Limpiar un pescado En el hogar moderno los pescados asumen un aspecto de alienígenas. Abrimos la puerta de la heladera y hay ojos. Eso no es lo usual. La mayoría de la comida viene pre-empaquetada, en envases marcados y coloridos. Los ojos no son parte del trato. Los pescados frescos no son conscientes de este arreglo, se toman la molestia de fastidiar a los ingenuos. Por eso los pescaderos (la palabra misma está desapareciendo) nos preguntarán si queremos el pescado limpio. También les cortan las cabezas y las conservan para sus propios propósitos. ¿Vieron alguna vez sus baldes, llenos de cabezas de pescado, ojos mirando fijo en todas las direcciones? Limpio todos
los pescados de la misma manera, cortándoles por el vientre del cuello a la cola, sacándoles las vísceras y raspándoles el interior con un cuchillo, debajo de la canilla abierta. Limpiar mis propios pescados, eviscerarlos, sacarles las escamas me mantiene en contacto con la esencia del mar y con todas las cosas acuáticas. Tener los dedos sucios de las entrañas amarillas. Cuando limpio mis pescados, dejo las cabezas intactas, unidas a los cuerpos a los que pertenecen. Les echo encima sal, un poco de perejil y los pongo al frío. Me resulta tranquilizador tener algo con ojos en la heladera, mirando hacia el exterior desde la ciega y fría compañía de vegetales y productos lácteos.
Traducción Todas tus historias son sobre ti mismo, dijo ella, incluso cuando parecen ser sobre otra gente. No iba a negarlo, ni a darle el gusto de tener la razón. Así que cité a Proust, quien dijo que los escritores no inventan libros; los encuentran en sí mismos y los traducen. Eso pareció resolver el problema y ella se quedó callada. Hundí mis dedos en
un bol de agua perfumada y empecé con el arroz. Un dejo de arcilla y a hojas y a metal me tomó por sorpresa. ¿Qué hay en el arroz?, le pregunté. ¿Caldo de hongos? ¿Cartuchos de escopeta? ¿Lombriz? No, dijo, mirando a través de la luz de la vela, las historias que todavía no has escrito están en el arroz. Debes estar paladeándolas.
Levantar a la virgen El trabajo de ella consiste en mantener limpia la iglesia, arreglar las flores, cambiar las velas. Al mediodía le prepara la comida al cura. Pero su principal preocupación es el bienestar de las estatuas de alabastro, especialmente la virgen. La semana pasada, me dice, tuvieron que levantar la estatua de la virgen, correrla un rato. “No puede imaginarse lo que pesaba”, dice sonriente, como hablándome de una niña desobediente pero querida. El viento se ha detenido. Todo está en calma. Camino con el cura hasta el bar del pueblo. Después, en la plaza, los niños se agolpan a mi alrededor,
jugando y charlando, como si me hubiesen conocido de toda la vida. Soy un extraño que ha llegado a este lugar minúsculo y que pronto se irá. La mujer de la iglesia, el cura, el cielo, los niños, la placita con su árbol y dos hamacas. Una conspiración de sustantivos. Pero el efecto es el de un flujo entre una cosa y la siguiente, en un viaje que ha perdido todos los puntos de referencia y sólo ofrece la salvación de la continuidad. Levantar ese modelo de la virgen de proporciones reales se destaca como un desafío a todo lo que es inalterable en un pueblo de llanura. Era tan pesada. No pueden imaginarse.
Olv i d o Entre la Navidad y el día de Año Nuevo llovió sin tregua. Todos los días, ambos jugábamos a las cartas para ver quién caminaría por el barro mojado para comprar vino y todos los días yo perdía. El día de Año Nuevo, a pesar de hacer trampa, volví a perder a las cartas. Me negué a ir a buscar el vino. Deseé que el tedio tal vez se rompiera con una pelea, pero mi compañero, más moribundo que yo mismo,
sencillamente se acurrucó en su litera y se echó a dormir. Afuera, la perra del granjero le ladraba a la lluvia desde los confines de su perrera de metal. Salí a la media luz. La sombra azul de una montaña. La lluvia caía oblicua por los olivares. Más allá de los árboles, el mar gris. Olvido. Nada existía fuera de esa isla. La montaña solitaria, olivos, lluvia, el mar distante. En algún lugar, detrás de la lluvia, el monólogo intimidante de una motosierra.
Abrir una caja /
Opening a Box
¿Quién puso estas cajas aquí? Un Who put these boxes here? An
camino vacío. Árboles dispersos, empty road. Scattered trees,
ninguno dando frutos. Un cielo lleno none bearing fruit. A sky full
de nubes que no van a dar lluvia. of clouds that will not rain. No
Ninguna señal de vida humana. Y, signs of human life. And yet these
sin embargo, estas cajas, alineadas boxes, lined up precisely at the
precisamente al borde del camino, roadside, banked on the sandy soil
depositadas sobre el suelo arenoso en in neat piles. Cardboard boxes
pilas ordenadas. Cajas de cartón sin with nothing written on them.
nada escrito en ellas. Ningún mensaje, No message or mark or company
o marca, o sello de compañía. Cartón stamp. Plain brown card, with
marrón liso, con las partes de arriba the tops folded over and tucked
plegadas y metidas. Quienquiera las u n d e r. W h o e v e r l e f t t h e m h e r e
haya dejado aquí sabía que no iba knew it would not rain. I watch
a llover. Observo las cajas como si the boxes, as if expecting them
esperase que ellas dieran el primer to make the first move. I wait to
paso. Espero a ver si va a venir see if anyone will come: if anyone
alguien: si alguien me está observando is watching me watch the boxes,
observar las cajas, listo para aparecerse ready to leap out and confront
de un salto y encararme con un grito me with an angry shout, come up
airado, acercarse más e insultarme, close and face to face to swear
maltratarme, maldecirme. Puedo oír at me, abuse me, curse me. I can
al hombre, con barba de una semana, hear the man, unshaven for a week,
oler su transpiración, contemplar su smell his sweat, watch the big vein
gran vena palpitándole en el cuello. throbbing in his neck. Silence.
Silencio. Aquí no hay nadie. Ni siquiera There is nothing here. Not even
pájaros. De modo que escucho los birds. So I listen for the sounds
sonidos que aquí no hay y empiezo a that are not here, and begin to
oírlos: un griterío a lo lejos, un tractor, hear them: distant shouting, a
el graznido de un cuervo. Cuanto t r a c t o r, a c r o w ’s c a w . T h e m o r e
más oigo esos sonidos ausentes, I hear these absent sounds the
más profundo se hace el silencio. Me deeper the silence grows. I
acerco a la primera caja, aflojo la parte approach the first box, loosen the
de arriba. La abro. flap. Open it.
(Pontypool, Gales, 1956)
Richard Gwyn
Embajador cultural del país de Gales, es poeta, narrador y traductor. Realizó estudios de antropología, participó como poeta en conciertos punk en los 70 y vivió en Londres, donde, apartado de la vida artística, trabajó como lechero y aserrador. Luego de sufrir un accidente laboral, se mudó a Creta y compró un bote de pesca de seis metros; por los nueve años siguientes viajó en y alrededor del Mediterráneo. Luego de una larga caminata por el norte de España decidió regresar a Gales, y se estableció en Cardiff, dando clases y dirigiendo la maestría en Escritura Creativa en la Cardiff University.
Su poesía incluye One Night in Icarus Street y Stone dog, flower red/ Gos de pedra flor vermella (ambos de 1995), Walking on Bones (2000), y Being in Water (2001). Su primera novela, The Colour of a Dog Running Away (2005), fue publicada en el Reino Unido y en Estados Unidos y fue traducida a varios idiomas. Sus libros más recientes son Sad Giraffe Café (2010), una colección de poemas en prosa, y The Vagabondʼs Breakfast (2011), una memoria. Página oficial: http://www.richardgwyn.com/
SEC Secretaría de Cultura