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Hierofanía del sol
Y SIGNIFICADOS
Arrigo Coen Anitúa (†)
Aunque el culto del Sol frecuentemente se confunde onfunde www .wiki pedia .or g con “paganismo” en general, de hecho no está muy extenextendido. Bien es cierto que casi todas las culturas usan motimotivos solares, pero son relativamente pocas las que perfecerfeccionaron una heliolatría (del griego helios, ‘sol’, y latreía, treía, ‘adoración’), esto es, una ‘religión solar’.
Egipto, algunos pueblos indoeuropeos y dos países americanos, México y Perú, tuvieron que alcanzar una alta civilización urbana con una muy arraigada idea de la realeza. En todas ellas es primordial la concepción del Sol como amo y señor, el soberano del mundo celeste así como del l terreno, al cual visita majestuosamente en su diario giro. En o giro. En la sacralidad de otras culturas, en África, Australia, Oceanía O í El dios solar Tonatiuh. en general, y en casi toda América –salvo, como queda dicho, Códice Telleriano-Remensis. México y Perú– los elementos solares son inconsistentes. Se puede, así, establecer una correspondencia entre la supremacía de los cultos solares y las formas históricas de la evolución nacional. Roma, por ejemplo, máximo poder político de la Antigüedad, entronizó la hierofanía (del griego hieros, ‘sagrado’, y phainein, ‘mostrar’, ‘revelar’) del Sol, dominante en el Imperio, a veces en relación íntima con el culto de Mitra –dios solar por excelencia–, importado de Persia.
Tonatiuh, el sol, era adorado entre los nahoas como poder supremo: ipalnemoani, ‘aquel por el cual se vive’, ‘creador’, ‘dios’. Cada una de las cuatro edades de la cosmogonía mexicana está ligada a un sol: atonatituh, ‘sol de agua’; tlaltonatiuh, ‘sol de tierra’; checatonatiuh, ‘sol de viento’, tletonatiuh, ‘sol de fuego’. El lexema tona, literalmente ‘hacer calor, haber sol’, da la idea de abundancia, de fertilidad, de crecimiento, de expansión; fuerza, energía vital. Prácticamente toda la cosmogonía náhuatl es solar.
El término español Sol equivale a su igual en portugués y al sol, del antiguo francés (de una de cuyas formas diminutivas, probablemente soliculus,
w i k ip e d ia. org w w w . proviene el actual francés eprovien soleil); voces hermanas del italiano aitali sole, y todas ellas derivadas del latín sol, ‘el Sol’. También se halla esta palabra en el ane ‘ glosajón (lengua en la que febrero se decía Sol-monath ‘mes del Sol’), lo mismo que en irlandés; muy parecida (cuestión de cantidad vocálica) en danés y en sueco; afín al gótico sauíl; hual en galés, y sul en irlandés; en lituano, en letón y en prusiano antiguo, saule, y asimismo, en formas con sufi jos, en teutón y hasta en eslavo. De otra modalidad anglosajona sunne (femenino) proviene el actual inglés sun, el Sol. Por cierto, en inglés medieval, como en la mayor parte de las lenguas occidentales de ese m Apolo, dios griego del Sol, tiempo, sol era el nombre del oro, en alquimia. y Artemisa. En sánscrito, el sol es sú var (en veces pronunciado suar), con lo r formativas. Parece ser que las raíces indoeuropeas de todas las voces hasta aquí descritas son su o saw, ambas con la idea de ‘brillante’, ‘alumbrado’. (Un ejemplo de lexema su más r formativa es una de las dos más comunes designaciones del Sol en el Rigveda, Surya; la otra es Savitri.). El sentido de ‘resplandeciente’ lo hallamos asimismo en Febo (Febo, igual en italiano, Phebo en portugués, Phébus en francés, repristinado en el inglés
Phoebus), derivado, vía el latín Phoebus, del griego Phoibos (con i larga), ‘claro’,
‘brillante’, ‘puro’, nombre de Apolo, a menudo usado con el mismo signifi cado que Sol o Helios, el dios del Sol. El femenino de Phoibos, Phoibee, ‘la clara’,
‘la casta’ es el sobrenombre de Artemisa (Diana), como diosa de la Luna. Soy temerario en ocasiones y ésta es una de ellas. Me atrevo a insinuar que de la raíz sa(w), convertida la s en aspiración, la a en eeta (pero conservada en dórico) y sustituida la semiconsonante w por la formativa l, se puede obtener el lexema héel, base de Heelios o Heeélios, el dios de la luz, primero; luego, el Sol mismo y, por último su propia divinización (apoteosis). Pasemos al tema del Sol como fuente de todo bien, de fortaleza y crecimiento (heelikía en griego es ‘tamaño’, ‘desarrollo’, ‘vigor de la edad’, ‘madurez’). Ya quedó sentado que solamente una cultura avanzada pasa del animismo difuso (panteísmo) a la heliolatría, síntoma de madura organización política. El núcleo del simbolismo solar es una fuerza heroica y generosa, creadora y directriz, y “puede llegar a constituir una religión completa por sí misma, como lo prueba la ‘herejía’ de Ikhunaton…” Akh-en-Atón, ‘el que es útil al Atón’, nombre por el cual cambió el suyo el cuarto de los Amen-hotep,
‘el que satisface a Amón’, “…cuyos himnos al Sol son, aparte de su valor lírico profundo, teorías de la actividad benefactora del astro rey.” (Este último subrayado es mío.) La cita es de Juan Eduardo Cirlot. Solamente una concepción tan adelantada como la de Amenhotep o Amenofi s IV pudo intentar una revolución –por cierto abortada– de orden religioso, contra los sacerdotes de Amón y tratar de imponer el culto de un dios solar único, Atón, esencia de toda una evolución teogónica (de theos, ‘dios’, en griego, más gonía, ‘generación’).
En efecto, se puede llegar a una máxima actividad heroica solamente a lo largo de una sucesiva trasmisión de poderes que se efectúa de generación en generación de las deidades. Se requiere que Urano (Ouranos, en griego ‘el Cielo’) sea castrado y destronado por Saturno (posiblemente de una raíz latina sat con la idea de ‘llenar’, ‘saciar’, ‘satisfacer’), o sea, Cronos (en griego Khrónos, ‘el Tiempo’), y éste, a su vez, sea derrotado por Júpiter (Zeus, en griego) para que aparezca Apolo (Apóllon, ‘el destructor’, sobreentendido del mal) nacido en Delos (‘la clara’), vencedor de la serpiente Pitón y de otros monstruos enemigos del género humano; padre de Esculapio (la medicina) y de Jano (la adivinación), el citaredo (tañedor de la cítara) y musageta (‘conductor o director de las musas’), fundador de las artes.
Apolo es padre también de Faetonte, Phaéthon en griego, engendrado en Climena, quien le aconsejó que, para demostrarle a Epafo que sí era hijo del Sol, acudiera a su padre. Lo halló en su resplandeciente trono, cuyos fulgores Apolo apagó para que pudiese hablarle y, además le prometió, como prueba de su amor paternal, otorgarle lo que pidiese. Faetonte solicitó que se le permitiera guiar por un día el carro del Sol. En vano trató Apolo de disuadirlo de tan loco empeño; pero, habiendo dado su palabra, accedió a los insistentes ruegos. Los caballos del celeste carro extrañaron la mano del bisoño conductor y se acercaron tanto a la Tierra que todo lo abrasaron los rayos del carro; luego se alejaron a tal distancia que todo se heló. Zeus, airado por tamaños desastres fulminó a Faetonte.
Otro Faetonte está en relación también con mitos solares pues se le atribuía ser nieto de la Aurora. Phaeinós, en griego, adjetivo con el que se relaciona el nombre de Phaethoon, signifi ca ‘brillante’, ‘resplandeciente’, ‘esplendoroso’, ‘espléndido’, también con el sentido de ‘generoso’, ‘munífi ce’, ‘el La caída de Faetonte, Miguel Ángel Buonarroti. que lo da todo’.
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