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De la cualidad formativa de la literatura a lo largo del tiempo

LIBROS

De la cualidad formativa de

LA LITERATURA A LO LARGO DEL TIEMPO

María Esther Aguirre Lora*

El libro aquí reseñado, La narrativa y la educación en México, 1860-1920, es el producto de una amplia y profunda investigación en la que su autora no sólo revisó y clasificó sistemáticamente la producción bibliográfica y hemerográfica de ochenta años en la historia de México, sino en la que además propone al lector una serie de sugerentes coordenadas teóricas y conceptuales acerca de la literatura, sus formatos, sus receptores y su papel en la formación de una sociedad.

a obra se inscribe en el fascinante universo de la cultura escrita y aborda un campo en el que se teje la literatura representativa de esos años y las publicaciones periódicas dirigidas a distintos sectores sociales –niños y jovencitos, mujeres y hombres, maestros de escuela, adultos en general. De ese recorrido, ambicioso, resulta un vasto y rico panorama que aborda desde la novela histórica de los liberales de mediados del XIX hasta, prácticamente, el Ulises criollo de Vasconcelos, dando cuenta de las transformaciones y los giros que se dan en la sociedad mexicana, a través del imaginario social que se plasma en la narrativa de la época.

Ahí van apareciendo distintos usos de la lectura: el mundo femenino y su avidez en relación con la lectura de las publicaciones a su alcance, el tránsito de la novela como un género desprestigiado a su integración en los ambientes cotidianos, los modelos de relación hombre-mujer que emergen en las novelas románticas, el sentimiento patrio que se infunde en los jóvenes a través de las novelas históricas y aun la novela revolucionaria que vitaliza la narrativa de principios del XX, el avance en el refinamiento de las publicaciones que nos habla del despliegue de los talleres de impresión, el recurso de los gabinetes de lectura –públicos y privados– como espacios de convivencia e intercambio.

Es importante no perder de vista, como parte del horizonte en que se despliega la autora que,

* Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, UNAM.

desde distintos proyectos y posiciones, las expectativas de los círculos ilustrados de la época estaban puestas en el desarrollo de programas civilizatorios que favorecieran la emergencia de los nuevos ciudadanos que requerían los distintos procesos de modernización en curso, de modo que el país pudiera estar a la altura de las naciones civilizadas. Al respecto, la instrucción, en diferentes ámbitos y niveles, se vería como el medio idóneo para alcanzar los fines ambicionados; sin embargo, las cosas no marcharon del mejor modo, pues a la vuelta de pocos años las luchas por el poder y la falta de recursos, haría ver que escuelas y libros para hacer llegar al pueblo el beneficio de las primeras letras tardaría mucho en cobrar realidad. De hecho, las cifras de analfabetismo a lo largo del siglo XIX y el inicio del XX son alarmantes y desmoralizadoras –al inicio de la independencia, 99.38%; en la República Restaurada, 95%; en el primer censo nacional de 1895, 83%; en 1900, 81.5%; en 1910, 78.5%–; sin embargo, habría que matizarlas con las distintas prácticas de lectura y los diversos escenarios que al respecto existieron, como es el caso la lectura en voz alta en distintos círculos, que hicieron posible la circulación de algunos textos consagrados y tuvieron la cualidad de formar un incipiente público de lectores.

En estos términos, ¿cómo se puede hablar de lectores?, ¿quiénes eran los lectores? El recorte del libro es claro al respecto: se refiere precisamente a los círculos ilustrados, una de cuyas posibilidades radicaba en la cultura escrita.

En este contexto no podemos desconocer la importancia de las publicaciones periódicas como fuente para la historia de la educación, pues, más allá de su impacto directo sobre el público de lectores cautivos, la prensa permite aproximarnos a las imágenes y expectativas que un grupo social tiene de sí mismo, a los valores y comportamientos que privilegia sobre otros y a la manera en que contribuye a formar un “nosotros” colectivo.

Ahora bien, del conjunto del contenido que nos ofrece el libro, destaco lo siguiente: • El texto que se presenta es resultado de un exhaustivo proceso de investigación de la producción bibliográfica y hemerográfica en el

Fondo Reservado de la Hemeroteca Nacional y en otros repositorios. Pero, paralelamente a la búsqueda y sistematización de materiales que realiza la autora, hay una constante preocupación por establecer coordenadas teóricas y conceptuales referidas a los universos que descubre. Me explico: por ejemplo, en lo que respecta a la educación de los liberales y la novela histórica, sitúa al lector en relación con las aportaciones actuales al respecto, que tratan de dilucidar la zona de frontera entre la literatura y la historia, enredadas en el nudo de la narrativa, señalando los sentidos tanto de la verdad histórica como de la verdad literaria. De este modo, pasa revista a Georg Lukács, con su obra pionera La novela histórica (México, Era, 1997), pasando por Hayden White, Seydel y otros más. A la vez, remite a la influencia de autores clásicos, como Walter Scott y Víctor Hugo, leídos por jóvenes y adolescentes mexicanos que, contemporáneamente, consumirían la literatura de Manuel Payno, Guillermo Prieto y José

María Roa Bárcena, entre otros. • El diálogo entre autores procedentes de la teoría literaria, de la historiografía, de los estudios sobre la cultura, de la semiótica, aplicado a las fuentes literarias y hemerográficas, enriquece constantemente el horizonte de significación de la información, sugiriendo nuevas interpretaciones y comunicando un mundo en movimiento, al dialogar con

Zaid, Barthes, Gramsci, Eco, Krauze, Toussaint, Staples.

• Aborda algunas de las prácticas que se fueron transformando alrededor de la cultura escrita, como por ejemplo, la lectura del folletín, de las novelas por entregas, la lectura en familia, pero también la vida al interior del mundo femenino donde había tiempo para leer literatura diversa y novelas por entregas y, en este sentido, el papel que jugará la mujer en la formación de las nuevas generaciones lectoras. También emergen revistasclave, como Renacimiento, donde escribirán las mejores plumas de diferentes tendencias ideológicas, en un afán de reconciliación, convocadas por la apuesta por la cultura mexicana del grupo próximo a Ignacio Manuel Altamirano, o bien las secciones destinadas a las novelas por entregas que también se incluyen en el periódico El siglo XIX. • Nos introduce, asimismo, en el mundo de las publicaciones destinadas al mundo infantil y juvenil, donde hace su aparición la prensa pedagógica. Hilos sutiles en las complejas redes que se establecen alrededor de la edición, salen a flote, como es el caso de la publicación que inaugura la prensa destinada a los niños, El Diario de los Niños, publicado entre 1839 y 1849. • A lo largo de la lectura, saltan en el libro otras prácticas singulares, que ameritarían, por sí mismas, otra investigación, otro libro. Por ejemplo, la de los gabinetes de lectura, cuya fundación promovía, ya desde los años tempranos del siglo XIX, el político guanajuatense Lucas Alamán (1792-1853), pues consideraba que al lado de las escuelas de primeras letras, con el apoyo de los vecinos, pudieran establecerse gabinetes de lectura y bibliotecas, ya fuesen municipales, escolares o familiares, de modo que “todos puedan instruirse y formarse”1. En este caso, la experiencia directa de la autora con el gabinete de lectura Rocha-Buen Romero, formado por el teniente Rocha a mediados del XIX y continuada, protegida, conservada, por las generaciones sucesivas, con la acumulación de una gran riqueza de obras nacionales, pero también europeas que llegaron a nuestro país y se pusieron a disposición no sólo del núcleo familiar sino de los círculos cercanos.

Finalmente, para concluir, quisiera remitirme a una convicción: los objetos de investigación nos traslucen, nos delatan y esto es muy evidente en la autora de este libro: se trata de una excelente lectora, ávida, que nos comunica sus pasiones, sus obsesiones, y nos envuelve en ellas.

1 Lucas Alamán, “Memoria del Secretario de Estado y del

Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores”, en Anne

Staples, Educar: panacea del México independiente, México, SEP-

El Caballito, 1981, p. 26.

Reseña del libro:

La narrativa y la educación en México, 1860-1920, María del Carmen Cortés Rocha, México, Universidad Pedagógica Nacional, Horizontes Educativos, 2011.

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