¡Conócelos de cerca! Escarabajos

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Escarabajos ¡Conócelos de cerca!

Rebeca Orozco • Elías Fermón Ilustraciones Lucho Rodríguez


Primera edición: 2006 D.R. © Rebeca Orozco D.R. © Elías Fermón D.R. © Lucho Rodríguez D.R. © Ediciones Tecolote, S.A. de C.V. Gobernador José Ceballos 10 Colonia San Miguel Chapultepec 11850, México, D.F. 5272 8085 / 8139 tecolote@edicionestecolote.com www.edicionestecolote.com Coordinación editorial: Mónica Bergna Diseño: Andrés Stebelski Asesoría: Paul Rouche Corrección: Claudia Hernández ISBN 970-9718-38-X Impreso y hecho en México


¡Conócelos de cerca!

Escarabajos

Los escarabajos son tan antiguos que poblaron nuestro planeta ¡antes que los dinosaurios! Estos asombrosos insectos han vivido tal cantidad de años que han logrado adaptarse a la gran variedad de regiones naturales que existen en nuestro mundo: los puedes encontrar en un bosque, una selva, un desierto, una playa, un parque o… ¡en tu propio jardín, en las alfombras de tu casa, en las vigas del techo o en los anaqueles de tu biblioteca! Por lo general están escarbando la tierra o trepados sobre unas ramas. ¿Te has detenido a observarlos? Existen escarabajos de muy diversos tamaños y colores. ¡Podría decirse que hay para todos los gustos! Los más pequeños son como el punto final de esta oración y los más grandes pueden llegar a ser tan anchos como este libro. Son muy diferentes a las personas pues en lugar de oler por la nariz, huelen por las antenas; en lugar de respirar por los pulmones, respiran a través de las axilas; y en vez de huesos y una columna vertebral como la nuestra, tienen un esqueleto externo, parecido a un estuche, llamado exoesqueleto. Además, aunque te parezca extraño, no tienen corazón. ¿No serán extraterrestres? Pues bien, si quieres conocer a un grupo impresionante de escarabajos, te invitamos a hojear estas páginas. Por cierto, no te preocupes si te acercas demasiado, ¡son inofensivos!

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DITISCO

Ditisco sintió un hambre voraz y aleteó sobre un estanque para buscar alimento. Era un escarabajo deportista pues además de volar, había aprendido el arte de nadar utilizando sus patas traseras como si fueran un par de remos. Luego, para sumergirse, llenó sus alas con una burbuja de aire y, como si fuese un buzo con su tanque de aire, nadó hasta el fondo. ¿Cómo encontrar comida dentro de esa agua turbia y atestada de algas? Sus sensibles antenas le ayudaron a localizar un delicioso renacuajo. A gran velocidad le dio alcance, lo prensó entre sus mandíbulas y poco a poco se lo comió, ¡qué delicia! Cuando empezaba a anochecer, Ditisco emergió de las aguas, se posó en un lirio y, abriendo sus élitros, desplegó su par de alas delicadas y etéreas para explorar nuevos parajes.

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ESCARABAJO JIRAFA

Aquella tarde, Jirafa caminó despacio sobre la rama de un encino, luciendo sus cuernos dentados y majestuosos. Cautelosa, una hembra lo acompañaba. De pronto apareció el rival: un macho de su misma especie que invadía su territorio y declaraba la guerra. El triunfador se quedaría con la hembra. La contienda inició con una danza. Al fin, después de una serie de movimientos, Jirafa levantó a su oponente con las mandíbulas, lo colocó patas arriba y lo lanzó fuera de la rama. A pesar de la feroz lucha, el escarabajo era un caballero: no acostumbraba herir, mutilar ni matar. Para celebrar el triunfo, la pareja se escondió dentro de un tronco y ahí, sobre unas hojas otoñales, se apareó. Luego, cuidadosamente, la hembra fue colocando sus huevecillos entre las raíces del árbol. Esta era su última misión sobre la Tierra pues los escarabajos Jirafa, en edad adulta, están predestinados a tener una vida muy corta.

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ESCARABAJO ENTERRADOR

Enterrador salió de noche para cumplir con su terrible misión: localizar animales muertos. Con este fin recorrió sigilosamente un terreno árido y lúgubre. Poseía dentro de las antenas un sentido del olfato tan agudo que pudo detectar el cadáver de una rata… ¡a más de cien metros de distancia! Una vez localizada la presa, emitió un olor pestilente para llamar a su hembra. Ambos comenzaron a excavar por debajo del cuerpo para enterrarlo. El momento del banquete llegó: con deleite masticaron la carne en descomposición, dentro de una galería subterránea. Poco después, la hembra colocó una decena de huevos dentro de unas pelotas formadas con fragmentos del cadáver. La pareja esperó dentro de la oscura galería el nacimiento de las larvas. ¿Tardarían horas? ¿Días? Llegado el momento, la madre alimentaría y cuidaría a las pequeñas con dedicación. Por instinto, cumpliría con la noble tarea de preservar la especie.

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