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Esclavos que educaron a sus conquistadores: la esclavitud en el Imperio romano, desde una perspectiva filosófica
DEL AULA
Esclavos que educaron a sus conquistadores:
LA ESCLAVITUD EN EL IMPERIO ROMANO, DESDE UNA PERSPECTIVA FILOSÓFICA
Berenice Pardo Santana*
Shutterstock A partir del siglo II a. C., el gran Imperio romano comenzó a gestarse. De la educación, que comenzaba en el seno de la familia, lo más importante para los romanos era la formación profesional con carácter utilitario, cosmopolita, práctico, moral y cívico, lo cual rivalizaba con la cultura griega, a la que consideraban como puramente intelectual, además de inútil, ociosa y nociva. No obstante, los romanos le encontraron utilidad: la filosofía de procedencia griega logró hacerse propia de la actividad política y profesional de un íntegro ciudadano romano al servicio de la República. Esto fue posible gracias a una asimilación original y profunda, que no afectó a lo genuinamente romano, sino que este “ocio” griego tuvo una utilidad política como elemento de prestigio social. Así pues, la paideia griega “vigorizó, pulió y adornó” (Redondo, 2001: 182) a los valores de la antigua Roma.
Filosofía y esclavitud
Para el ciudadano romano, el término humanitas significaba llegar a la meta final del proceso educativo. El desarrollo de su concepción presentó dos etapas: en la primera era sinónimo de misericordia y filantropía, empleada en las relaciones militares con el vencido (tal vez era
* Licenciada en Pedagogía y en Literatura Dramática y Teatro, por la Universidad Nacional Autónoma de México. Docente en educación superior y escritora. el fundamento de la decisión de esclavizar a los prisioneros en vez de matarlos); la segunda etapa, en cambio, la consideró como sublime perfección de la naturaleza humana, lo cual sirvió como pretexto para adoptar la filosofía griega, ya que en el fondo le profesaban cierta admiración, hasta llegar a la identificación de la humanitas con la paideia, entendidas ambas como educación, formación y cultura.
De ahí que Cicerón –que fue quien se encargó de traducir los conceptos esenciales de la cultura griega al latín– acuñase el neologismo humanitas
como equivalente del término paideia, para expresar el conjunto de la formación humana, aunque adjudicándole, sin duda, como correspondía a la mentalidad romana, un sentido más práctico, descriptivo y cosmopolita (Redondo, 2001: 182).
Ahora bien, ¿quiénes lograron transmitir la herencia filosófica griega en esta sociedad romana tan arraigada a las viejas tradiciones, consideradas como el bien supremo?
Roma no era una potencia comercial, pero, cuando los barcos regresaban de las conquistas, llegaban cargados de esclavos de todas las razas y profesiones: “Gente toda ésta que tenía mucho que enseñar a los romanos de entonces, quienes frente a los intelectuales helenísticos se puede decir que parecían campesinos recién llegados a las ciudades” (Santoni, 1995: 158).
Durante los siglos III y II a. C., aumentó enormemente el número de esclavos, quienes fueron formando verdaderas comunidades con formas autónomas de educación; y, debido a que provenían de todas partes del mundo y con las más variadas costumbres, podemos deducir que desarrollaron sociedades complejas.
Pese a todo, el esclavo era considerado una 1“cosa” propiedad del patrón, no podía poseer nada y estaba sometido a toda sanción patronal, incluida la muerte. Algunos pagaban por su propia libertad, con una suma recabada del ahorro que el patrón les permitía tener, pero:
La perspectiva de convertirse en hombre libre mantenía al esclavo bajo control y duramente dedicado al trabajo, mientras que la exigencia de un precio de mercado como coste de la libertad ponía al amo en condiciones de comprar un sustituto más joven. El humanitarismo se complementaba con el interés egoísta (Hopkins, 1981: 147).
1 Con todas las obligaciones y ningún derecho.
De cualquier modo, no hay duda de la marginación social y el abuso a los que fueron sometidos los esclavos. Sin embargo, algunos eran valorados y bien empleados, como los preceptores privados, a los cuales en realidad podríamos denominar maestros domésticos. Debido a que tener que trabajar para recibir un sueldo y vivir de ello era un signo de inferioridad, la enseñanza como tal no era una actividad digna. A ello se sumaba que, si bien el maestro podía reprender duramente al alumno, éste podía golpear violentamente a su maestro y no entregarle su sueldo, sin mayor remordimiento o juicio social. De hecho, en la idea de que el maestro en Roma no debería recibir salario, encontramos una clara similitud socrática griega. Sobre este punto, Carolina Olivares afirma:
Acerca de su labor educativa, Sócrates nunca se asumió a sí mismo como maestro, pero con su manera de ser fomentó en sus discípulos la esperanza de que, si lo imitaban, llegarían a ser como él. No cobraba, debido a su convicción de que así aseguraba su libertad y a que creía [que] su mayor ganancia era obtener un buen amigo. De acuerdo con este filósofo, quienes aceptaban una paga se vendían, pues se comprometían a conversar con los que les daban dinero (2009: 171).
Así pues, la actividad de maestros o preceptores en Roma se hizo propia de esclavos cualificados; incluso resulta interesante que muchos personajes romanos importantes obtuvieron su formación política y filosófica gracias a esclavos de procedencia griega. Sin embargo, en esta asimilación del pensamiento griego encontramos una paradoja: la filosofía griega transmitida por los esclavos griegos aceptaba y justificaba la condición de esclavitud. William Phillips recuerda una frase de Aristóteles, pronunciada durante los buenos tiempos de Grecia, que dice: “Se pued e c l a s i f i c a r a l e s c l a v o c o m o u n a h e r r a m i e n t a
( a n i m a d a ) q u e c o l a b o r a e n l a a c t i v i d a d ” ( 1 9 8 9 : 3 1 ) . S o b re l a p o s t u r a d e P l a t ó n y A r i s t ó t e l e s a l re s pecto, Phillips sostiene lo siguiente:
Aunque Platón no hizo objeciones importantes a l a e s c l a v i t u d , e s t a b a a f a v o r d e e s c l a v i z a r a l o s no griegos. Aristóteles consideraba a los esclavos como posesiones con alma, como una propiedad desprovista de derechos políticos, y describió la i n s t i t u c i ó n c o m o u n a a y u d a n e c e s a r i a p a r a e l grupo privilegiado de los ciudadanos (Phillips, 1989: 23).
Las ciudades griegas fueron las primeras en hacer de la esclavitud un sistemático modo de producción:
En el siglo IV a. C., Aristóteles podía escribir sin darle mayor importancia que “los Estados están obligados a tener un gran número de esclavos”, mientras que Jenofonte elaboraba un plan para restaurar la riqueza de Atenas en el que “el Estado poseería esclavos públicos hasta que hubiera tres por cada ciudadano ateniense” (Anderson, 1994: 103).
De esta manera, podemos afirmar que la condición natural de la esclavitud era absoluta. De hecho, Pierre Anderson enuncia algunas medidas planteadas por Aristóteles para evitar rebeliones, como elegir esclavos que no fueran de la misma nación, ni belicosos. Además, “Aristóteles […] resumió lacónicamente este principio social con la frase: ‘El Estado perfecto no admitirá nunca el trabajo manual entre los ciudadanos, porque la mayor parte de ellos son esclavos o extranjeros’” (1994: 104-105).
Ahora bien, en cuanto a la postura específicamente de los filósofos de la corriente estoica, encontramos que, desde Grecia, éstos tenían como finalidad enseñar al hombre a ser “dueño de sí mismo” (Santoni, 1995: 132) liberándose de las enfermedades del alma por medio de la razón. Dicha escuela influyó en Roma, en donde los estoicos romanos predicarían una fraternidad humana:
Todos poseemos dignidad humana; todos, tanto el pobre como el rico, el esclavo como el señor. Los estoicos fueron los primeros en conceder esta consideración al esclavo y también los primeros en considerar un deber la bondad hacia los enemigos (Grimberg, 1996: 46).
Sin embargo, en estas líneas advertimos que, a l t i e m p o q u e s e c o m p a d e c e l a s i t u a c i ó n d e l esclavo, se acepta la esclavitud. De hecho, el estoicismo en Roma se consideró demasiado filosófico como para llegar a las masas. En cuanto a Séneca, filósofo adscrito a esta misma línea de pensamiento, podemos relacionar claramente su obra al contexto en el que vivió. María Zambrano expresa que: “La filosofía antigua y de ella todavía más, la estoica, es amarga medicina, vigilia y desvelo” (2005: 30).
Así pues, esta filosofía es una especie de remedio “suave y dulcificado” ante todas las extravagancias y atrocidades del Imperio romano, pero habría que indagar si en esto Séneca incluía también a los esclavos. Al hablar sobre el desapego y el desamparo del hombre, seguramente se refiere a cualquier ciudadano libre, lo que excluye a los esclavos, pues los estoicos eran el grupo más aristócrata y se reservaban prudentemente buscando su propio consuelo por medio de la aceptación de la muerte, como si fuera la vida, en esta época, como muchísimas otras, de terror y poder. Y recordemos que el poder, por sí mismo, puede llegar a ser un obstáculo a la razón, ya que desata las pasiones más crueles del ser humano.
Así pues, el hombre que vive bajo el poder del Imperio romano se percibe solo y huérfano, al mismo tiempo que siente que la razón ha frac a s a d o . E s i m p o r t a n t e c o n s i d e r a r q u e e s t a r a -
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Detalle de un bajorrelieve que representa a una escuela romana, donde el hijo mayor de un propietario de tierras está leyendo bajo la dirección de un maestro, mientras el hijo menor espera de pie su turno para recitar (ca.
zón puede penetrar en las vidas resignadas, y la resignación es un remedio que oscila entre una especie de religión y filosofía, de ahí su originalidad. El que se resigna, se hace sabio, porque “se retira a un lugar al margen y más allá de la esperanza y de la desesperación. Se retira en cierto modo, de la vida” (Zambrano, 2005; 45). Pero… me pregunto si esta resignación influía de alguna manera en la resignación hacia la condición de esclavitud.
Tal parece que la desesperanza y la injusticia no eran exclusivas de esta condición, sino que también abarcaban a algunos sectores de ciudadanos libres romanos; por ejemplo, a los miles de legionarios que debían abandonar sus casas, a quienes morían y a quienes regresaban arruinados. Sin embargo: “El alma griega o engendrada por Grecia tuvo que sufrir la más amarga servidumbre en este Imperio, tuvo que sentirse sin asidero, desvalida en medio de la pompa inhumana de este poderío sin medida” (Zambrano, 2005: 40).
Conclusiones
Para concluir, podemos afirmar que la filosofía griega, difundida gracias a los esclavos educadores (maestros domésticos), fue aceptada en el mundo romano a medida que se percataban de su utilidad práctica, al mismo tiempo que los ideólogos del poder romano intentaron imponer una especie de religión institucional en donde el emperador era el dios, y sus delegados, casi sacerdotes. Por lo tanto, la filosofía griega fue una herramienta educativa para conformar el naciente Imperio romano, en donde más peso tuvo el deseo de poder, ambición y triunfo que el d e l a t r a d i c i ó n , q u e d e s d e l a R o m a a rc a i c a e r a el valor supremo.
Si es impresionante la influencia del esclavo romano que se dedicó a la enseñanza –debido a que los ciudadanos libres romanos despreciaron dicha ocupación–, más interesante resulta analizar que el de mayor aprecio era el rhetor, encargado de formar en la elocuencia al ciudadano romano gracias al modelo literario helenístico, con una finalidad política, ya que era la mejor vía para obtener cargos políticos por medio de la demagogia. Ante ello, no olvidemos que la finalidad de la filosofía es otra, porque su tarea no puede limitarse a la persuasión.
El mundo todavía permanece maravillado de la cultura griega clásica, pero rara vez nos detenemos a pensar que también posee elementos sombríos, como el hecho de que ella misma originó el sistema esclavista, del cual, finalmente, sería víctima. Y aunque Roma nunca fue una potencia comercial, su poder estaba fincado en ese sistema creado por los griegos.
Ya mencionamos la función de educadores desarrollada por algunos esclavos griegos, pero también hay que pensar en la gran masa de esclavos que trabajaban en las minas y en los campos, en la gran cantidad de mujeres que eran v i o l a d a s s i n p o d e r d e n u n c i a r e l a b u s o , e n l o s g l a d i a d o re s q u e t e n í a n q u e m o r i r p a r a d i v e rtir al pueblo romano: todos ellos vivían en las peores condiciones e injusticias que, incluso, los l l e v a b a n a l a m u e r t e . Y e s m á s l a m e n t a b l e q u e , aún en nuestros días, en todas las regiones del mundo, la esclavitud continúe vigente y justificada por razones de “tradiciones y costumbres”.
Cierro el presente escrito con la siguiente p re g u n t a : ¿ e l f e n ó m e n o d e e s c l a v o s - e d u c a d o res se habrá dado en otras civilizaciones con tal magnitud? Resulta enriquecedor que la pedagogía se apoye en la filosofía y en la historia para descubrir, analizar y reflexionar sobre fenómenos educativos y, por lo tanto, sería interesante descubrir y estudiar otros rincones del mundo en donde los esclavos hayan cumplido esta función de formadores.
Referencias
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En: Ismael Colmenares et al., De la prehistoria a la historia, pp. 101-105. México: Ediciones Quinto Sol (Textos Universitarios).
GRIMBERG, C. (1991). Historia universal. Tomo 7, Ocaso político de Grecia. México: Editorial Santiago.
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Siglo XXI de España.
REDONDO, E. (dir.) (2001). La educación romana. En: Introducción a la historia de la educación, pp. 178-205. Barcelona:
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