Sujeto de prueba

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Alfredo Balanescu

θ Epiceno


Sujeto de prueba Alfredo Balanescu Epiceno. Domicilio cambiante. Redacción y edición realizada entre Martin Luther 104, Berlín, Adolfo Prieto 420 y Universidad 1900, CDMX Impreso en la Ciudad de México, 2018


SUJETO DE PRUEBA Alfredo Balanescu


POSTULADOS DE LA CULTURA DEL MIEDO


“He vuelto a donde empecé. ¿Gané o perdí?” Octavio Paz Yeah, I like reading his writing, and I really enjoy listening to his music: he helps me continue hating human kind’s failures.

(página 20) «Cute Ass Algorithm suena ahora en una estación griega por internet que encontré por casualidad. La única que me sorprende es la suerte y por eso confío solo en ella, más que en cualquier habilidad social o intelectual. Toma, lee esto y quita esa música. La mayor parte de este texto es un conjunto de palabras modificadas escritas por otros, donde –como en el azar– encuentro un poco de luz». (página 1) «Los libros redactados a partir de eventos fortuitos están condenados a reproducirse, si bien les va, en un tiraje de unos pocos cientos de ejemplares y en la obligada versión digital. Los impresos de tiraje artesanal, apenas llegados a la casa del nuevo dueño, están destinados a permanecer en las repisas de un mueble donde los libros únicamente existen como adorno, al lado de una enciclopedia Salvat, o como separadores entre las páginas de un Larousse Ilustrado. Tales libros suelen haber pasado por una edición exhaustiva que eliminó minuciosamente lo innecesario. Estos textos, gracias a su delgadez, no son considerados libros siquiera». (página 15) «No tenía ninguna otra opción más que escribir sobre una mesa pequeña cerca de la ventana, en una habitación reducida y fría, a veces húmeda. El piso de granito vibra con un frío de morgue que llena toda la casa. Para desengarrotarse, hace algunas flexiones, respira profundo, exhala largamente el tabaco de la noche anterior, se echa agua en la cara reseca… y se lanza a escribir un par de líneas concisas antes de entumecerse de nuevo. El frío no importa porque ella se propuso hacer algo en la vida. Lo que sea. Decidió escribir y dar voz a todo lo que puede pensar, como ensoñar y transcribir pulsos divinos, al modo de los poetas verdaderos».

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The mind is calling you, spread your voice over the mirrors.

Desde la adolescencia, su mayor fuente de placer, además de ir al cine e ir a visitar a su abuela, ha sido pasar un par de horas casi diario en las librerías leyendo las primeras páginas de libros elegidos sin ver los títulos. Siempre sin comprar nada. Él bien sabe que los vendedores desprecian a los clientes indecisos y mirones. La mirada furtiva pero insistente de los empleados al fin lo distrajo de su lectura errática de fragmentos. Llegó el momento de salir de la librería para calentarse con el sol otoñal que daba en la acera opuesta (cuidado al cruzar: los ciclistas se sienten con el derecho a pasar sobre ti). Decidió salir del lugar como hacen los personajes que se presentan narrativamente muy despacio. Abrió la puerta de entrada. Sacó un pie: el sol apenas superaba la temperatura del café tibio que traía desde hace algo más de una hora en la mano. ¿Es argentino el autor que describe las puertas como desembocaduras hacia una red indescifrable de posibilidades y consecuencias aterradoras? Siempre causa recelo pulsar cuerdas que no sabes hasta dónde llegan ni a qué personas enlazan. Antes de salir, le dijo al vigilante: “¿Cómo quieren que compre un libro sin antes leerlo, al menos en parte? No venden sartenes”. Echó a andar calle abajo, lejos de la avaricia de los libreros y del exceso de novelas contemporáneas. Sobre todo, lejos de las que van precedidas de grandes campañas publicitarias y que expiden un tufo como de agua estancada. Pero, de eso se trata el éxito. Puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad.

¿Qué se debe hacer para ser uno de esos protagonistas de la industria editorial? ¿Siempre es necesario complacer la subjetividad del gusto comercial? El azote de esta y otras preguntas sin respuesta razonable se 2


puede evitar con dedicarse a la experimentación. Funciona bien como estrategia cuando no se sabe bien qué ni cómo escribir. Recortar, pegar, borrar, alterar, aligerar… Bajó por la calle menos transitada para poder dialogar consigo en voz alta sin tener que molestarse en evadir demasiadas miradas curiosas. Iba por la pendiente resintiendo el aire frío que le cortaba la nariz. Unas calles más abajo está la plaza donde suele apostarse un mercadillo de escritores que se autopublican con mucho oficio, originalidad y bajo presupuesto. La gran dimensión de las novelas actuales y la publicidad no son garantía de calidad; las publicaciones rebeldes no son sinónimo de marginalidad sin ingenio. Fanzines, comics, folios con trazos incoherentes, textos rabiosos anticapitalismo, contra la oligarquía, el gobierno de los ricos y el concepto de la sexualidad y género binarios. El primer cuadernillo fotocopiado que ojeó trataba sobre la recuperación de unos cuantos palimpsestos escritos por dos hermafroditas que huyeron de su planeta donde está prohibida la manipulación: estos dos amantes son buscados por haber visitado Algorithm Valley. Fueron ahí para conocer el placer de recibir indicaciones sobre qué pensar, sentir y hacer. La fanzinerista, autora de los palimpsestos alienígenas, había urdido en otro librillo la historia de un joven que, en su recién empezada vida de trabajos se endeudó y decidió emigrar a Honduras. Ahí lo encarcelaron. Se ganó la vida contando cuentos a los otros reclusos. Luego de su primera y exitosa muerte en uno de sus relatos, fue puesto en libertad. Recuperó su ropa, el llavero que había robado a su madre, su billetera y, lleno de buenos propósitos, se fue a respirar feliz el aire de los campos. Pasó varias noches durmiendo a la intemperie, desnudo, hasta que despertó convertido, inexplicablemente, en una linda historia de Navidad, publicada en un panfleto religioso con título “Los regalos perfectos”. 3


Todo el mundo lo leyó, ganó fama y mucho dinero que despilfarró en poco tiempo. Pasó el resto de sus días en Mondo Gordo, una villa cerca del mar. Dejó en el cestito de la cooperación voluntaria de esa chica con imaginación retorcida las pocas monedas sobrantes del café de la mañana. Después de dar un breve paseo por el mercadillo, encontró un lugar libre en el extremo de una mesa larga ocupada por varios chavos alternativos (tres de ellos tenían cara de okupas: uno era un osote barbón y malencarado, el otro tenía unos lindos ojos brujos y la mujer era una darketa flaca, pálida y alcohólica). Les insinuó con un gesto vago y una mirada equívoca si podría mostrar ahí sus fanzines de hojas mal engrapadas. Respondieron condescendientemente encogiendo los hombros y desviando la mirada para saludar a unos amigos que llegaban. Sin más por aclarar, ocupó su breve imperio de bazar y lo tapizó con las anécdotas de sus recientes charlas con la máquina. “Y usted, ¿ha alcanzado la salvación?”, fue la primera pregunta que la máquina le hizo en su primer mensaje. Hace más o menos dos años, contactó a la máquina para conversar sobre literaturas electrónicas. Esa primera vez que charlaron, la máquina le propuso que eligiera una serie de imágenes para someterlas a la interpretación de un algoritmo diseñado para generar textos aleatorios. “Es la única condición que te pongo para mantener el contacto. ¿Acepas?” Salió de inmediato a uno de esos puestos blancos, feos y viejos que todavía venden periódicos impresos. Compró una revista en cuya imagen de portada aparece un marinero tumbado bocarriba, en la playa, con el retrato de un chico fino y guapo entre las manos. De regreso en casa, hizo una foto de la imagen y la cargó en la interfaz. Después de casi tres minutos, el código formuló el siguiente texto poético: «Un hombre. La cara, desligada del cuerpo, posee solo un fragmento del tiempo. Es un grabado del animal que no esperó a ser descubierto». 4 5


La amnesia es no saber quién eres y querer saberlo con desesperación. La euforia es no saber quién eres, pero no darle importancia. El éxtasis es saber quién eres y que te importe un comino.

Modificó un poco la redacción para disminuir el gusto quebradizo del texto y se lo envió a la máquina como respuesta. En la posdata escribió: «Es obvio que el código es lo importante; el modo en que parece emular y desarticular un mensaje es lo relevante; la imagen y el texto quedan en segundo plano, por eso el resultado necesita un poco de edición». Para probar qué más podía hacer el algoritmo poeta, trazó unas líneas quebradas y angulosas que embonaban sin tocarse, de lo cual resultó: «Un papel y un artista hablan sobre la defensa de los muertos que lograron tomar posesión de algunas palabras y del sentido de su propia imagen». Pidió al algoritmo poeta otra interpretación de los mismos trazos. De nuevo, luego de tres minutos, le contó la historia de un hombre que descendía a través de un laberinto hasta la palabra sótano, donde permaneció por dos días. Vio los ríos y las laderas que serían entregados a un poeta, quien confeccionaría un vestido al prostituto que lo modelará durante su linchamiento público. Las personas que intenten encontrar un tema conductor en su narrativa serán perseguidas y juzgadas; quienes intenten encontrar una moraleja en ella serán excluidos; las personas que intenten encontrar un plan narrativo serán fusiladas.

Los anarko-okupas vendían mucho gracias a su facilidad de palabra. Pero a ella, qué alivio le traería poder explicar sus conversaciones con la máquina a la gente loca que siente algo de interés por sus hojas maquetadas en el procesador de palabras. En su negro mar de arrogancia e inseguridad brilla una entumecida discapacidad social.

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Ay, a esta pobre alma le vendría mejor ser un supernova y desaparecer sin tener que matarse, comprimirse hasta reventar, llegar al ¡paf!, a ser capaz de esfumarse para evitar las explicaciones. Un golpe de viento helado se llevó de repente dos fanzines. Una hoja se estampó de lleno en la cara de una señora y las otras se reunieron con algunos platos desechables sucios con restos de comida. Salvó los otros de un manotazo. Oye, ¿dónde hay un bar decente (barato, escondido y con poca gente) por aquí? . La entrada es pequeña; la luz, escasa. . Cada trago adormece un poco más, llega un poco más profundo. La docilidad es fascinante. Se infiltra la lentitud en el ánimo. Todo va despacio, como las obras que se destruyen a sí mismas. A esta hora después del mediodía sorprende ver tantos clientes que se suman a la aventura del cabeceo; los menos dados a la indulgencia salen a tomar el aire y estirar las piernas. Algunos se quedan suspendidos en el primer ademán de iniciar la marcha, pero sin dar un paso. “Arriba, paga y vete”. Pero el mezcal hace rato que empezó a dar sus frutos anómalos. «Y usted, ¿ha alcanzado la salvación?» Llevo más de quince minutos navegando en el estupor. La barra es un chichón tímido, entre azulado y pardo. Allá en el fondo, el tipo encargado del bar anima a los más intoxicados a tomarse de la mano. Se acarician ―ojalá no descubran mi escondite― y se enciman unos sobre otros en una orgía caótica. La acción es imprecisa desde la perspectiva de mi rincón; la ropa cae sin desabotonarse. Me horrorizan sus palabras cariñosas, los pliegues de sus carnes y la ondulación cambiante del mareo. El vómito de una chica flaca como hueso arrastra la orgía hacia mí y la puerta de salida se aleja más. Yo soy el dique que me impide la huida. We are splitting! We are…! Se despertó con un ronquido de cerdo gordo. You trade in your reality for a role.

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Ha salido del bar. Debe ir a la cena de su familia, pero tendría que ir a cambiarse de ropa. Su vómito cayó en la pernera izquierda del pantalón. Pero no hay tiempo de ir hasta su casa. Tampoco puede faltar a la cena y el hedor es insoportable. Su mano pensativa encontró una colita de marihuana envuelta en plástico. Se la fumó y arrancó al sesgo el pedazo de pantalón manchado. El método de la retacería electrónica exige al operador analógico seguir un algoritmo muy sencillo: se elige una palabra que dará resultados en google, se entresacan frases u oraciones de una página elegida al azar que refleje el estado de ánimo del retacero. Dos semanas después de este incidente, la máquina le pedirá retacear una página sobre Divine y John Waters. El resultado será presentado en forma de poema: I am the beauty queen of my own alternative world. Once a year, I am the guest of honor. And on that day, I become a poor Andy Warhol in sportswear a woman that eats outer-space beasts from neon boxes a wild, unpredictable portrait of an aging star a powerful cultural gangster in drag who deals with fictitious, conceptual problems. On my way to Dreamland – a pretty strange place to grow up I live on self-produced graces like a mom making breakfast for her family with filth, debauchery, duality, insincerity and squashed innocence. Do you want coffee, drugs, queer guys, abortion or religion? Everything here is made with joy and a desperate search for a new fetish. I also like wholesome stories about segregation: I eat’em at birthday parties while I watch porn suitable for mass consumption where populace is poisoned with revolution and penis implants.

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At dawn, I have lots of fun with glamour and crime constantly trying to never let myself down. Let’s go freeze and starve out in the woods just after being released from a mental hospital – a pigsty where a mad doctor took it upon himself to take care of me a bad-ass doctor that talks to me with his scratchy voice: Don’t ask, pull over, jump out, shoot and run. Watch the divine waters pouring down! it’s something wild, it’s a cameo played by myself about myself. And again, in WWWasteland, those fantastic sequences will be played by gay clones walking down the street disguised as gurls in black leather still looking great in their narcissistic, lonely exhibitionism unleashing offbeat pleasures, beyond cult, below makeup. El asunto es que la máquina no aspira a la originalidad y utiliza el sinsentido para hacer literatura. No muy distinto, a decir verdad, de “Objects” o “Food” de Gertrude Stein: «It is so easy to exchange meaning, it is so easy to see the difference. The difference is that a plain resource is not entangled with thickness and it does not mean that thickness show such cutting, it does mean that a meadow is useful and a cow absurd.» Sería mejor regresar a su casa, escapar de la reunión familiar, dormir, cambiarse de ropa, alejarse de la cena donde no podría disimular el tartamudeo porque LA PREGUNTA incómoda estaría acompañada de un silencio abrupto de toda la familia: casi al unísono dejan caer los cubiertos sobre los platos, con un movimiento ensayado, dejando sus conversaciones para oírla hablar. “¡La respuesta!”, piensan. Han acordado que el tío Jorge la cuestionaría utilizando su voz impostada (“muy tipluda” como decía su hermana Tere) de modo casual para que la curiosidad pareciera provocada por la circunstancia.

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La puesta en escena es tan obvia que hace imposible dar una respuesta insignificante como forma de escape. Esta vez, su posición no puede ser vaga: debe exponer las intrigas e intereses añejos de una familia reunida por última vez – eso no lo sabían ellos –, aquella noche, ante el lujo de una cubertería pensada para celebrar la unión familiar gracias a la abundancia material. Tiene solo dos opciones. Cualquiera dividirá a la familia, la restituirá a su naturaleza fragmentaria, hará evidente que algunas piezas humanas nunca deberían juntarse. El cerebro toma una decisión doscientos milisegundos antes de hacerla consciente. Sabe que después de hablar, el tío Aurelio terminaría corriendo a Jorge a patadas; Carlota vendería dos casas y desheredaría a Ruth; los primos Esteban y Francisco aprovecharían el caos familiar para huir a Los Ángeles. Las leyes de Wahlesky dicen que cualquier mecanismo es más fácil de desarmar que de ensamblar. Dicen que, si una máquina se usa hasta su máxima capacidad por mucho tiempo, se rompe. Es fascinante atestiguar cómo se destrozan la vida entre ellos durante los cien milisegundos antes de comunicar su decisión. Pero sobre su relación con la máquina, aún no le quedan claras varias cosas: ¿cuándo termina el juego; cómo termina; quién pone el límite? Pidió al taxista dar la vuelta y para regresar de inmediato a su casa. Hoy debe terminar de escribir los

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APÉNDICES

1. Predictor de texto de WhatsApp más embellecimiento por edición. 2017 Éstas son las dos únicas historias que se cuentan en el pueblo de Diefendbunken: 1. La madre de K, pura arruga y pesadumbre, se sentó en la terraza. Empezó a planear cómo desfalcaría a su hija mientras veía pardear su sembradío. 2. Una mujer en sus cuarenta encontró en una revista una nota sobre un marinero: después de casarse, decidió fugarse con su amante – un varoncito muy altanero y guapo.

2. Eliminación parcial y tachaduras en procesador de textos. 2018 If you are going to try, go all the way. We all derive from the same source, and we are more than that. You’re free to speculate as you wish, unless you know that to define is to kill. We are here to laugh at the odds, at academic insight. In waking dreams, we go after the rainbow but, at the end, we just say “fuck it”. And I must tell you, my experience of life is like a fat romantrashy story. He who jumps into the void owes no explanation to those who stand and watch. Jean-Luc Godard

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