Invasión Norteamericana
Raíl González Sierra
Cuadernos del Bicentenario
Tratado de Guadalupe
Después de su larga guerra de independencia incluyeron colocar al país bajo la autoridad de de España, México tenía pocos recursos para un emperador. En 1824, la monarquía fue dedesarrollar sus territorios lejanos en lo que ahorrocada y se formó una república constituciora es el oeste estadounidense. Estados Unidos nal. Pero las luchas internas entre las diferentes quiere comprar esas tierras, pero por orgullo facciones políticas — como los partidos centranacional, México se negará a venderlas. listas, federalistas, monarquistas y republicanas La población estadounidense, que superaba los — agotaron aún más la energía y los recursos cinco La existencia de estas facciones polítiFinal dedellapaís. guerra millones en 1800, creció a más de 23 millones cas provocó nuevas luchas al intentar cada una para mediados del siglo. Se estima que casi asegurar poder.Estados MéxicoUnidos tenía el reto de colo-Fue firTratado Guadalupe Hidalgo puso fin a la guerraelentre y México. cuatroEl millones dede estadounidenses se trasladanizar esos territorios y defender sus fronteras más antiguo que todavía está en vigencia ron mado el 2 de febrero de 1848 y constituye el tratado algo imposible para este tambaleante país: entre Estados Unidosentre y México. a los territorios occidentales 1820 y Como resultado del tratado, Estados Unidos adquirió más de un millón doscientos mil kilómetros valioso territorio y surgió potencia 1850Estados Unidos sufrió dos depresiones cuadrados *deHabía menos gente para poblarcomo las tierras mundial fines del siglo xix. en 1839. económicas: unaaen 1818 y la segunda fronterizas. Casi el 10 por ciento de la poblaEstas crisis causaron algunosybuscaran Más allá de lasa que ganancias las pérdidas territoriales, el tratado revistepereció importancia ción masculina de México duranteen la la conuna nueva vida ende lasla áreas fronterizas. formación historia nacional e internacional de México y Estados Unidos. Durante la gueguerra, y el índice de natalidad declinó. * Elrra terreno fronterizo era barato y, en cierentre Estados Unidos y México, los dirigentes estadounidenses una actitud * La guerra constanteadoptaron contra los indios des- de tos casos, gratis. superioridad moral en sus negociaciones del tratado. laque incorporación forzosa animaba aVieron la gente potencialmente se de casi la * Lamitad expansión a las áreasnacional fronterizas trasladado a estas áreas parapor colonizardel territorio deabrió México como hubiera un acontecimiento predefinido la providenoportunidades para nuevas relaciones comerlas. cia, que cumplía el destino manifiesto de difundir los beneficios de la democracia estadouniciales y para el desarrollo individual. Debidode al su sistema económico dense a los pueblos inferiores del continente. En*virtud victoria militar,mexicano, Estados Unidos * La posesión de terreno se asociaba con la existían menos oportunidades para el prácticamente dictócon loslatérminos del acuerdo. El tratado estableció un patrón dedesarrollo inequidad riqueza y estaba vinculada autosuficienindividual en las regiones fronterizas, y la genpolítica y militar entre los dos países y, desde entonces, esta relación asimétrica ha acechado cia, el poder político y el "autogobierno" indete tenía menos motivación para reubicarse. La las relaciones entre Estados Unidos y México. pendiente. colonización era algo que se impulsaba como El mercaderes borrador del tratadovieron fue llevado P. Trist, el comisionado de paz esta* Los marítimos la opor-a México por parteNicholas de la agenda gubernamental. dounidense, el veranonuevas de 1847. la cesión de Alta y Baja California tunidad de expandir en y promover rela-Básicamente, *exigía El sistema militar nacional era incapaz de y Nuevo México, el derecho de paso por el istmo de Tehuantepec y el río Bravo como frontera ciones comerciales al construir en la costa occiproporcionar apoyo para resguardar las vastas de Texas. A cambio, Estados Unidos pagaría hastadel $20país. millones a México y se haría cargo dentalsur puertos que llevaron a un mayor comerfronteras cio con países Pacífico. delos hasta $3del millones de dólares por concepto de*reclamos ciudadanos estadounidenses La Iglesiade católica, tanto como el estableci- en Mientras que de Estados Unidos en marchanegociaciones miento de México—principales guarcontra México. En ponía las siguientes semilitar abandonó la demanda de Baja California la búsqueda de su Destino Manifiesto, México deque las tradiciones nacionales—eran in- estay el derecho de paso. Después de la campaña dianes militar, había acarreado la ocupación enfrentaba circunstancias muy diferentes capaces dedeejercer autoridad en las áreas fron- acordó dounidense de la mayoría de lascomo principales ciudades México, el gobierno mexicano incipiente país independiente.México logró su terizas. LasSin comunidades de la antes frontera reunirse con Trist para discutir los términos de la paz. embargo, justo deeran que comenindependencia de España en 1821, pero sufrió pobres, en su mayoría, y no podían sostener las a zaran las negociaciones, Trist recibió instrucciones del presidente James K. Polk de volver terriblemente con esa lucha. La guerra causó instituciones complejas que el gobierno . Washington D.C. No yobstante, Trist decidió quedarse y reunirse con los representantes mexienormes cargas económicas, la recuperación canos pese a que no disponía del estatus oficial.
Cuando Texas se separó de México en 1836, esos temores se intensificaron; los mexicanos creían que la separación era el resultado de un apoyo directo de voluntarios estadounidenses y la ayuda encubierta de parte del gobierno de Estados Unidos. En octubre de 1845, la sensación general era que el reconocimiento de la anexión de Texas a Estados Unidos no era deseable. No obstante, en esta situación crítica, la administración del presidente Herrera, independientemente de las restricciones legales y políticas, se mantuvo abierta a una solución negociada, lo que significaba la aceptación de la anexión de Texas. Por lo tanto, al gobierno estadounidense se le informó que México aceptaría recibir a un "comisionado" con plenas facultades para negociar el problema de Texas. La opinión pública mexicana en general rechazó esta aproximación y continuó exigiendo una acción inmediata en contra de Texas. Cuando la misión del diplomático estadounidense John Slidell fue rechazada por los gobiernos mexicanos de José Joaquín de Herrera y Mariano Paredes y Arrillaga, y se conocieron los términos de las instrucciones de Slidell, la mayoría de los mexicanos creían que el principal objetivo de la misión había sido "tender una trampa burda con un ultrajante propósito maquiavélico" el gobierno mexicano, cuando supo del tratado de anexión entre Texas y Estados Unidos, en abril de 1844, volvió a plantear su posición considerándolo un acto hostil de parte del gobierno estadounidense y una declaración de guerra implícita. .
. En abril de 1846, cuando las fuerzas estadounidenses al mando del general Zachary Taylor avanzaban hacia el río Bravo, el público mexicano, seguro de que Estados Unidos estaba pronto a iniciar una guerra para despojar a México de sus provincias del norte, demandó una acción militar inmediata para evitarlo. El énfasis estaba en detener el avance estadounidense en el territorio comprendido entre el río Nueces y el río Bravo. La opinión pública mexicana siempre hizo hincapié en la necesidad de defender la integridad territorial, primero en el caso de la anexión de Texas y más tarde en la invasión estadounidense al territorio mexicano. En realidad México nunca le declaró la guerra a Estados Unidos. Cuando se supo en México que el presidente estadounidense James K. Polk había solicitado y recibido una declaración de guerra del Congreso, la opinión de los mexicanos era que la verdadera intención del gobierno estadounidense no era defender una cuestionable reivindicación territorial ni compensar supuestos agravios, como había manifestado, sino tomar posesión del territorio que legítimamente pertenecía a México. Como lo manifestó el periódico El Tiempo: "La conducta del gobierno estadounidense es similar a la del bandido con el viajero", y al enfrentarse con ese peligro la postura de México no podía ser otra que la de defenderse. México reconoció que necesitaba defender su frontera norte si no por ninguna otra razón que la de impedir que Estados Unidos se acercara más a México, y luego llegar hasta la misma capital de México. .
Después de que México alcanzara la independencia en 1821, sus dirigentes políticos y formadores de opinión pública veían a Estados Unidos de un modo ambivalente. Estas visiones diferían según la orientación ideológica. Los liberales admiraban a Estados Unidos por su progreso y vitalidad y veían en ese país un ejemplo de sociedad moderna basada en una clase media propietaria en la que no había privilegios especiales para los intereses corporativos. También lo consideraban el mejor ejemplo de los beneficios de un tipo de gobierno republicano y federalista. Los conservadores de México enfatizaban la continuidad histórica e institucional que Estados Unidos había mantenido desde la época colonial. Por otro lado, los mexicanos notaban algunos aspectos negativos de la sociedad estadounidense, en particular, la contradicción entre los ideales de equidad y libertad expresados en la Declaración de la Independencia y en la Declaración de Derechos y la existencia de la esclavitud en los estados del sur. Pero sobre todo, los mexicanos temían a las tendencias expansionistas de Estados Unidos y las consideraban una potencial amenaza para la seguridad y la integridad territorial de México. Este temor aumentó de 1823 a 1836 como resultado de la participación del enviado estadounidense Joel R. Poinsett en los debates políticos internos de México y el modo grosero en que su sucesor, Anthony Butler, presentó las propuestas del presidente Andrew Jackson en un intento de adquirir Texas y la parte norte de California. Cuando Texas se separó de México en 1836, esos temores se intensificaron; los mexicanos creían que la separación era el resultado de un apoyo directo de voluntarios estadounidenses y la ayuda encubierta de parte del gobierno de Estados Unidos. Los dirigentes políticos y los formadores de opinión pública mexicanos sabían por el memorando de Juan de Onís correspondiente a las negociaciones del Tratado de 1819 que el presidente James Monroe y el secretario de estado John Quincy Adams habían argumentado que Texas era parte del territorio de Louisiana. Esos temores se confirmaron nueve años más tarde cuando Texas fue anexada por Estados Unidos. Para México, la anexión de Texas por parte de Estados Unidos era inaceptable por razones legales y de seguridad. Por eso, el gobierno mexicano, cuando supo del tratado de anexión entre Texas y Estados Unidos, en abril de 1844, volvió a plantear su posición considerándolo un acto hostil de parte del gobierno estadounidense y una declaración de guerra implícita. Más tarde, cuando el Congreso estadounidense aprobó la resolución conjunta, México suspendió sus relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Desde el punto de vista mexicano, la anexión de Texas —ya sea por medio de un tratado o una resolución conjunta— fue una violación del Tratado de Límites firmado en 1828, por el cual Estados Unidos reconocía que Texas era parte del territorio mexicano. Por lo tanto, ambas acciones constituían una violación inaceptable de principios de derecho internacional, así como un claro riesgo para la seguridad territorial de México, porque del mismo modo otros territorios mexicanos se podrían incorporar a Estados Unidos. Bajo esas circunstancias, el gobierno del presidente José Joaquín de Herrera trató de seguir un doble camino diplomático. Por un lado, denunció que la resolución conjunta era ilegal; por el otro, trató de negociar un acercamiento con el gobierno de la República de Texas. Los objetivos de México consistían en impedir la anexión de Texas y evitar la guerra con Estados Unidos.
En octubre de 1845, la sensación general era que el reconocimiento de la anexión de Texas a Estados Unidos no era deseable. No obstante, en esta situación crítica, la administración del presidente Herrera, independientemente de las restricciones legales y políticas, se mantuvo abierta a una solución negociada, lo que significaba la aceptación de la anexión de Texas. Por lo tanto, al gobierno estadounidense se le informó que México aceptaría recibir a un "comisionado" con plenas facultades para negociar el problema de Texas. La opinión pública mexicana en general rechazó esta aproximación y continuó exigiendo una acción inmediata en contra de Texas. Cuando la misión del diplomático estadounidense John Slidell fue rechazada por los gobiernos mexicanos de José Joaquín de Herrera y Mariano Paredes y Arrillaga, y se conocieron los términos de las instrucciones de Slidell, la mayoría de los mexicanos creían que el principal objetivo de la misión había sido "tender una trampa burda con un ultrajante propósito maquiavélico" ("La cuestión del día", El Tiempo, México, 5 de abril de 1846, pág. 1). En abril de 1846, cuando las fuerzas estadounidenses al mando del general Zachary Taylor avanzaban hacia el río Bravo, el público mexicano, seguro de que Estados Unidos estaba pronto a iniciar una guerra para despojar a México de sus provincias del norte, demandó una acción militar inmediata para evitarlo. El énfasis estaba en detener el avance estadounidense en el territorio comprendido entre el río Nueces y el río Bravo. La opinión pública mexicana siempre hizo hincapié en la necesidad de defender la integridad territorial, primero en el caso de la anexión de Texas y más tarde en la invasión estadounidense al territorio mexicano. En realidad México nunca le declaró la guerra a Estados Unidos. Cuando se supo en México que el presidente estadounidense James K. Polk había solicitado y recibido una declaración de guerra del Congreso,
la opinión de los mexicanos era que la verdadera intención del gobierno estadounidense no era defender una cuestionable reivindicación territorial ni compensar supuestos agravios, como había manifestado, sino tomar posesión del territorio que legítimamente pertenecía a México. Como lo manifestó el periódico El Tiempo: "La conducta del gobierno estadounidense es similar a la del bandido con el viajero", y al enfrentarse con ese peligro la postura de México no podía ser otra que la de defenderse. México y Estados Unidos libraron una guerra por una vasta cantidad de terreno, lo que equivaldría a la mitad de México una vez concluido el conflicto, comenzando por supuesto con Texas, que Estados Unidos se anexó. El interés de Estados Unidos por la expansión es muy sencillo. Queríamos a Texas sencillamente por su fina producción agrícola, especialmente de algodón, que resultó ser la mercancía principal. California era la meta real en el lejano occidente: poseer los puertos en el Pacífico y convertirnos en un imperio continental. No estábamos terriblemente interesados en Nuevo México, Arizona, Colorado, Utah y Nevada, que también pertenecían a México, pero era necesario conquistar esos territorios si lo que se deseaba finalmente era conectar el Atlántico con el Pacífico por medio del ferrocarril, lo cual ya era un sueño. Desde el punto de vista de México, estas tierras no eran de un gran valor, pero le pertenecían a México. Las tierras eran suyas y tenían un valor potencial en el futuro. No eran de un valor económico inmediato, pero los mexicanos sabían muy bien que Texas era un lugar estupendo para la agricultura. Los reportes que llegaban al centro sugerían que Texas y California eran provincias potencialmente muy ricas. No creo que ni los Estados Unidos ni México apreciara especialmente el desierto.
Toma del Puerto de Veracruz
El importantísimo puerto y fortaleza de Veracruz cayó en manos de las fuerzas estadounidenses el 28 de marzo de 1847, después de un sitio de dos semanas. El 9 de marzo, el general Winfield Scott, con la ayuda de la escuadra nacional (Home Squadron) del comodoro David E. Conner, desembarcó un ejército de 10,000 hombres en la playa Collado, al sur de Veracruz. Cubiertas por la artillería de los barcos de Conner, las tropas estadounidenses se trasladaron al norte con el propósito de atacar las fortificaciones de la ciudad y, al final, embotellaron a 3,000 tropas mexicanas bajo el mando del general Juan Morales, apostadas en las fortificaciones. También aislaron a otros 1,000 soldados dentro de las casi impenetrables murallas del fuerte porteño de San Juan de Ulúa. Scott terminó de posicionar sus líneas el 12 de marzo, con lo que cortó las comunicaciones entre Veracruz y el resto de México. Luego los ingenieros construyeron trincheras de aproximación, en tanto que el comodoro Conner desembarcaba media docena de cañones pesados y tripulantes. El 21 de marzo, con el terreno preparado y la mayoría de las armas en su lugar, Scott solicitó que
se permitiera a que quienes no fueran combatientes que abandonaran la ciudad. El general Morales rechazó la petición. Al día siguiente, las armas combinadas del ejército y la flota comenzaron a atacar a Veracruz y San Juan de Ulúa, a lo que se sumó la batería naval que desembarcó el 24 de marzo. Los proyectiles estadounidenses causaron poco daño a la fortaleza de San Juan de Ulúa, pero el bombardeo de tres días había abierto brechas en las murallas de la ciudad, había sofocado el fuego de la artillería y había destruido edificios al interior de Veracruz. No dispuesto a pagar el costo del desastre, el general Morales entregó el mando de la guarnición al general Juan Landero, quien, el 28 de marzo, rindió su ejército, el fuerte y la ciudad. Desde ese momento hasta el final de la guerra entre Estados Unidos y México, Veracruz funcionó como una base principal de suministros que utilizó Scott para la invasión de México y fue decisiva para la victoria de Estados Unidos.
Batalla de Cerro Gordo
La Batalla de Cerro Gordo
En abril de 1847, el general estadounidense Winfield Scott retiró su ejército de Veracruz y se trasladó por el camino nacional hacia el interior. Las fuerzas mexicanas al mando del General Antonio López de Santa Anna ocuparon el paso de montaña estratégico de Cerro Gordo para bloquear el camino. El choque de los dos ejércitos del 18 de abril fue el comienzo de una serie de victorias estadounidenses que, finalmente, culminaron con la toma de la Ciudad de México. Santa Anna se posicionó en un punto en que el camino nacional sube el altiplano cerca de Jalapa atravesando un desfiladero angosto dominado al oeste por dos cerros principales: la Atalaya y el Telégrafo o Cerro Gordo. Doce mil soldados mexicanos se atrincheraron para bloquear el camino y esperaron a los estadounidenses. La vanguardia de la fuerza estadounidense de 10,000 hombres llegó el 11 de abril y envió a un grupo de reconocimiento a explorar el terreno para evaluar la posición del enemigo Concluyeron que la única opción era realizar un costoso ataque frontal hasta que un reconocimiento realizado el 17
de abril por el capitán Robert E. Lee reveló que Santa Anna confiaba que el terreno situado a su izquierda sería infranqueable y, por lo tanto, tácticamrnte sólo sería defendido en forma somera. El 18 de abril, Scott ordenó al general David Twiggs que dirigiera 7,000 hombres hacia el flanco izquierdo mexicano siguiendo el camino descubierto por Lee, mientras una fuerza más pequeña de unos 3,000 hombres, al mando del general Gideon Pillow, presentaría batalla contra el frente mexicano. El General Santa Anna, alertado por un desertor del ejército estadounidense sobre el plan de su país, reposicionó sus fuerzas para interceptar el ataque de Twiggs. No obstante, los estadounidenses rodearon a las líneas mexicanas, cortaron su línea de retirada y tomaron su campamento. Las fuerzas de Santa Anna, temiendo quedar sitiadas, huyeron. Las tropas estadounidenses mataron o hirieron aproximadamente a 1,000 soldados mexicanos y capturaron a otros 3,000, además de haberse apropiado de la artillería, el equipamiento y los pertrechos del ejército de Santa Anna. Las bajas estadounidenses fueron de poco más de 400 hombres.
Batalla de Palo Alto
Las hostilidades entre Estados Unidos y México comenzaron el 25 de abril de 1846 y continuaron hasta el 14 de septiembre de 1847. Durante el transcurso de la guerra, Estados Unidos y México se involucraron en decenas de conflictos en los que perdieron más de 38,000 soldados. (Sólo unas 1,700 muertes de estadounidenses estuvieron directamente vinculadas a las batallas. El resto se produjo como consecuencia de enfermedades que asolaban los campamentos estadounidenses).
Batalla de Palo Alto
Durante las primeras horas de la tarde del 8 de mayo, los dos ejércitos se encontraron entre los densos matorrales de la comunidad rural de Palo Alto. Cada lado desplegó sus tropas y a las 2 de la tarde, las tropas estadounidenses El general mexicano Mariano Arista lo contraavanzaron valientemente internándose hasta rrestó llevando una fuerza de 4,000 hombres, el Ejército del Norte, a Matamoros. Cruzó el río Bra- unos 700 metros de los mexicanos. Casi de invo hacia el oeste y se dirigió al este para ubicar su mediato, la superioridad de los cañones estadounidenses y las tácticas de artillería comenejército entre Taylor y su base de suministros, zaron a mostrar resultados y, durante las tres mientras sitiaba el Fuerte Texas. El 1º de mayo Taylor se las arregló para escaparse de la trampa horas siguientes, la batalla consistió en un de Arista con el grueso de sus fuerzas, pero dejó duelo desigual de artillería. atrás a una pequeña guarnición estadounidense en graves problemas. Taylor se trasladó a Punta . Los intentos de la caballería mexicana por desviar el flanco estadounidense resultaron Isabel, reunió todas las provisiones y refuerzos posibles, y se trasladó con una columna de 2,200 infructuosos y Arista ordenó a sus tropas retirarse de la acción hacia una posición defensiva hombres a aliviar la situación del Fuerte Texas. más fuerte en Resaca de la Palma. Arista perArista, al enterarse de este movimiento, dejó fuerzas para continuar el sitio y llevó 3,400 hom- dió entre 250 y 400 hombres en Palo Alto, el doble de las pérdidas de los estadounidenses. bres al norte para interceptar a Taylor.
Toma de Monterrey
La Toma de Monterrey La toma de Monterrey se produjo el 25 de septiembre de 1846, después de una semana de maniobras, escaramuzas, asaltos brutales y de una lucha a muerte, casa por casa. El 19 de septiembre, el general Zachary Taylor trasladó su ejército de 6,640 hombres a la posición situada al norte de la ciudad, reconoció los posibles accesos y se apoderó al día siguiente del camino que llevaba a Saltillo. Un ejército mexicano de 5,000 hombres al mando del general Pedro Ampudia esperaba detrás de fortificaciones, totalmente imposibilitado para recibir refuerzos. Taylor planeaba un asalto de dos flancos el 21 de septiembre en el que la división del general William J. Worth atacaría desde el oeste y sudoeste mientras que el ejército profesional, temporalmente al mando de John Garland, embestiría contra las defensas del este de Monterrey. El asalto de Worth tomó posiciones importantes sobre la loma de la Federación, luego se trasladó para tomar los reductos del cerro de la Independencia, así como para dar a las tropas estadounidenses la poseción de las cumbres que dominaban la ciudad. La lucha por el este de la ciudad se dificultó
y el comando de Garland necesitó de la ayuda de las reservas del general William O. Butler para finalmente tomar las posiciones mexicanas de La Tenería, Fortín del Diablo y el puente de la Purísima. Con las fuerzas estadounidenses al este y al oeste, Ampudia incorporó sus líneas al día siguiente, fortificó las casas que rodeaban la plaza central, la catedral y la imponente ciudadela de Fuerte Negro. La lucha se reanudó el 23 de septiembre y los estadounidenses consiguieron importantes triunfos antes de recibir la orden de replegarse al atardecer. Al día siguiente, la artillería estadounidense comenzó un bombardeo de las posiciones mexicanas. Lo que llevó a Ampudia a solicitar una negociación. Los dos generales acordaron un armisticio de ocho semanas y las fuerzas mexicanas se marcharon con sus armas el 25 de septiembre para dejar la ciudad en manos de los estadounidenses. El presidente James K. Polk se enfureció por ese acuerdo y, posteriormente, conspiró para acabar con la carrera de Taylor. Entre muertos y heridos, Estados Unidos perdió 450 hombres y los mexicanos sufrieron la misma cantidad de pérdidas.
Batalla de Buena Vista
La batalla de Buena Vista del 23 de febrero de 1847 fue, quizá, el combate más impresionante de la guerra entre Estados Unidos y México. Después de la batalla de Monterrey en septiembre de 1846, el presidente James K. Polk ordenó que la mayor parte de los soldados veteranos y el ejército de efectivos regulares, que se encontraban bajo las órdenes de Taylor, se incorporaran a una expedición al mando del general Winfield Scott, la cual llegaría a Veracruz y marcharía rumbo a la Ciudad de México. Taylor defendería su posición cerca de Saltillo con una tropa de 5,000 soldados inexpertos. El general mexicano, Antonio López de Santa Anna, reconociendo que se trataba de una oportunidad militar, se movilizó rápidamente para sorprender a los estadounidenses mientras estos se trasladaban. Santa Anna y un ejército de 20,000 hombres apresuraron su desplazamiento hacia el norte desde San Luis Potosí para derrotar a Taylor antes de dirigirse al sur para enfrentar a Scott. Taylor, al enterarse del movimiento mexicano desde su posición, desplegó sus tropas (que eran inferiores en número a las mexicanas) en un paso de montaña cercano a la Hacienda Buena Vista, donde sus escasos hombres podrían rendir al máximo.
El 22 de febrero Santa Anna pidió a Taylor que se rindiera, pero no lo consiguió. Los mexicanos, entonces, sostuvieron una escaramuza con los estadounidenses para establecer sus posiciones y el número de sus efectivos. A la mañana siguiente, Santa Anna ordenó a sus soldados atacar con todas sus fuerzas y, para el mediodía, ya había roto la línea estadounidense. Taylor lanzó al ataque sus únicas reservas, el Primer Regimiento de Fusileros de Mississippi al mando del coronel Jefferson Davis, quien estabilizó la línea de batalla de los Estados Unidos al hacer perder de rumbo a la avanzada de la caballería mexicana, con lo cual se detuvo el ataque de Santa Anna. Taylor imprudentemente ordenó a sus hombres que esa tarde contraatacaran al aún peligroso enemigo y las tropas estadounidenses se lanzaron precipitadamente a una batalla fulminante. La audacia del ataque dio por tierra con el golpe final que Santa Anna había planeado y, ante ese tropiezo, el ataque mexicano se detuvo al anochecer. Más de 3,400 hombres de Santa Anna resultaron muertos o heridos, mientras que Taylor sólo perdió 650. El ejército mexicano declaró la victoria al día siguiente y se retiró.
Batalla de Churubusco
La batalla de Churubusco, que tuvo lugar el 20 de agosto de 1847, fue parte de una operación más grande emprendida por las fuerzas estadounidenses al mando del general Winfield Scott contra la defensa de la Ciudad de México que oponía el general mexicano Antonio López de Santa Anna. Las tropas estadounidenses enfrentaban el enorme desafío de acabar con estas fuerzas desde varias posiciones defensivas cuidadosamente preparadas. Scott quería eliminar una a una esas posiciones. Dividió su ejército y envió a la mitad a eliminar las fuerzas mexicanas ubicadas al extremo oeste de esos caminos, mientras él se enfrentaba a los mexicanos en San Antonio. La destrucción de las fuerzas del general mexicano Gabriel Valencia, ocurrida en Contreras, durante las primeras horas de la mañana del 20 de agosto, hizo evidente una ruta hacia la retaguardia mexicana. Santa Anna ordenó que se abandonara el puesto de San Antonio y aquellas fuerzas se retiraron por el río Churubusco.
Ordenó al general Pedro Anaya que le cubriera la retirada ocupando el convento fortificado, el pueblo de Churubusco y el río que lo cruzaba, ubicados a unos cinco kilómetros al norte de San Antonio. Las fuerzas de Scott siguieron de cerca a Anaya y lo atacaron impetuosamente en Churubusco, pero fueron rechazados por sus defensores. Los estadounidenses se reagruparon y continuaron atacando sin tregua a la posición mexicana durante todo el día. Al oeste, las fuerzas al mando de los generales Gideon Pillow y David Twiggs lucharon para abrirse camino por el río Churubusco. Anaya, conciente de que pronto quedaría rodeado, se escabulló por el río, quedando su retirada cubierta por la oportuna llegada de refuerzos. Las dos batallas —Contreras y Churubusco— habían eliminado a 10,000 mexicanos de la defensa de la ciudad, pero tuvieron como saldo la pérdida de 1,000 estadounidenses entre muertos, heridos y desaparecidos.
Batalla del Molino del Rey Ataque a la Casa Mata
La Batalla del Molino del Rey (Ataque a la Casa Mata)
El ataque del 8 de septiembre del general William J. Worth a la Casa Mata y el Molino del Rey hizo de ese día uno de los más sangrientos para las fuerzas estadounidenses en la guerra entre Estados Unidos y México. Estas dos posiciones, que formaban parte de una cadena de puntos fuertes situada a sólo unos tres kilómetros de las puertas de la ciudad de México, supuestamente no estaban bien defendidas. Worth bombardeaba las posiciones mexicanas sin obtener respuesta, por lo que ordenó a sus columnas que avanzaran. Las columnas estaban constituidas por el comando del general de brigada John Garland a la derecha, que avanzaba contra el Molino del Rey; un grupo de asalto a fin de tomar un ángulo en el centro; la brigada del teniente coronel James McIntosh destinado a tomar la Casa Mata a la izquierda; y la brigada del general George Cadwalader como reserva. Los 3,400 soldados de Worth marchaban con paso seguro a una emboscada mexicana. Garland fue el primero en saberlo cuando cañones y fusiles mexicanos ocultos en el área de Chapultepec
masacraron a su columna de ataque. McIntosh, evitando el caos desatado a la derecha, fue alcanzado en el frente por una lluvia de disparos de armas de bajo calibre de los hombres de la brigada del general Francisco Pérez. En este momento clave de la batalla, una división de caballería de 4,000 mexicanos al mando del general Juan Álvarez se presentó inesperadamente amenazando con atacar el flanco izquierdo estadounidense. Sin embargo, las decisiones rápidas de un comando que uncluía tropas montadas estadounidenses hicieron cambiar de rumbo a los jinetes mexicanos y salvaron a McIntosh de un desastre seguro. Castigado por la resistencia en el frente y asustado por la caballería mexicana que tenía al costado, McIntosh se replegó. Con esfuerzo, el comando de Garland al final penetró en las líneas mexicanas en el Molino del Rey, la Casa Mata quedó indefensa, y las tropas mexicanas se retiraron bajo el fuego de las armas de Duncan. La infantería de McIntosh las siguió a una distancia prudente. Ese día, hubo 800 muertos y heridos entre los estadounidenses y casi 2,000 muertos, heridos y prisioneros entre los mexicanos.
Batalla de Contreras
Estados Unidos lanzó dos asaltos importantes el 20 de agosto de 1847, como parte de una sofisticada estrategia planeada por el general Winfield Scott, para neutralizar al ejército de 36,000 hombres que el general Antonio López de Santa Anna había reunido para defender a la Ciudad de México. Las principales posiciones mexicanas cubrían dos caminos que se dirigían a la ciudad. Una hacienda fortificada en el pueblo de San Antonio cubría el acceso en el extremo oriental, mientras que el pueblo de San Ángel cubría el extremo occidental. Entre ambos, hacia el sur, se extendía un inmenso y aparentemente impenetrable campo de lava: el Pedregal. El general Gabriel Valencia, ubicado en el flanco derecho mexicano, abandonó su puesto asignado, se trasladó seis kilómetros y medio por el camino hacia el pueblo de Contreras, interponiendo así el terreno escarpado entre él y el flanco izquierdo de México. El 18 de agosto, un desacertado e infructuoso ataque prematuro por parte de los generales Gideon Pillow y David Twiggs, reveló las intenciones estadounidenses de aislar y destruir a Valencia. Santa Anna envió rápidamente refuerzos a Valencia en vez de llamarlo a reforzar posiciones defendibles en San Ángel.
Al día siguiente, un grupo de reconocimiento estadounidense descubrió el modo de salir del Pedregal un poco más al norte y así cortar la ruta a la Ciudad de México para lograr aislar a Valencia y evitar que siguiera recibiendo refuerzos. Scott comprendió que una vez que el comando de Valencia cayera, Pillow y Twiggs podrían emprender rápidamente la marcha hacia el norte rumbo al río Churubusco y ganar la retaguardia de las fuerzas mexicanas que enfrentaban al resto del ejército estadounidense. Scott se preparó para avanzar. Al amanecer del 20 de agosto, Pillow renovó su ataque sobre el frente de Valencia, pero a medida que los mexicanos respondían, algunos elementos del comando de Twiggs cayeron sobre el flanco y la retaguardia enemiga. En veinte minutos la fuerza de los 5,000 hombres de Valencia se esfumó: una parte se dirigió hacia San Ángel y la mayoría simplemente abandonó el campo de batalla. A las 6 de la mañana, Pillow y Twiggs comenzaron a dirigir sus tropas hacia el río Churubusco y Scott ordenó un ataque contra la Hacienda de San Antonio.
Asalto al Castillo de Chapultepec Ataque del General Quitman
El Asalto de Chapultepec (el ataque del general Quitman) Cuando el general estadounidense Winfield Scott ordenó la toma del castillo fortaleza mexicano de Chapultepec, planeó asaltos coordinados por parte de dos divisiones: la del general Gideon Pillow, que atacaría por el este desde el tan costosamente ganado Molino del Rey, y la del general John Quitman, que se dirigiría al norte hasta la calzada de Tacubaya para aislar a la guarnición mexicana de los refuerzos. Mientras Pillow se encargaba de absorber el impacto del ataque principal al fuerte mexicano, Quitman tendría la importante tarea de inmovilizar dos brigadas mexicanas cercanas situadas al este. Las armas estadounidenses golpearon con fuerza y violencia las posiciones mexicanas durante más de un día antes de que, el 13 de septiembre, Pillow lanzara su asalto cuesta arriba por el oeste de Chapultepec.. Su avance señaló un movimiento parecido al mando de Quitman, que avanzó por el camino hasta unos ochocientos metros de Tacubaya. Una brigada atrincherada al mando del general Joaquín Rangel detuvo el avance de Quitman a apenas unos cuantos cientos de metros
del cruce con el camino que conducía a las puertas de la Ciudad de México. Quitman ordenó al general Persifor Smith que moviera su brigada al este, mientras el general James Shields giraba hacia el oeste para unirse al ataque de Chapultepec. El teniente coronel Samuel Watson y su batallón de marines mantuvieron la posición del camino e intentaron llevar a cabo el plan original de Quitman. El comando de Shields abrió una brecha en la muralla sur de la fortaleza mexicana y se unió a los hombres de Pillow que avanzaban por la izquierda. Los dos comandos fusionados llegaron a los pies de las murallas del castillo mismo, levantaron escaleras para escalarlas y concluyeron la toma del Castillo. A media mañana Chapultepec había caído. Mientras Shields y sus hombres atacaban, el general Smith, el teniente coronel Watson y sus baterías de apoyo finalmente retiraron a Rangel de su posición y la caída de Chapultepec provocó que toda la línea mexicana cediera y se replegara hacia las puertas de la Ciudad de México. El combate ocasionó 2,000 bajas mexicanas y 450 estadounidenses.
Asalto al Castillo de Chapultepec Ataque del General Pillow
Dentro del castillo, el general Nicolás Bravo comprendió que sus 1,000 hombres eran muy El Asalto de Chapultepec (el ataque del general pocos para defender el castillo, pero aun así, Pillow) Bravo estaba decidido a defender Chapultepec. El exitoso asalto al Castillo de Chapultepec el 13 La artillería estadounidense bombardeó la pode septiembre de 1847 asestó el golpe final a la sición mexicana durante más de un día antes defensa mexicana de la capital y precipitó el co- de que Pillow lanzara su ataque a las 8 de la lapso de la línea defensiva del general Antonio mañana del 13 de septiembre. Las tropas mexiLópez de Santa Anna. La imponente estructura canas situadas en la cuesta oeste del Castillo —un complejo que incluía un gran fuerte estilo aguantaron durante un tiempo, pero se retiracastillo, un parque bien cuidado, jardines paisa- ron ante el aumento de la presión de Estados jistas y edificios anexos, todo rodeado por una Unidos. Los hombres de Pillow siguieron ademuralla— dominaba una cuesta que descollaba lante, tomaron el reducto situado debajo del sobre la llanura de los alrededores. El general es- castillo, y luego ganaron sus murallas, desartadounidense Winfield Scott ordenó que su ejér- mando varias minas de pólvora a medida que cito tomara esa posición, dirigiendo al general avanzaban para evitar posibles desastres. A las Gideon Pillow y su división de 2,500 efectivos 9:30 de la mañana, Chapultepec había caído. regulares que sirviera como avanzada del asalto que comenzó desde Molino del Rey, situado al oeste de Chapultepec. El general John Quitman dirigiría a sus 2,500 hombres desde el sur y cortaría la llegada de refuerzos a Chapultepec, mientras que el general David Twiggs se manifestaría contra las posiciones del extremo este.
Toma de la Ciudad de México
Entrada en la Ciudad de México
El golpe final a la defensa de la Ciudad de México dirigida por el general Antonio López de Santa Anna llegó el 13 y el 14 de septiembre. Tras la victoria de Chapultepec, las fuerzas estadounidenses persiguieron a las fuerzas mexicanas que se retiraban hacia las puertas del lado oeste de la ciudad. En una lucha que duró toda la tarde del 13 de septiembre, las tropas estadounidenses al mando del general William Worth ocuparon la Garita de San Cosme, mientras que la división de John Quitman tomaba la Garita de Belén. Los estadounidenses mataron o capturaron a unos 3,000 soldados mexicanos en ese combate a muerte, directo y brutal, en tanto que por su parte los estadounidenses sufrieron 800 bajas. Aquella noche, el general estadounidense Winfield Scott ordenó a sus comandos reorganizarse, consolidarse y prepararse para un combate salvaje e implacable al día siguiente. Los estadounidenses —cansados, balaceados y heridos, pero victoriosos— esperaban ansiosamente la llegada del amanecer. Como resultado de los desastres en
Chapultepec y las garitas, el caos reinó entre el ejército mexicano y el gobierno dentro de la ciudad. Con los estadounidenses adentro y con el control de las rutas hacia el sur y el oeste en sus manos, los funcionarios consideraron que su causa estaba perdida y que la ciudad capital pronto se convertiría en un campo de batalla. Santa Anna, convencido de que la lucha ya no justificaba los costos en vidas ni en propiedades, condujo a lo que quedaba del ejército nacional mexicano a las afueras de la ciudad para reagruparlo, rearmarlo y planear su próximo movimiento. En las primeras horas del 14 de septiembre, en lugar de tener que luchar en la ciudad, Scott recibió a una delegación de políticos mexicanos que entregaban la ciudad incondicionalmente. El ejército estadounidense que, a principios de marzo, había comenzado la campaña para tomar la Ciudad de México, finalmente victorioso, ahora marchaba triunfalmente hacia la plaza nacional.
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