Carmen Checa de Garagorri
AHORA MIS OJOS TE VEN ¿Por qué, Señor mío, antes no te vi ni te busqué? ¿Me tocaste varias veces y no respondí? ¿Estaba ciega y sorda?
AHORA MIS OJOS TE VEN
Carmen Checa de Garagorri
AHORA MIS OJOS TE VEN ¿Por qué, Señor mío, antes no te vi ni te busqué? ¿Me tocaste varias veces y no respondí? ¿Estaba ciega y sorda?
2019 Lima - Perú
CHECA, Carmen AHORA MIS OJOS TE VEN Autora © Carmen Checa de Garagorri, 2019 Primera edición Lima, diciembre de 2019 Tiraje: 1000 ejemplares Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2019-18923 Editora: Carmen Checa de Garagorri Monserrate 322, Dpto. 102, Santiago de Surco, Lima Teléfono: (+51) 996371648 Mail: mamagarra12@hotmail.com Edición y corrección: Mateo Linares Causto mateoclc@gmail.com Diagramación e impresión: Tarea Asociación Gráfica Educativa Psje. María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú tareagrafica@tareagrafica.com Lima, Perú Diciembre de 2019 Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación sin la autorización expresa de la autora. Impreso en el Perú / Printed in Peru
Agradecimiento A mi Dios y Padre mi gratitud eterna por abrir mis ojos espirituales para hacerme ver lo inconmensurable de su perfecto amor, y por darme la oportunidad de plasmar en este libro la mejor parte de mi vida. Te agradezco, Padre, por llevarme de la oscuridad a tu luz admirable al encontrarme en el momento preciso y rodearme de tu amor, haciéndome saber que eres un Dios cercano, tanto, que sin tener en cuenta mi pasado abriste tus brazos para recibirme sin cuestionarme. A ti, mi amado Jesús, dedico este libro. Que todos sepan que tu amor inexplicable me cautivó. Desde el momento que te conocí y te entregué mi vida pude sentir tu gracia salvífica que transformó todo mi ser. Gracias, Santo Espíritu, porque eres tú quien me inspiras, eres mi maestro y quien me redarguye. Mi gratitud por afinar mis oídos espirituales para escuchar tu preciosa voz y levantarme cada mañana con alegría y gozo, sabiendo que basta un minuto ante tu presencia para enriquecer mi alma, darme aliento y fortalecer mi corazón. Palabras me faltan para expresar mi gratitud a mi Padre Celestial, quien es digno de toda gloria, alabanza y adoración por los siglos de los siglos.
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Dedicatoria A mi amado esposo, Alfonso, el más gentil de los caballeros. El hombre que con su amor me robó el corazón y siempre me alentó para que realizara uno de mis sueños, escribir un libro. Gracias, amor, por tu paciencia, comprensión, ternura y no soltar mi mano ni en las buenas ni en las malas. A mis maravillosos padres, mamá Vita y papá Ernesto, mis amados. Porque siempre creyeron en mí. Porque mamá nunca dejó de animarme, no solo con su contagiosa alegría de vivir sino con su gran amor. De ella heredé su sangre poética. Y a mi papi, por enseñarme a amar la lectura desde pequeña. Sé que en el cielo, él se alegrará de que su “muñeca que camina” haya escrito un libro de meditaciones y poemas. A mis hijos, a cada uno de ellos: Fiorella, Alfonso, Verónica y Manuel; por ser parte importante de mi vida y mi soporte, porque me dan fuerza para seguir adelante y conocen cómo late mi corazón, y quienes me llenan de alegría con su amor. También lo dedico a mis yernos Calixto y Carlos por dejarme ser parte de su familia y amar tanto a mis hijas y nietos, y con el mismo cariño a mi nuera Claudia, por ser como mi hija y yo amarla como tal. A mis nietos: Stephanie, Luis David, Nicole, Samuel, Matías, Kaila, Rafaella, Santiago, Flavia, y a mi bisnieta Sophie, por cada muestra de amor. Todos ellos, regalos del cielo, coronas que Dios
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me dio para sentirme amada y adornar mi corazón. Mención especial para Samuel, quien después de leer unas páginas del texto me miró con sus ojos tiernos y puros, y dijo: ¡Adelante, abuelita... termínalo, que quiero ser el primero en leerlo! A mis hermanos Oscar Ernesto, Carlos, Luis David, Miguel Ángel, Sonia, Rosario, Elena, Alfonso Ernesto, Oscar Segundo y Flor, mi inseparable compañera. A mis amigos, a mis hermanos en la fe, gracias por su cariño y por ser de gran bendición en mi vida.
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PRÓLOGO
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no de los libros más reconocidos de la Biblia es el de los Salmos. En él muchos han encontrado las palabras exactas para describir su propia condición emocional, física y espiritual, así como el canal perfecto para comunicarse transparentemente con Dios, Aquel que conoce cada rincón de nuestra alma. Sin embargo, es muy fácil creer que esos cánticos condensados en este libro no se pueden extender por medio de la expresión literaria de los creyentes modernos. Pero, como respuesta a este errado paradigma, Carmen Garagorri se lanzó a la aventura de exponer sus más profundos pensamientos de la misma manera como lo hizo el rey David. Al inicio del texto, la autora le ofrece al lector una descripción de los sucesos más representativos de su propia vida en forma de testimonio, para que se ubiquen en las situaciones que inspiraron cada rima, prosa y meditación. Naturalmente, ante el conjunto de tantas frases honestas, es inevitable sentirse identificado con ella y hallar puntos de encuentro con sus reflexiones y sentimientos. Así es, a pesar de que el camino para conocer a Jesús es tan íntimo y personal, ella usa todos los recursos literarios para abrir la puerta hacia sus propias experiencias espirituales y llevar a todo el que esté dispuesto a conocer el corazón de la adoración. Y esto último lo menciono con certeza porque, cuando la conocí en mi inicio ministerial en la ciudad de Iquitos, Perú, siempre me llamaron la atención dos cosas de ella: primero, su vida de oración ferviente por su familia y las almas que necesitaban de Jesús; y, segundo, su compasión y generosidad por las personas vulnerables a su alrededor. Ambas cosas, expresiones de su devoción hacia Dios. De hecho, hoy es una pastora y ministra del Señor, que continúa predicando el amor de Dios por medio de su vida. Incluso, esto se hace evidente en las siguientes líneas que ella escribió en la meditación “Marcados por su amor”: “Mi oración es que tu Santo Espíritu sea mi ayudador, que mis oídos espirituales estén siempre atentos para escuchar cuando me redarguyas, pues Tú sabes, Señor, que mi deseo es transmitir tu amor y la vida eterna, que solo viene por tu gracia. 11
Permite que mi alma siempre esté expuesta a tu luz, transparente, sin tener que ocultar nada y que mis ojos, que son el espejo del alma, puedan hablar que allí solo moras Tú”. Abordando temas tan relevantes para la vida de fe como el amor, la verdad de Cristo, la salvación, la tribulación, la enfermedad, la duda, entre otros, estas páginas contienen el fruto que Dios espera que Sus hijos compartan con los demás: sabiduría, alabanza, consuelo, ánimo y unidad. Por eso, la invitación es a que se disfrute esta lectura de manera pausada, tal vez en la estación del bus, con un café finalizando la tarde o en la banca de un parque, para que pueda verdaderamente entablar una conversación sincera con Carmen y su testimonio de amor por Jesús.
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Dr. Joo Tae Kim1
Director General de Duranno Latino, organización cristiana difusora de los devocionales Tiempo con Dios Vida Viva.
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PRÓLOGO
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s alentador demostrar los dones que Dios nos da. Cualquiera puede atribuirse beneficios de Dios, que en verdad no lo son. En un libro de esta naturaleza se deja plasmado no solo algunos conocimientos, sino la sustancia de su contenido. Realmente aprecio el valor de presentar estos pensamientos en poesía en tiempos como en el que vivimos. Carmen, te felicito por este libro, en el que plasmas y demuestras tu temple y sensibilidad de como ves las cosas. No nos detengamos en ver la violencia, la corrupción y la maldad, sino que debemos clamar a Dios que venga pronto, para traer salvación, como tú bien lo haces en “Resurrección”: Pero, ¿sabes? ¡Ya no tardes! Ya no… ¡apresúrate! Quiero ver cómo abres los cielos, quiero ver pronto las promesas cumplidas. Me fortalezco en tu poder. Y te aliento para que sigas escribiendo, con esa simpleza, con esa sensibilidad y con ese amor que te impulsa para decir lo que sientes. Cuando leí las poesías de Rabindranath Tagore siendo adolescente, descubrí que no es la extensión de un libro lo que lo hace importante, sino la profundidad de su mensaje. Con cariño Eduardo Zúñiga2
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Administrador de Empresas por la Universidad Federico Villarreal, Magister en Teología por la Universidad Evangélica de las Américas, Costa Rica. Doctor en Ministerio por el New York Theological Seminary, Estados Unidos. Autor de Deconstruyendo el matrimonio. Un nuevo enfoque para los recién casados.
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PREFACIO “Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven”. Job 42:4-53
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ste libro no trata de mí sino de ÉL, del Dios pleno de grandeza y majestad, lleno de gloria y esplendor, que abrió mis ojos poco a poco para que vea lo maravillosa que es su Creación y lo inconmensurable de su amor por nosotros, sus hijos. Mi deseo es compartir en estas páginas a Jesucristo nuestro Salvador, dar a conocer su inmenso y asombroso amor por nosotros y su gran paciencia para poder alcanzarnos y quitar la venda de nuestros ojos. Yo no lo conocía, pero me buscaba, y cuando por fin abrí mi corazón en el mejor día de mi vida, pude comprender su inagotable gracia. En el transcurrir de nuestras vidas pasaremos momentos de crisis generadas por distintas causas, situaciones en la que nos sentiremos al borde de un abismo, sin salida, que harán que entre la duda en nuestro corazón y tal vez hasta que cuestionemos el amor de Dios, pero si lo invocamos y pedimos que intervenga, la mano del Todopoderoso se moverá a favor nuestro y sabremos cuán importantes somos para ÉL, que existe, que es real, que nos escucha y es tan cercano como el aire que respiramos. Así es. Él siempre inclina su oído hacia sus hijos y pone su mano a nuestro alcance; solo tenemos que abrir nuestro corazón y hablarle o cogernos de su mano para conocer la bondad de nuestro Padre celestial y sus milagros maravillosos. Un minuto en su presencia puede cambiar nuestro futuro y el de
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Todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera 1960.
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nuestras generaciones para bendición. Dios está con nosotros y de su mano poderosa saldremos siempre más que vencedores. Estos relatos son de mis experiencias, hechos que he vivido. No hay nada de ficción. Cada detalle es real, son las huellas de mi caminar cristiano. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” ( Juan 14:6). Del tesoro recibido es de lo que doy testimonio, para que tú, amable lectora o lector, tengas la certeza de que también lo hallarás. “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” (Salmo 37:4-5).
TESTIMONIO
CON AMOR VENCIÓ MI RECHAZO
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i hermano Carlos fue quien me habló de la Palabra de Dios por primera vez y me pidió muchas veces que lo acompañara a su iglesia, pero mi corazón endurecido puso muchos pretextos. Me sentía muy cómoda con mi manera de vivir, “buena” según yo. Cada vez que mi hermano me visitaba, llegaba con su Biblia en la mano y me leía versículos, pero yo muchas veces le pedí que se abstenga de hacerlo. No sabía que cada palabra que Carlos leía era una semilla sembrada en mi corazón para que diera fruto a su debido tiempo. Como no quise ir a la iglesia y escuchar de Jesucristo, para que no insistiera opté por conceder que lleve a mi hija de 6 años a la Escuelita Dominical. Así, ella fue la primera en recibir la Palabra de Dios. Unas semanas después, al preguntarle qué había aprendido aquel domingo, dijo que sin Jesucristo no hay forma de vivir y que tenía que abrirle mi corazón... pero este seguía cerrado, tanto que no recuerdo si guardé silencio o desvié la conversación. Poco tiempo después viajamos a Iquitos. Mi esposo fue trasladado a esa ciudad por razones laborales y nuestra familia tuvo que adaptarse. Fue en 1986, lo recuerdo bien. Casi a mediados de año una familia llegada del extranjero se instaló en una casa frente a la nuestra y nos acercamos a darle la bienvenida. La recepción fue tan cordial que al retirarnos invité a la señora a tomar un café cuando quisiera. Mi sorpresa fue grande y grata al día siguiente, pues recibí la visita de la encantadora señora. Conversábamos amigablemente antes de tomar el café cuando, con cortesía, me pidió le permitiera bendecir los alimentos y, acto seguido, me comentó que era cristiana. Inmediatamente pensé: “Me persiguen los cristianos”. Aquel no fue un día cualquiera. Mientras me conversaba de su relación y experiencias con Dios, yo estaba atenta y expectante. Todo lo que me decía sonaba como música en mis oídos, era bellísimo, nuevo, hermoso. Yo quería lo que ella 19
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tenía. ¡Quería tener a Jesucristo en mi corazón!... Después de un par de horas conversando con ella, que me parecieron minutos, me preguntó si deseaba recibir a Cristo como mi Señor y Salvador, ¡y yo acepté de inmediato! Mi visitante, entonces, inició una bella y emotiva oración que yo, emocionada y conmovida, repetí frase por frase. Ashuquita, mi entrañable amiga, con simplicidad, ternura y sencillez me compartió el amor y las maravillas que Jesús hace. Me ayudó a abrir mi corazón, y así pude recibirlo para que haga de mí una persona nueva. Este fue el primer gran milagro de mi vida, de los muchos que recibiría mi familia. En aquellos años los evangelistas eran marginados por la sociedad, y más aún dentro de la familia militar. Yo estaba casada con un piloto de transportes de la Fuerza Aérea del Perú, y pasé sucesos muy difíciles que afectaron a toda mi familia. Hubo momentos de indiferencia, de burla, de rechazo de parte de la gente, pero Dios nos fortalece y no nos abandona. Después vendrían los tiempos de victoria, pues muchas familias durante los cuatro años que vivimos en Iquitos conocieron el poder y el amor de Dios. Casi toda mi familia materna y paterna abrazó el cristianismo, y digo casi porque algunos aún no toman la decisión, pero sé, dentro de mi corazón, que todos ellos están separados para Cristo, pues es la promesa de nuestro Dios. Todo acto de liberación encuentra obstáculos y Él conoce nuestras limitaciones y debilidades, y por ello nos asiste. Necesitaba un apoyo, un refuerzo, y me dio a mi amada e inseparable hermana Flor, mi amiga y compañera fiel en el caminar cristiano. Enamoradas de Cristo, peleamos la buena batalla de la fe. En muchas de esas luchas quedamos heridas, cansadas, pero no nos detuvimos; perseveramos a pesar de las adversidades. Han pasado más de treinta años que seguimos al Amado de nuestra alma… ¡Jesucristo!
No estamos solos Los primeros pasos en la fe requieren de apoyo, no hay que temer solicitar ayuda. “Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:8; Lucas 11:10). Y así fue, hubo muchas personas que me guiaron en este camino. Los primeros, en Iquitos, fueron los pastores José y Leyla Poblete, quienes me enseñaron a cimentar mi fe.
Testimonio
Después el Señor nos envió al evangelista Paul Williams, quien nos visitaba cada año para enseñarnos sobre el poder de Dios, de sus maravillas, señales y el mover profético. Durante la estancia de este gran hombre de Dios, por el poder del Espíritu Santo vi a los cojos andar, a los mudos hablar, a los sordos oír, piernas crecer, enfermos de cáncer sanar, personas ser liberadas de opresiones satánicas... De tal manera, que mi fe aumentó cada vez más. Del pastor César Campos, de la Iglesia Bíblica de Fe, de Lima, aprendimos la Palabra de Dios durante casi diez años. Sus prédicas fortalecieron los cimientos de nuestra vida cristiana. En el 2002 regresamos a Iquitos y en esa oportunidad tuvimos la bendición de conocer al doctor Joo Tae Kim, misionero coreano que trajo al Perú el devocional Tiempo con Dios (TcD). Con el fin de que conociéramos la obra tradujo los textos del inglés al español y los imprimió en hojas sueltas para que los estudiemos. Actualmente este libro es una gran herramienta cristiana en varios países del mundo. Para enseñarnos con el ejemplo cómo vive un matrimonio cristiano, el Señor puso en nuestro camino a los pastores Manuel y Sonia Gutiérrez, quienes han sido y son un regalo para nuestras vidas. En el 2004 vivíamos en Washington y recibimos la visita de mi hija mayor y su familia; ella fue la niña de seis años que me dijo “sin Jesucristo no hay forma de vivir”. Durante una noche de oración, Dios le dio una visión a mi yerno para fundar una iglesia en Lima, y un año después tuvimos la bendición de ver nacer la iglesia Misión Cristiana La Roca, dirigida por nuestros hijos Calixto y Fiorella Calle, pastores de esta congregación. Y desde hace unos años, nuestros hijos Carlos y Verónica Amau se integraron como pastores adjuntos. De ellos hemos aprendido mucho de la búsqueda de la Presencia de Dios en intimidad. Fue de gran bendición trabajar en la obra durante 14 años, viendo su amor y pasión por las almas, sus desvelos y sacrificio, pero llenos de gozo con cada batalla ganada. Me deleito de las promesas de Dios hechas realidad, pues su palabra nos dice “Tú y tu casa servirán a Dios”. Estas personas y muchas de las que hemos conocido en el camino de la salvación, enriquecieron nuestras vidas con su conocimiento de la Palabra y sus experiencias y consejos. Todo ello nos preparó para emprender nuestra misión.
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EL PODER DE DIOS, SU BONDAD Y MISERICORDIA
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l Padre nos conoce bien, sabe de nuestras maldades y miserias como de nuestra arrogancia y vanidad, y sobre todo de nuestra incredulidad, y por eso nos toca para que sintamos su presencia... como diciéndonos: Aquí estoy, ¡toma mi mano para guiarte!; pero somos tardos para reaccionar. No esperes que te diga: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27). Si tienes problemas y no hallas solución o consuelo, no dudes en dirigirte al Padre. En el rincón más humilde de tu casa o en un templo que conozcas, invoca a Jesús de viva voz y háblale, pide, ruega o exclama... Él te responderá o enviará a alguien que te guíe. Para que te sirva de ayuda, pido al Espíritu Santo que me guíe a mostrarte lo grande que fue su misericordia para con mi familia y lo poderosa que es la oración ferviente. Aquí algunos de los sucesos que hemos vivido.
Solo cinco años de vida para papá Un año después de recibir a Cristo en mi corazón, mi padre fue diagnosticado con un mal cardiaco y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. La operación fue muy delicada, pero exitosa. Su recuperación fue buena y creímos que todo había quedado atrás, pero el médico nos informó que, si se cuidaba, viviría unos cinco años. La noticia aplastó nuestra alegría y la de papá, pues sonó como una sentencia de muerte. Mi padre era un médico neumólogo que no creía en Dios y conocer la situación de su salud hizo que se sintiera muy mal, y la familia padeció lo mismo. Por ello, en nuestras oraciones comenzamos a pedir paz y misericordia para con él, y el Señor las escuchó, porque un tiempo después, de un modo singular —que narraremos más adelante— su incredulidad sería quebrantada y recibiría a Jesús como su Señor y Salvador. Dios tuvo compasión de él y de nosotros, su familia, y le dio un corazón nuevo, ¡vivió 25 años más! 22
Testimonio
La pareja en comunión, base de la familia Los primeros años de mi conversión, la marginación que sufrió mi familia fue evidente y nos afectó a todos, mis hijos eran pequeños pero no ajenos a ello, especialmente los dos mayores. Mi esposo y yo, además de eso, vivíamos los sobresaltos de la grave situación política de finales de la década de los ochenta. Fueron años de oración y lucha espiritual, y aunque Alfonso era un hombre temeroso de Dios, todavía quedaban áreas de su vida que no habían sido transformadas, y la pareja, para ser el fundamento de la familia, tiene que estar en comunión, unida en todo. Por eso fue un gran gozo que mi esposo recibiera a Cristo como su Señor y Salvador. Desde entonces fue notoria la paz que llenó nuestra vida familiar, y los reveses y dificultades que sufrimos, en vez de afectarnos, sirvieron para empoderarnos y fortalecer nuestra fe. Pocos meses después un suceso nos llenó de angustia. Mi hijo menor, Manuel Alejandro, de apenas 4 años, se cayó desde un tobogán de tres metros de altura y fue llevado de emergencia al hospital por haber perdido el conocimiento y sufrir convulsiones. Los exámenes mostraron un coágulo en el cerebro. Lo pusieron en observación e indicaron que si no se reabsorbía tendrían que intervenirlo. Oramos, clamamos y rogamos a Dios por su sanidad, y nuestras oraciones fueron escuchadas para sorpresa y asombro de los médicos: ¡el coágulo se reabsorbió milagrosamente en menos de 24 horas!
La fe de mamá Tres años después de la operación de papá, nuestra mami fue diagnosticada con cáncer. Cuando le comunicaron que tenía que ser operada, me llamó para decirme: “Los médicos han dicho que tienen que extirparme un seno, pero no te asustes, pues yo tengo un Dios grande y estoy segura que Él ya me sanó”. De la impresión no supe qué decir durante un minuto o más, pero finalmente le respondí que ella era una mujer de fe, y que, si así lo creía, vería su sanidad. El día programado para su operación estábamos sus hijos con ella en el cuarto del hospital y nuevamente nos dijo, con gran seguridad, que no le iban a extirpar nada, pues Dios ya le había confirmado su sanidad. Poco después la llevaron al quirófano y una enfermera nos dijo que la intervención duraría cuatro o cinco horas. Nos quedamos esperando cerca del lugar por donde ingresaron, pero a la media hora vimos salir una camilla y un médico se acercó a nosotros para decirnos:
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“Abrimos el seno, pero no había ningún tumor canceroso y hemos vuelto a cerrar”. Dios la sanó y en la actualidad está completamente libre de enfermedad.
Cólera, varicela y neumonía En 1991 nos instalamos en la ciudad de Piura. Nuestra primogénita, Fiorella, tenía 18 años. Las acciones de la insania terrorista habían disminuido y en el norte del país había calma y buen clima. A fines de enero de ese año los diarios lanzaron una alerta: en la ciudad de Chancay, 60 kilómetros al norte de Lima, se detectó a 11 personas atacadas por el virus del cólera, y en el puerto de Chimbote (Ancash), unos días después, 900 personas fueron hospitalizadas. La noticia conmocionó a muchos porque esta contagiosa enfermedad ataca el sistema digestivo y causa muchas muertes en poco tiempo, pero nosotros estábamos muy lejos de esas ciudades. Sin embargo, el cólera se volvió explosivo en el centro y en el norte de la costa peruana, y llegó rápidamente a Piura, ¡y afectó a nuestra familia! Fiorella fue atacada por el virus y en unas horas su salud se deterioró. Los médicos hicieron lo posible por salvarla porque su deshidratación era severa; la medicaron y rehidrataron, pero en menos de tres horas estaba entre la vida y la muerte. ¡Nos reunimos en oración y clamor y Dios la sanó contra todo pronóstico médico! La epidemia de cólera enfermó a más de 322 000 peruanos, de los cuales 2909 fallecieron. Se esperaba, por la experiencia en otras partes del mundo, una letalidad de 30 a 50%, pero solo fue de 1% de los enfermos. A fines de año, el enemigo volvió a atacar la vida de mi hija Fiorella. Usó la varicela, una infección infantil que ella no había tenido y que cuando afecta a personas adultas suele causar complicaciones que pueden ser mortales, como neumonía, meningitis y septicemia. La neumonía afectó sus pulmones y la dificultad para respirar la llevó a un cuadro sumamente delicado, pero ella creyó en su sanación y clamó a Dios. Al día siguiente supo que la escuchó, porque las llagas de su cuerpo comenzaron a secarse y su respiración mejoró notablemente.
Fuerte alarma en mi corazón... Estaba en casa realizando mis quehaceres, hacían ya varias horas que mi esposo había salido rumbo a la base aérea. No tenía ni idea de lo que
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estuviera haciendo en ese momento, pero sentí una fuerte alarma en mi corazón. Algo inquietó mi alma con mucha intensidad, así que comencé a orar. No sabía cuál era el motivo, pero sentía que era necesario hacerlo, y con fervor. No sé cuánto tiempo estuve haciéndolo, pero continué hasta que dejé de sentir la opresión que limitaba mi respiración. Por unos instantes pensé en mis hijos y mi esposo. Ya calmada, puse a un lado lo sucedido y retomé lo que estaba haciendo. Siempre hay algo que hacer, a quién visitar o hablar con alguien. Al atardecer regresó mi esposo a casa, pero en vez de lo que siempre hace al llegar, me buscó y en silencio se sentó frente a mí. Nos miramos a los ojos y supe que algo había pasado... Alfonso no me dijo si fue al ir o al regresar, ni adónde habían volado, solamente explicó que un motor del avión comenzó a fallar y, casi de inmediato, quedó envuelto en fuego. Rápidamente, mi esposo, con una serenidad que no se explicaba de dónde salió, aplicó los procedimientos de emergencia y decidieron aterrizar. Ya en tierra, vieron que el motor había explosionado y que ello pudo haber traído como consecuencia la caída de la aeronave y la muerte de los ocho tripulantes. Al escuchar su relato, inmediatamente me di cuenta de por qué estuve orando. Dios nuevamente guardó la vida de mi familia. Esta vez salvó de la muerte a mi esposo y su tripulación. Gracias a Dios por el Espíritu Santo que conoce todas las cosas y es nuestro Ayudador.
Lo dejamos en España, y quince días después... Alfonso Ernesto, nuestro segundo hijo, quiso conocer España. Le faltaba poco para culminar su carrera, tenía 26 años y estaba soltero. Era un varón independiente, así que emprendió el viaje. Al parecer necesitaba unas vacaciones o un cambio de ambiente. Nosotros, sus padres, al despedirnos de él, no sabíamos que no lo veríamos por más de cuatro años. Nos comunicábamos constantemente y todo marchaba bien, pero fueron pasando los meses y se cumplió el primer año, ¡y no hablaba de volver! ¿Qué había pasado? Se enamoró del país... y de una española. Así, con el transcurrir del tiempo se rompió la relación sentimental, pero se quedó. Trabajaba y le iba bien, eso sabíamos, mas la lejanía nos hace añorar a nuestros
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seres queridos y ya concluía el cuarto año de su estancia en Europa. Unos meses después se presentó la oportunidad y decidimos ir a verlo. Fueron varias semanas maravillosas las que pasamos con él, pero tuvimos que volver a casa. Quince días después de nuestro regreso a Perú, llamábamos a su celular y no contestaba. Como ignorábamos su paradero, llamamos a la dueña de la empresa donde trabajaba, pero su respuesta nos sorprendió. Solo nos dijo que cobró su mensualidad y que ya eran varios días que no iba a trabajar. ¡¿Qué pasó?! Intercedimos, oramos y a los dos días de que habláramos con su empleadora una joven nos contactó por messenger para decirnos lo que había sucedido. Nos contó que saliendo del trabajo, nuestro hijo fue atacado por delincuentes y se resistió a entregar su celular y la billetera porque en ella estaba todo lo que acababa de cobrar. Su oposición causó la furia de los asaltantes y estos lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Lo despojaron de sus pertenencias y lo dejaron malherido. Los que vieron lo sucedido llamaron a emergencias. Acudieron rápidamente y lo condujeron al hospital. Su estado era crítico, ¡lo habían pateado brutalmente y su rostro estaba destrozado! Lo operaron de urgencia para salvar su vida y tuvieron que ponerle una placa de titanio en toda la parte derecha del rostro, zona que prácticamente reconstruyeron. La joven, al oír nuestras expresiones de dolor y angustia ante tamaña descripción, nos pidió que nos calmáramos, pues ya habían pasado tres días de las cirugías y dos días que estaba en recuperación, estabilizado y bien atendido. Nosotros pensamos en acudir a su lado, pero no nos era posible porque el reciente viaje que hicimos y las semanas que disfrutamos de su presencia nos habían degastado económicamente. Además, había que afrontar los gastos de su atención. La joven que nos contactó, casi a diario nos informó sobre su salud durante los veinte días que estuvo internado. Cuando ya pudo hablar con nosotros, nuestro hijo nos conmovió con un relato: Desde que desperté después de las operaciones, cada día dos señoras se ocuparon de mi aseo, me dieron de comer y me leyeron la Palabra de Dios. Su atención, trato y compañía me reconfortaron, y por eso, cuando me anunciaron mi alta quise agradecerles y despedirme de ellas, pero no sabía sus nombres. A las enfermeras les pregunté por ellas, por sus nombres, ¡pero nadie las conocía! ¡No eran trabajadoras del hospital!, ¿entonces quiénes eran?
Testimonio
No sabía quiénes eran, pero sí que habían estado junto a él... eso remeció su corazón y las lágrimas mojaron sus mejillas... Nosotros, sus padres, conocedores de la misericordia de nuestro Dios comprendimos: ¡dos ángeles atendieron a nuestro hijo!... ¡Bendito sea nuestro Padre Eterno!
Varadas en lo desierto En 1998 vivíamos en la ciudad de Arequipa, a donde mi esposo fue destacado. Con una amiga nos pusimos de acuerdo para hacer un viaje relámpago a Tacna, lugar en que se podía comprar productos importados a buen precio. Salimos a las 6 de la mañana y deberíamos estar retornando a Arequipa máximo a las 9 de la noche. En camioneta recorreríamos, ida y vuelta, cerca de 740 kilómetros en 10 horas, aproximadamente. La ida fue excelente, cumplimos el itinerario y el horario previsto, y durante el retorno estábamos felices porque volvíamos con lo que fuimos a buscar. A las 7 de la noche calculamos que estábamos entrando a la provincia de Islay, o muy pronto lo haríamos. Fue entonces que reventó una llanta y el vehículo se sacudió, pero el chofer pudo controlarlo y lo detuvo. —¿Están bien? —preguntó el conductor y ante la respuesta afirmativa añadió: No se preocupen, en unos minutos cambio la llanta. Descendimos del vehículo. El viento frío, la soledad y la oscuridad nos hicieron temblar, y dos minutos después temblamos más, porque el chofer nos comunicó que había llanta de repuesto ¡pero no las herramientas necesarias para hacer el cambio! Estábamos en una zona desierta, no se veían luces de poblaciones cercanas. Algunos vehículos aparecieron y les pedimos ayuda a gritos, pero ninguno se detuvo. ¡No sabíamos qué hacer! Pasó un buen rato, y no venía ningún auto o camión. Celulares ya había en el país, pero eran escasos y muy caros. En la siguiente hora pasaron varios vehículos, pero no nos auxiliaron. Mi amiga y yo nos pusimos a orar. ¡Solo Dios nos puede ayudar!, nos dijimos. Oramos dentro del coche porque el frío era intenso. El chofer no oró con nosotras, pero fue testigo de cada detalle de lo que ocurrió en ese momento, pues estaba en el asiento delantero, frente al volante. Él escuchó nuestra oración, no dijo nada pero oyó todo, porque imploramos y clamamos a Dios por ayuda. Diez minutos después una gran luz, que venía de la pista paralela, iluminó nuestro resguardo; un carro grande con un faro encima de la tolva nos
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iluminaba y una camioneta paró delante de nosotros. Un joven como de 25 años salió raudamente del carro con un gato hidráulico en una mano y, en la otra, una llave de ruedas. Con voz fuerte me dijo: “Trae una piedra plana”. Yo, pensé: ¿en el desierto encontraré una piedra plana?, pero con cautela avancé por fuera de la pista. Caminé unos tres metros buscando con el pie y tropecé con algo; me agaché y palpé en la oscuridad... ¡una piedra plana! El joven la usó para colocar la gata y sin decir una sola palabra cambió la llanta sin ayuda de nadie. En agradecimiento me dirigí a buscar mi cartera para sacar dinero y dárselo, pero el joven en ese instante tomó sus cosas y se fue tal como vino… ¡rápidamente! Asombradas por los hechos nos miramos a los ojos y solo dijimos a una voz: ¡Era un ángel! En ese instante, la luz del faro del coche de al frente se apagó y no lo volvimos a ver más. ¡Dios nos auxilió en respuesta a nuestra oración de fe!...
Para Dios no hay nada imposible Tenía unos meses de haberme convertido a Cristo en Iquitos y escuché que se realizaría una gran campaña evangelística en la ciudad. La iglesia a la que asistía había invitado a varios predicadores estadounidenses. Se anunciaba un gran avivamiento del Espíritu Santo y eso envolvía la atmósfera dentro y fuera de la iglesia; mucha gente estaba expectante de lo que Dios haría en esas semanas, hubo reuniones de oración y ayuno previos a esta campaña. Muy emocionada por lo que venía, invité a muchas amistades y, entre ellos, a mi papi. Él era médico neumólogo, poco creyente, pero sabía que algunos de sus hijos seguíamos la Palabra de Dios. Llegó el día de la campaña y tuve que rogarle para que me acompañara; finalmente, lo hizo. Aquella noche el pastor Paul Williams estuvo a cargo de la prédica. Después de exponer varios temas hubo un momento en que se quedó callado, y de pronto dijo: “Dios me ha hablado que hay un médico en esta sala”. Hubo un gran silencio y yo le dije a mi papi: “Levántate, te habla a ti”. Él me respondió: “Tantas personas hay aquí que habrá otro médico”. Nuevamente el pastor hizo el mismo llamado, y nadie respondió. Por tercera vez repitió el llamado y, poniéndome de pie, prácticamente obligué a mi padre a que se levantara. Al ver que avanzábamos, el pastor nos agradeció e inmediatamente dijo: “En esta sala hay una persona que por muchos años ha orado por su sanidad. Que venga pronto al altar”.
Testimonio
Entonces vi al hermano Juanito, un hombre lisiado por la polio que era un miembro conocido y muy activo de la iglesia, levantarse y coger sus muletas. Una de sus piernas era sostenida por fierros. Avanzó lentamente, pero con un rostro lleno de alegría y expectante. “Soy yo —exclamó—. Yo he orado mucho por un milagro en mi pierna”. Mi papá y yo nos miramos asombrados, y el pastor Williams, dirigiéndose a mi padre le preguntó: “Doctor, ¿usted cree que puede ser sano este hombre?”. Él se acercó y dijo tajantemente: “Este hombre tiene polio y no creo que pueda curarse, pero, para Dios no hay nada imposible”, entonces el pastor Williams le pidió a Juanito que se siente en una silla, delicadamente estiró la pierna enferma y con autoridad le dijo: “A ti te hablo y te ordeno que en el poderoso nombre de nuestro Señor Jesucristo crezcas y tus huesos se llenen de carne y músculos”. El pastor miró a mi papá y le pidió que no quite su mirada de la pierna lisiada, y yo también miraba muy emocionada, esperando ver lo que sucedería. Pasaron unos segundos, tal vez diez o más, porque me parecieron eternos, y la pierna comenzó a crecer, a engordar de tal manera que Juanito empezó a desatar las correas de los fierros rápidamente y se puso de pie dejando los fierros a un lado, y caminó torpemente primero y luego corrió… ¡¡sin muletas!! Mi papá me agarró fuertemente de un brazo, pues de la impresión retrocedió, y mi corazón palpitaba a mil por hora, ¡¡Dios obrando!! Un privilegio ver lo mismo que hizo Jesús hace dos mil años atrás, ver cambiarle la vida a una persona llena de fe, allí, en una pequeña iglesia de la ciudad de Iquitos. Dios siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos. Al ver tremendo milagro, mi papá tomó la decisión de aceptar a Jesús como su Señor y Salvador, siguiendo sus caminos hasta el día en que se reunió con Él.
Con amor fraterno... Compartimos estas singulares experiencias para que se sepa que Dios es bondadoso y misericordioso. Que nos ama y desea que sepamos que está siempre cerca de nosotros. Su amor, su gran amor es inagotable, desbordante como una gran catarata. El gran amor y la gracia de Dios nunca dejan de ser, y pueden ser tuyos si le respondes con el corazón. Búscalo dentro de ti, llámalo e inclinará su oído para escucharte. Que el Señor tenga misericordia de ti, te fortalezca y guíe por el camino hacia su santuario.
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meditaciones
Examinemos nuestro corazón y pongamos en la mira el objetivo de caminar en santidad. ¿Cómo? yy Cuide sus palabras, pues una lengua fuera de control puede ser usada para destruir familias con la murmuración, menosprecio, acusaciones, exageración, adulación y mentira. Una palabra que sale de nuestra boca para herir, es como veneno mortal; y una vez que sale de ella, no la podemos regresar. yy Caminemos en amor, porque podemos tener todos los dones y conocimientos, pero sin amor, sin compasión, siendo impacientes, sin mansedumbre y humildad ante los que nos rodean, solo estamos haciendo fuerte ruido, y esa actitud habla de un corazón alejado de Dios. yy Dejemos el orgullo de lado y miremos a nuestros semejantes como seres más importantes que nosotros, para que Dios nos mire y caminemos por sendas correctas. yy Analicemos lo que miran nuestros ojos. No nos engañemos con las cosas vanas de este mundo, porque son efímeras; sino busquemos las cosas del cielo, que son eternas. yy Cuidemos con quien andamos y alejémonos de personas que son negativas o que no aportan nada positivo a nuestra vida. Estos son algunos puntos que nos ayudarán a caminar por la senda correcta, y el Espíritu Santo, nuestro ayudador y mejor maestro, nos hablará para cada día ser mejores.
CORAZÓN AGRADECIDO “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre”. Salmo 103:1
Como seres de carne y hueso nos es muy fácil quejarnos cuando las cosas no nos van bien. Demasiado rápido nuestra boca se abre para hablar y lastimar. Pero este versículo, uno de mis preferidos, nos dice que nuestra alma debe bendecir siempre, estemos pasando momentos buenos y no tan buenos. Y una de las mejores maneras que podemos hacerlo es recordándonos lo que Dios ha hecho por nosotros. Pregunto: ¿quiénes han recibido el perdón de Dios? Pues he allí una de las mejores razones para bendecirlo, y cuando nos miremos al espejo, recordémosle a nuestra alma los beneficios que hemos recibido de nuestro Señor.
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Recuérdale a tu alma de dónde te rescató Dios, y que en la cruz Jesús expresó cómo te ama. Cada vez que se lo recordemos, nuestra alma deseará adorar, testificar, bendecir y honrar. No seamos ingratos y tengamos siempre presente cada favor recibido, escrito en mármol y no en arena. Recordemos su gracia inmerecida, la cual no hay forma de pagarle. Bendecir es una forma de dar gracias a Dios por la sanidad recibida, por la salvación, por librarnos de la ruina y por los favores que nos hizo durante nuestra existencia. Enseñemos a nuestra alma agradecer antes de recibir el favor que estamos pidiendo. Bendice cuando estés sano, por la comida en la mesa, porque tienes un techo que te cubre o porque hasta ahora no conoces adversidades… Bendícelo, no te canses de bendecir al Señor. Enséñale a tu alma a darle gracias a Dios por aquellas personas no tan agradables que puso ante ti para limar y pulir tu carácter, para hacer de ti una persona mejor y alcanzar las bendiciones que tiene para tu vida.
¿LIDIAREMOS CON DIOS? “Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?”. Job 38:1-2
Cuántas veces hemos caído en la soberbia creyendo que lo sabemos todo y que somos más inteligentes que nuestro Creador. Pero cuando leemos la conversación que tiene Dios con Job, nos damos cuenta quiénes somos y quién es Él. Dios, el arquitecto supremo de todo lo visible y lo invisible, que con sus manos pintó la más grande obra de arte y quien con sus palabras aún sustenta la tierra; pues Él dijo y se hizo. Y tan solo con una orden puso límites al mar y les dijo a las olas: “Hasta aquí llegarás y no pasarás”. Dios, quien separó la luz de las tinieblas, quien envía la lluvia a su tiempo y riega el desierto. Aquel quien puso nombre a cada estrella y despierta a su hora al lucero de la mañana, y que sabe cuántas nubes hay.
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Nuestro Creador es tan sabio que conoce exactamente cada ave y animal y sabe a quién dotó de instinto inteligente y a quién hasta el buen sentido le negó. Nuestro Dios le dio fuerza y valor al caballo y al halcón le enseñó a volar, y compuso magistralmente el canto de las aves… ¿Podríamos contender con alguien así? Nuestra ignorancia muchas veces nos hace lidiar con el Creador, y a pesar de eso, pretendemos conocer al Todopoderoso. No entendemos que solo quiere que sepamos nuestro origen y quiénes somos, y sintamos su inmenso amor y grandeza. Desea lo mejor para nosotros porque es justo y a nadie quiere oprimir. Solo prueba nuestra fe. Mejor es que cerremos nuestra boca y esperemos al autor de la vida… Escucha, que quiere hablarte aquel que todo lo puede y no hay nada que no pueda hacer.
UN DÍA INDESCRIPTIBLE “Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)”. Marcos 15:34
Era mediodía y toda la comarca quedó en total oscuridad. Jerusalén tembló porque la luz del mundo murió. Un terremoto remeció la tierra y en el Gólgota rodaron las rocas, los sepulcros se abrieron y la tierra liberó los cuerpos. La Creación entera se conmovió. El velo del lugar santísimo se rompió y la presencia de Dios salió. Los soldados vigilantes se llenaron de temor y gritaron: “¡De veras este hombre era Hijo de Dios!”, y en aquel día aciago una cruz se levanta en el monte como un estandarte de amor. Era un viernes, casi de noche, cuando un hombre llamado José, del pueblo de Arimatea, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús y poder sepultarlo dignamente. El gobernador romano le dio permiso a José para que lo hiciera, y este lo envolvió en una fina y costosa tela para ponerlo en la tumba, tapando la entrada con una gran piedra. Fuera del sepulcro María, la madre de Jesús, y María Magdalena lloraban la gran pérdida.
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Autoridades de aquel momento ordenaron que soldados cuidaran el sepulcro, pues temían que los discípulos se llevaran el cuerpo y más adelante proclamaran que Jesús había resucitado, como Él había anunciado que lo haría al tercer día. El primer día de la semana un ángel de Dios que brillaba como un relámpago bajó del cielo he hizo temblar la tierra, y luego movió la piedra del sepulcro para que vieran que Jesús no estaba allí porque había vencido a la muerte. Jesús está vivo y no habrá un día como aquel en que se consumó la victoria del plan celestial de redención total. Exaltemos al que vive a la diestra del Padre, a Jesús, que nos dijo: “... Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás...” ( Juan 11:25-26). ¡Para Él toda la gloria, la honra y el honor! ¡Amén!
Índice
Agradecimiento 7 Dedicatoria 9 Prólogo 11 Prólogo 13 Prefacio 15 Testimonio 17 Con amor venció mi rechazo 19 El poder de Dios, su bondad y misericordia 22 Mis lágrimas en tu redoma 31 A mi Dios 33 Resurrección 34 Sueños rotos 36 Mirándote 37 Refugio 37 Tú eres 38 El amor 39 Palmera 40 ¿Se enfurece Dios? 41 Todo lo sabes 43 Gran comisión 44
Corazón agradecido 45 Tu dulce palabra 46 Quebrantándome 47 Tu palabra, Dios… ¡tu palabra! 48 Mi debilidad 49 Mi rey 50 ¡Pruebas! 51 Respirar 52 Tu presencia 52 Mi deseado 53 Bienvenida a mi Dios 54 Lamentos 55 ¿Gozarte en el dolor? 56 Tu maravillosa gracia 57 Oasis 58 Tu palabra es miel 59 Meditaciones 61 Invitación celestial 63 Verte diariamente 64 Delicias a tu lado 64 Dios de oportunidades 65 ¿Rahab, mujer insignificante? 66 ¿Estás asegurado? 67 No te quedes en casa 68 Fuego de Dios 69 Belleza auténtica 70 Prepara tu sucesor 71 Nunca te olvidaré 72 ¿Qué cosas aborrece Dios? 73 Nuestro alfarero 75 Cuida tu herencia 76 Regalo de amor 77 Dios de recompensas 78
Paz en medio de la prueba 79 ¿Eres mi discípulo? 80 Mueve debajo de tu cama 81 Dar bien por mal 83 ¿Embajadora yo? 84 Tú eres la vid verdadera 85 Decisiones 86 Espera en mí 87 Tentación 88 Bajo tus alas 89 ¿Sin salida? 90 Alaba con todo tu corazón 91 Marcados por su amor 92 La vida es tan corta 93 Sepulcros blanqueados 94 Abba Padre 94 ¡Alzo mi voz para alabarte! 95 Una nueva ley 96 No soy rechazada 97 ¿Estamos contigo? 98 Receta del cielo 99 Perfume agradable 100 Qué tal promesa 101 Que tu generación lo sepa 101 Estar frente a ti 102 ¡Estate quieto! 103 Lisiado espiritual 104 ¿Eres hipócrita? 105 Camina en santidad 106 Corazón agradecido 107 ¿Lidiaremos con Dios? 108 Un día indescriptible 109
Se terminó de imprimir en los talleres gráficos de
Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156 - Breña Correo e.: tareagrafica@tareagrafica.com Página web: www.tareagrafica.com Teléf. 332-3229 / 424-8104 / 424-3411 Diciembre 2019 Lima - Perú
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e anunciaba un gran avivamiento del Espíritu Santo... Invité a las amistades y a mi papi. Él era médico neumólogo, poco creyente... Llegado el día, tuve que rogarle para que vaya...
El predicador después de exponer varios temas anunció: “Dios me ha dicho que hay un médico en esta sala”... “Levántate, te habla a ti”, le dije a mi papi, y respondió: “Hay tantos aquí que habrá otro médico”. El pastor volvió a llamar, pero nadie respondió... Poniéndome de pie hice que papá se levantara. Al vernos avanzar, el pastor dijo: “En esta sala hay una persona que por muchos años ha orado por su sanidad. Que venga pronto al altar”... Porque una de sus piernas era sostenida por fierros, el hermano Juanito avanzó lentamente, pero con el rostro lleno de alegría. “¡Yo he orado mucho por un milagro en mi pierna!”, exclamó. “Doctor, ¿puede ser sano este hombre?”, preguntó el predicador... “Tiene polio y eso no se cura, pero para Dios no hay nada imposible”, respondió... El pastor pidió a Juanito que se siente y dijo a la pierna enferma: “A ti te hablo y te ordeno que en el poderoso nombre de nuestro Señor Jesucristo crezcas y tus huesos se llenen de carne y músculos”. Y pidió a papá que no deje de ver la pierna lisiada; también yo miraba. Segundos después la pierna empezó a engordar... Juanito desataba las correas de los fierros y los dejó a un lado. Se puso de pie y caminó, torpemente al inicio, ¡y luego corrió!… Mi papá se agarró de mi brazo, pues la impresión lo conmovió. Mi corazón palpitaba a mil por hora, ¡¡Dios obrando!!