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Cuidar el mundo desde un aula de secundaria La necesidad de revolucionar el mundo a partir del ámbito local

Cuidar el mundo desde un aula de secundaria

LA NECESIDAD DE REVOLUCIONAR EL MUNDO A PARTIR DEL ÁMBITO LOCAL

Luis Sergio Martínez Guzmán*

Este artículo da continuidad al publicado el mes pasado bajo el título de “Cuidar el mundo desde un aula de secundaria. Quema de cultivos, un problema invisible”. Luego de haber dado cuenta de los pasos seguidos con dos grupos de estudiantes de secundaria para que establecieran la relación entre las actividades agrícolas efectuadas en su localidad, la salud humana y la generación de gases de efecto invernadero, ahora me enfoco mayormente en relatar la experiencia de una práctica escolar agrícola emprendida en pequeña escala y exponer los elementos teóricos que alumbran los pasos por seguir para contribuir a la formación de una juventud crítica y reflexiva dispuesta a cambiar el mundo desde su entorno más próximo.

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una inquietud que surgió después de entrevistar a productores de caña de azúcar, se refería a la dependencia económica de la población de Huixtla, Chiapas (estudiantes incluidos) respecto de tal actividad agrícola. Apuntamos esta pregunta por considerarla de gran importancia; la idea era que, al avanzar en las indagaciones, se fueran construyendo elementos que nos permitieran esbozar alguna respuesta.

Como docente de Ciencias III (Química) en dos grupos de la misma institución educativa, propuse, y llevamos a cabo, una práctica orientada a reconocer el proceso productivo a través de cultivos hidropónicos. De manera permanente, en este grado intentamos establecer un huerto con técnica de película nutritiva (NFT, por sus siglas en inglés); y como parte de otro proyecto trabajamos en la obtención de forraje verde hidropónico (FVH) germinando granos de maíz.

* Docente de la Escuela Secundaria “Benemérito de las Américas”, Huixtla, Chiapas.

Luis Sergio Martínez Guzmán Hacia el cierre de las actividades del ciclo escolar, preparamos una muestra de los trabajos. La variante en esta ocasión fue que el grupo de primer grado expuso su experiencia a los grupos de tercero, y los terceros, por su parte, tuvieron como público a los grupos de primero. Esta interacción permitió que el grupo de primero conversara y recuperara ideas acerca de la experiencia de producir en pequeña escala aprovechando los recursos disponibles. Una de las aportaciones más importantes mencionadas en la exposición de tercer grado fue en torno a la posibilidad de producir forraje verde La producción de forraje verde hidropónico perhidropónico en charolas apilables. Esta mite obtener gran cantidad de alimento para el práctica permite obtener gran cantiganado en pequeños espacios dad de alimento para el ganado en pequeños espacios sin deforestar amplias zonas destinadas a la ganadería, lo cual beneficia, en lo inmediato, la preservación de la biodiversidad.

Una de las preguntas constantes en cuanto a esta forma de producción se refiere a si es posible vivir de este tipo de prácticas. En mi opinión, el primer limitante es nuestra idea de vivir con respecto al desarrollo. Al respecto, recurro nuevamente a la obra El planeta, nuestro cuerpo. La ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad, de Martín Boada y Víctor M. Toledo, 1 donde este último autor plantea que se nos ha vendido una idea acerca de “una suerte de ‘modelo supremo’ que todas las naciones ‘en vías de desarrollo’ son forzadas a imitar a través de un sinfín de mecanismos de lo que podríamos llamar una inercia global” (2003: 122). Esta visión implica que la aspiración superior de los pueblos en vías de desarrollo sea una sola: alcanzar la condición de los grupos dominantes.

Ante ello, resulta preciso educar a la comunidad sobre el uso y aprovechamiento de los espacios, a fin de privilegiar la pequeña producción y el consumo de lo local hasta que se constituya en un elemento de identidad social.

1 Este libro está dividido en tres partes. La primera, escrita por Boada, de la cual utilizamos un par de lecturas y algunos párrafos sueltos como ideas generadoras durante las conversaciones con los estudiantes. La segunda, a cargo de Víctor M. Toledo, aborda reflexiones relativas a cómo se relacionan los pueblos con el medio, la idea general del desarrollo y sus implicaciones globales. En la tercera se presenta una entrevista a los autores realizada por Mireia Artís.

Se requiere la creación de formas de autosuficiencia familiar y barrial, nuevos diseños descentralizados de manejo de energía […], todo un programa de transformación de los espacios naturales […] para la producción agrícola […] y de algunas técnicas de producción de alimentos en pequeña escala como la hidroponía (Boada y Toledo, 2003: 130).

La producción de alimento ha sido también una de las dinámicas de trabajo desde hace varios ciclos escolares. En nuestro caso, producimos chile habanero (Capsicum chinense). Como se ha de suponer, hay ocasiones en que las cosas salen tan mal que no producimos un solo chile. Sin embargo, la experiencia se ha mantenido en esa vía por la resistencia que este cultivo tiene a las altas temperaturas, y la posibilidad de obtener producción en elevadas condiciones de humedad como sucede con la técnica de película nutritiva.

Estas experiencias demuestran que, en el ámbito local, hay otras formas de aprovechar los espacios, otras formas productivas que tienen que ver con la manera de relacionarnos con el medioambiente, con base en nuestra propia conciencia de individuos componentes de un macrosistema. “Se trabaja por el cuerpo […], por el equilibrio de la familia […], la armonía comunitaria o barrial, […] se lucha por la región, los seres vivos o la salud del ecosistema planetario” (Boada y Toledo, 2003: 153).

Estas propuestas buscan reflexionar sobre caminos alternativos a la simple práctica extractiva de los recursos naturales disponibles. Se trata de una pequeña aportación a la toma de control del territorio ligado a un uso no destructivo de los recursos naturales que Toledo explica. El principio es elemental: la necesidad de cuidar el entorno para garantizar nuestro futuro como especie.

Luis Sergio Martínez Guzmán Hay otras formas de relacionarnos con el medioambiente, con base en nuestra propia conciencia de individuos componentes de un macrosistema

Con estos proyectos buscamos reflexionar sobre caminos alternativos a la simple práctica extractiva de los recursos naturales disponibles

Luis Sergio Martínez Guzmán

Luis Sergio Martínez Guzmán

Es necesario cuidar el entorno para garantizar el futuro de nuestra especie

Enseñar la revolución

En diferentes momentos, leer a Toledo me lleva a pensar en el planteamiento de la pedagogía crítica, tan en boga como mal comprendida por el movimiento magisterial en Chiapas. Algunos comentarios parecen hablar de cada rincón de una Latinoamérica engañada, deslumbrada por los destellos de un paraíso ficticio al que sólo se puede acceder obedeciendo, siguiendo las huellas de los que han alcanzado tan envidiable posición.

Toledo explica el desarrollo comunitario sustentable ligado a “promover la capacidad autogestiva de las comunidades, las cuales han sido entidades reiteradamente expoliadas a través de la historia por los diversos poderes económicos y políticos hegemónicos” (Boada y Toledo, 2003: 177).

Este propósito ha de lograrse en un escenario constante de locura en la promoción del consumo en beneficio de unos cuantos, según explica Toledo. Como es evidente, el estilo de vida que se publicita no se corresponde con las diversas realidades de una Latinoamérica siempre tributaria. El silencio se magnifica cuando el oprimido celebra su condición de avance, cuando disfruta sin pudor parodiar al opresor, relacionando el desarrollo con la aparición del supermercado y la disponibilidad de la fast food (comida rápida) al tiempo que segrega a sus semejantes.

Los instintos suicidas de la civilización industrial, representados hoy en día por los intereses en expansión de unas 500 corporaciones transnacionales, el conjunto de los principales bancos internacionales y buena parte de los gobiernos de los estados nacionales nos conducen, a mediano plazo, a un despeñadero colectivo (Boada y Toledo, 2003: 183-184).

Una forma de enseñanza crítica inicia por la identificación de las condiciones de producción, y las distintas implicaciones que ello tiene en el colectivo y su medio natural. Esto debe conducir a reconocer el papel del individuo en una permanente relación dialógica con su medioambiente, de tal suerte que fundamente su identidad confrontando al exógeno paradigma civilizatorio.

El trabajo principal en la educación pasa por la comprensión de nuestro entorno a través de una articulación respetuosa y productiva, que reconozca la importancia de un liderazgo incluyente, ya que, “en la dialógica de la acción […], el liderazgo se obliga a incansablemente desarrollar un esfuerzo de unión de los oprimidos entre sí y de éstos con él para lograr la liberación” (Freire, 2005: 225). Sin embargo, esta aspiración se ve coartada cuando la escuela se percibe como un instrumento de reproducción de la desigualdad, una caverna siempre dispuesta a reproducir en eco las instrucciones que la globalización designa como necesarias.

Esta reproducción de la ideología dominante tendría lugar en los Aparatos Ideológicos del Estado (AIE) y entre ellos, con un lugar privilegiado, la escuela. A diferencia de los Aparatos Represivos del Estado, que funcionan principalmente por la fuerza y secundariamente por la ideología, éstos actúan principalmente a través de la ideología y secundariamente por la fuerza (Hirsch y Rio, 2015: 72).

Existen en este momento demasiadas alarmas para pasarlas por alto: el costo ecológico de las actividades antropogénicas, la sobrepoblación y la creciente demanda de alimentos, la intromisión mediática orientada a la modificación de hábitos alimentarios en la población, el cambio climático. Enseñar alternativas al estándar ideológico globalizador es por sí mismo un acto de rebeldía.

Enseñar el reconocimiento y cuidado del entorno inmediato como una prioridad no es una pequeñez, no significa conformarse con poco. Concuerdo con una de las corrientes pedagógicas a la que se ha llamado aprendizaje situado. Esta práctica está basada en la visión experiencial de John Dewey, de la cual se ha dicho que “utiliza y transforma los ambientes físicos y sociales para extraer lo que contribuya a experiencias valiosas, y pretende establecer un fuerte vínculo entre el aula y la comunidad, […] que genera cambios sustanciales en la persona y en su entorno” (Díaz-Barriga, 2006: 3).

Se trata de una propuesta donde lo más importante es el reconocimiento del entorno, con la apropiación de sus características y problemáticas. Es decir, el entorno se constituye en el marco desde el cual adquiere significado el estudio porcentual en Matemáticas, la entrevista en Español, la identidad en las Ciencias Sociales, las transformaciones químicas, la apreciación artística. Así se construye un objetivo común desde el contexto del estudiante, no desde la idealización burocrática, tan presente en las retículas programáticas y en las aspiraciones internacionales del tipo OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).

Comentarios finales

La obra de Boada y Toledo tiene, en su lenguaje y propuesta, contenido que rebasa los planteamientos dirigidos al alumnado de la educación secundaria. En ocasiones, he tenido que detenerme para comprender los planteamientos y luego tratar de socializarlos con mis alumnos.

Como se ha visto, esta experiencia utiliza la lectura de algunos párrafos puntuales como detonadores reflexivos. Se trata de textos desde los cuales es posible cuestionar las condiciones y prácticas vigentes, no sólo agitando la percepción del estudiante sino también de la comunidad, del docente y del colectivo escolar, a partir de la necesidad de cuestionar qué objetivos alimentan nuestros actos y omisiones.

Una de las grandes satisfacciones ha sido haber elaborado un video de denuncia2 con la intención de visibilizar un problema que tras cuatro décadas se ha normalizado. Al momento de esta redacción el video cuenta con un poco más de seiscientas reproducciones; si la mitad de ellas fueron realizadas por personas de la comunidad, habremos iniciado un proceso de acercamiento al problema.

Como parte de las actividades del ciclo escolar, se espera llevar a cabo un foro donde los grupos de alumnos involucrados expliquen la problemática y algunas opciones productivas alternas, frente a madres y padres de familia.

Las ideas sobre las que se realiza este trabajo han unificado algunas opiniones y también han creado disensos. Dentro y fuera de las instalaciones escolares, se han vertido algunos comentarios y me parece que son un buen indicio de que las personas están cobrando conciencia de la problemática, sin importar si están a favor o en contra de nuestras opiniones.

En una publicación reciente, un artículo me llamó la atención precisamente por sostener una postura en contra. En ella el autor menciona que el desarrollo sustentable se ha malinterpretado haciendo que se considere la protección del medioambiente como fin último, y agrega:

… si bien el desarrollo moderno ha provocado el daño ambiental que padecemos, también es cierto que los métodos actuales de producción son inmensamente más eficientes que los tradicionales (¡por eso han sido tan exitosos!). Renunciar

2 www.youtube.com/watch?v=TN3ZwsNNgB8

a los avances de la ciencia y la tecnología moderna para regresar a métodos tradicionales no es una opción, pues provocaría una crisis económica que causaría hambre, pobreza, enfermedad y muerte para millones de seres humanos (Bonfil, 2019: 7).

Lamento que el artículo se haya publicado después del cierre del ciclo escolar en el que tuvieron lugar las actividades que relato, pues tal vez podría haberse utilizado para organizar un debate en la asignatura de Español. No estaría de acuerdo en que regresar a los métodos de producción tradicionales causaría pobreza, enfermedad y los demás flagelos mencionados; éstos existen desde ya, y están más ligados a políticas ineficaces de distribución de bienes y alimentos, a un ejercicio voraz de unos sobre otros.

Los métodos tradicionales tienen el potencial de empoderar a pequeñas regiones; forjar identidad; preservar el ambiente; liberar a los pueblos de la dependencia alimentaria; mejorar las condiciones de salud mediante la modificación de la alimentación; fortalecer vínculos intergeneracionales; disminuir el fenómeno migratorio ligado a la pobreza, entre otros muchos aspectos. Hay una contradicción evidente cuando se habla de métodos “exitosos”, si ello incluye el “daño ambiental que padecemos”.

El debate necesario tendría que incluir cuáles son las prácticas tradicionales a que nos referimos. No es lo mismo la quema de áreas amplias, o su deforestación, para obtener tierra cultivable, que mantener la rotación de cultivos, ambas prácticas tradicionales. De la misma manera, por tradicional se entendía el cultivo simultáneo de maíz, frijol y calabaza que, quizá con un rendimiento menor, controlaba la maleza y proveía de alimento a las comunidades. Esta es quizá una postura conciliatoria: hallar lo mejor de la tecnología para impulsar lo mejor de las prácticas tradicionales.

El planeta, nuestro cuerpo, como ya antes he mencionado, me recordó la Gaia* de Lovelock. La propuesta de Gaia como entidad autorregulable también implica la posibilidad de agotarla. Lovelock advierte la previsible necesidad de una reacción en correspondencia a la perturbación:

Si, por ejemplo, los métodos de control climatológico descritos fueran gravemente alterados, la consecuencia podría ser el sofocón de una fiebre planetaria o los estremecimientos de una glaciación; la tercera posibilidad, la oscilación sostenida, incorpora a los dos desagradables estados acabados de mencionar: pasaríamos sucesivamente de uno a otro.

* En la mitología griega, Gaia era la diosa de la Tierra, y, según reconoce Lovelock, ese nombre le fue sugerido por el escritor William Golding para denominar a una “entidad compleja que comprende el suelo, los océanos, la atmósfera y la biosfera terrestre: el conjunto constituye un sistema cibernético autoajustado por realimentación que se encarga de mantener en el planeta un entorno física y químicamente óptimo para la vida” (1985: 15, 16) [N. de la e.].

Esto podría suceder si, llegados a una intolerable densidad de población, la actividad humana hubiera deteriorado de forma incapacitante los poderes de Gaia. El hombre se encontraría entonces ocupando el poco envidiable cargo (a desempeñar además hasta el fin de sus días) de ingeniero de reparaciones planetario (Lovelock, 1985: 105-106).

La respuesta de Gaia a la sobrepoblación, como al uso irracional de ciertas áreas del planeta, implica una difícil aceptación de su naturaleza y sus poderes. Sin embargo, se entiende que un sistema en equilibrio manifieste ajustes a fin de reducir el impacto de la perturbación, como explica el principio de Le Châtelier (Chang, 2010: 638). Si este nuevo punto de equilibrio ofrece condiciones tolerables a las formas de vida conocida, es otra cosa. En un sistema macro, las implicaciones de estos ajustes, y su predicción, se harían tanto más complejos cuanto mayor sea el número de componentes.

Respecto a estas respuestas o ajustes, Toledo sostiene que “la naturaleza requiere […] interlocutores humanos, traductores […], los impulsos que la naturaleza genera deben ser socializados [para producir] la politización de lo natural y la naturalización de la política” (Boada y Toledo, 2003: 184-185).

En escenarios conocidos, aún estamos lejos de un uso confiable de modelos de predicción. Por ejemplo, en mayo de 2019, se declaró una contingencia ambiental en la Ciudad de México; en una región donde hay monitoreo permanente de la calidad del aire y se impulsan estrategias como la verificación de las emisiones de gases de los automóviles y el programa Hoy No Circula, los niveles de partículas contaminantes se elevaron de manera alarmante. La prensa registró que “cientos de personas se quejan de sensaciones extrañas en la piel y los ojos, y las autoridades llaman a pasar el menor tiempo posible al aire libre” (BBC News, 2019).

Asimismo, al sur del continente, en la selva amazónica ocurrió un gravísimo incendio del que dio cuenta la prensa internacional. Las redes sociales se llenaron con mensajes acerca del suceso. La preocupación de la gran mayoría de la gente, sin embargo, no pasó de compartir o reaccionar electrónicamente a la noticia. Y no es que se trate de tomar el primer avión a las zonas afectadas; pero sí, quizá, de que estos eventos, llevados a las aulas, leídos en términos de causa y efecto por la población adulta, e interpretados por el sector político, nos permitan ver las implicaciones y los riesgos potenciales de las prácticas vigentes en nuestra región.

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Vista desde el espacio del desastre ecológico de los incendios en la selva amazónica

Boada se refiere a este fenómeno afirmando que nuestra época, “en materia ambiental, [se caracteriza] por la capacidad para consternarnos por problemas lejanos y quedarnos más o menos indiferentes ante los problemas del entorno inmediato [sin] movilizarnos ante la contaminación del río que atraviesa nuestro pueblo” (Boada y Toledo, 2003: 36-37).

En marzo de 2019, se registró un incendio que afectó entre setecientas y mil hectáreas de la Reserva de la Biosfera La Encrucijada, entre los municipios chiapanecos de Mazatán y Huixtla. Según la prensa, el incidente “pudo ser a causa del saqueo de especies en peligro de extinción realizado por cazadores furtivos” (Victorio, 2019). Más allá de que no haya tenido la cobertura de los otros eventos, dicho incendio tuvo lugar, a pocos kilómetros de nuestro centro escolar, en nuestro entorno, nuestra casa, donde los actos y su interpretación educativa nos significan de forma distinta, o deberían hacerlo.

El inflexible curso del tiempo requiere hoy personas dispuestas a cambiar de hábitos para aprovechar los recursos naturales de manera racional, personas capaces de proponer, debatir y actuar, cada quien desde su función y posibilidades, para cuidar el mundo desde lo local. Leer la realidad me parece que debería ser el objetivo de la educación escolarizada. No necesitamos tener o forjar alumnos-recipientes en los cuales depositar las respuestas, porque todavía no las tenemos. Necesitamos jóvenes críticos de nuestras acciones y creencias, ciudadanos que heredarán el planeta con sus problemas; problemas que, ojalá, podamos hacer cada vez menores.

Referencias

BBC News (2019). Causas detrás de la contaminación en la CDMX. En: El Universal, 15 de mayo [en línea]: <www.eluniversal.com.mx/metropoli/contingencia-ambiental-las-causas-detrasde-la-contaminacion-del-aire-en-cdmx>.

BOADA, M., y V. Toledo (2018). El planeta, nuestro cuerpo. La ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad. México: Fondo de Cultura Económica.

BONFIL, M. (2019). Desarrollo sostenible, no retroceso. En: ¿Cómo ves?, núm. 251 (octubre) [en línea]: <www.comoves.unam.mx/numeros/ojodemosca/251>. CHANG, R. (2010). Química. México: McGraw-Hill. DÍAZ-BARRIGA, F. (2006). Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida. México: McGraw-Hill. FREIRE, P. (2005). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI Editores. HIRSCH, D., y V. Rio (2015). Teorías de la reproducción y teorías de la resistencia: una revisión del debate pedagógico desde la perspectiva materialista. En: Foro de Educación, vol. 13, núm. 18, pp. 69-91 [en línea]: <forodeeducacion.com/ojs/index.php/fde/issue/viewIssue/20/13>. LOVELOCK, J. E. (1985). Gaia, una nueva visión de la vida sobre la tierra (A. Jiménez, trad.). Barcelona: Ediciones Orbis [en línea]: <mateandoconlaciencia.zonalibre.org/gaia.pdf>. VICTORIO, R. (2019). Incendio incontrolable en La Encrucijada. En: Cuarto Poder, 25 de marzo [en línea]: <www.cuartopoder.mx/chiapas/incendio-incontrolable-en-la-encrucijada/280309/>.

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