Crónica de una desnudez anunciada El despertador suena, son las tres de la madrugada, termina el sueño... empieza la realidad. Florentina se niega a acompañarme, ella está acostumbrada a asolearse topless en la playa, pero esto es demasiado. Salgo del hotel Islas Azores, en contra esquina de la Plaza de Santo Domimgo. La ciudad me parece diferente, quizá la
madrugada, el no haber dormido. Aunque el servidor de la UNAM está saturado, para registrase a la instalación del fotógrafo Spencer Tunick, los interesados en participar podemos hacerlo; incluso media hora antes de la foto. Al fin llego al centro de la Ciudad, esta viva, mucha gente la transita para congregarse en la plancha histórica. Donde pies desnudos la habían poblado por primera vez, pies con botas la invadieron y ahora pies descalzos están a punto de redescubrirla. Antes de las 4:30 horas de este domingo, esta cerrado el perímetro conformado por las calles Palma, República de Guatemala, Justo Sierra, Correo Mayor, Venustiano Carranza, Pino Suárez, 20 de Noviembre, Regina y 5 de Febrero. El acceso a los participantes a la zona, es por las calles de Madero y 16 de Septiembre y los asistentes necesitamos la cédula proporcionada, por el equipo de Tunick. Cerca de Bolívar y Mesones, el ambiente es de jubilo, los que andan con ropas ligeras y listos para la acción. Largas filas de personas desfilamos para ingresar a la Plaza de la Constitución, donde a partir de las 06:30 horas; participaremos en la escultura humana, en cuatro tomas fotográficas. Crónica de una desnudez anunciada
Llegamos a los ríos de gente, no se en cual formarme, ¡que desmadre! Ni modo me formo en la que sea; haber que sale. Después de empujones, jaloneos, arrimones dados y recibidos, me encuentro caminado por Madero; el Zócalo se descubre como horizonte a lo lejos. Poco a poco avanzamos, el ambiente se torna nervioso, los medios cubren el evento, nos toman fotos y entrevistas en video. Llego al filtro de entrada, paso con la cédula
y de aquella multitud, que aguarda entre olas, gritos de: ¡México, México, México!, ¡Huevones! a aquellos que llegan tarde, y el goya universitario. Apodos que encuentran dueño entre las personas: “el cepillín”, “el bob ross”, “la güera” que se encuentra en un balcón y se le grita que se encuere o “el nieto” y “su abuelita” que se encuentran dos balcones a un lado. Veo a las personas a mi alrededor, diferentes en su forma de hablar y su forma de vestir, a mí izquierda una pareja de argentinos discuten sobre las poses e incluso improvisan algunas, a mí derecha unos estudiantes que momentos antes se encontraban en una fiesta. Frente a mí unos compadres muy alegres, que mientan madres a diestra y siniestra, atrás de mí una pareja se abraza. El tiempo se hace relativo, largas filas, caos total hasta el ingreso, euforia en todo momento, la energía y entu-
en mano. Ahora circúlele para allá joven, ahí donde le toca dejar su ropa. Me toca frente al No.13, de la buena suerte. El nervio crece, unos van al baño y dejan su lugar encargado, otros fuman, el sonido local nos anticipa que en cualquier momento, tendrá lugar lo esperado: encuerarse.
siasmo de los presentes es impresionante, En avenida Juárez, abundan los modelos que encaminan sus ansias por Madero, me impresiona el ver tanta mujer y las imagino guerreras de la nueva era; con razones insospechadas para posar ante la ostentosa jauría. Encuentro un Zócalo ansioso y excitado, en el ambiente es posible La entrada a la plancha del Zócalo, que tiene unos palpar alegría, ansia, morbosidad, precedentes de saber 20.000 metros cuadrados de superficie, comienza a las que seremos parte de algo único e irrepetible. La gente 5.00 horas locales y hay momentos de desorden, cuan- empieza con la preocupación si superaríamos a los 7 do un grupo que no esta acreditado, intenta entrar por mil que estuvieron en Barcelona la fuerza; pero no pasa a mayores. Al amanecer inicia En la plancha del corazón de la patria. Dios y el presiel happening colectivo, más inédito en el país. Un mar dente conviven como vecinos separados tan sólo por de gente se encuentra en la calle, algunos sentados, una fría, gris y enorme plancha de concreto; que en el otros de pie, unos más acostados, entre ellos me voy centro despliega un asta bandera vacía. El gobierno feabriendo paso. Me detengo frente al centro de los arcos deral y la iglesia, callan ante la presencia de Tunick. Lo Crónica de una desnudez anunciada
realicen las tomas fotográficas. Después nos enteramos que el problema consiste, en que las indicaciones no se escuchan: en la parte posterior de la plaza. Allá por Palacio Nacional; al que el intérprete llama Palacio de Gobernación. Se nos dice por las bocinas que pronto empezamos. Que esto es una carrera contra el tiempo, pues las tomas deben realizarse antes de que el sol salga. Mientras eso ocurre, todos estamos tranquilos, sentados, conviviendo, aún sin saber lo que ocurriría después. Se escuchan los primeros “Goyas”, los gritos de “Mé-xi-co” y se canta el Cielito Lindo. La fiesta ha comenzado… Cuando empieza a clarear, la voz de Tunick cuenta hasta 3, y grita “Naked!” Son las 7 de la mañana, estamos de pie, listos para desvestirnos, entramos en un shock que no dura más de 5 segundos…Para muchos es la primera vez que nos desvestimos ante los amigos, ante miles de desconocidos y ante cientos de cámaras.
mejor de todo es que en la ciudad una instalación; puede tomarse con la picardía y el humor necesarios. Quedamos en segunda, tercera y cuarta filas, casi al centro de la instalación. La primera posición esta señalada por medio de una gran manta colgada de la terraza del Hotel Majestic. Tunick se ubica en uno de los balcones más altos, en línea recta con el asta sin bandera. En el resto de las ventanas y balcones están sus asistentes, algunas personalidades, turistas y no menos curiosos. En las terrazas se encuentra un gran número de periodistas y fotógrafos, que cubren el evento. A pesar de la restricción del espacio aéreo, un helicóptero da un par de vueltas sobre la plaza. Todo esta listo para la primera toma… De pie, en posición de firmes, escuchamos las indicaciones en inglés del fotógrafo, las cuales son traducidas al español; por un pésimo intérprete. Ahí empiezan los primeros problemas, pues Tunick se desespera, porque la gente de atrás parece no hacerle caso. Hay huecos en la parte posterior de la plaza y el tiempo se le viene encima, pues cada vez clarea más. Quienes estamos adelante, pensamos que hay gente sólo esta haciendo desmadre, y por un momento creemos que no van a dejar; que se Crónica de una desnudez anunciada
Al ver al de al lado desvestirse, tú te desvistes, mientras otro a tu lado te ve hacerlo y él lo hace. Y después del shock inicial y al grito de a encuerarse, me quito los pants. Cuidadosamente los guardo en mi mochila, y la dejo cerca de la puerta del Mc Donals. Mujeres y hombres, comenzamos a desnudarnos a las 6.00 de la mañana, Calvos, gordas, flacos, chaparros, todos sin inhibiciones, pudor ni prejuicios. Y así, en menos de un minuto, casi 20,000 estamos desnudos. Caminamos a ocupar nuestro lugar en la plaza, el primer momento de euforia gritando, produciendo una gran liberación. La desnudez se desvanece ante nuestros ojos, pues tú estás desnudo en función del otro que está vestido. Cuando miles están desnudos, la desnudez desaparece cuando el ambiente es medianamente frío. Sopla un viento más que fresco, digamos que frío y hasta me dan ganas de mear. En el piso del zócalo todavía quedan restos de humedad de la lluvia sabatina. Tengo que demostrar que soy el producto, de un México más seguro de si mismo, un México maduro. De McDonalds, me voy caminando, en el desfile de miles de encuerados y encueradas; de nuestra nación libre y soberana. Frente al Majestic comienza el relajamiento y la impaciencia, ¿mala organización o insuficientes ayudantes? Frente a nosotros los “mirones”, han hecho de los ventanales del hotel su palco; preparando cámaras, Nosotros desde abajo retándolos, albureándolos y exigiéndoles igualdad de condiciones: todos desnudos. Comenzamos a tomar la plaza, miles de adultos transformados en niños, por fin tomamos nuestro lugar. Ya no somos los mismos, ahora florecemos como una masa gigantesca entregada a lo intangible. La euforia
colma cada centímetro de piel, la atmósfera se torna mágica, artística, lívida; nunca antes tantas emociones, nunca antes tanta locura. Noto una metamorfosis se pasa a la hermandad; ya no hay ricos, pobres, guapos, profesionistas, desempleados, etc. Todo es un núcleo sólido libre de ataduras, prejuicios y moral, sin lugar a dudas un viaje al principio de los tiempos. En medio de nalgas celulíticas, lonjas abrumantes, penes despropor-
con un grupo de muchachas. Su encuentro piel a piel, se ve interrumpido con una nueva orden del artista, ya algo nervioso pues la buena luz se va. Salgo caminando hacia la plancha que ya esta repleta, encuentro lugar cerca del asta bandera. Me encuentro por el centro a la izquierda, visto desde los arcos hacia palacio nacional. Con la desaparición de la ropa, desaparecieron las etiquetas sociales, volvemos a ser niños, redescubrimos nuestra naturaleza, por primera vez nos vemos a los ojos y nos decimos sin palabras, me reflejo en los otros y los otros en mí, tanto hombres como mujeres somos libres, somos iguales. No importan las marcas del cuerpo, las formas, el tener más o menos, el ser grande o chico, el color de piel, las miradas de otros y mucho menos el frío. Nos despoja-
cionados, senos estríosos, capto la hermosura del cuerpo humano y así todos caminando con paso firme, con una aceptación definitiva de su constitución. Somos sólo un individuo colectivo, descalzos hasta el cuello. En la calle, una simple minifalda, un hot pants demasiado pegado; es suficiente para que me desplieguen buenos y no malos pensamientos. Y este Domingo, sin agua va; nos encueramos 20,000 personas, de todos colores y pelajes. Todo sea por el arte y venga más. Un mosaico de alebrijes que ni el diablo se hubiera imaginado, en sus peores pesadillas. Destacan los de capacidades diferentes, el que va en silla de ruedas, o el otro con bastón. Los ebrios que de la borrachera se siguieron al despelote, son pocos; pero muy latosos. Uno de piel bronceada, como clon de Luis Miguel; pretende ligar
mos de nuestras prendas con una sensación al principio extraña, después normal risas, bromas; pero lo más importante nos respetamos. Nos miramos los tatuajes, los piercing, los lunares, las lonjas, los lavaderos. El pudor se olvida, aquí todos somos iguales. Hombro con hombro, el de Polanco con el de Iztapalapa, el del D.F. con el de provincia. Una sensación extraña, pero sin lugar a dudas sensacional, si lo viviste sabes a lo que me refiero. Por fin, como quien presenta a una “estrella” de rock; nos dicen que Tunick estará pronto con nosotros. Cuando aparece desde una alta escalera, da las últimas instrucciones y frases gastadas de agradecimiento; prometiendo al final una sorpresa. Todo por medio de un traductor de caricatura, cuando la luna coronada se Crónica de una desnudez anunciada
manos bajo la cintura y los pies cruzados. Permanezco justo dentro de la metáfora del hormiguero. Yo una hormiga blancuzca color oficina, sobre hormigas cafes, yo viéndolas de reojo, yo mismo siendo observado y registrado desde lo alto; por más de dos centenares de ojos mecánicos. En la muestra, queda debilitado el mito de la raza de bronce. Los cerca de 20 mil encuerados presumen una piel amarilla pálida, como esmalte de cocina económica. Hay muchos extranjeros, hombres y mujeres, aun más blancos. El perfil del participante medio es entre 18 y 35, clase media con cuerpos de ciudad; marcados por el sedentarismo. Hay algunos veteranos y bastantes representantes de la comunidad gay, que desinhibidos siempre han sido. Para mi sorpresa, las mujeres son el tercio del total.
oculta sobre 5 de febrero, Del restaurante ubicado en el penthouse del hotel Majestic, cuelga una manta con la orden para la primera foto, la “A”. En la que sólo hay qué permanecer de píe, sin pestañar con el frío inhibiendo mi masculinidad. La organización se ve rebasada por el número de participantes y el sonido es insuficiente para que todos escuchemos; falla que genera molestia y gritos. La capacidad del grupo para transmitir las órdenes, salva el momento y el programa continúa. Pose A, de pie, dando la espalda al Palacio Nacional, brazos caídos. Don Spencer improvisa y en inglés invita a realizar un saludo mexicano, a lo cual muchos responden con mentadas y señas obscenas. Después el traductor aclara que la petición, es para ensayar “el saludo a la bandera”. La orden se cumple, haciendo el saludo a la “bandera”; asunto que no me entusiasma y que no hago. La segunda posición es una imagen en la que estamos acostados, proyectando la cabeza hacia el asta bandera. La posición “B” implica acostarse boca arriba, incomoda por la frialdad de la plancha. Asco total pensando “nos va a dar pie de atleta en el trasero”, el piso se siente húmedo y bastante frío, otra vez rebeldía; mis Crónica de una desnudez anunciada
Para la toma “C”, que asemeja un rezo musulmán viendo hacia la Meca, algunos no controlan el pudor de sentirse “desprotegidos” por la retaguardia. Aunque al principio la conducta entre los hombres y mujeres desnudos, es de absoluto respeto y de distante prudencia. A la hora de ejecutar las posiciones, cada uno de los presentes; libera el nerviosismo de estar con el culo al aire. En tantos miles de encuerados no falta alguno, que al hacer la postura del caracol, en donde el de atrás ve con facilidad el me-ollo del asunto al de adelante y así indefinidamente, se le escapa un ” silbido ” por más que
apriete tulipán, ” los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán “, lo malo es que ahí se tienen que quedar quietecitos, para que la foto no salga movida, por más movidos que estén los aromas y humores.
de esta a violeta y por fin aparece el sol, y nosotros allí petrificados, rindiéndole culto.
no de medición involuntaria de tamaños de penes y una observación minuciosa del cuerpo del otro. La ultima pose es la que más duele en el orgullo, en mis rodillas, empeines y con el rostro hacia el piso. Esta dura mucho más, la molestia es inoportuna.
ver”. Rogelio; grotesco tatuaje en la espalda, velludo, circuncidado.“Estamos haciendo historia, y eso acarrea una gran emoción” asegura Daniel, 27 años, unido sin casarse con Esteban de 20, ambos coquetos y felices por su primer desnudo artístico.
Lucía acude con 4 amigas. Su 1.60 m. y 77 kilos son reflejo de un sobrepeso que se combina con extroverAl indicarnos que bajemos las cabezas, la chilanga de- sión; “a mi me gusta participar en estos cotorreos” y lo cencia, surge en un grito para avisarle a los compañeros demuestra con comentarios constantes y gritos de “Cuen cueros: ¡ya oyeron cabezas abajo…no se muevan! lero, Culero” dirigidos ¿a Tunick?. “Para mi es liberAunque esa advertencia no es necesaria, ante un entor- tad, es participación, algo irrepetible; es algo chingón y mágico”. Nora; 1.66, 55 kilos IMC 20, esbelta, 20 años, de cuerpo sencillo, sublime y firme. La secunda su pareja, Efraín, colita de caballo, barba de un mes, delgado “de caminar la ciudad”. “Son de las cosas que nunca olvidaremos”. “Mira brother, nadie acepta el morbo que esto acarrea, yo si. Pero no es un morbo mala onda sino uno sano, es decir, no me voy a poner a manosear a las chavas, no se trata de eso, pero si de
¡Es increíble lo difícil y doloroso que es ponerse de esa posición sobre el frío concreto! Definitivamente, aquí es donde más mentadas recibió el fotógrafo. Además, bastante tiempo duramos así pues, una vez más, los de atrás no cumplen con las indicaciones. Es cierto, no las escuchan. Caminamos en filas horizontales, como en marcha, llenando la 20 de noviembre; adyacente al zócalo. Con mucho cuidado entre fila y fila hacemos prudentes altos, para evitar que le rayemos la pintura al otro, sin arrimar, pues, sin arrimar, es la consigna…Ahì bueno…El cielo pasa de una luz color azul a blanca,
Además hay otra impresión en la que el fotógrafo pide a los asistentes, caminar hacia 20 de noviembre; hasta ocupar toda la avenida a sus inmediaciones con Izazaga. Mientras que la plancha aún luce con participantes, la imagen la toma desde el asta, con una escalera. Al final se presenta la parte más desafortunada. Todos comentan algo. Hay alegría y una extraña unión salida de ningún lado, que se siente en los dedos de los pies; a punto del calambre. Luego Spencer conduce a su manada de encuerados, hacia 20 de noviembre. El caos que Crónica de una desnudez anunciada
no es invitado, aparece junto al cómico de carpa que todos llevamos dentro. Pese a los ruegos de la organización para que guardemos silencio durante el acto, el remedo triunfa y retrasa las tomas. Del “¡México, México!” ya tradicional en cualquier reunión de masas en la República, pasa al inexplicable “Goya, Goya, Cachún cachún ra-ra”. Muy distinto y pastoral fue el dedicado al Cardenal: “Norberto Rivera, el pueblo se te encuera”. Por fin podemos levantarnos, euforia total. Como rebaño nos dirigimos ahora hacia 20 de noviembre, el pastoreo llevado por los ayudantes que a momentos es grosero: “muévanse más rápido, apúrense, sigan caminado hasta el fondo”. Por un momento me detengo y el sol aparece pleno, su luz amarilla o dorada (no sé) recorta miles de perfiles a contraluz, haciendo sobresalir piercings, cortes ponketoides, el vello de hombres hiper peludos o las redondeces de algunas embarazadas. El momento mas paradisíaco que recuerdo, y es este el que mas me emociona. Aquí no hay cuerpos estereotipados, sólo personas. Por fin la foto final de grupo, tomando el hombro del desconocido de junto; con el mismo respeto de un ser querido.
Pero cuando al fin logra hacer las tomas, la imagen es de las que más agrada al fotógrafo, quien dice que parecemos “piedras aztecas”. Alegres, brincando y jugueteando como niños, lo hacemos. Los espontáneos empiezan a gritar “voto por voto, casilla por casilla”. Más que un grito de protesta, se escucha como un recuerdo de algo ya lejano, como una broma de lo que alguna vez fue… En ese andar, te vas encontrando conocidos, o te presentan a alguien. El trato interpersonal se da con la mayor naturalidad, a pesar de que te sabes desnudo, y Crónica de una desnudez anunciada
que esa caminata es completamente diferente a las que habías hecho cotidianamente Y en medio del sueño surrealista un “coito interruptus”, a los hombres nos mandan a vestir, un grave error del “señor” artista. Todos corren a vestirse y sacar celulares con cámara, el encanto se acaba. Yo me visto, y no se más. Escucho que esto es arte contemporáneo o un suceso que marca historia; otros: un record para los mexicanos; para algunos: liberación absoluta (¿?). Yo sólo sé que la experiencia fue extraordinaria, más que sólo altruismo con un personaje mediático; y yo lo volvería a hacer. Nos levantamos y comenzamos a caminar hacía la avenida 20 de noviembre, ya en manifestación las consignas se hacen presentes. El voto por voto, el aborto y hasta el cardenal son evocados, pero nada supera que ante cualquier persona vestida se exclama: ¡Que se encuere, que se encuere! La sonrisa permanece constante en los participantes, realizamos más poses, con brazos levantados y la que consolida nuestra unidad, tomados de los brazos. Pronto las fotos han terminado, para nosotros los hombres, que vamos encaminados hacía nuestra ropa. En ese instante surge el miedo hasta entonces ausente, me pregunto si recuerdo el lugar donde la he dejado. Me preocupa más pensar, en lo que haré si alguien la ha tomado. Ya vestido vuelco la vista hacía el lugar, donde me encontraba desnudo tiempo atrás, un grupo de hombres se acerca hacia la toma de las mujeres, unos improvisados juegan con un balón y muchos más terminan de vestirse. Me dirijo hacía la catedral, sólo para descubrir que todo ha vuelto a la normalidad, la ingenuidad o falta de organización, ha puesto a las mujeres en desventaja.
Spencer lleva a las mujeres a un costado frente a Palacio Nacional.para más fotografías. Al final, en la última foto, mujeres recostadas frente a Palacio Nacional, podemos constatar que las mexicanas, y el puñado de extranjeras que anda por ahí, pueden desquiciar a cualquiera; si andamos en traje de Adán y Eva. Es una de las tomas, más difíciles y de las más tardadas. Los hombres, que al vestirse ya estamos de vuelta en la realidad, con el morbo instalado aguardamos a que las participantes; regresen a vestirse en el costado opuesto. Hay un momento de tensión, pues la igualdad se ha roto. Hay una gran incomodidad en el sexo femenino al tener que pasar desnudas, entre los hombres vestidos. No faltan los patanes que, ya vestidos, van a fotografiar o a grabar a las aún mujeres desnudas. Las mujeres, las últimas en vestirse, dan el último tirón a las fotos de Tunick que concluye alrededor de las 8.30 de la mañana. Unas pocas tienen la desgracia de la ropa perdida, vagan nerviosas con telas prestadas.
La ropa se muestra como la trinchera, a través de la cual un grupo de hombres ataca impunemente a las mujeres, con cámaras, con videos, chiflidos y vociferaciones. Un nudo en mi garganta surge, ¿cómo de aquel grupo natural que habíamos formado, surge una horda de sujetos, que antes visualizaban a su pareja como un igual y ahora la reducían a un simple objeto? Ante la valentía de las mujeres que vuelven a recorrer la plaza y andar con la frente en alto; entre aquellos hombres escondidos tras sus telas, sólo puedo aplaudir y exclamar ¡Bravo mujeres! Todo esta acabando, aquello muestra sus primeros indicios de extinguirse, comienzo a caminar por la misma calle que he entrado, no giro hacía atrás, sigo de frente, miro cámaras y grabadoras que buscan registrar experiencias, yo emprendo mi camino al hotel. La campana de la catedral y la mañana en pleno, rompe los rezagos de la mágica jornada. Además de ser la instalación más grande, que ha hecho Tunick, estoy seguro, que entre lo gritones, matraqueros y culteros,
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que echan porras a la menor provocación y dicen viva México. Ésta reunión se convierte en algo así, como una pachanga nudista, en un verano de Cipolite. Así, en nuestro pudoroso país, el arte excéntrico de los cuerpos expuestos, tiene lugar sin pretextos y la afluencia no sólo cumple con las expectativas de romper el record de siete mil personas. Sino que se festeja sin incidentes mayores, en un ambiente de euforia futbolera; combinado con el de la instalación artística. Pero al final, todo es fiesta. Desalojamos el Zócalo en paz, con una gran sonrisa y con la sensación de haber vivido una gran experiencia. Todo de lujo, los ánimos hasta el tope, me siento magnifico; nos despedimos y nos dijimos: cámara, nos vemos en la foto. En algún lugar alguien escribió que a esta ciudad ya le hace falta divertirse, y creo que tiene razón. Al chilango común le son necesarios momentos de escape. En esta ciudad acaba esta fiesta. Pronto será necesaria otra…
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