Aniversario de San Felipe 2014

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Edici贸n Especial 274 a帽os de San Felipe

Viernes 8 de agosto de 2014


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274 años DE SAN FELIPE

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¿Por qué somos la “Tres Veces Heroica Ciudad”? Éste es uno de los títulos que por años se le ha otorgado a la ciudad de San Felipe, pero, ¿cuáles fueron los hitos que han marcado esta identidad tan particular? Muchos sanfelipeños han mencionado la frase “Tres veces heroica ciudad” para referirse a San Felipe, aunque pocos tienen claridad a la hora de explicar las razones que le dan tan especial título a esta tierra. Revisando artículos, aparece lo explicado por el autor José Antonio Mora Gómez en el portal especializado en Historia de Chile, “Memoria Chilena”, que resume los motivos de las tres heroicidades de San Felipe. Según describe, “la primera vez: por todo lo que fue y por lo que se hizo en esta ciudad por la Independencia de Chile. Por la decidida acción de sus caudillos, sus héroes y mártires. Sólo para nombrar algunos, destacamos a José Antonio Traslaviña, Pedro Regalado Hernández. Ellos fueron ahorcados en la Plaza de Armas de Santiago, acusados de conspiradores por las fuerzas realistas el 6 de diciembre de 1816”. Luego agrega: “La segunda vez: el sacrificio sublime de la ciudad que se alzó en armas contra el gobierno de Manuel Montt y su Ministro José Antonio Varas. En esa oportunidad la ciudad fue sitiada y se dio muerte a gran parte de sus habitantes, no respetando niños ni ancianos. Sus mujeres fueron ultrajadas y las casas y el comercio víctimas de saqueo. Los habitantes de esta ciudad murieron como hombres, no se

rindieron pese a la superioridad numérica y la calidad del armamento de los sitiadores”. Respecto de la tercera, explica que “es la destacada acción de los gloriosos batallones: el Aconcagua N°1, que participó contra la Confederación Perú Boliviana y tuvo una heroica acción en el cerro Pan de Azúcar y Yungay, reconociéndose la heroica acción del coronel Pablo Silva; El batallón Aconcagua N°2, hizo toda la Campaña de La Sierra en la Guerra del Pacífico, murieron muchos hijos predilectos de San Felipe, en combate. En las batallas de Chorrillos y Miraflores cayeron luchando, entre otros, Abraham Ahumada y Benigno Caldera”. Jaime Lepe, abogado, docente, actual juez de Policía Local de San Felipe, por años se ha dedicado a la recopilación y mantención del patrimonio local como miembro de la Sociedad de Historia y Arqueología de Aconcagua. “El Observador” conversó con él, como voz autorizada para hablar de este tema, que a muchos sanfelipeños lleva a la duda. Cuenta que, investigando, se encontró con el Diario El Artesano, del año 1875. En esa época, el gran político revolucionario e intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna, lanzaba su precandidatura presidencial como liberal, pero aún sin ser visada por el Presi-

La Gaceta y batallas claves para Sudamérica

Bajo el busto de Bernardo O’Higgins instalado en el centro de la ciudad, se ve la placa que recuerda esta tierra como “Siempre heroica ciudad de San Felipe de Aconcagua”.

dente de la República, en ese entonces Federico Errázuriz Zañartu. Vicuña Mackenna recorrió Chile y estuvo en San Felipe, que ese tiempo era considerada una ciudad liberal, pipiola, revolucionaria, y se hizo un gran banquete en el antiguo Teatro Municipal. “Tengo dos números: el anterior a la visita y el número posterior. El anterior anuncia con bombos y platillos la visita a la ciudad del gran candidato liberal; mientras el diario posterior relata el banquete, la ceremonia, cómo lo recibieron en la estación con una banda y un

desfile que lo acompañó desde la estación hasta la plaza”, relata Jaime Lepe. En la oportunidad, hubo varios oradores. El principal, el precandidato. En su discurso, Vicuña Macke-nna se refiere a esta ciudad como “la ciudad de los leales”, que ha sido tres veces leal, heroica. A juicio del precandidato, primero lo fue por haber participado muchos sanfelipeños en la batalla de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817. En efecto -explica Jaime Lepe- Bueras, Portus, Borgoña y Marcoleta fueron apellidos de protagonistas importantes de esa parte de

En el texto original de la Gaceta Ministerial de Chile 16 de enero de 1819, se lee que el Supremo Director del Estado decreta: “…que en lo sucesivo deba titularse la siempre heroica ciudad de San Felipe de Aconcagua, en alusión a la parte activa con que sus armas han servido en las acciones de guerra más peligrosas y brillantes en tiempo de la revolución de Chile”. Actualmente, esta leyenda que otorga el título oficial de la ciudad como “Siempre heroica ciudad de San Felipe de Aconcagua”, se ubica en una placa de mármol colocada por la Sociedad de Historia y Arqueología de Aconcagua en la Plaza de Armas de San Felipe, bajo el busto de Bernardo O’Higgins, dispuesta al público desde 1978. “Me tocó entregarlo a mí como presidente de la Sociedad, para el Bicentenario del Nacimiento de O’Higgins, hace ya muchos años y está ahí como registro histórico para la ciudad”, relata Jaime Lepe. Así es como existe el título legal y el título político partidista. La alusión de Vicuña Mackenna a la Batalla de Lircay interpreta a una parte del país y a otra no. Chacabuco y Maipú no sólo fueron batallas para la independencia de Chile, sino también fundamentales para Perú, Venezuela y Colombia, ya que, como consecuencia, el Virrey del Perú se vio obligado a trasladar poderosos regimientos del norte en Venezuela y Colombia a Perú, facilitando a Bolívar el inicio de su ciclo de grandes triunfos. En definitiva, las mencionadas batallas fueron importantes para América del Sur completa. la historia chilena. Este combate fue decisivo para la Independencia de Chile. Somo segunda heroicidad, Vicuña Mackenna alaba la participación de muchos sanfelipeños que fueron parte de la Batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818, otro enfrentamiento decisivo en la Guerra de Independencia. En combate se enfrentaron las fuerzas patriotas contra el Ejército Real de Chile, al mando del general Mariano Osorio. Benjamín Vicuña Ma-cken-

na añadió una tercera heroicidad, que a su juicio toma preferencia: la participación de muchos sanfelipeños en el bando pipiolo que, mandados por Ramón Freire Serrano -casado con la sanfelipeña Manuela Caldera Mascayano- participaron en la Batalla de Lircay (1830) contra las fuerzas conservadoras, cuyo cerebro era Diego Portales. Así fue como el -entonces precandidato- hizo alusión a las tres oportunidades en que San Felipe demostró su capacidad heroica. Jaime Lepe explica que, fuera de esa mención, no hay otra fuente histórica que indique con exactitud las razones de tan noble denominación. “SIEMPRE HEROICA CIUDAD” Lo que sí es claro es el título oficial que se le otorgó a la ciudad de San Felipe como “Siempre Heroica Ciudad”, que nació por un acuerdo del Senado Consulto, organismo constitucional establecido en la Constitución de 1818. Ese acuerdo llegó a manos del Director Supremo, Bernardo O’Higgins Riquelme, quien lo plasmó en un decreto, en diciembre de 1818. El decreto finalmente se publicó en la Gaceta Ministerial de enero de 1819, quedando formalmente como el título legal de la ciudad. “¿Por qué siempre heroica? Jaime Lepe explica que “por las acciones que sus hijos habían tenido en tiempos de la Revolución de Chile, la Guerra de Independencia”.

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La historia de la ciudad está en el Cementerio Municipal de Almendral Un recorrido por el camposanto permite recuperar parte importante de las vivencias de una comuna en la que han vivido desde el primer director de la Escuela de Periodismo hasta una víctima del crimen más horrendo que recuerde la ciudad En San Felipe funcionaba un antiguo cementerio, ubicado en calle Michimalongo, pero una gran crecida del caudal del río Aconcagua se lo llevó, arrastrando trágicamente las tumbas de mucha gente. Así también se perdieron registros de muchos sanfelipeños cuyos nombres se eternizaron en la ciudad, inscritos en sus calles. En 1853, mediante Escritura Pública de fecha 2 de septiembre, el alcalde de San Felipe, Matías Tapia, conocido como “Chercán” Tapia, donó la vieja casona, en cuyo terreno hoy se erige el Cementerio Municipal El Almendral. La propiedad, ubicada en calle El Almendral número 3222, tenía una superficie aproximada de tres

hectáreas. Los registros indican que los primeros sepultados en este lugar datan de 1858. El número 1 en el registro de defunción dice así: “José Palacios (Caridad) en primero de Junio de 1858, di pase para sepultar en el Panteón de San Felipe el cadáver de José Palacios, viudo de Pascuala Errera (sic), de más de cien años, natural de San Felipe, se confesó y recibió la extremaunción, se acreditó ser pobre de solemnidad y de humana fragilidad con certificado del subdelegado Don Santiago Casanova, que doy Fe. José María Castro, Cura Interino”. De su administración se hizo cargo la Beneficencia Pública. Luego pasó a manos

Entrando al Cementerio, tres grandes hombres: Ernesto Montenegro, Carlos Ruiz Zaldívar y Benjamín Astudillo (Bernardo Cruz).

del Servicio Nacional de Salud. El 25 de enero de 1982, mediante lo dispuesto en la Ley 18.096, se determinó que las municipalidades tomarían a su cargo los cementerios. Fabián Campos, jefe administrativo, estima que en este lugar están los cuerpos de entre 75 y 80 mil personas. En promedio, se realizan cuatro sepultaciones por día.

TRES GRANDES HOMBRES DE LETRAS En la entrada al cementerio El Almendral, a los pies de una palmera, reciben a los visitantes las tumbas de tres importantes hombres de letras que tuvo San Felipe. Mirando de frente a la izquierda, descansan los restos de Ernesto Montenegro Nieto. Poeta, historiador, escritor,

El mausoleo de Benjamín de Parrasía y descendientes.

viajero. Vivió muchos años en Estados Unidos, trabajando como periodista. Fue fundador y director de la primera Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, donde también se desempeñó como director y profesor. Para muchos, uno de los hombres más reconocidos por sus obras y lo que significó para la ciudad. Falleció en 1967.

A la derecha, se ubica la sepultura de Benjamín Astudillo Cruz, más conocido como Bernardo Cruz. Nacido en Putaendo en 1904, fue sacerdote, profesor, escritor e historiador. Hoy una villa lleva su nombre. Falleció en Valparaíso, pero su cuerpo fue traído a San Felipe. Continúa en página 4


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La historia de la ciudad está en el Cementerio... Viene de página 3

En 2003, ambos fueron trasladados y reunidos en la entrada del cementerio como forma de reconocimiento a la importancia que estos personajes dejaron a través del legado histórico. Desde 2010 está junto a ellos el cuerpo de Carlos Ruiz Zaldívar. Nacido en Pisagua en 1925, pero hijo adoptivo de esta tierra, pues estudió sus humanidades en el Liceo de Hombres de San Felipe, desde donde egresó en 1945, para luego titularse de profesor normalista. Toda su carrera ligada a la docencia la hizo en la zona, siendo escritor, periodista, pintor, poeta y, con méritos infinitos, se convirtió en Hijo Ilustre de la ciudad. ANTIGUOS NOMBRES

EN SAN FELIPE Benjamín de Parrasía fue el dueño de la hacienda donde se encontraba ubicada una casona de imponente estructura, coronada por un gran torreón, que por años fue objeto de atención de muchos pintores en San Felipe, como Luis López Lemus. Regidor en 1884, 1885 y 1870, y administrador del hospital en 1886. En ese sector se ubica actualmente la población Parrasía. En esta tumba está don Benjamín, fallecido en 1902 y otros familiares. Carlos Hopfenblatt fue un ciudadano alemán, administrador del hospital San Camilo de San Felipe. Una calle lleva su nombre, la continuación de calle Navarro hacia el sur. Él y su familia tienen un gran mau-

soleo en el cementerio. Al lado de Hopfenblatt se ubica el mausoleo de Francisco Borobia. Esta construcción fue traída pieza por pieza directamente desde Italia, siendo armado aquí. El jefe administrativo del cementerio cuenta que era tradición entre las familias que venían principalmente de Europa, trasladar los mausoleos familiares desde el país de origen a Chile. Increíble para esos tiempos, eran traídos en barco a Valparaíso y, luego, en

carretas a San Felipe. Mucha gente de edad que visita el cementerio comenta que -de niños- sus papás los subían a los leones que adornan el frontis de la sepultura. La construcción ha logrado conservarse muy bien, a pesar del paso del tiempo y los terremotos. “CEMENTERIO NUEVO” Hasta mediados del siglo pasado, los límites del cementerio llegaban hasta el mausoleo de Francisco Borobia. Los

Recorridos programados Este lugar de descanso guarda muchas otras historias. Es posible hacer recorridos programados o visitar el camposanto y consultar a su jefe administrativo Fabián Campos o su administrador, Roberto Cornejo, quienes llevan años relatando las personas que aportaron con la historia de la ciudad.

registros dicen que fueron demolidos muchos nichos, para hacer la pasada al -llamado“cementerio nuevo”. Así se formó una suerte de separación natural: después de este magnífico portal, se ubican las sepultaciones más “modernas” en la historia de San Felipe. En este nuevo sector también las calles y avenidas de los patios llevan los nombres de personajes destacados de la ciudad. Algo que se puede notar fácilmente es que los grandes mausoleos de familias importantes de San Felipe están en la primera etapa de esta tierra de descanso, clara señal que incluso la muerte ejerce cierto tipo de segregación social en los vecinos sanfelipeños. VÍCTIMA DEL “TUCHO” CALDERA En el cementerio El Almendral están los restos de Deme-

Imponente es el mausoleo de Carlos Hopfenblatt.

Los leones del mausoleo Borobia.

El límite del antiguo terreno del cementerio con el llamado “cementerio nuevo”.

trio Amar Abedrapo, fallecido en mayo de 1947, a manos de quien se recuerda como el asesino más sanguinario en la historia local: el carnicero Alberto Hipómenes Caldera García, el famoso “Tucho” Caldera. Luego de darle un golpe en la cabeza, descuartizó a su víctima en 19 partes. La historia fue contada, incluso, en uno de los capítulos del programa de televisión “Mea Culpa”, donde se recreó el hecho que tuvo repercusión nacional. Es más: derivó en la creación de la Brigada de Homicidios de la Policía de Investigaciones. Este conocido carnicero de San Felipe engañó a don Demetrio, hombre que venía desde Palestina y que, por lo tanto, no hablaba ni escribía en castellano. El “Tucho” le hizo firmar unos documentos, entre ellos uno que lo casaba con una de las hijas de Caldera, que lo dejarían a él como principal administrador de los bienes que el “Turco Amar” poseía en ese entonces. Después de matarlo -al ser encarado- Caldera trasladó los restos en cajas, hasta una pequeña chacra que poseía en Almendral, con la ayuda de un cómplice. La leyenda cuenta que al “Tucho” se le atribuyen otros crímenes, incluyendo asesinatos de empleados que él tuvo.


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El monolito que recuerda a Manuel de Lima y Sola, quien trajera la masonería a Chile.

Sepultura de Rigoberto Achú Liendo, una de las miles de víctimas de la dictadura. Aquí descansan soldados participantes de la Guerra del Pacífico.

Familia de Felipe Camiroaga La tumba de Demetrio Amar Abedrapo, víctima del “Tucho” Caldera.

Además se dice que era cuatrero y amenazaba a cualquiera que osara enfrentarlo. Este robusto personaje tenía unos perros y una de sus empleadas supuestamente fue atacada por estos bravos animales. La Policía de investigaciones de la época contaba que él la mató y dio de comer a los canes los restos de la mujer. Finalmente, la justicia frenó sus acciones de sangre y el “Tucho” fue fusilado en Santiago, en 1950, sepultado ficticiamente en el Cementerio General, por un asunto de seguridad, tras la conmoción pública que alcanzó su caso. EL PRIMER MASÓN En una plazuela del camposanto, se ubica desde 2003 un monolito en homenaje a

Manuel de Lima y Sola, el hombre que trajo la masonería a Chile. “Al IH Manuel de Lima y Sola 1818-1908 fundador de la gran Logia de Chile”, dice el bloque de piedra. Si bien existe este monumento en su honor, los restos de este personaje no se encuentran en este lugar. Fabián Campos explica que “por un error y un descuido, sus restos fueron llevados a una fosa común, cuando se demolió una galería donde él estaba sepultado y sus vestigios se perdieron”. En otro rincón de esta gran propiedad que funciona como cementerio desde mediados del siglo XIX, están los restos de soldados que fueron parte de uno de los regimientos que llegó hasta la plaza de Lima

En este cementerio descansan antepasados del fallecido animador Felipe Camiroaga. Hay parientes por parte de padre y madre, como Adolfo Stemann, Su bisabuelo, quien fue alcalde de la comuna. Su abuelo materno, Armando Fernández, vivió en la casa que hoy ocupa el Serviu, en avenida Bernardo O’Higgins. En San Felipe también vivió su madre, María de la Luz Fernández Stemann, y sus tíos. En esta esquina se encuentran sepultados los restos de Marina Camiroaga, desde 1927.

durante la Guerra del Pacífico. “Ellos fueron héroes, participaron de la guerra, pero no murieron en ese entonces, sino que por muerte natural”, explica Campos. El Círculo de Suboficiales en Retiro de las Fuerzas Armadas los rescató desde una galería que tenía orden de demolición. Para que no fueran a fosa común, los trasladó hasta el mausoleo institucional, como forma de homenaje a sus

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camaradas de armas Bernardino Bultrón, Celedonio Lastra, Rómulo Morales, Bartolo Poblete, Pío Velásquez y Manuel Montenegro. RIGOBERTO ACHÚ LIENDO Otro personaje sanfelipeño sepultado en este lugar, es Rigoberto Achú Liendo, quien fue cruelmente acribillado en la vía pública, en diciembre de 1973. El mismo destino que tuvo Absalón del Carmen Weg-

Fabián Campos y Roberto Cornejo, quienes llevan años trabajando en la administración de este camposanto.

ner Millar, de 31 años, director del Área de Salud de San Felipe y médico del Hospital Psiquiátrico de Putaendo. “Rigo”, también de 31 años, se desempeñaba como Secretario Seccional del Partido Socialista y era Jefe de Desarrollo Social de San Felipe. El 12 de septiembre fue detenido estando en casa de un familiar por efectivos militares del Regimiento de Infantería N°3 Yungay. Se le retuvo en la cárcel de San Felipe, desde donde fue constantemente retirado para ser interrogado y torturado en el cuartel de Investigaciones.

La falsa versión oficial de sus fallecimientos decía que los detenidos eran trasladados de vuelta a la cárcel, cuando el vehículo que los transportaba quedó en panne a metros del penal. Cuando iban a pie, se inventó que uno de los prisioneros habría intentado hacerse del arma de servicio de un conscripto, momento en que se les dio muerte. Tras los testimonios que recoge el Informe Rettig, este relato de las jefaturas militares de la época, se estableció como inverosímil. El sigue judicialmente pendiente.


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La crónica del estadio que por Partió con barro y cemento, hasta la criticada cancha, acompañada por los viejos tablones de madera y lata que se conocen en la actualidad La cancha es mala, la cancha es chica, los tablones están viejos, es incómodo y los clavos molestan al sentarse. Muchas cosas malas se han dicho del Estadio Municipal de San Felipe, pero el cariño por este lugar, donde se han vivido penas y alegrías viendo a Unión San Felipe, no se puede dejar de lado. No existe absoluta claridad respecto a todos los detalles de la historia de este estadio, que está ubicado en Avenida Maipú. Se cuenta que desde que se fundó el club Unión San Felipe, en 1956, que el equipo cuenta con este recinto para que pudiera actuar de local, cuando se desempeñó como participante de la División de Ascenso, a fines de la década del 50. Fernando Silva, nacido y criado en San Felipe, desde 1949 ha sido parte de la Asociación de Árbitros de San Felipe, pitando por años en el fútbol amateur de la ciudad. Ciertamente tiene autoridad para hablar del club que ha hecho de local en este estadio y de cómo se desarrolló la historia. Este aconcagüino fue considerado por dos años

seguidos como el mejor árbitro amateur chileno y ahora cuenta que su hermano, el fallecido Delfín Silva, fue uno de los fundadores del club, junto a un gran grupo de sanfelipeños. Agrega que Delfín fue también entrenador del plantel, junto con Luis Tirado, conocido técnico chileno que dirigió a la Selección Chilena, terminando su carrera como adiestrador justamente en esta ciudad, en 1964. “Cuando Unión San Felipe empezó a jugar en el Regional de la Zona Central, lo hacía en el Estadio Fiscal. Debe haber estado unos dos o tres años no más, fue muy rápido, la gente estaba muy entusiasmada, había mucho fervor. Recuerdo que se trajo al primer futbolista argentino a San Felipe, era de apellido Caldara, un ‘puntero’. Luego a los hermanos Codega, central y mediocampista; y tiempo después otro montón de jugadores: Bracamonte, Escalante, etcétera”, recuerda Fernando Silva Luego surgió la necesidad de contar con un estadio de mejor categoría. “Ese estadio se empezó a construir en la década del 60.

El sector Pacífico, en sus inicios, fue construido de cemento y barro. Tomás Martínez, siendo alcalde, construyó el estadio y me atrevo a decir que la cancha del Estadio Fiscal también. Recuerdo perfectamente que el padre de Tomás tenía la Viña Santa Demetrio y, siendo niños, en unos carros, iban a botar arena y ripio para hacer la cancha de ese estadio”, detalla Silva. En sus inicios, el Estadio Municipal era sólo una cancha de tierra, al lado de la Iglesia Andacollo, que se ubicaba donde hoy se erige un gran galpón que acoge a un supermercado. Sin tribunas ni marcador, en ese lugar hacía de local el “Unión Católica”. Jugaban partidos “a muerte” los clubes “Arturo Prat” con el Pentzke; el Atlético Yungay, el Tarcisio, de la Iglesia Andacollo; el Internacional, a cargo de Bomberos, encuentros del fútbol amateur de mucha rivalidad. Luego se llamaría a concurso, una vez fusionados el Tarcisio y el Internacional, para decidir el nombre del nuevo club y los colores que usaría en su camiseta. Determinaron que se llamaría Unión San Felipe. De ahí vino, también, el famoso grito del Uní Uní, por ocurrencia del fallecido Augusto Fernández. “Tiene que haber sido al poco tiempo que empezó a jugar San Felipe en el ascenso”, agrega Fernando Silva. Cuenta que el tierral que había en el verano era terrible. En una oportunidad había llovido y, por supuesto, todo se

La antigua salida del túnel desde camarines hasta la cancha, donde a los jugadores los esperaba una vieja manga inflable. hizo barro. “Me tocó arbitrar ahí y se me cayó el pito y lo pisé. Tuve que parar el partido para encontrar el pito luego lavarlo y se tuvo que parar el juego por un buen momento”, recuerda Fernando Silva. JUGADORES SE BAÑABAN EN UN CANAL En un principio, el recinto tenía unos tablones con alambres para cercar la cancha. El sector “Pacífico” era de cemento. A los costados, tribunas de barro. Al lado del arco norte, corría un canal inmenso, con un tremendo

sauce, donde se bañaban los jugadores. Un poco de pasto a las orillas, donde descansaban. Era una especie de laguna la que se formaba ahí. Con los años, detrás del arco sur, se hizo una Piscina Municipal, que funcionó poco tiempo. La cancha de tierra, que antiguamente pertenecía al Obispado, tenía unas casuchas donde se vendían bebidas, además de camarines para la visita y los árbitros. “Era todo bien inhóspito. Primero había que abrir para que salieran los ratones y, luego, entrar”, se ríe Silva.

Pero con el Estadio Municipal una vez terminado, hubo que instalar iluminación. No existe precisión de la fecha en que se ubicaron las seis torres, pero Fernando Silva recuerda con claridad que cuadricularon la cancha para fijar bien los focos de luz. Años después, se instalaron tablones de madera, para dar mayor comodidad de los asistentes. “El gran problema es que (el estadio) está mal ubicado. Antes no había ningún problema, porque en el sector no había nada, pero el recinto ahora no tiene posibilidad alguna de crecer”, lamenta Silva. Emocionado, Silva rememora algo que ya no existe: los clásicos con Trasandino, que no siempre terminaron bien: “Eran partidos bravos, las hinchadas se provocaban mutuamente, eran cosas un poco violentas y luego venían las peleas en la calle, cuando terminaban los partidos. Había los peñascazos en el puente, era un clásico”. Otro hecho que se extraña del añoso Municipal es verlo lleno. La última vez fue para el último ascenso del Uní Uní, en 2009, cuando el equipo -en ese entonces dirigido por Roberto Mariano- ganó a San Marcos de Arica por 5-1, coronando a los sanfelipeños campeones y merecedores del ascenso directo. Pero antaño era mucho más común ver el estadio con mucha gente. “El estadio yo lo vi lleno a bote en un partido con Colo Colo, cuando aún no estaban las graderías hasta arriba, como ahora. ¡Se controlaron 14 mil 500 personas! Había gente hasta en los muros, al lado de la cancha. Los de Colo Colo trajeron gente, pero por acá también. Fue complicado. Fue en el periodo en que San Felipe salió campeón. No recuerdo el año específico”, cuenta Fernando Silva. LA CANCHA MALA Sucesivas son las críticas al estado de la cancha. La crítica es que siempre ha sido mala, a pesar de las constantes resiembras. “La cancha ha estado muy mala, pero en general se mantiene bien. Recuerdo cuando se hizo esta cancha, cuando la araron, sembraron. Incluso, recuerdo que con Tomás, cuando empezaron a salir los primeros pastos, nos tendíamos en la cancha. ¡Qué cosa más linda!”, rememora Silva


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años cobija a Unión San Felipe con evidente nostalgia. Otra voz autorizada para hablar del Estadio Municipal y sus instalaciones es Hernán González. El actual administrador del Terminal Rodoviario, trabajó por más de veinte años como administrador del recinto de Avenida Maipú. Además, vive al lado de “la Bombonera de Aconcagua” -como algunos nombran-. Hincha de Unión San Felipe desde su niñez, jugó en la Escuela de Fútbol del Uní Uní, en cadetes y Primera División, en la década del 70. Debutó en 1972, después del equipo campeón, con Luis Santibáñez. Integró el plantel hasta 1980. Al igual que Fernando Silva, el partido que más recuerda González es que se jugó en la década de oro, contra Colo Colo. “Estaba en las cadetes del equipo, las ‘grandes promesas’ y se jugó con Colo Colo los juveniles y de ahí en el partido de fondo el estadio me dio la impresión que tuvo doce mil personas. Llenísimo. Esto debe haber sido el 70 o 71, cuando San Felipe salió campeón. Yo jugaba en la reserva. Fue uno de los partidos más emocionantes que recuerdo, la única vez que vi el estadio repleto. La gente se sentó por todos lados. Ese año, el esta-

dio estaba tal cual está ahora, salvo las casetas y el latón que se agregó en los últimos peldaños del sector Andes”, dice González. Aunque, a diferencia de Fernando Silva, dice que “ese año ganó San Felipe, que estaba para campeón. Me recuerdo bien, porque fue un partido bastante peleado, en reservas y el primer equipo. Tengo muy buenos recuerdos de ese estadio”. Desde que comenzó a jugar, siendo un niño, González recuerda que, salvo pequeños cambios, el estadio sigue igual. Luego de las tribunas y galerías que se han ido parchando en distintos momentos, lo que ha ido modificando es el tablero, pero sólo la pintura, según como han ido cambiando los auspiciadores de los distintos campeonatos. Ahora existen mejores camarines y baños, pero son construcciones mucho más recientes, al igual que el sector de casetas para la prensa. “Éste es un estadio que está muy apegado a los hinchas de Unión San Felipe. Yo lo he vivido en las buenas y en las malas. La cancha antes era horrible para jugar, pero San Felipe nunca perdía como local, lo usaba como ventaja. Aparte de los años 70 y 71, en las buenas campañas, claro

que se llenaba. Pero también se llenaba cuando estábamos peleando para no descender en 1973, cuando nos salvamos de bajar y fue mucha gente a apoyar. Había que estar en las buenas y en las malas con el equipo”, rememora González. EL INCENDIO EN LAS BUTACAS En enero de 2012, un extraño incendio sorprendió un miércoles por la noche al Estadio Municipal de San Felipe. El fuego destruyó por completo el sector de Marquesina, arrasando -también- con cuatro casetas radiales. “Para mí o fue intencional o descuido de alguien que hizo fuego para calentarse”, se explica Fernando Silva. Hernán González agrega que fue un hecho extraño, porque nunca se clarificó bien lo que pasó: “Fue triste, porque todo sanfelipeño quiere su estadio. Pero, viendo el ‘vaso lleno’, fue una buena posibilidad para poder mejorar toda esa parte, que es mucho más cómoda que antes para las radios y la televisión”. Hoy, el viejo Estadio Municipal sigue albergando al Uní Uní para sus partidos de local. El domingo, 690 personas controladas vieron cómo los albirrojos empataron sobre la

hora con Deportes Copiapó, en el inicio de una nueva temporada de fútbol y un nuevo intento por volver a Primera División y -quién sabe- a vivir jornadas donde se vuelva a ver el estadio lleno. Quien sí recuerda ese encuentro es uno de los integrantes del legendario equipo de Unión San Felipe, que pasó a la historia como “Los Humildes”, Wilson Castillo. El ex jugador rememora con emoción que, en medio de un estadio repleto, “ganamos dos a cero a Colo Color y, luego, le hicimos la misma gracia en el Estadio Nacional, cuando también ganamos dos a cero”. “Es emocionante recordar esos momentos, sobre todo ahora que la gente sigue teniéndonos mucho cariño. Acabo de participar en el desfile del 3 de Agosto, que coincidentemente es el día en que nació mi hijo, junto a varios de mis compañeros de ese equipo. Desfilamos como organización de ex jugadores de San Felipe y la gente nos saludaba y nos recordaba con cariño. Es muy emocionante vivir eso, después de tantos años”, dice Castillo. Una de las seis antiguas torres de iluminación del estadio.

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