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La Pincelada

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DE MI PASO POR LAS AULAS La Infanta Margarita

Por María José Caride Pintora

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Cuando les hablo a mis niños de la infanta Margarita para comenzar una clase de dibujo, lo primero que hago, incluso antes de pisar el aula, es preguntarles: -¿Sabéis quién fue Velázquez?- Mientras me dirijo a la pizarra para colgar una imagen ampliada de Las Meninas.

Si fuera más tecnológica la pondría en el proyector, pero eso supone perder un tiempo precioso; un par de trozos de fixo y a correr.

Hay ocasiones en que me sorprendo y alguno me responde que es un pintor, pero he de confesar que son pocas. Estoy totalmente segura (porque además lo he probado), que si entro preguntando “¿quién vive en una piña en el fondo del mar?” el cien por cien de la clase contestaría. Pero claro, Velázquez no es Bob Esponja, así que tengo que crear un poco de atención y les cuento que era el pintor del rey y que se pasaba la vida en el castillo pintando príncipes y princesa -eso les gusta bastante- y, en ese momento, señalo el cuadro que he colgado en la pizarra y apuntado a la infanta les empiezo a contar que esa niña se llamaba Margarita y era una princesa española, además me tomo la licencia de describir su carácter que, claro está, me invento.

“Margarita era un poco... creída”, les cuento mirando con los ojos al techo, fingiendo que no les quiero contar. Entonces empezamos el dibujo. Con el folio horizontal comienzo a dibujar en la pizarra paso a paso lo que terminará siendo una Menina. Coloco las marcas para ir encajando el dibujo, ellos ya saben que esas marcas son importantes, así que están muy atentos porque si se despistan, luego no sale y como les interesa la historia también están calladitos, así que todos felices. - Margarita era... , -hago una pausa mientras señalo la mitad del folio- ¿cómo deciros? Estaba todo el día; que si esta falda no me va con este zapato, que si quiero una flor azul... En fin, que estaba más mimada... -los golpes de efecto de tocarme la frente como que no puedo más hacen su efecto con algún “válgame el señor” de mi adorable público-. Mientras tanto, voy colocando el óvalo que hará la cabeza de la infanta en la segunda señal, triángulo para el torso y tres partes más para la falda, que exagero en anchura dibujándola en un rectángulo al que luego le quitaremos las esquinas superiores, quiero que en esa falda se muestre el “Pertegaz” que tienen dentro. Ellos siguen el dibujo con muchísima atención. En este punto, lo peor que puede pasar es que uno de ellos diga la palabra más contagiosa que puede decir un niño, que no es una palabra, sino una pregunta: “¿así, seño?”. Cuando la oigo pronunciar se me ponen los pelos de punta, porque sé que después hay un “así, seño” por cada “comensal” y es muy complicado que salgan del bucle. Por eso no paro de hablar hasta que ya está formada toda la figura, y curiosamente todos la hacen y se sorprenden del resultado. A todos los niños les encanta pintar ¡a todos! Y todos pueden pintar ¡todos! No es verdad que para pintar tengas que ser un ser especial o tener un don. Lo que pasa es que nadie se toma la molestia de enseñarles cómo. Les enseñamos a escribir y a repetir mil veces una letra o una palabra y entonces todos escriben y leen, pero ¿quién les cuenta cómo se hace una mano, una cara o un pájaro?... nadie; así que llega un momento en el que el niño se frustra y ya no quiere seguir pintando, mientras que hay otros más interesados en el tema, que copian los dibujos una y otra vez, hasta que les sale, y así van ellos solos aprendiendo. Soy de la opinión de que hace falta un profesorado más especializado en este sentido, porque dibujar es como escribir: pretender que un niño escriba sin enseñarle es algo que no entraría en ninguna cabeza humana; pues el dibujo, es lo mismo. La pincelada abaniko 47

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