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La seducción del XIX

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Roseta múltiple

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LIBROS

Gerardo de la Cruz*

El tiempo nos ha permitido poner en perspectiva la gran literatura mexicana del siglo XIX, agazapada en las estanterías de las bibliotecas y las librerías de viejo, en espera de recuperar su sitial de honor entre los lectores. Esa oportunidad se presenta ahora de la mano del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y el grupo editorial Penguin Random House, que han sumado esfuerzos y recursos para introducir al mercado a una serie de autores considerados protagonistas en la historia de nuestra literatura y, por ende, clásicos. Los cinco primeros títulos auguran una vida larga a este experimento donde la visión académica y la comercial se conjugan para ofrecer a los lectores un producto de calidad, formativo y recreativo.

Clásicos y contemporáneos

Las generalizaciones son ociosas por reduccionistas, simplistas y prejuiciosas; sin embargo, algo indican sus raíces. Me refiero a la idea de XIX están pa-que las letras mexicanas del siglo sadas de moda, que han perdido vigencia, que llevan décadas en el sótano de las preferencias de los lectores y, la más recurrente, que son aburridas. A todo ello se le puede decir, en una cantinflesca retórica, que sí pero no, y viceversa; aunque esa respuesta, en realidad, sea aplicable a la literatura de cualquier época si uno pretende observar el árbol sin adentrarse en el bosque.

De ninguna manera creo que los autores del XIX estén tan alejados de nosotros; al con-siglo trario, pienso que están más cercanos que nunca, y sus propias obras lo demuestran. Y sí, es muy probable que produzcan un aburrimiento mortal en el lector, e igualmente probable es que estimulen la imaginación más anodina; es decir, la reacción que tiene un lector frente a la obra,

XIX o cualquier otro siglo, tiene que ver con del el lector y sus circunstancias al momento de hojear un libro: el texto no es aburrido per se. ¿Y no es absurdo referirse a un escrito de hace siglo y medio como “pasado de moda”? Obviamente la

* Escritor. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM.

distancia entre el discurso de entonces y el actual, el registro léxico, los modos de conducirse de los personajes, los recursos literarios, la manera de abordar los temas, tendrán que ver con un tiempo que no es el nuestro, y esto es lo maravilloso de la literatura, que permite derribar estas barreras y convertirlas en piedritas en el camino. Llegado a este punto, resulta pertinente hablar de vigencia cuando la obra, a pesar de la distancia temporal, no pierde su capacidad comunicativa, de transmitirnos lo que no está escrito textualmente. Su vigencia puede adquirir tintes dramáticos cuando reconocemos que los asuntos de los cuales se ocupa, de una u otra manera, podemos observarlos en nuestro entorno, y no es que el mundo no cambie, sino que tal vez hay procesos sociales que, no obstante haber evolucionado, siguen reproduciéndose con diferentes dinámicas.

Al respecto, recuerdo inevitablemente a mi madre, quien, pensando en el regalo ideal de Navidad para la prometida de mi hermano, que vive en Estados Unidos, se inclinó sin chistar por los Cuadros de costumbres de Guillermo Prieto y un disco de Chava Flores, con la intención de que conociera “cómo somos los mexicanos”. La idea de mi madre parecería un folclórico lugar común; la verdad es que habla menos de ella y más de las virtudes del escritor y del compositor, quienes supieron retratar en sus obras, a juicio de su lectora y escucha, algo que nos caracteriza e identifica como mexicanos. Para mi mamá, en cierto sentido, Guillermo Prieto, Chava Flores y nosotros, los mexicanos de hoy, somos contemporáneos, cualidad que los convierte en clásicos. Q u é s e c o n s i d e r a c l á s i c o e s u n a s u n t o q u e h a g e n e r a d o p á g i n a s y p á g i n a s d e m u c h a c o n t ro v e r s i a , c r í t i c a y d e b a t i b l e t e o r í a l i t e r a r i a . P a r a m í , e l c o n c e p t o c l á s i c o e s i n d i s o c i a b l e d e e s a p e rc e p c i ó n d e c o n t e m p o r a n e i d a d q u e i l u s t r a l a a n é c d o t a d e m i m a d re . Y a u n q u e s o y d e l o s q u e p i e n s a n q u e t o d o l i b ro n o s d e j a a l g o s i l e d a -

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Guillermo Prieto, dejó un testimonio extraordinario de la vida cotidiana del siglo XIX: Cuadros de costumbres, selección de las ‘’Insaciables columnas’’, publicadas en El siglo y en diversas revistas de su época

m o s l a o p o r t u n i d a d , s i s a b e m o s l e e r l o , c u a n d o u n a u t o r y s u o b r a n o e n t r a n e n c o m u n i ó n c o n e l l e c t o r, n o e x i s t e m a n u a l d e l i t e r a t u r a n i s e l l o c o m e rc i a l n i i n t e n t o d e p e r s u a s i ó n q u e c a m b i e l o q u e e s t á a p u n t o d e o c u r r i r : n a d a , n i s i q u i e r a e l o l v i d o , q u e e s c o n s t a n c i a d e p re s e n c i a . E l l e c t o r c i e r r a e l l i b ro y l o a b a n d o n a p o r a h í , c o n o s i n u n a o p i n i ó n d e l t e x t o y d e s u a u t o r. E n l a a c a d e m i a , e l c o n c e p t o c l á s i c o – s e r é s i m p l i s t a a l re s p e c t o – e s t á m á s a s o c i a d o a l a t r a d i c i ó n l i t e r a - r i a q u e a l a p e rc e p c i ó n l e c t o r a ; a l a i n f l u e n c i a que ejercen el autor y su obra en la literatura, que a s u c o n t e m p o r a n e i d a d . U n c l á s i c o e c h a r a í c e s . E n t é r m i n o s c o m e rc i a l e s , e l c l á s i c o s e d i v i d e e n o b r a s y a u t o re s ( u n i v e r s a l e s y re g i o n a l e s ) , y u n a s y o t ro s s e p u b l i c a n s i n c e s a r y s e v e n d e n p o c o a p o q u i t o , e n o c a s i o n e s p o rq u e h a y u n c o n s u m i d o r d e l i b ro s q u e l o s s o l i c i t a d e m a n e - r a c o n t i n u a ( e l e s c o l a r, p o r e j e m p l o ) ; y d o b l e m e n t e c l á s i c o c u a n d o s e e n c u e n t r a b a j o d o m i n i o p ú b l i c o , c u a n d o l o s d e re c h o s p a t r i m o n i a l e s h a n v e n c i d o y, p o r t a n t o , n o h a y q u i e n re c l a m e re g a l í a s . H a y e d i t o r i a l e s e s p e c i a l i z a d a s e n p u b l i c a r c l á s i c o s , o e n b r i n d a r l e s e l a p a r a t o c r í t i c o q u e l o s c o n v i e r t a e n c l á s i c o s , c o m o C á t e d r a . L a c o l e c c i ó n P e n g u i n C l á s i c o s e s t é l e j o s d e l p e r f i l m i - n u c i o s o d e C á t e d r a , o G re d o s , p e ro s u a l i a n z a c o n l a U N A M b u s c a c o n c i l i a r l a v i s i ó n c a n ó n i c a y l a c o m e rc i a l .

Clásicos mexicanos

La literatura del siglo XIX que ha logrado franquear la barrera del tiempo, además de haber entrado al fértil terreno del dominio público, no ha dejado de dialogar con sus lectores ni de atraer al consumidor de libros, ya sea por inercia, por prestigio, porque un escritor o un investigador literario la resucita, porque una editorial decide publicarla, por lo que sea. Personalmente, no puedo afirmar que toda la literatura del XIX entabla un diálogo contemporáneo conmigo, como todo lector tengo filias y aversiones; sin embargo, al margen de ciertos vicios de formación académica (como egresado de Letras), profesional (como editor) y vocacional (como escritor), no deja de resultarme increíblemente seductora, y creo que esta percepción la comparte un amplio perfil de lectores que tienen la capacidad de incidir en otros lectores y consumidores de libros. No es una ocurrencia que el consorcio editor de literatura comercial más poderoso del mundo, Penguin Random House, en alianza con nuestra máxima casa de estudios, halle la veta de un negocio redituable en autores como José Tomás de Cuéllar o Amado Nervo, en el folletín o el modernismo. Es claro que ninguno necesita del otro, la editorial puede subsistir perfectamente sin ellos, como nuestros escritores han subsistido a pesar de las muchas ediciones abusivas de las que a veces son víctimas, que de tan malas y feas (en versión impresa o electrónica) provocan lástima y coraje.

La serie coordinada por las doctoras Belem Clark de Lara y Luz América Viveros Anaya, por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, e impulsada por Ricardo Cayuela en Penguin, no está centrada en el discurso canónico de la literatura mexicana, sino en presentar una cartera de autores y títulos atractivos para el consumidor de libros, y hacer de estos clásicos ediciones competitivas en el mercado editorial (Talavera, 2016). La preocupación de Cayuela por los clásicos nacionales no es nueva, cuando estuvo al frente de la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura, anunció su intención de llevar a otras lenguas a los autores clásicos mexicanos, aunque entonces aludía a José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán o Alfonso Reyes (Notimex, 2015). Cada tomo e s t á a l c u i d a d o d e i n v e s t i g a d o re s e x p e r t o s e n el autor, quienes, además de ofrecer un somero

texto introductorio, anotan la obra cuando es necesario, y rematan con una apretada cronología del autor, de México y de la época –todas elaboradas con diferentes criterios, de manera que terminan siendo complementarias (o revelando cierta inconsistencia editorial).

Los textos elegidos no son necesariamente los que los manuales tradicionales mencionan como los más representativos de cada autor o corriente literaria: Manuel Payno, El hombre de la situación; José Tomás de Cuéllar, Historia de Chucho el Ninfo y Los fuereños; Ignacio Manuel Altamirano, La Navidad en las montañas y El Zarco; Manuel Gutiérrez Nájera, Cuentos frágiles y Por donde se sube al Cielo; Amado Nervo, El bachiller, El donador de almas, Mencía y una selección de cuentos.

A esta primera serie, aparecida en 2017, se sumarán en 2018 una versión original del Popol Vuh (es decir, una que no procede del documento de Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, como la de Adrián Recinos del Fondo de Cultura Económica), al cuidado de Laura Elena Sotelo, traducción directa de Michela Craveri; dos autores novohispanos: Juan Ruiz de Alarcón, con La verdad sospechosa, Las paredes oyen y Examen de maridos, edición de Germán Viveros Maldonado; y Juana Inés de la Cruz, con Antología en prosa y verso, edición, prólogo y notas por Martha Lilia Tenorio, que incluye, por primera vez en el mismo tomo, las dos cartas autobiográficas de Juana de Asbaje; una antología de crónicas de Guillermo Prieto, Vida cotidiana y crónicas viajeras, selección de Lilia Vieyra Sánchez; y La Rumba, de Ángel de Campo Micrós, al cuidado de Yliana Rodríguez González, “novela del gran cronista mexicano, tomada directamente del periódico donde apareció” (Frías, 2017), con lo cual Micrós perdió otra vez la oportunidad de ser disfrutado en su mejor y más influyente faceta, la de cronista.

Quedan fuera de este grupo piloto, personalidades y trabajos tan relevantes como Bernal Díaz del Castillo, el incisivo José Joaquín Fernández de Lizardi, Vicente Riva Palacio, Luis G. Urbina, Federico Gamboa, Laura Méndez de Cuenca, Heriberto Frías, Ramón López Velarde, entre otros.

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En septiembre de 2017, durante el marco de la II Feria del Libro Humanístico celebrado en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, fue realizada la Presentación de la Colección Clásicos mexicanos, presidida, entre otros, por las doctoras Belem Clark de Lara y Luz América Viveros, coordinadoras académicas del proyecto Clásicos Mexicanos

El arte de narrar de Manuel Payno (1810-1894)

Contra la opinión de Manuel Gutiérrez Nájera, que afirmaba jocosamente y sin haber leído, que los mexicanos “no sabemos hacer novela”, a pesar de las alabanzas de “algunas señoras de edad”, Manuel Payno es el novelista por excelencia del siglo XIX. Hombre de extraordinaria visión intelectual y dotes narrativas deslumbrantes, fue quien mejor retrató la podredumbre de los gobiernos chabacanos de Antonio López de Santa Anna, cuyos niveles de corrupción (¡ring!) inspiraron Los bandidos de Río Frío, título que constituye la obra canónica de Payno, aunado a El fistol del diablo, aunque su labor periodística e historiográfica no le va a la zaga.

En uno de esos casos excepcionales en esta colección, Yliana Rodríguez González se encargó de todo: prólogo, notas, edición del texto y crono- logía. Yliana hurgó en los confines de la Hemeroteca Nacional para ofrecer, más que el “texto original”, la primera versión publicada de El hombre de la situación, novela de folletín aparecida en las páginas del efímero periódico La Independencia, en marzo de 1861, y en forma de libro en junio de ese mismo año. Tres generaciones de pícaros, advenedizos y arribistas Fulgencios García Julio (al estilo de los Buendía de Cien años de soledad) dan cuenta del devenir nacional en tres etapas de nuestra historia: la Colonia, el ocaso del Virreinato y los primeros años de vida independiente, Fulgencio abuelo, padre e hijo; “es una novela en que se habla de política, de ignorancia, de ambición, de historia y de malas costumbres, con muy buen humor y mucha crítica […] un argumento, tristemente, vigente: en un país de estúpidos, el don de la oportunidad, la deslealtad, la ambición, la ignorancia y la picardía, que no la inteligencia, te permitirán llegar lejos” (Rodríguez, 2017: 13).

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Al margen de la lección política, como todas las de Payno, El hombre de la situación es una novela divertida y gozosa, y aunque el tiempo se le escapó a don Manuel y nunca concluyó el proyecto narrativo, ya que se llegó a anunciar una segunda parte nunca escrita, puede considerársele un texto redondo.

El moralista José T. de Cuéllar (1830-1894)

José Tomás de Cuéllar, el muy conocido Facundo, es un caso peculiar dentro de nuestra historia literaria. Personaje nodal de México en es.slideshare.net el siglo XIX, se convirtió en un best seller, una autoridad moral, una conciencia pública; cada texto suyo ponía el dedo en la llaga y se tomaba las cosas muy en serio (no me imagino tomando café con él). La mirada crítica a veces se pierde tras el gesto censor, y así es su literatura folletinesca, machacona, censurante, rígida, formularia, más cerca del testimonio historiográfico que de la literatura. Ana Laura Zavala es consciente de que esta opinión, como muchas opiniones generalizadas, es producto de algunos prejuicios sembrados por los críticos José Luis Martínez y Antonio Castro Leal, refiere en el prólogo. Por ello, en colaboración con Belem Clark de Lara, se ofrece Historia de Chucho el Ninfo (1871, 1890) y Los fuereños (1883, 1890), textos que cuestionan el costumbrismo acartonado de Cuéllar, dado su dinamismo en el tratamiento de la historia. Nancy Luna Hernández y Jimena Martínez Aldama se ocupan de la cronología. Siguiendo el ejemplo de Balzac y su Comedia humana, Cuéllar (como Carlos Fuentes) se propuso retratar a la sociedad mexicana en una serie de novelas agrupadas bajo el título general de La linterna mágica, y recordamos Baile y cochino y Ensalada de

pollos como los textos representativos, difundidos precisamente por la UNAM. Los retratos que se propone Cuéllar, quizá por exigencias de esos tiempos, suelen salirle en blanco y negro. Historia de Chucho el Ninfo no es la excepción, aunque los matices son más variados y ligeros; apoyada en los diálogos, que marcan el ritmo de la narración, la historia retrata a un niño mimado por mamá (mimos que, se supone, darán lugar a su amaneramiento), a quien por azares del destino la vida termina proveyéndolo de todo, y se convierte en un ampuloso seductor, algo así como un mirrey, “entregado sólo al culto desmedido de la belleza y la superficialidad”. Al margen de la historia, Cuéllar captura con gracia y fidelidad episodios de la vida cotidiana, como las fiestas religiosas.

Los fuereños permite reconciliarse con Cuéllar. Con bastante sentido del humor, incluso ácido, se ocupa de las desventuras de una familia que pretende establecerse en la pujante y moderna capital de México. Encabezada por don “Trinidá” y doña Candelaria (los imagino como Joaquín Pardavé y Sarita García), la familia irá de tropiezo en tropiezo hasta comprender que “los peligros del lujo y la prostitución de la gran ciudad” no son para ella, moraleja con la que el autor sentencia la modernización del país y contribuye al bucólico mito de la apacible vida en provincia.

Actualidad de Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893)

Quiero suponer que Ignacio Manuel Altamirano no requiere de mayor presentación. Luz América Viveros lo describe así en el prólogo: “novelista, poeta, cronista, crítico literario, historiador, profesor de la Escuela Nacional Preparatoria, magistrado de la Suprema Corte de Justicia, político y militar”. Un hombre de su tiempo, de una influencia tajante durante el XIX mexicano, ya que fue uno de los intelectuales más esmerados por asentar el proyecto republicano de gobierno y el concepto de identidad nacional con las armas de las letras. La fórmula para solucionar los males que aquejaban a la titubeante y joven nación mexicana no estaba en la política, sino en la educación.

A esta idea responde La Navidad en las montañas, ese encuentro armónico y constructivo entre un militar liberal

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y un cura, que más bien es el guía espiritual de una comunidad organizada en torno a su mentor. Altamirano produjo una de esas raras novelas utópicas que, en efecto, terminan convirtiéndose en textos clásicos gracias no sólo a la trama, sino a los recursos y el propio estilo del autor. El otro texto canónico de Altamirano es El Zarco. Episodios de la vida mexicana en 1861-1863, que tiene como historia superficial a la mujer enamorada que lo deja todo por seguir al líder de una banda de criminales, pero en el fondo tiene varias lecturas contemporáneas, desde el papel de la mujer en la novela, hasta la creación de “autodefensas” para resolver “lo que los cuerpos policiales no han podido ni querido resolver, ya sea por temor frente al bandidaje organizado o por complicidad con ellos” (Viveros, 2017: 32). Ambas novelas ocurren en Tierra Caliente, donde han germinado maestros guerrilleros y los grupos criminales más violentos.

La edición de Luz América Viveros recoge, en el caso de La Navidad en las montañas, la última que revisó el autor, y en el caso de El Zarco, obra póstuma, el manuscrito autógrafo. Su prólogo no deja cabos sueltos y abunda en paralelismos con nuestro tiempo. La cronología, amplia pero puntual, es obra de Alejandra Beatriz Pérez Escartin.

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La obra incompleta de Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895)

Pienso en Gutiérrez Nájera y me viene a la mente su famoso poema “Non omnis moriar”: “¡No moriré del todo, amiga mía! / De mi ondulante espíritu disperso, / algo en la urna diáfana del verso, / piadosa guardará la poesía”. O “La duquesa Job”: “En dulce charla de sobremesa, / mientras devoro fresa tras fresa, / y abajo ronca tu perro Bob, / te haré el

retrato de la duquesa / que adora a veces al duque Job”… Aprendemos a apreciar a Gutiérrez Nájera desde la poesía, pero, siendo un escritor tan completo, justo es concederle su lu- gar como narrador, como prosista, porque no fue la poesía sino la prosa (periodística) lo que le dio un reconocimiento prolongado entre los lectores, además de permitirle vivir y mantener a su familia.

Máximo exponente de la escuela modernista, su influencia cruza las fronteras. Apenas se le conocen 235 poemas, informa Belem Clark de Lara –autora del prólogo y la cronología– sin atreverse a cerrar la cifra. La obra de Gutiérrez Nájera abunda en los diarios de su época bajo numerosas firmas, tantas que los investigadores no están seguros de haber rescatado la producción completa del Duque Job. Su literatura es inteligente, aguda, exquisita y, sobre todo, afrancesada, lo mejor del diecinueve, ligeramente enfrentada con el positivismo porfirista. Gutiérrez Nájera predicó una estética que apartara esa basurita en el ojo que se llama realidad inmediata, y se concentró en consentir a las musas, en allanarles el camino de la belleza.

Cuentos frágiles (1881-1882), único libro que publicó en vida, conjuga fábulas, crónicas y ensayos libérrimos; no hay que verlos solamente como narraciones modernistas que aspiran a la excelencia literaria, sino como verdaderos manifiestos retóricos que brindan a la lengua escrita mexicana una personalidad propia. Su fluidez contrasta con la prosa áspera de Prieto o Payno. Y como en el caso de Cuéllar, las editoras Belem Clark de Lara y Alicia Bustos Trejo se han ocupado en ofrecer al público una imagen novedosa del autor clásico, al incluir Por donde se sube al Cielo (1882), la primera novela modernista de México, con guiños tan modernos como el tomarse libertades contundentes, sin permiso del lector, como jugar con el tiempo. Recuperada apenas hace veinte años por Clark de Lara, cuenta el drama del enamoramiento de una cortesana, Magda, y un joven de familia, Raúl, y los avatares que enfrentan para realizar su amor condenado al fracaso.

El moderno Amado Nervo (1870-1919)

Sólo Amado Nervo sabe más de Amado Nervo que Gustavo Jiménez Aguirre, quien ha dedicado prácticamente su vida profesional a rescatar y estudiar la obra dispersa del más popular de los poetas mexicanos. Como en el caso de Gutiérrez Nájera, sus versos los tenemos perfectamente integrados a nuestra educación sentimental, ¿quién no conoce el tango “El día que me quieras” o la hondura de los versos finales de “En paz”, ahora un tópico?: “¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”. Y como en el caso de Gutiérrez Nájera, Penguin Clásicos no nos ofrece al poeta (aunque hay mucha poesía en estas páginas), sino al narrador versátil e imaginativo.

El tomo que coordina Jiménez, responsable de la selección, el prólogo y la cronología, cuenta con la colaboración editorial de Jorge Pérez Martínez y Salvador Tovar Mendoza, y es el más seductor de esta primera serie. Incluye tres novelas breves del poeta modernista, decadente y fantástico que fue Amado Nervo, además de una selección de veinte cuentos, “los mejores” según su antólogo. No podría afirmar que en efecto son los mejores, pero sí sostengo que no defraudarán al lector ni en su factura ni en la sorpresa ni en la diversidad temática, donde conviven espectros, almas sin sosiego, reflejos que matan, y un permanente deseo de transgredir las leyes de la naturaleza, como en “El sexto sentido” o “El del espejo”. Nervo, quien recibió una educación católica, tenía algo de oscuro y esotérico, fascinante, que transmite a la perfección esta selección. De haber vivido en el siglo XXI, el joven Nervo habría sido dark, tal vez emo.

Pero el viaje no comienza con los cuentos, sino con El bachiller (1895), la historia de un seminarista que al ver amenazada su vocación religiosa por el

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amor de una mujer, prefiere seguir “con gesto triunfal” el ejemplo de Orígenes, padre de la Iglesia, la castración. Le sigue El donador de almas (1899), un relato fantástico, experimental, que “inaugura la mejor etapa nerviana –dice Jiménez (2017: 20)–: aquella en la que sus fantasmas personales conviven promiscuamente con los intereses espirituales de su tiempo y el nuestro”: un hombre solitario y egoísta recibe en donación un alma para que lo acompañe, ¿cómo logran convivir en el mismo cuerpo dos espíritus tan diferentes como el de un doctor y una monja? A El donador… se le ha comparado con El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de R. L. Stevenson (1866); yo creo que Psycho, de Robert Bloch (1959), tampoco queda muy lejos. Mencía (1907), que en realidad es un pasquín escrito para la colección madrileña El Cuento Semanal, es “un cuento de ambiente histórico” –según el autor–, “lo que pasa en él, ‘pudo haber sido’”, y cuenta la historia de un platero que se soñó rey, o la de un rey que se soñó platero, o herencia de un “amor constante más allá de la muerte” y de los sueños. Amado Nervo, como pocos autores mexicanos, promovió su imagen en el extranjero jugando las reglas que marcaba el mercado editorial, y Mencía obedece a este juego, según Jiménez.

Nervo murió representando a México en Montevideo, Uruguay, y aunque gran parte de su obra cayó en el olvido a lo largo del siglo XX, por los años noventa comenzó a recuperarse su estatura literaria. Ha sido protagonista de numerosos exordios y homenajes. El primero, de Alfonso Reyes, quien reunió en veintinueve tomos la obra completa del poeta nayarita; Vicente Leñero, José Emilio Pacheco, Octavio Paz y muchos otros se han ocupado de él. Y entre los extranjeros también tiene seguidores, como Borges: “… felizmente Amado Nervo buscó las palabras que no envejecen, buscó sobre todo en sus últimos libros, las palabras sencillas, las palabras que no parecen imágenes de las cosas, sino que forman, ya Platón lo sospechó, otro universo” (apud Jiménez, 2017: 14), afirmación que puede aplicársele a esta muestra narrativa, inquietante y perturbadora.

Procedencia no dudosa

Vistos uno por uno, pareciera que el mayor mérito de la colección es que los textos no son “de dudosa procedencia”, sino que abrevan de fuentes directas. Cuando se anunció el proyecto, Ricardo Cayuela señaló que uno de los retos de esta serie estribaba, como ya mencioné, en que compite con ediciones que van de lo malo a lo p e o r ; l a v e n t a j a e s q u e P e n g u i n R a n d o m H o u se cuenta con “el músculo”, el aparato comercial, para colocar los libros en los puntos de venta más variopintos (Talavera, 2016). La verdad, exageramos. Los argumentos de la fuente original y de la seriedad editorial resultan bastante relativos cuando examinamos la serie. De cada título existen ediciones brillantes, exhaustivas, confiables y económicas que, lejos de agobiar al lector, invitan a la lectura, para empezar en la propia UNAM, al cuidado de los mismos investigadores expertos que colaboran en el proyecto. Tampoco hay que olvidar las del Fondo de Cultura Económica, el fondo editorial de la actual Secretaría de Cultura, incluso la tradicional “Sepan cuantos…” de Porrúa, a cargo de los maestros de maestros, como Francisco Monterde, Antonio Castro Leal o Luis González Obregón. No hay manera de afirmar que éste sea un proyecto innovador, pero sí que ofrece la oportunidad de establecer un diálogo contemporáneo con nuestra tradición literaria, enriquecido por una interpretación reciente de los textos, que atiende a XIX con los muchos puntos de contacto del siglo nuestro presente.

Referencias

CLARK, B. (2017). Prólogo. Manuel Gutiérrez Nájera, fundador de una estética moderna. En: Manuel Gutiérrez

Nájera, Cuentos frágiles. Por donde se sube al Cielo, pp. 9-34.

México: IIFL-UNAM/Penguin. FRÍAS, L. (2017). Clásicos Mexicanos, patrimonio cultural escrito de la nación. En: Gaceta Digital UNAM, 11 de septiembre [en línea]: <gaceta.unam.mx/20170911/ c l a s i c o s - m e x i c a n o s - p a t r i m o n i o - c u l t u r a l - e s c r i t o - d e - l a nacion/> [consultado: 19 de octubre de 2017]. JIMÉNEZ, G. (2017). Prólogo. Amado Nervo: la transmigración del prosista. En: Amado Nervo, El bachiller, El donador de almas, Mencía y sus mejores cuentos, pp. 9-24.

México: IIFL-UNAM / Penguin. NOTIMEX (2015). México busca posicionarse en mercado editorial británico. El Diario NTR, 10 de abril [en línea]:

< w w w. n t r g u a d a l a j a r a . c o m / p o s t . p h p ? i d _ n o t a = 8 2 3 > [consultado: 19 de octubre de 2017]. RODRÍGUEZ, Y. (2017). Prólogo. En: Manuel Payno, El hombre de la situación, pp. 9-30. México: IIFL-UNAM / Penguin. TALAVERA, J. C. (2016). Penguin Random House traza canon mexicano. En: Excélsior, 13 de enero [en línea]: <www. e x c e l s i o r. c o m . m x / e x p re s i o n e s / 2 0 1 6 / 0 1 / 1 3 / 1 0 6 8 4 9 2 > [consultado: 19 de octubre de 2017]. VIVEROS, L. A. (2017). Prólogo. Altamirano: el Maestro de la

República de las Letras. En: Ignacio Manuel Altamirano,

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IIFL-UNAM / Penguin. ZAVALA, L. (2017). Prólogo. “¡Quién dijo miedo! Yo soy audaz”: Vistazos a la obra de José Tomás de Cuéllar. En

José T. de Cuéllar, Historia de Chucho el Ninfo y Los fuereños, pp. 9-26. México: IIFL-UNAM / Penguin.

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