Javier Garrit Hernรกndez
El anillo perdido del Papa Luna Novela de intriga
Ediciones JavIsa23
Novela de intriga
El anillo perdido del Papa Luna
Ediciones JavIsa23
Título: El anillo perdido del Papa Luna www.elanilloperdidodelpapaluna.blogspot.com © del texto: Javier Garrit Hernández www.javiergarritnovelas.com © de esta edición: Ediciones JavIsa23 www.edicionesjavisa23.com E-mail. info@edicionesjavisa23.com Tel. 964454451 Maquetación y diseño de la portada: Ediciones JavIsa23 Primera edición: abril de 2012 Depósito legal: CS 125-2012 ISBN: 978-84-939087-9-9 Printed in Spain - Impreso en España Imprime: Serra Industria Gráfica S.L. Pol. Industrial Valldepins. C/ Londres, 9 43550 Ulldecona (Tarragona) Tel. 977 720 311 Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, libros, radio y/o televisión, siempre que se haga constar su procedencia y autor.
Javier Garrit Hernรกndez
El anillo perdido del Papa Luna
AGRADECIMIENTOS
A mi esposa Isabel, por estar siempre a mi lado, apoyándome y dándome ánimos para continuar escribiendo, gracias a ella pude terminar de escribir esta novela. A todos mis lectores, que han hecho posible que mi pasión por escribir sea cada día mayor. A la población de Peñíscola, en especial a la gente del Castillo, por haberme descubierto sitios desconocidos de la Ciudad del Mar. Por último, expresar mi agradecimiento a toda la gente de Ulldecona, por todos estos años y a toda la gente de Vinaròs por acogerme y hacerme sentir como un vinarocense más.
A todos ellos está dedicada esta novela.
NOTA DEL AUTOR
Todos los edificios, calles y monumentos arquitectónicos descritos en esta novela son reales y pueden verse a día de hoy en las ciudades que aparecen nombradas en la novela. Varios de los hechos históricos narrados durante la trama de esta novela, los expuestos en la introducción y algunos más, son reales; sin embargo, los documentos a los que se refiere esta obra, y que relacionan entre sí varias leyendas sobre el Papa Luna, son ficticios.
INTRODUCCIÓN
—El Cisma de Occidente: En el año 1378, la Sede Papal que había sido establecida en Aviñón se trasladó a Roma. A la muerte de Gregorio XI se reunieron dieciséis cardenales en el Cónclave, y ante el reclamo del pueblo romano, eligieron a un Papa italiano, que tomó el nombre de Urbano VI. Un grupo de cardenales franceses se opuso a la elección de Urbano VI, afirmando que había sido influida por las manifestaciones en Roma. Los cardenales Franceses celebraron otro cónclave en el que nombraron como Papa a Roberto de Ginebra, quien tomó el nombre de Clemente VII. Comenzaba así el cisma de occidente, con un Pontífice en Roma y otro en Aviñón. Tras la muerte en Roma de Urbano VI en 1389, se nombró Bonifacio IX, quien fue sucedido a su muerte por Gregorio XII. En Aviñón fue elegido Papa Pedro Martínez de Luna en 1394, tras el fallecimiento de Clemente VII. Pedro Martínez de Luna tomó el nombre de Benedicto XIII, aunque fue más conocido como el Papa Luna. Para terminar con este conflicto en 1409 se celebró el -9-
Concilio de Pisa, donde ambos Papas —el de Roma y el de Aviñón— fueron depuestos. Se eligió un nuevo Papa Alejandro V. A partir de entonces, a los dos Papas en disputa, se les sumó el Papa de Pisa. A la muerte de Alejandro V, fue designado como su sucesor Juan XXIII. Por entonces había tres Papas, por lo que se pidió ayuda al emperador romano, Segismundo, quien organizó el Concilio de Constanza en 1414, donde declaró su autoridad por sobre la del papado. Segismundo y Juan XXIII protagonizaron una contienda que terminó con la huida del Papa, que una vez capturado terminó en prisión el 29 de mayo de 1415. Gregorio XII, renunció, y Benedicto XIII, fue acusado de hereje. En 1417 fue elegido Martín V; aunque en Peñíscola, Benedicto XIII continuaba afirmando que él era el auténtico Papa. A la muerte de Benedicto VIII en 1423 fue elegido Clemente VIII, el cual abdicó en 1429, a favor de Martín V, cerrando así el Cisma de Occidente. **** —Papa Luna, Benedicto XIII: Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor (1328-1423) Fue elegido en 1394 sucesor de Clemente VII, aunque en le Concilio de Pisa se le depuso y en el de Constanza se le declaró cismático, continuó proclamándose como Papa Legítimo, -10-
puesto que era el único Papa que había sido elegido cardenal antes del cisma. Huyó de Aviñón y se encerró en el Castillo de Peñíscola, con tres cardenales que le permanecían fieles, desde allí excomulgó a Martín V y a los cardenales que le habían elegido, murió en 1423 en el Castillo de Peñíscola, donde fue enterrado, hasta que su cuerpo de trasladó a Illueca. **** —Las leyendas sobre el Papa Luna: Se dice que el Papa Luna escarbó, en la roca y en una noche, las escaleras que dan del Castillo de Peñíscola al mar, para ir a Roma a reclamar la Silla de San Pedro. También se dice que, mientras escarbaba en la roca, su anillo cayó al mar. Otra leyenda dice que tras la elección de Clemente VIII por parte de tres de los cuatro cardenales que el Papa Luna había nombrado antes de su muerte, el cuarto, que no se encontraba en Peñíscola en el momento del cónclave, rechazó el nombramiento. Que huyó al sur de Francia y que allí nombró a otro sucesor cuya línea sucesoria ha permanecido hasta nuestros días y que sus seguidores son conocidos con el nombre de Trahiniers. También se habla de la existencia de un documento escrito por el propio emperador Constantino, el cual solo podían leer los pontífices, dado que su trascendencia podía tener consecuencias para la perpetuidad de la Iglesia. A este documento se le llama el Códice Imperial y se dice que estuvo en posesión del Papa Luna, aunque nunca se encontró.
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PRIMERA PARTE
I
Peñíscola; 1422 Francisco de Aranda se despertó sobresaltado, al oír unos desgarradores gritos de agonía. Se levantó de su camastro y, recorriendo el castillo, se dirigió a la habitación de la que provenían los gritos. Abrió la puerta de par en par y vio a Benedicto XIII en el suelo, propinando gritos de dolor mientras su cuerpo se retorcía. Se asustó, al ver al pontífice en aquel estado. Se apresuró para ayudarlo a levantarse. Lo alzó depositándolo sobre el lecho. Unos momentos después, el pontífice pareció calmarse. Miró a Aranda con ternura y le señaló un pequeño mueble que había en un rincón. —Apártalo y mira detrás. Francisco de Aranda obedeció. Apartó el mueble y vio que detrás de éste había un hueco, una de las piedras había sido quitada. Alargó el brazo hasta el interior de aquel agujero y sacó unos papeles, se quedó mirándolos un momento; se trataba de una serie de pergaminos enrollados y atados con una cinta roja. -15-
—Tráelos —dijo Benedicto XIII. Aranda se los acercó con mucho cuidado. —Se trata del Códice de Constantino, en Roma lo desean con gran ansia —dijo el pontífice—. Guárdalo en lugar seguro, que nunca caiga en manos de los que no son dignos de conocer lo que yo y los que han habido antes que yo conocemos. —Pero señor —respondió Aranda—, yo no soy digno de poseerlo. —Menos dignos son aquellos que desean poseerlo. Aquellos que niegan a la verdadera Iglesia, aunque digan servirla. —Haré lo que me pedís. —Lo sé. Guardaréis el códice hasta que mi sucesor en la Silla de San Pedro haya cumplido cinco años de su pontificado, sólo entonces se lo entregaréis. —¿Cinco años?, ¿por qué no antes? —No me fío de nadie, salvo de ti, viejo amigo —la voz del pontífice tomaba un aire melancólico—. Quiero que te asegures de que mi sucesor sea digno de llevar sobre sus hombros la responsabilidad que significa Nuestra Santa Madre Iglesia. Aranda asintió. Después de que el Pontífice le dijera que quería descansar un poco, se dirigió a la puerta y salió. Antes de cerrar, miró de nuevo al hombre que dejaba en la cama y que le había encomendado aquella misión. Luego cerró, dejando descansar a Benedicto XIII cuyo verdadero nombre, antes de sentarse en la Silla de San Pedro, había sido Pedro Martínez de Luna; más conocido, tras ponerse el anillo del pescador, con el sobrenombre del Papa Luna. -16-
**** Peñíscola; en la actualidad La sala del Palacio de Congresos se encontraba llena de gente. Tras el discurso del alcalde de Peñíscola sobre el Papa Luna, Jaime Ribas tenía la palabra, se había pasado diez años estudiando la figura de Benedicto XIII, el pontífice que en su día fue tachado de Antipapa; según él, injustamente. —...Y es así como gracias a las memorias de Francisco de Aranda, encontradas por azar —Ribas levantó las fotocopias del manuscrito para que todos pudieran verlas—, sabemos que el Códice Imperial existió y que estuvo en posesión del Papa Luna. Sentado en la segunda fila, Andrés Taída escuchaba con atención las palabras de su amigo. Ribas continuó hablando unos minutos sobre la figura del Papa Luna y sobre el manuscrito, encontrado en las obras de una casa. Finalmente, dio por concluida la conferencia, dando gracias a los asistentes, a los medios de comunicación y al Ayuntamiento de Peñíscola. Tras un fuerte aplauso de los asistentes, la gente fue levantándose de sus sillas y, tras saludar a Ribas y decirle lo mucho que les había gustado su conferencia, salían de la sala. —¿Qué te ha parecido? —preguntó Ribas a su amigo Andrés Taída. Andrés se encogió de hombros. —Un poco fantasioso, ¿no? —dijo Andrés con aire bur-17-
lón—. Encontráis en el suelo de una casa en obras un manuscrito, las memorias de Francisco de Aranda, que habla de otro manuscrito, un códice muy importante para el Papa Luna pero de ahí a que se trate del Códice Imperial. La historia del Códice no es más que una leyenda. —El Códice existe —recalcó Ribas—. Además, después de lo que me contaste que paso con tu tío*, ya deberías saber que todo es posible, que muchas de las que creemos meras leyendas son reales. Andrés asintió con la cabeza. —Pero sigo creyendo que el Códice Imperial no. —Por cierto —dijo Ribas, cambiando de tema—, quiero presentarte a alguien. Ambos se acercaron a un hombre de cincuenta y nueve años, pelo grisáceo y estatura media. —Te presento al profesor Gonzalo Medina —Ribas vio como ambos se estrechaban la mano—. Deberías leer su último libro: «La verdadera historia del Papa Luna». Los tres estuvieron un rato hablando e intercambiando impresiones. De pronto, Ribas notó como una mano se posaba en su hombro. Se dio la vuelta y vio a un hombre; tenía una espesa barba y llevaba puesta una gabardina. —Quisiera hablar con usted. Ribas se disculpó ante sus amigos y se retiró unos pasos para hablar con aquel hombre. Tras unos minutos el hombre de la gabardina se marchó. Ribas se dio la vuelta para volver a reunirse con Taída y el profesor Medina. En ese momento notó como alguien detrás de él le rodeaba la cabeza con las * Ocurrió en la novela El secreto de la Misericordia
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manos, tapándole los ojos. —Aun no me has dicho nada —dijo una voz de mujer, que Ribas reconoció inmediatamente—. Y eso que he aguantado todo tu discurso. —¡Laura! —exclamó Ribas Laura Ribas quitó las manos de delante de los ojos de su hermano. Mientras éste se giraba hacia ella. —Casi me duermo —dijo bromeando—, ¿por qué siempre hacéis estas conferencias tan aburridas? **** La luna brillaba en el cielo de aquella magnifica noche en Peñíscola. Ribas había insistido para que Andrés les acompañara a cenar. Estaban ellos dos y Laura, también les acompañaba el profesor Gonzalo Medina. Habían cenado estupendamente, en la terraza de un restaurante, colocado en los bajos de un edificio de apartamentos; uno de los muchos que había en el Paseo Marítimo. —Bueno —dijo Ribas tras el café—, tengo que irme. He quedado con una persona. Nos vemos luego —comentó, dirigiéndose a Laura y Andrés—. Profesor —dijo, dándole la mano—, le llamaré mañana; para concretar el tema sobre el que hemos hablado esta mañana, antes de la presentación. —Por supuesto, no hay ninguna prisa —respondió éste—. Tómate tu tiempo, piénsalo bien y ya me darás una respuesta. Andrés y Laura se miraron, sin saber de que estaban hablando. -19-
Los tres vieron como Jaime Ribas se alejaba por el paseo en dirección al Castillo de Peñíscola. —Yo también debería irme —dijo Medina—. Buenas noches. Tal vez nos veamos mañana. Andrés y Laura se despidieron de él. Luego, ambos comenzaron a pasear por el paseo. **** Se encontraba agachado, buscando en los bolsillos de aquella vieja gabardina, cuando oyó un grito detrás de él. —¡Alto! ¡No se mueva! El grito resonó entre las murallas de aquel castillo situado en lo alto de una roca sobre el mar. Se giró y vio a dos policías, que le apuntaban con sus armas. Los policías habían acudido a la llamada de un vecino, que había oído unos gritos y lo que parecía el ruido de dos disparos. Efectivamente, había habido dos disparos, en el suelo yacía un cuerpo sin vida, a los pies de quien, minutos antes, hurgaba en los bolsillos de la gabardina de la víctima. No acertó a decir palabra, mientras los policías lo esposaban. Lo introdujeron en el coche patrulla y se fueron; llevándose detenido, como presunto autor del asesinato, a Jaime Ribas. Los policías acordonaron la zona. La víctima era un hombre de unos setenta años, con una abundante barba canosa, llevaba una gabardina gris muy desgastada. Todo apuntaba a que se trataba de un vagabundo. -20-
La policía científica peinaba los alrededores del castillo en busca de pruebas. Mientras, el forense examinaba el cadáver, tenía dos orificios de bala. Habían descartado el robo, pues el tipo que yacía muerto, tenía todo el aspecto de ser un vagabundo, además la víctima olía a alcohol. Continuó inspeccionando el cadáver con la mirada, entonces vio algo extraño para ser un vagabundo. Decididamente, el móvil del crimen no podía ser el robo, pues llevaba un gran anillo en el dedo. Se agachó y miró con detenimiento, vio en el anillo la imagen de un pescador, San Pedro, echando la red. Era el anillo de un Papa, el llamado Anillo del Pescador. No podía tratarse del Pontífice, no tenía ningún rasgo en común con el Papa; además, éste se encontraba en el Vaticano y, supuestamente, el anillo Papal estaba en su posesión. Si el anillo hubiera sido robado todo el planeta se hubiera enterado de la noticia. Así que, seguramente, se trataría de una magnifica imitación.
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En una conferencia sobre Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna, Jaime Ribas afirma que el Códice Imperial, el cual sólo podía ser leído por los sucesores a la Silla de San Pe dro, existió realmente y que estuvo en poder de este emblemático Pontífice. Horas más tarde, Ribas es detenido en Peñíscola, acusado de asesinato; extrañamente, la víctima lleva en su dedo un anillo Papal. Andrés Taída, amigo de Ribas, intentará demostrar la inocencia de éste, para ello contará sólo con la ayuda de un cuaderno que le facilita Laura, la hermana de su amigo. Pronto le pedirán ayuda al profesor Gonzalo Medina, experto en la historia del Papa Luna. Todo parece complicarse aún más cuando el anillo desaparece de las dependencias policiales y el Vaticano envía a Federico Guzmán para recuperarlo.
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Francisco Javier Garrit Hernández nació en Ulldecona (Tarragona) el 23 de agosto de 1979. Desde hace varios años reside junto a su esposa en Vinaròs (Castellón). Es autor de “La máscara de Venecia”, “La Brújula” y “El secreto de la Misericordia”, todas ellas novelas de intriga y acción. En el año 2012 se estrena como ilustrador con el cuento infantil “Buby, el conejo”, con textos de Melina Jaureguizahar. Con Ediciones JavIsa23 publicó “El secreto de la Misericordia”, en la que aparecía por primera vez Andrés Taída, protagonista también de esta novela.
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El anillo perdido del Papa Luna Una apasionante novela de intriga que, con el estilo característico del autor, entremezcla la ficción actual y varios hechos históricos con algunas leyendas sobre el Papa Luna; en un suspense que atrapará al lector hasta el final. En una conferencia sobre Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna, Jaime Ribas afirma que el Códice Imperial, el cual sólo podía ser leído por los sucesores a la Silla de San Pedro, existió realmente y que estuvo en poder de este emblemático Pontífice. Horas más tarde, Ribas es detenido en Peñíscola, acusado de asesinato; extrañamente, la víctima lleva en su dedo un anillo Papal. Andrés Taída, amigo de Ribas, intentará demostrar la inocencia de éste, para ello contará sólo con la ayuda de un cuaderno que le facilita Laura, la hermana de su amigo. Pronto le pedirán ayuda al profesor Gonzalo Medina, experto en la historia del Papa Luna. Todo parece complicarse aún más cuando el anillo desaparece de las dependencias policiales y el Vaticano envía a Federico Guzmán para recuperarlo.
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