación antipornográfica, se equivocaba, según su esposa, declaraciones ante el juez año 1952 –qué te importa por qué, mísero farandulero–, se equivocaba decía, pues, pretendía meter y sacar por donde era imposible, entonces ella, la esposa, se desfiguraba, la calentura deshacíase, porque, ¡ay, puerco!, ¡mi ombligo no es mi vagina!, y así, casos y cosas de casa.

Se me ocurre un paralelismo disparatado y –qué tanto– me arrimo y lo expongo. Pero antes los lineamientos principales, aunque no. ¡Qué recursos de escritura más baratos! Luego, si y solo si, tres, la relación: una película pornográfica chilena –Hanito, el genio del placer, 2001, segunda producción profesional del país, dirigida por Leonardo Barrera y protagonizada por Reichell– encarna la deriva. Un poquitito al menos: ¡tierno! Pero antes.

Uno, el anverso: para Guy Debord, la deriva consiste en desestructurar ciertos comportamientos que, a partir de la irrupción despiadada del capitalismo y su propuesta de utilitarismo exacerbado, resultan en extremo esquemáticos. Resquebrajar lo habitual, ponerlo en tensión, lanzar a la cresta un martillo de sangre repleto encostrada para trizar una coraza de forma conocida –cualquiera de las tres sirve; escoja–.

Dos, el reverso: las películas pornográficas resultan variopintas y multiformes, atiborradas de sesgos hasta prodigar el nacimiento de todo un cuanto hay –vea El diablo en la señorita Jones, Anal peruanas attack, Perrito cándido y lustroso, This is most his possible last fuck o When the boyz are away, the girlz will play y me quedo corto–. Una queridísima categoría, no obstante, domina el mercado: la falocéntrica. Ésta, al menos en términos de composición, configura un canon, establece una forma de hacer específica, cual western, por ejemplo. Se hace una promesa entonces 18

con el porno a la que adscriben tanto espectador como emisor.

Al pensar el discurso pornográfico como uno entrometido en la dinámica del mercado bajo la premisa del calentémonos con las imágenes y los sonidos porque son verdaderos, no, si la cosa está realmente pasando, por eso se me para, por eso me humedezco, ¡ay, Marucha, que estás agitada!, ¡ay, Gastón, qué rápido respiras!, se debe generar el efecto de que en una porno “en ningún caso puedo dudar de que lo que sucede está efectivamente sucediendo. No hay doblez ni engaño aquí. Esto es. Y es […] sin apariencia (sólo sin apariencia) de intervención” . Por eso la manía obsesiva en torno a los primeros planos de la acción genital y de la eyaculación, pues no son otra cosa sino constataciones de acción y placer, huellas de la verdad de lo acontecido.

Pero volviendo: acaba en un juego bizarro Hanito. Una postproducción escabrosa da pie para ello. Incongruencias entre imagen y audio, secuencias que se repiten exactas, grotescos errores de continuidad y ralentizaciones tanto de imagen como de sonido. De esta manera el montaje deviene diva, asoma protagonista o centro morrocotudo, situación inversa a la de siempre –yo y los actores y una pantalla, más nada–, aquélla que invoca a la autosatisfacción, a los estertores de soledad atiborrados o el atracón infeliz de un orgasmo depresivo, de.

La recurrencia de las intervenciones de montaje en Hanito difumina la idea de realidad de lo allí representado. El resquebrajamiento del discurso pornográfico canónico se vuelve notorio, al punto de desarticular la mercantil promesa de la excitación. El consumo capitalista queda inerme; la paja pura y dura, abolida.

El espectador emite un escuálido no, esto está mal, la promesa no está cumpliéndose, no se me para, algo debe andar mal. Extrañamiento.

Un tanto: el tipo de pie con las piernas abiertas un tanto, las rodillas flexionadas un tanto, de espaldas. Un primer plano hace aparecer muslos, poto, bolas, pene; pero más importante todavía: Reichell y

Collage Elisa.d.

el felatorio, coito per os. Goza la nuestra, muestra que goza la nuestra, la hembra, la Reichell, que ahí se llama Deborah y la mama, la mama, la mama. Mira a la cámara de cuando en vez, y gime. Días posteriores a la grabación: Barrera, el director, se sienta frente al computador y edita. Toma una cerveza. Fuera hace calor.

Casi no hay viento. Qué tal este truquito por aquí, este otro por allá y vemos cómo va quedando. Lento, lentito, lentoso –la diva interviene funesta ralentizándolo todo– y los tan anhelados gemidos femeninos –Reichell dixit– se transforman en bramidos monstruosos de psiquiátrico. Se tensiona el discurso entonces, se superan las ataduras y las limitaciones, se deriva.

Buenas noches.

La CastilloPutaen el Cielo 19

SOBRE EFEMÉRIDES POMPOSAS:

MÁS COINCIDENCIAS QUE DISIDENCIAS BICENTENARIAS

Carolina Pizarro Cortés

1810

fue un año crucial para los procesos de emancipación política de las colonias españolas en América. 2010 es el año en que se celebran dichos eventos de forma masiva a nivel continental. Varias de las repúblicas independientes ya han cantado sus himnos e izado sus banderas, reafrmando así a rajatabla una identidad nacional que ningún político -políticamente correcto- se atrevería a cuestionar. No es el objeto de estas reflexiones desmontar un imaginario colectivo a estas alturas bastante arraigado para proponer que cosas tales como la chilenidad, la argentinidad o la mexicanidad no existen. Mi interés es echar un vistazo a algunos de los clichés culturales que aparecen repetidos de nación en nación, mostrándonos que somos más parecidos de lo que estamos dispuestos a asumir, que las distancias entre las naciones latinoamericanas bien se pueden acortar. Los guerreros-intelectuales como Bolívar, Bilbao o Martí probablemente recibirían con agrado este balance, puesto que en algunos puntos nuestros doscientos años de historia autónoma vienen a darles la razón.

Examinemos algunos detalles de los procesos y sus relatos en la búsqueda de esas coincidencias.

L

o primero que hay que constatar, y que no es fácil para quien conoce solo manuales sobre su historia patria, es que los procesos independentistas fueron claramente procesos transnacionales, por cuanto los actores involucrados no tuvieron que ver solo con lo que pasaba en su terruño, sino que se comprometieron con una causa americana 20

que ni siquiera reconocía las fronteras de los virreinatos o las capitanías generales. Figuras como el ya mencionado Bolívar, San Martín o Sucre aparecen ante nuestros ojos como personajes transversales, conscientes de que no servía de nada liberar un territorio específico si el poder español seguía afincado en la parcela contigua. Las historias que se cuentan, por lo demás, dependiendo de quien las cuente, destacan su participación en variados procesos. De Bolívar en un nuestro Chile trascordillerano hemos tenido bastante noticia. Confieso con pudor, sin embargo, que hasta hace algunos años no sabía que nuestra vecina Bolivia había recibido su nombre en homenaje a él, por cuanto dirigió el proceso de liberación política del que hasta entonces fuera conocido con el poco afortuado nombre de Alto Perú. Cabe mencionar a propósito del antiguo Virreinato presidido originalmente por el oscuro Pizarro, que su independencia depende del apoyo de figuras como O´Higgins y San Martín. Este último siguió subiendo por las faldas del continente para derrotar a los españoles en uno de sus centros de poder más significativos después de haber cantado victoria en el cono sur. Cuenta la historiografía argentina, incluso, que Chile fue liberado por su espada, ocupando nuestro ilustre padre de la patria, en estas versiones, un lugar más bien secundario.

E

stos datos históricos y sus interpretaciones variopintas, por otra parte, resultan ser la base de una serie de relatos nacionales sobre las gestas de independencia que tienen rasgos

asombrosamente similares. La construcción de un heroísmo personalista, que resalta la figura de un prócer, es uno de ellos. Haciendo caso omiso de la transversalidad de los procesos independentistas, cada nación escoge... perdón, corrijo: cada élite criolla escoge una figura insigne y la reviste de un carácter mítico, consiguiendo con ello establecer una filiación, un vínculo de reconocimiento entre el pueblo y su nuevo padre, una vez que la tutela simbólica de la monarquía española desparece. Se dice de España que ha sido la madre patria; esa madre es ahora reemplazada por una figura masculina, activa, potente, guerrera, valerosa y arriesgada. Cada nación latinoamericana le rinde culto cívico a algún prócer, que ocupa un lugar central en el imaginario colectivo. En eso somos todos iguales, igualitos, acríticamente borreguiles. Versiones romanticonas sobre la independencia, localistas y mistificadoras, existen a todo lo largo y ancho de nuestra América Latina.

L

o más curioso de este fenómeno –y aquí arribamos a la tercera coincidencia- es que la construcción de estos imaginarios colectivos fue tan sólida que ellos perduran hasta hoy. La obra republicana más trascendente no ha sido ni una constitución ni un ferrocarril, sino ese agudo convencimiento de que existe una identidad nacional, de que hay un prócer y unos emblemas patrios –banderas, escudos, canciones nacionales, comidas típicas y esa amalgama extraña que llamamos folclor- que permiten conformar la unidad de nuestro cuerpo social.

Las celebraciones bicentenarias que se han realizado hasta este momento dan cuenta de ello, en la medida en que se ha acudido irrestrictamente a la misma batería simbólica de antaño. Como siempre, como si el tiempo no pasara y no hubiese evolución posible

de nuestro concepto de nación, se yerguen estatuas, se inauguran o reinauguran edifcios públicos, se lanzan fuegos artificiales y se dedican programas de televisión y publicaciones periódicas a nuestros héroes. Las preguntas de fondo sobre la identidad nacional siguen, sin embargo, sin responderse, y eso sucede desde el Río Grande hasta el Estrecho de Magallanes.

H

emos sido parejamente desidiosos al momento de reconocer las coincidencias históricas que nos unen y obcecados en nuestro afán, también común, de marcar las diferencias. Así como los procesos de independencia están hermosamente ligados, siendo posible ver la historia como un diseño de hilvanes que sobrepasa montes, selvas y desiertos, que no respeta nuestras actuales fronteras, y eso es algo que nos une a todas las naciones latinoamericanas, así también nos une una curiosa amnesia respecto de esos vínculos y la insistencia algo absurda en la particularidad de cada carácter nacional. Una posible salida a este acartonamiento bicentenario, que apenas roza la superficie de un corazón patriota, es precisamente ampliar nuestro concepto de patria. Los límites fijados en las precarias repúblicas decimonónicas, defendidos después en sendas guerras, han sido también sacralizados con excesiva miopía por las historias oficiales.

Es momento, pienso, después de doscientos años, de reflexionar sobre estos límites, de hacer saltar la vista más allá de la barrera mental impuesta y, si fuese posible, de reconocer algo propio en la cultura del vecino, porque no es solo un asunto de lengua común…

21

LA INÚTIL PERFECCIÓN

Por Andrés Montero

T

ragó largo, y secándose la boca de un manotazo dejó la taza en el escritorio. Tragó un trago, y secándose la boca de un manotazo (no, redunda). Tomó un trago y secándose la boca (pero eso es evidente). Bebió un sorbo, y secándose (fue más bien un trago). Bebió un trago y secándose la boca de un manotazo bebió un trago largo y secándose la boca de un manotazo dejó la taza en el escritorio.

Se puso de pie, y recorrió la pieza apenas iluminada por la luz del computador. Miró con compasión a su cigarrillo antes de asesinarlo en el cenicero.

Apoyó las manos en el respaldo de la silla y contempló su inacabado cuento.

Tragó largo, y secándose la boca de un manotazo dejó la taza en el escritorio. De todas maneras, el café era su brebaje preferido. Tal vez era porque un manotazo y dejó de golpe la taza en el escritorio. Aún así encendió otro cigarrillo antes de ponerse de pie. Era el sexto, quizás más, que fumaba en esa noche. El plazo del concurso finalizaba al día siguiente, y aún no lograba secándose la boca dejó la taza en el escritorio. Sabía que debía mandar su mejor creación: le era indispensable obtener el primer lugar.

Soñaba con que aún así encendió otro cigarro antes de ponerse de pie (cigarro no más).

Pero confiaba en que toda su dedicación vería frutos, tal vez incluso el primer cigarrillo antes de ponerse de pie (mejor cigarrillo, cigarro me suena a puro).

Llevaba horas encerrado en su pieza, y el saldo era el siguiente: cuatro inciensos hechos polvo, seis o siete cigarrillos divididos (seis o siete en los pulmones; sus respectivas colillas agonizando en el cenicero), el termo de agua caliente casi vacío, algunos granos de café esparcidos por el escritorio y el azúcar en pleno nevando el teclado. Una capa de humo espeso (inciensos, cigarrillos, café, sudor) se movía apenas en el techo. Aún así encendió otro cigarrillo antes de ponerse de pie. Era el sexto, quizás más, que fumaba en esa noche.

Fuera, la lluvia azotaba los altos eucaliptos amenazando con sacarlos de raíz. Afuera, la lluvia azotaba con fuera la lluvia azotaba los altos eucaliptos amenazando con en el patio la lluvia en el jardín la lluvia azotaba los altos eucaliptos amenazando con sacarlos de raíz. El jardín está fuera. El jardín está afuera… Fuera, la lluvia azotaba con furia los enormes 22

eucaliptos amenazando con sacarlos de raíz.

Los párpados se le caían mientras el tiempo corría inexorable. Nunca había creído en el poder de la cafeína para mantener los ojos abiertos.

De todas maneras, el café era su brebaje preferido. Tal vez fuera por que le hacía imaginar noches de frío, en las que el oscuro líquido era lo único que le calentaba el cuerpo a falta de una frazada o una mujer. Sacudió la cabeza y regresó a su apremio. Debía terminar el cuento para mañana.

Tragó largo y secándose la boca de un manotazo dejó la taza en el escritorio. Volvió a sentarse (¿o ya estaba sentado?). “Antes de ponerse de pie…” (no, estaba de pie). Entonces se enfrentó al odioso papel que le ofrecía el computador.

Tragó largo y secándose la boca de un manotazo dejó la taza en el escritorio. Solos él y la pantalla, frente a frente. Solos él, un cigarrillo y la pantalla, frente a frente. Solos él, un cigarrillo, otro incienso y la pantalla, frente a frente. Solos él, un cigarrillo, otro incienso, una tibia taza de café y la pantalla, frente a frente. Solos él, su equipo inspirador (el cigarro el incienso el café) y una dosis de ansiedad. Solo él contra el tiempo. Los dedos bailando desenfrenados en el teclado. La tecla de borrar con moretones. Los dedos secando el sudor del rostro. Los dedos de vuelta al teclado. La tecla que borra descontrolada. El papel otra vez en blanco. El reloj avanzando con crudeza. Otro cigarrillo otro incienso otro café. El papel seduciendo a escribir. La tecla maldita borrando lo imperfecto. El primer premio cada vez más lejos. El plazo acercándose a zancadas. El reloj y su tic-tac inmutable.

Bebió un largo trago y secándose la boca de un manotazo tomó un trago y secándose la boca de un tragó un trago y secándose bebió un sorbo bebió un trago bebió un largo trago y secándose la boca de un manotazo desconectó desesperado el computador.

Aún así, encendí otro cigarrillo antes de ponerme de pie.

Collage Arturo.S. 23

Por Francisco Velásquez

Yo Soy La Noche Dura

Yo soy la noche dura destilando gotas de saliva en tus calles abiertas desde la infancia niña sucia inmunda animal ardiente desde la primera vez que te metiste un dedo entrando por debajo de tus rejas ahora puedo apretar los muslos y perderme con mi hocico entero hacia los subterráneos de tu deseo tan cercano al dolor como mi noche cargada a punto de disparar sobre tus pequeños ojos rotos desde la infancia niña acida disparando susurros al medio de tus dientes al medio de tus nalgas desgarrando el cielo de tu ciudad desnuda

Bar Hospital De cerca y en cuatro patas con la nariz pegada al suelo voy por las calles de este hospital hambriento buscando que comer me paseo en salas de espera husmeando la basura fumando cigarrillos haciendo llamadas telefónicas entro a rayos X pido un cerveza me siento en la barra con los codos en el mesón no tiene nada roto usted solo hambre me dice la enfermera o la mesera de este bar hospital un hambre como un agujero en la memoria un hambre que se parece al hambre del pan un hambre que se parece a la sed de la cerveza un hambre que se parece en definitiva a la sensación de tener hambre

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Collage Arturo.S.

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Collage Arturo.S.

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Acerca de la fundación imaginaria del estado de Chile o de como la imaginación puede efectiva (y no metafórica) mente matar y torturar Por Charly Tahn

I La política siempre ha sido la verdadera farándula el verdadero espectáculo de fantasmas e imágenes; la pantalla

que pretende para sí todas las miradas vamos que Reagan, Schwarzenegger, el primo de Brad Pitt, el Pelao de los Venegas, el esposo de la conductora del matinal

todos esos bustos, estatuas, fotografías y retratos II Son buenos tiempos para la política, ahora que cualquiera

una estatua, un billete, tu rostro en la portada

una revista, un fotolog, un facebook III Era que era la última moda de París y casi todos los aristócratas criollos como locas pavas babeaban, por los elegantes

atuendos de los revolucionarios franceses corrieron a Europa de shopping, a por sus trajes aprendieron a hablar francés y vestir a la moda era la revolución burguesa, fundar Estados por doquier la moda era blanco, azul y rojo banderita tricolor: Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Chile

la moda era blanco azul y rojo y la bandera chilena fue la bandera de Francia en vertical fundar estados: la moda IV pero Bernardito se inició en Londres allá se armó la sociedad secreta, dime ¿qué crees que se hacía en las sesiones de la Logia Lautarina?

dime ¿de qué crees que se disfrazaba el padre de la patria?

dime ¿que oráculo de guerra consultaba?

dime ¡cómo conjuraron los malditos Estados del continente!

Te creerás que sólo se juntaban a tomar el té y a conversar y contar chistes y hablar en francés en los bares allá afuera hablan de tú sabes y ya ves ya ves

cuatro o cinco policías (estatales, municipales y privadas), nuestra Providencia.

el Estado del Bienestar.

V me queda decir entonces que la verdadera política es la farándula la pantalla tras la cual se oculta el horror.

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Cuadro caracterizado por mioquimias S

inceremos las cosas: No había dicho que su propuesta excede lo que en esos días llamaba compostura. Tenía por entonces una idea fija a la que quería encontrarle lugar, quiero decir, envolverla dentro de una lógica que dejara contento a quienes me solicitaban este texto.

Hasta ese momento yo insistía en hablar, largo y tendido, sobre la dificultad de acercarme a un tema como la pornografía. Aclaro que no sabía de lo que se hablaba. Vivía como un personaje de Nabokov encerrado en mi pieza y preocupado por no volverme loco. O vuelto loco y preocupado por morir. Había dicho: “Miremos a largo plazo si se quiere resolver el problema”. De ahí que el señor Cristian Salgado Poehlmann haya accedido a concederme una prórroga en la entrega de este texto.

(Supongo que será publicado en el primer número de su fanzine Lenocinio). Por lo tanto, tuve que recurrir a forzar las disociaciones en lo que declaraba para no tener que explicar las mioquimias que estaban afectando el costado derecho de mi cara. Nadie lo notaba y, por supuesto, no quería entrar en detalles. Además no tenía nada que explicar. Si movía la boca hacia algún lado el cosquilleo subía hasta la frente.

Las palpitaciones comenzaron en medio de mis investigaciones, durante el proceso de recopilación y clasificación del material sobre las Aves de Chile, donde me había propuesto encontrar un lugar posible para llevar a cabo una lectura entorno a la incitación sexual y su representación.

Es acá donde me permito una digresión. Oportuna si se quiere. El Matacaballos se posa sobre el lomo del caballo y picotea para alimentarse de sus insectos y parásitos. (Es justamente en este momento donde me gustaría incluir un archivo audio para que puedan oír su canto). Para continuar con las dilataciones faciales cabría mencionar que en su máxima extensión llegó a adormecer parte del brazo derecho. Hasta el antebrazo. Llegado a este punto uno no sabe si salir arrancando o sentirse completamente feliz. Opté por salir a caminar.

Mi lugar de trabajo se reducía a una pieza 28

Por Pablo Alcaíno

sin ventanas. Vivía con una gata vieja y gorda que dormía todo el día sobre mi cama y al levantarse para comer o tomar agua dejaba una mancha de pelos grises. Ya había comenzado con los parpadeos en el ojo y pensaba en lo molesto que es que te picoteen la espalda. Cristian ya me había comentado que unas mujeres bailaron twist sobre la suya. Se había despertado adolorido y me dijo que estaba acabado con el dolor. Iba pensando en esto cuando salí de mi casa.

Me dirigí directamente hacia el lugar. Cuando entré, una mujer me indicó la cama. Mientras me acostaba la mujer no dejaba de hablarme de los avances de Windows 95 con respecto al antecesor, el Windows 3.x. Llevaba una foto en la mano y le pregunté si la muchacha fotografiada también había desaparecido. Me dijo que sí. Que la instalación del nuevo sistema operativo estaba pensada para su búsqueda. También me dijo que me relajara y comenzó a tocarme. Primero los pies.

Luego los dedos. No era necesario que me desnudara, pero lo hice. Le comenté que no entendía las funcionalidades de mi maletín de Windows, que prefería guardar los archivos en mis documentos pero que, últimamente, estaba dejando todo sobre el escritorio. Al levantarme los parpadeos cesaron. Me retiré y prometí ayudarla con la búsqueda.

Camino de vuelta me doy cuenta de que llevo otras ropas. Estoy vestido con una túnica color café y chalas. Debí haberme quedado dormido mientras me tocaba los pies. Tal vez no haya ningún motivo para señalarlo pero, ya, ahí, sentía como si hubiesen almohadillado la vereda.

Consideraciones para concluir: 1) Mis investigaciones sobre las Aves de Chile van encaminándose hacia lugares inexplorados y eso me ha tenido bastante satisfecho, apropósito del lenguaje concupiscente en el canto del Matacaballos.

2) La pornografía sigue siendo un tema controvertido, a juzgar por las precauciones que tomo al mencionarlo en público. 3) No creo que Windows 95 ayude en su búsqueda. Está todavía en pañales.

MENÚ

Por Cecilia Gajardo

I

Esperando abrir la puerta y que sea él.

Primero pienso Recibirlo con mi mano empuñada Acordarme de su madre Decirle que la vi en cuatro Estar con otro Conversarle seriamente Hacer que me desmayo Decir que tengo cáncer Darle un ultimátum Maquinar el crimen perfecto Embalsamar su cuerpo Meterlo en mi cama Un whisky con alprazolam Que duerma todo el día Que se sequen sus pupilas y lengua Que la función hidratante sea solo mía “me estoy tirando a un negro” “a mi madre le cae bien” Decirle que tengo pena Que cambié de color De voz De talla Por él.

II Se abre la puerta, entra él. “hola mi amor” Le saca los calzones, dejándole el vestido Tiran media hora Él se levanta Va a la cocina Saca una cerveza La bebe Ella está acostada No piensa No habla No viste No mira.

III En la mañana Él se va, Ella espera detrás de la puerta, Y que sea él.

Collage Elisa.d

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La Leche Por Sebastián Valdés

Si

Hugo tuvo razones de sobra para dejar a Ana y su hijo de leche, eso queda a juicio del lector.

En su contra se podría decir que no cumplió con sus deberes de padre. A su favor existe toda libertad de apelar a un hecho irrefutable: Hugo era estéril y Ana había quedado embarazada. Haya sido un niño de piel o de leche la consecuencia de Ana, de la forma en que se mirase éste hijo no era de el.

Cuando Hugo y Ana comenzaron a gustarse fue mucho tiempo después de haberse acostado por primera vez, fue mas o menos cuando empezaron a recordarse a cierta hora del día, principalmente antes de dormir. Él comenzó a llamarla, ella decidió abrirle la puerta de su departamento y a las dos semanas estaban viviendo juntos. No se amaban y muy probablemente, como los años y la experiencia le habían demostrado a Hugo, dejarían de estar juntos en algunos meses.

Al poco tiempo Ana empezó a comportarse de manera extraña, solía decirle a Hugo que tenía una pena justo en el pecho y que no sabía como sacársela, “una mancha negra”, él pensaba que era otra de las maniobras de Ana para mantenerlo cerca todo el día. Al tiempo el cuadro empeoró bastante y ya ni siquiera salía de la casa y por más que Hugo intentase alegrarla, no lo conseguía.

Cuando Hugo tomó la decisión de marcharse y dejar a Ana sola, comenzó a llevar una vida tranquila, como sentía que le correspondía ya a un hombre con sus años. Es por eso que quizás no se imaginó que en el momento en que se encontraba llamándola a su celular, a las tres de la tarde para recordarle que tomara sus medicamentos, ella estaba con los pies colgando desde el edificio con la intención de poner fin a su vida.

Si no hubiese sido porque el conserje del edificio le comentó a Hugo del intento de suicidio de Ana, éste no hubiese encontrado la forma de enterarse.

H

ugo la arrastró a una clínica, allí le dijo que se sentía vacía, y que ya no era feliz y que no esperaba morir lanzándose del segundo piso, que tan solo “quería un momento de intensidad”. Hugo al ver tan frágil a Ana comprendió que nunca le había otorgado la importancia ni el tiempo que merecía y de manera casi involuntaria le surgió la idea de casarse con ella, propuesta que por cierto le pareció a Ana de lo más encantadora y para fines de ese mes ya estaban tan comprometidos que les pareció que no podía existir una pareja mas feliz en todo el mundo.

También se podría decir con el mismo entusiasmo que pudieron haber seguido así por siempre, si la gente viviera para siempre y si no hubiese empezado Ana con unos extraños dolores en su vientre. “¿Vez amor?, es como el dolor de mi pecho, solo que ahora es mas punzante”, a Hugo le pareció que podían ser efectos de los agitados periodos de Ana, pero también a aprendido a no compartir ese tipo de pensamientos. Los dolores se volvieron tan intensos que necesariamente Ana tuvo que ir al medico, necesariamente Hugo tuvo que llevarla, necesariamente tuvo que esperarla, y así entre sala y sala y la angustia de Ana se sorprendió de pronto en neonatología, sin comprender muy bien que estaba pasando con su mujer. Notó 30

a los médicos especialmente nerviosos y cada vez que se acercaba a las enfermeras y preguntaba por Ana, ellas parecían confundidas y decían que el medico saldría enseguida, “pero que ella estaba bien”.

Estuvo un par de horas con un cólico insoportable, siendo un paciente más en la sala de espera, cuando de pronto vio salir a un hombre con bata que se aproximó a él: “Es un niño de leche”, terminó por decirle el medico. “Créame que es algo mas natural de lo que parece, en especial éste, su hijo, es bastante natural y tiene buen gusto, las enfermeras hicieron un excelente trabajo, casi no tiene nata”.

H

ugo sintió que estaba frente a alguien que quería burlarse de él... “¿Usted me está tratando de decir que Ana acaba de tener un hijo?”.

“En efecto, señor. Le voy a pedir eso sí, que si quiere verlo, espere un poco. Se trata de un momento delicado éste por el que está pasando su mujer”.

“Claramente es un momento delicado, no puedo creer que haya sido capaz de algo así...”, Hugo sintió de pronto que la sangre de su cuerpo subía toda a su cabeza y comenzaba a sulfurarlo.

“No debería alterarse, ya lo está bastante ella. Es difícil para una madre no pueda amamantar a su hijo, se trata de un vinculo importante que idealmente no debería cortarse...” ugo respiró un segundo y preguntó, intentando comprender la absurda situación...

H

“¿A que se refiere con que no puede amamantar a su hijo?”...

“Evidente señor, para que va a querer mas leche un niño de leche”.

H

ugo estalló en ese segundo, le pareció que nada en esa conversación tenía sentido. Éste se apresuró y pasando como un desaforado por el pasillo y a vista de todos los otros médicos y pacientes, golpeó fuertemente la puerta de la pieza donde estaba Ana, quien se encontraba recostada en una camilla y lo miraba con lo ojos hinchados.

- Perdóname...- atinó a decir Ana apenas lo vio entrar.

- Es lo mas absurdo que nos pudo haber pasado- Le dijo Hugo apunto de echarse a llorar.

- ¿Ya te lo había dicho, no?, que no era la forma de intentarlo. Pudimos haber buscado otros métodos, Hugo.

- ¿Donde está?...

- Ahí - dijo Ana estirando el dedo- en el refrigerador, el doctor dice que si lo dejamos un tiempo dentro de esa bolsa tal vez se solidifique. Tengo la intención de que por lo menos se parezca a ti. Podríamos moldearlo.

- ¿Como un queso?- preguntó Hugo, como si hubiese perdido el sentido...

- Como un quesillo, amor.

H

ugo la miró adolorido y caminó hacia la puerta lentamente, como si no se pudiera el cuerpo, le echó una mirada antes de marcharse.

-Perdóname tú.

Ambos sabían que esa sería la última conversación que tendrían.

Una vez que se Hugo se hubo ido, el medico entró a la habitación para tomarle la temperatura a Ana. - ¿Ya se siente mejor, Ana? - Si doctor, gracias. Ya se fue.

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Por Daniela Cornejo

1361

I a 1361 kilómetros de esta ciudad dos niños rodean el cuadrilátero A salta la línea de lo finito dibujando con sus pelos una circunferencia -una pelota como de esas que tuvo en la infanciacae ocho pisos en un tiempo récord de 15 segundos Si no fuera porque el aire es más pesado -presión atmosféricasu fragilidad invertida en su cuerpo púber tan teen habría sido secuela o memoria en la cabecita de B

II Sus padres a 1361 kilómetros más acá no comprenden como el aire pudo ser más fuerte que la herida que dejaría el g o l pe

III a 1361 kilómetros al poniente dos hermanos repiten la acción filmados en una acción de 15 segundos televistos por todos ambos caen ocho pisos sin advertir que la memoria es una herida profundamente hecha por 1361 golpes.

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Collage Arturo.S.

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EL VAIVÉN DE LA CARNE En el Realismo Grotesco y el Teatro de la Crueldad Por Viviana del Valle

C

iertos aspectos de la cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento constituyen un momento particular en la historia de Occidente y que pueden ser considerados como referencias para el anuncio de los límites de la representación por el teatro de la crueldad.

Artaud plantea el teatro de la crueldad como un cuestionamiento general, como un asunto histórico; anunciando el fin de la representación. Se plantea como superación de la representación, como un progreso del estado imitativo del arte y de la cultura occidental; el teatro como terreno de vanguardia para el comienzo de la clausura de la representación.

Y es que el teatro de la crueldad viene a ser sinónimo de la vida, de la vida más allá de la individualidad, en donde el hombre es una expresión de ella.

Desde esta primera y fundamental consideración es que se pueden establecer paralelos con la cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El núcleo de esta cultura, el carnaval, no es la forma artística del espectáculo teatral. Está situado en las fronteras entre el arte y la vida; más bien, es la vida la que se presenta en el carnaval. Ignora la distinción entre actores y espectadores. También ignora la escena tradicional. El carnaval se vive por el espectador, está hecho para el pueblo bajo las leyes de la libertad.

Son esenciales en esta concepción de la vida carnavalesca una nueva idea del espacio y el tiempo.

En la base de las fiestas hay siempre una concepción profunda del tiempo natural (cósmico), biológico e histórico. La muerte y la resurrección, las sucesiones y la renovación constituyen aspectos esenciales del carnaval.

La fiesta se convertía en la forma que adoptaba la vida del pueblo, que temporalmente penetraba en la universalidad, la libertad e igual34

dad.

Es así como esta eliminación provisional de las reglas jerárquicas, creaba un tipo particular de comunicación; formas de expresión dinámicas y cambiantes, formas y símbolos de la cultura carnavalesca impregnadas de la comprensión de la relatividad de las verdades y las autoridades dominantes.

El teatro de la crueldad por su parte nos plantea un cambio en la manera de existir de la puesta en escena, su reconstitución, poner fin a la escena como se ha venido tratando desde la antigüedad, destruir el dominio del texto en el teatro, en palabras de Artaud “triunfo de la puesta en escena pura”. Una escena que ya no repita un presente anterior a ella, sino que se despliegue como una escena originaria productora de un nuevo espacio y tiempo.

El teatro como manifestación de una fuerza originaria, ya no sólo como un ref lejo, y alejado del largo dominio del logos que ha mantenido una escena sometida al poder de la palabra y el texto.

La “fiesta de la crueldad” se nos presenta como expresión de una concepción estética de la vida que podemos poner en relación con el realismo grotesco de la cultura popular de la Edad Media y el Renacimiento.

El realismo grotesco entendido como ánimo estético de la vida práctica que caracterizó a la cultura popular de aquel período y que claramente marca una diferencia de las culturas de los siglos posteriores.

En el realismo grotesco, el principio material y corporal aparece bajo la forma universal de la fiesta utópica. Lo cósmico, lo social y lo corporal están ligados indisolublemente en una totalidad viviente e indivisible. El principio material y corporal se opone a toda separación de las raíces materiales y corporales del mundo, a

todo carácter ideal abstracto o intento de expresión separado de la tierra y el cuerpo. El cuerpo y la vida corporal adquieren, a la vez, un carácter cósmico y universal, en donde el portador de estos principios es una especie de cuerpo popular y colectivo.

Se constituye así como rasgo destacado del realismo grotesco, la degradación. Degradación entendida como transferencia al plano material y corporal de lo elevado, ideal y abstracto.

Considerando la diferencia de ángulo en la mirada de cada una de estas manifestaciones, ambas concepciones apelan hacia la reducción de la relevancia de los sistemas de mediación entre el cuerpo y la tierra, hacia la constitución o más bien un renacer del cuerpo, como manifestación continua, como terreno de experimentación más directo con la tierra. En ambas se apela por una

experiencia de la tierra, por una realidad ya no centrada en el cómo esta se da mediante representaciones; se apela por una organicidad del cuerpo, una aceptación del caos, entendiéndose como el término de la separación entre el sujeto y el objeto.

Guardando las diferencias respectivas entre ambas concepciones estéticas de la vida, ambas consideran la reorganización de los órganos del cuerpo. Ambas “fiestas” orientadas hacia la manifestación de un f lujo de carne.

El cuerpo como territorio escénico. La escena como manifestación plena y consciente.

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