Zona23 (fragmento)

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IRENE CASTELOS CORTIZAS

Ediciones JavIsa23


Irene Castelos Cortizas (Vigo, 1994) descubrió en la escritura su pasión a muy temprana edad. Desde los ocho años desarrolló sus historias, pero no fue hasta los trece cuando consiguió terminar su primera novela “Pesadillas al anochecer” publicada en marzo del 2009. Continuó ganando premios de relatos hasta publicar “Almas Opuestas”, escrito junto a la escritora Cristina Prieto, en noviembre del 2011. “Respira”, su tercera novela, se publicó en octubre del 2012; por lo que “Zona 23” publicada por Ediciones JavIsa23 se convierte en su cuarta novela en el mercado, en 2013. Además, estudia idiomas, sobre todo francés y sueco; adora el teatro y ha participado en algunos cortos.

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ZONA 23

Ediciones JavIsa23


Título: Zona 23 © del texto: Irene Castelos Cortizas www.irenecastelos.blogspot.com © de la portada: Kaze-Pon www.kaze-pon.deviantart.com © de esta edición: Ediciones JavIsa23 www.edicionesjavisa23.com E-mail. info@edicionesjavisa23.com Tel. 964454451 Maquetación: Javier Garrit Hernández Primera edición: abril de 2013 ISBN: 978-84-940915-5-1 Depósito Legal: CS 101-2013 Printed in Spain - Impreso en España Imprime: Publidisa www.publidisa.com Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, libros, Internet, radio y/o televisión, siempre que se haga constar su procedencia y autor.


Irene Castelos Cortizas

ZONA 23



A ĂŠl. A sus ojos azules, a su forma de mirar. A su luz, que ilumina un mundo nuevo y mĂĄs simple, donde puedo empezar por fin a vivir...



Los ordenadores facilitan hacer un mont贸n de cosas, la mayor铆a de las cuales no necesitan ser hechas. Andy Rooney



Prólogo Zarmak […] No tengo tiempo para mirar atrás. Las luces de una de las grandes ciudades de Zarmak parecen ya un foco lejano; quizás empiezo a desvariar, no me parece posible que haya conseguido huir. Las patrullas de reconocimiento rastrean el lugar, puedo escuchar sus groseros comentarios desde mi escondite, pero no me atrevo a salir. Me ha costado demasiado llegar hasta aquí. El límite que marca el final de la zona 2 está cerca. En cuanto consiga atravesarlo declararán mi cuerpo en zona nula y ya no podrán hacer nada. Me llevo los brazos al abultado vientre. Me duele todo el cuerpo y no creo que pueda seguir caminando. Al menos puedo dormir tranquila sabiendo que no podrán encontrarme. Los aullidos de los rastreadores, sabuesos modificados genéticamente, suenan demasiado cerca. No creo que pueda pegar ojo, pero tengo que intentarlo. Por el bien de los dos. El sol se esconde poco a poco, provocando largas sombras de las torres de la zona 1, que se prolongan hasta el infinito, llegando a cruzar la frontera que tanto ansío atravesar. Las luces de la zona 2 se apagan todas a una. Los habitan-9-


tes de Zarmak comienzan con su sueño reparador. Poco a poco, la vida artificial de ambas zonas desaparece. La oscuridad me envuelve y las sirenas de las patrullas se alejan poco a poco. Me quedo sola… O quizás no tanto. Unas pataditas en mi vientre me anuncian que está bien. Que puedo dormir tranquila. Y así lo hago. Las preocupaciones me abandonan. Ojalá pueda aguantar solo unos días más […]

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Primera parte

Un nuevo mundo La cosa mรกs maravillosa que podemos experimentar es el misterio, fuente del verdadero arte y la verdadera ciencia Albert Einstein



1 Soñar Me despierto empapada en sudor. Las pesadillas me han acompañado esta noche y no puedo evitar sobresaltarme al contemplar la oscuridad que me rodea. A pesar de mi corta edad, he vivido lo suficiente como para poder echar de menos algo tan imprescindible como la luz del sol; y es que… con el transcurso del tiempo ya nada es lo mismo. El año tres mil cincuenta y uno llegó repleto de nuevas esperanzas, aunque me temo que solo para mí. La cápsula del tiempo que me había mantenido con vida durante los últimos mil años se abrió, liberándome por fin. No recuerdo mi nombre. Tal vez sea una de las secuelas de ser el sujeto del experimento más importante del año dos mil cincuenta y uno. Las últimas palabras de los hombres que se encargaron del «Proyecto Salvación» todavía resuenan en mi cabeza. Pero ya todo es falso, esos hombres ahora yacen sepultados en algún lugar de las 2 zonas. Yo era la esperanza. Ahora supongo que solo soy un conejillo de indias, una estúpida que se atrevió a desafiar al destino. -13-


Me escogieron a mí entre millones de mujeres para participar en el proyecto que según ellos, cambiaría el futuro. Un proyecto difícil que consistía en arriesgar una vida humana… La mía. Todavía no sé que les llevó a hacerlo, cómo fueron capaces de predecir lo que ocurriría o qué criterios utilizaron para escogerme a mí. Supongo que el orgullo me obligó a aceptar; nunca me he arrepentido tanto de una decisión. Hubo cambios de última hora en el proyecto y las cosas no salieron como esperábamos. Permanecí en coma durante ocho meses. El año dos mil cincuenta y uno era el elegido, y yo, con mis diecinueve años de edad, el sujeto. Pero el principio del año trajo consigo cambios en la sociedad. Mientras los investigadores paralizaban el proyecto momentáneamente, el mundo se sumió en un caos total. Las guerras eran comunes y los ciudadanos comenzaron batallas entre ellos sin ningún motivo aparente. Cayeron los gobiernos y las monarquías, y sin ningún tipo de control el continente denominado «Europa» cayó en la depresión. Las ciudades quedaron completamente arrasadas y los lamentos de sus habitantes moribundos dieron la voz de alarma. Fue entonces cuando cuatro hombres con mentes superiores, los Precursores, tomaron las riendas del planeta. Llevaban años trabajando en ello; con o sin el consentimiento de los mayores representantes de cada país, eso nadie puede saberlo. No dudaron ni un instante, y al ver el camino despejado no encontraron mejor momento para poner en práctica sus habilidades científicas. -14-


Pronto, toda Europa cayó en sus manos y en cuestión de meses el mundo entero era suyo. Así fue como todo volvió a nacer. Después de que los Precursores llevasen a cabo las reformas, observamos las mejoras que nos ofrecía el nuevo mundo, diferente, perfecto, eficaz… pero sobretodo artificial. Ni siquiera conseguíamos reconocer el paisaje. Las ciudades más importantes fueron reconstruidas, las fábricas volvieron a funcionar y restablecieron el orden que tanto necesitábamos. Como medida para evitar nuevas disputas consiguieron unir todos los continentes en el primitivo estado de Pangea, estableciendo las mismas leyes estrictas para todos, coordinando el desarrollo del mundo y garantizando nuestra seguridad. Nunca hubiésemos podido imaginar que aquello sería nuestra maldita perdición. Dividieron el territorio en 2 zonas iguales, repartiendo las riquezas, construyendo edificaciones nuevas y modernas sin olvidar las antiguas, que quedarían en pie como parte de la historia. Establecieron su residencia en la zona 1, situada al este. Y al nuevo y reformado continente, lo denominaron Zarmak. Pero surgió un problema. Ciertos ciudadanos se negaban a aceptar las nuevas leyes, y comenzaron revueltas dispuestos a encontrar un lugar que escapase del control de los Precursores. Se trataban de los primeros rebeldes; la Resistencia. Ese lugar existía, los Precursores lo denominaron Zona Nula y allí prohibieron la vida; pero los oprimidos ciudadanos no estaban dispuestos a darse por vencidos. Así surgie-15-


ron las patrullas de reconocimiento, dispuestos a encontrar a todos los insurgentes. De ellos poco se supo. La información estaba estrictamente controlada y después de varios meses ya nadie se preguntaba que había sido de aquellos locos, o mejor dicho, de aquellos valientes. Los Precursores finalizaron su idea de perfección construyendo un enorme canal con agua de mar para marcar la frontera entre ambas zonas. Un nuevo sol artificial y eterno, reemplazaría a nuestro antiguo astro rey. Era una sociedad casi perfecta. Cuando llegó la calma, el «Proyecto Salvación» siguió adelante, esta vez con la mayor discreción posible. Había algo que los investigadores pretendían ocultar a los cuatro sabios que tomaron el poder. Llegamos a los antiguos edificios de investigación de los Precursores el diecisiete de diciembre del dos mil cincuenta y uno, un mes después de que consiguiese despertar del coma. Nadie se percató de nuestra entrada, por lo que la violencia no fue necesaria. Allí ocultaban la cápsula del tiempo. Pronto dormiría durante mil años. Pero no estaría sola. No tenía constancia del porqué de la misión, ni siquiera sabía en qué me estaba metiendo cuando acepté. Pero las normas quedaban claras, ya no había vuelta atrás… La última fase del proyecto se trataba de una fecundación in vitro. Crearon dos cápsulas. Yo tendría que introducirme en -16-


aquella que permitía que el cigoto se desenvolviese sin problemas, crecería a un ritmo millones de veces más lento que el normal, debido al efecto de la cápsula. Acepté. Y fue en aquel momento cuando comprendí que mi vida no valía nada. No sabía lo que me encontraría en el futuro, pero estaba segura de que me enviarían directamente a la muerte. Las últimas órdenes que recibí por parte de aquellos hombres, de los que nunca llegué a saber sus nombres, fueron: «Mantente a salvo. No dejes que te cojan. Abandona la zona 1. Si consigues llegar a la Zona Nula, todo nuestro esfuerzo no habrá sido en vano… Y lo más importante, protege al bebé». La cápsula se cerró tras ello, y los mil años transcurrieron lentamente, provocando cambios en aquella sociedad casi perfecta. Para bien… o para mal. Me buscan. Sé que saben en qué zona me encuentro y vivo con la incertidumbre de no saber si podré llegar a cruzar la frontera algún día. Han pasado ya dos meses desde que la cápsula se abrió y no sé cuanto tiempo podré aguantar antes de que nazca el bebé. Lo más seguro es que no podrá sobrevivir si no es en Zona Nula… Intento apartar esos pensamientos mientras me incorporo. Conozco el lugar. Durante las últimas horas que pasé en el año dos mil cincuenta y uno, las únicas imágenes que ofrecía la televisión -17-


eran planos detallados de ambas zonas, que poco a poco comenzaban a evolucionar. Me fijé en la zona 2, el último de los territorios. Los restos de una hermosa ciudad llamada «Roma» se hallaban allí. «El Coliseo». Sí, así se llama este lugar, todavía puedo recordarlo. Consigo levantarme tras varios intentos. Tengo las piernas entumecidas y el aire fresco de la mañana me hace tiritar. La luz del sol todavía no se ha encendido, por lo que deduzco que aún es demasiado temprano. Recojo mis pertenencias, una pequeña mochila con provisiones y medicamentos y una manta negra, perfecta para pasar desapercibida en la oscuridad de la noche. Hecho un último vistazo al lugar… Las piedras se conservan intactas. El paso del tiempo no ha podido hacer estragos en los restos de aquella antigua civilización. Es hora de que abandone «El Coliseo», será mejor que lo haga antes de que las patrullas de reconocimiento y los rastreadores regresen. Comienzo a caminar lo más rápido que puedo. La quietud del lugar no me sorprende, todos aquellos perfectos seres se acuestan y se levantan exactamente a la misma hora; movidos por el gran reloj situado en la frontera con la zona 1 y la zona 2, en una pequeña isla dentro del canal. El pavimento asfaltado se termina de pronto, transformándose en una capa de arena que choca contra mi piel movida por el viento. Mis pies se hunden irremediablemente; a causa del bebé mi peso ha aumentado y no consigo -18-


estabilizarme a tiempo. Freno mi caída con las manos intentando que mi vientre no entre en contacto con la cálida y rugosa arena de la zona 2. El mensaje había quedado lo suficientemente claro: «Protege al bebé». Y eso sería lo que iba a hacer, aunque lo siguiente fuese la muerte. Prosigo con mi camino, esta vez con más cuidado, permitiendo que mis pies se hundan ligeramente en la arena. Tengo la certeza de que la frontera que me llevará a la Zona Nula no está lejos, pero el corto tramo que me queda por recorrer para salir de aquel desierto se hace eterno. Hace dos días que no he ingerido nada sólido y las horas que he pasado durmiendo parecen pocas para curar el cansancio acumulado en mis articulaciones durante la última semana de huida. Soy una fugitiva y represento un peligro para la sociedad actual. Nunca podría encajar en un lugar como este; y es que la sociedad que conocía ha desaparecido por completo. Pude ver a varios de los habitantes en la parte central de la zona 1 durante las semanas que necesité para llegar a la siguiente zona. Sin duda, fue el tramo más fácil de atravesar. Los controles eran mínimos y no había demasiados habitantes. El frío era extremo, pero a pesar de todo, sería uno de los lugares que escogería si tuviese que ocultarme. Pero el miedo que sentí al verlos… esa sensación que me acompaña y que no hace más que crecer a medida que avanzo. -19-


Sus rostros perfectos, simétricos; con su tez pura, limpia de cualquier imperfección y sus cabellos impresionantes… todavía puedo recordar con total claridad cada una de las facciones de los seres que encontré en mi camino. A estas alturas no puedo afirmar que sean humanos, aunque sé que en algún tiempo sí lo fueron. Lo que más recuerdo son aquellos ojos grandes, sin iris… completamente negros e inexpresivos. Eso es lo que la ciencia le ha hecho del ser humano. Cuando atravesé el canal de agua que separaba las zonas, no volví a encontrarme con ninguno de aquellos seres. Había tomado medidas para que así fuese. No volvería a sentir aquel miedo descontrolado, otra vez no. Puedo ver una franja anaranjada que cruza el cielo fugazmente. Esa es la señal, el sol artificial saldrá en cuestión de minutos. Giro a mi alrededor en busca de un lugar en el que ocultarme para proseguir el camino evitando ser vista por los rastreadores y las patrullas de reconocimiento; pero estoy en un lugar abierto. Esto parece un desierto que se prolonga hasta el infinito, menguando mi esperanza. Desde el primer momento supe que no sería fácil llegar a la Zona Nula, pero en el reportaje sobre el nuevo mundo no recordaba haber visto ningún tipo de desierto en la zona 2. Los lugares cálidos se encontraban en el este y noroeste de la zona 1. Quizás, aquella perfección que intentaban alcanzar no había resultado del modo en el que esperaban. -20-


Me aferro a esa esperanza para continuar caminando, siempre al mismo ritmo; hasta que, los primeros rayos del sol artificial comienzan a asomar en el horizonte. No hay nubes, ya no; por lo que puedo apreciar con claridad la increíble perfección del astro. La visión directa no daña los ojos como lo hacía el anterior. No tiene defectos… al igual que todos ellos… Noto como una cálida lágrima se escapa sin que pueda evitarlo. Ya no tengo ningún escondite. No tengo otra opción, tengo que darme prisa si quiero encontrar algún lugar en el que poder ocultarme de miradas indiscretas. Un solo vistazo a mis ojos y estaría perdida. Solo se me ocurre rezar para que el desierto desaparezca, lo que me lleva a preguntarme si en aquella civilización persistiría la creencia en algún tipo de Dios. Me digo que no, sabiendo que probablemente es la respuesta correcta. Si tuviesen que adorar a alguien, sería a esos cuatro hombres que destrozaron el planeta Tierra. Si es que no lo hacían ya. Tengo miedo, pero no puedo permitir que eso me detenga. Cubro mi cabeza y parte de mi rostro con la manta negra, lo que me hace comenzar a sudar. Pero es mejor así. Los sonidos de las sirenas comienzan a resonar en mi cabeza. A estas alturas no puedo percibir con precisión si el sonido es real o simplemente un recuerdo aislado en mi memoria que sale a la luz por el cansancio y el hambre. Confío en que sea eso último. La arena se vuelve cada vez más sólida y resistente. Mi -21-


cuerpo ya no se hunde. Suspiro esperanzada. El desierto está llegando a su fin y deduzco que el asfalto bajo la arena pronto será evidente. De mis labios agrietados y curtidos comienzan a surgir gemidos de extenuación. No puedo seguir caminando. A pesar de la lentitud con la que he comenzado a caminar, el dolor en mis extremidades ya se hace insoportable. Los ladridos de los rastreadores se acercan. Esta vez estoy completamente segura, no han sido imaginaciones mías. Consigo imaginármelos, haciendo que un profundo dolor atraviese mi pecho. Aquellos animales fieles considerados «los mejores amigos del hombre», habían desaparecido tras aquella fachada desastrosa modificada genéticamente. Sus seis ojos negros no conseguían eclipsar aquellas fuertes mandíbulas protectoras de los increíblemente afilados dientes que poseían. Su piel violácea desprendía un brillo fantasmal en la oscuridad, ayudando a las patrullas de reconocimiento durante la noche. Todavía siento punzadas de dolor en el tobillo derecho, allí sobre donde se cerró la mandíbula de uno de ellos. La parte este de la zona 2, sin duda, fue el territorio más difícil de atravesar. El calor y la herida que aquel ser había provocado me hizo casi imposible seguir adelante. Pero, afortunadamente, había tomado la precaución de guardar agua del canal por lo que pude desinfectarla. Cuando llegue al final de la zona 2 me encontraré con el río que la separa de la Zona Nula. El agua dulce calmará esta sensación de abrasante calor y agotamiento. -22-


—¡Está cerca! ¡Los rastreadores han conseguido localizarla! ¡Adelante! Los gritos de las patrullas llegan hasta mí en forma de eco. Sus vehículos producen un ruido ensordecedor y una vibración en el suelo que consigue hacerme tambalear. Pero esta vez sí consigo estabilizarme justo a tiempo para dejar atrás la arena del desierto. Me digo a mí misma que tengo que huir y automáticamente mi velocidad aumenta. Pero ya no puedo engañarme, lo sé, lo entiendo y aunque no quiero perder la esperanza ya no me permito continuar con aquella farsa. Conseguirían atraparme de todas formas. Están demasiado cerca. Si fracaso, no opondré resistencia. Esquivo los obstáculos como puedo y avanzo sin mirar atrás. He llegado a una nueva ciudad y los vehículos estacionados en el asfalto me sirven de escondite. Escucho los rugidos de los rastreadores a pesar de tener las manos sobre los oídos. Ahora solo pienso en huir. Las calles son amplias para permitir el paso de uno o más vehículos, por lo que me expondría a las patrullas si decidiese cambiar de calle. Me dispongo a caminar pegada a los edificios blancos y perfectos que parecen no tener fin. Podría subir a alguno de aquellos vehículos, pero no tendría el tiempo suficiente para aprender a manejarlos con precisión. Los observé poco después de despertar en Zarmak. Son todos del mismo color, completamente negros, exactamente iguales. Sin matrículas, sin llaves ni alarmas… En el nuevo mundo no existen los robos. -23-


Las calles forman cruces entrelazadas y los callejones sin salida han desaparecido, por lo que, de momento, no me preocupa la dirección a seguir. Casi todas las calles llevan a la plaza central. Una maraña de rutas que podrían transformarse en una trampa mortal en el momento en el que tu sentido de la orientación fallase, llevándote a recorrer el mismo trayecto durante horas… Siempre en círculos. Pero ahora no me preocupo. Todas las ciudades parecen estar construidas del mismo modo y una vez que consigues atravesar una no debes tener miedo. Al menos es eso lo que intento pensar. Sé que sin mi memoria fotográfica hubiese caído hace ya mucho tiempo. Unas nuevas patadas en mi vientre me hacen detenerme unos instantes a pensar y a respirar hondo. Por un momento me imagino que la Zona Nula no está lejos, que las patrullas de reconocimiento y los rastreadores han desaparecido en busca de algún otro objetivo, que aquellos profundos ojos negros no eran sino el reflejo de la destrucción que algún día desaparecerá por completo… Soñar está bien. Por eso me relajo, y sueño que sonrío… con mi hijo en brazos.

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2 Ha llegado —No se sabe nada del sujeto, pero están redactando un informe sobre su apariencia física. Han encontrado algo de sangre, suponemos que de alguna herida que seguramente no ha cicatrizado del todo… —Confío en que no la perdáis de vista. La voz autoritaria del jefe de la patrulla hizo que el hombre se estremeciese de la cabeza a los pies. Igual que yo. Antes de ocultarme me pareció distinguir los uniformes rojos de los hombres que me buscan, por eso sé que son de la zona 2. En la zona 1 utilizan un tono entre azul y violáceo que, al ser tocado por la luz del atardecer, se transforma y a la vista resulta como si hubiese estallado en llamas. Mi escondite no va a durar por mucho tiempo. Si permanecen donde están ahora no tardarán en descubrirme. Esta vez procuro darle utilidad a los objetos que todavía tengo conmigo. La manta sirve para hacerme permanecer oculta, debajo de uno de los vehículos situado en una de las calles menos transitadas. Aunque, si alguien encendiese el vehículo, probablemente moriría abrasada por la cantidad de vapor de agua ardiente que desprenden al pulsar el botón de arranque. -25-


Noto como mi corazón golpea fuerte y dolorosamente contra mi pecho. No quiero salir, no hasta que los rastreadores se alejen. —¡La hemos encontrado! Los gritos cercanos de varios miembros de la patrulla de reconocimiento resuenan en toda la calle, haciéndome estremecer mientras la manta comienza a desprenderse lentamente. Me han descubierto. Cierro los ojos y aprieto los dientes esperando un estallido de dolor. Pero el golpe no llega. Comienzo a preocuparme, quizás pretenden hacerme sufrir antes de soltar los rastreadores. Respiro hondo y abro los ojos lentamente temiendo lo peor. Pero pronto descubro que no tengo nada de lo que preocuparme, o al menos, no de momento. Las patrullas se desplazan lentamente todas a una en la dirección señalada por los dos hombres. Intento sonreír, pero mis curtidos labios no me permiten hacerlo. A pesar de todo consigo reunir las fuerzas suficientes para desatar la manta y escurrirme debajo del vehículo. —Oh… El grito ahogado que resuena a mis espaldas me hace caer de bruces contra el suelo, en un intento de levantarme del todo. Me muerdo la lengua cuando la parte izquierda de mi rostro impacta contra el asfalto, entumeciéndolo casi al instante. Pero pronto comprendo que ese es el menor de mis problemas. Estaba equivocada, me habían encontrado; era solo una -26-


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Artwork by Kaze-pOn www.kaze-pon.deviantart.com

Z O NA 23

IRENE CASTELOS CORTIZAS

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Tras devastadoras guerras el mundo se ha convertido en un lugar sin ley. Como muchos imaginaban, el propio ser humano lo ha destruido todo. En pleno caos, cuatro hombres, los Precursores, se hacen con el control total del planeta con un objetivo: mejorar la raza. Desde el año 2051 comprenden que toda la humanidad está en peligro. Necesitan acabar con los Precursores, pero son demasiado fuertes. La solución se presenta gracias al “Proyecto Salvación”, que pretende utilizar una cápsula del tiempo para enviar a una chica al futuro, mil años más tarde, como única esperanza para el nuevo mundo. Cuando la cápsula del tiempo se abre, los humanos ya no existen. Aunque los cuerpos son los mismos, se han convertido en seres autómatas y sin sentimientos al servicio de los Precursores. Pero pronto descubrirá que no está sola, y que la única solución es luchar para recuperar lo que siempre les ha pertenecido. ISBN 978-84-940915-5-1

9 788494 091551


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