Los cuatro inconmensurables

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(1950, Pasadena, California), es un investigador, autor, conferenciante, traductor e intérprete practicante del budismo desde 1970. Durante 14 años fue monje budista tibetano, ordenado por Su Santidad el Dalai Lama. Después de aquel periodo regresó a EE.UU. y se licenció en física y filosofía de la ciencia en el Amherst College doctorándose más tarde en estudios religiosos por la Universidad de Stanford. Junto con el Dr. Paul Ekman ha desarrollado el curso Cultivar el equilibrio emocional, un programa secular diseñado para dar a las personas herramientas para gestionar las emociones y cultivar estados de conciencia más plenos. B. Alan Wallace es fundador del Santa Barbara Institute for Consciousness Studies y de Shamatha Project. Ha publicado decenas de libros.

En este libro, B. Alan Wallace presenta una integración única de las enseñanzas sobre los cuatro inconmensurables con la práctica del shamata o quietud meditativa para potenciar la mente. A través de estas páginas, el autor, con su claridad y sabiduría habitual, le guiará con meditaciones y exposiciones hacia la implementación de estas enseñanzas en su vida.

«Alan Wallace es uno de los grandes pensadores budistas occidentales de nuestros días». —Howard Cutler, coautor con S. S. el Dalai Lama de El arte de la felicidad.

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B. Alan Wallace Ph.D.

Prácticas para abrir el corazón

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Editorial Eleftheria S.L. C/ Vila de Luchón, 14 Sitges, 08870, Barcelona NIF B63433510. Inscrita en el R.M. de Barcelona:Tomo 39504, folio 92, hoja B 348326, inscripción 5.

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Los cuatro inconmensurables -el cultivo de la bondad amorosa, la compasión, la alegría empática y la ecuanimidad- son un conjunto de prácticas que abren el corazón, contrarrestan las distorsiones en nuestras relaciones con nosotros mismos y profundizan nuestras relaciones con los demás.

Los cuatro inconmensurables

Los cuatro inconmensurables

Un gran comienzo para entender los fundamentos de las prácticas contemplativas budistas.

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Introducción a la práctica śamatha

¿Qué impide el florecimiento de la benevolencia, la compasión y otras cualidades que nos hacen avanzar por el camino espiritual? No tengo una respuesta sencilla, pero si hay algo que sin duda aborda la cuestión es la sensación de no ser lo bastante buenos en nuestra relación con los demás a medida que nos adentramos en la vida. Tendemos a relacionarnos con una sensación de necesidad. Necesito un trabajo. Necesito amor. Necesito aprobación. Necesito afecto. Necesito respeto. Necesito más dinero. Necesito más posesiones. Necesito más felicidad. Éste es el reino de las ocho preocupaciones mundanas.5 Necesitar algo no tiene nada de malo ni en sí ni por sí mismo, pero la sensación de no ser lo bastante buenos y de no estar completos no conduce a un corazón benevolente. La mente que se relaciona con los demás, con el entorno, para conseguir lo que le parece que le falta es una mente que no conoce su propia capacidad para la paz y la felicidad. Cuando la práctica śamatha se lleva a cabo en el contexto adecuado, es posible reconocer en algo tan sencillo como el aliento que nuestra mente tiene un camino hacia la serenidad y la paz. Y de esa paz mental, de esa sensación de tranquilidad y satisfacción, estando sencillamente presente con algo tan poco interesante como es la respiración, de ahí surge felicidad y satisfacción. La satisfacción proviene de una fuente muy sencilla: una mente que no está lastrada hasta la muerte con aflicciones, antojos, hostilidad y aversión. Normalmente no nos permitimos ese lujo. Al estar dotados con consciencia en este universo, somos como una persona en una colina sentada en una pequeña choza, intentando salir adelante sin saber que pocos centímetros por debajo del suelo de nuestra cabaña pasa una veta de oro 31

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LOS CUATRO INCONMENSURABLES

inacabable. Ya está ahí. No hay razón para sentir que necesitamos algo. Tenemos todos los recursos que necesitamos. Hay que descubrirlo. No sólo creerlo, sino descubrirlo experimentándolo. Podemos obtener sensación de serenidad y bienestar sólo estando presentes. Saber que es posible. Eso no implica que no queramos tener pareja o un trabajo o un coche. Pero los pone bajo una luz distinta. Es como tomar todo el planeta y girarlo para que rote sobre un eje distinto. No todo lo que hay sobre el planeta se derrumba, pero hay un gran altibajo cuando reconocemos por nosotros mismos que tenemos grandes recursos para las situaciones del día a día. Tenemos algo que ofrecer y no sólo necesidad. El śamatha es un campo increíblemente fértil donde desarrollarlo. Es muy útil para cultivar la benevolencia y la compasión y para aprender a «tocar el mundo con delicadeza». No puedo imaginar la posibilidad de tocar el mundo con delicadeza sin haber reconocido los propios recursos. Un ejemplo es una historia real de uno de mis maestros, recientemente fallecido, el magnífico lama, Tara Rinpoche. Era abad del Instituto Tántrico de Assam, en el nordeste de la India, donde algunos de los monjes eran formidables meditando. Uno en concreto había abandonado el monasterio y vivía en una pequeña cabaña en la jungla, donde había muchas cobras. A Tara Rinpoche le preocupaba su alumno, de modo que reunió unas cuantas ra­ mas de una planta conocida por espantar a las serpientes y le dijo que las plantara alrededor de la cabaña. El monje respondió: «Es muy amable por su parte darme esto, pero lo cierto es que no las necesito. Las cobras y yo nos llevamos bastante bien. Hay una que vive debajo de mi cama y otra detrás de la puerta». Él sabía, por supuesto, que los humanos no son una presa natural de las cobras y que lo único que las relaciona con nosotros es el miedo. Pero este hombre no tenía miedo, de modo que no propició el ataque de las cobras. Ni las cobras propiciaron el suyo. Sólo eran vecinos, y él sintió que no había motivo para espantarlas. Se limitaba a tener cuidado con dónde pisaba. Eso es, de hecho, tocar el mundo con delicadeza. La finalidad última del śamatha es que la mente te sirva. Eso implica que como quiera que desees poner la mente a tu servicio, ésta esté lista para tal propósito. Ya sea para enseñar, para la meditación, para componer música, lo que sea que tengas que hacer, ahora tienes una mente que de verdad funciona bien. Hasta que alcanzas el śama-

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tha, se dice que la mente es «disfuncional». Esta mente disfuncional es pesada, tiesa, rígida, oscura y tiende al mal humor. Sea cual sea la virtud que intentes cultivar, la mente se opone. En cambio, una mente que te sirve, es optimista, ligera, estable y clara, lista para dedicarse a cultivar cualidades saludables.

Empezar a meditar Libera las creaciones de la imaginación y permite que la mente conceptual descanse. Presta atención al momento sin desviarte a fantasías sobre el futuro o rememoraciones del pasado. Permite a tu consciencia permanecer en el momento, en tu cuerpo, observando con calma las sensaciones táctiles de todo el cuerpo: la presión en las piernas, los muslos y las nalgas contra el suelo; subiendo hacia el torso y hasta la cabeza; la sensación de calor o de frescor; cualquier sensación de hormigueo o vibración. Permite que tu consciencia se establezca en este campo de las sensaciones táctiles y que descanse como un bebé en su cuna. Sé testigo pasivo de las sensaciones asociadas con la inspiración a lo largo de todo el recorrido de ésta. A continuación, sigue las sensaciones asociadas con el aliento que sale a lo largo de todo el recorrido de la espiración. La respiración en esta práctica no debería controlase ni manipularse, con una excepción: mantener el abdomen relajado, especialmente el bajo abdomen. Relájalo para que puedas sentir cómo empieza la inspiración en el bajo abdomen. Si es una respiración poco profunda, sólo notarás expandirse el bajo abdomen; una respiración más profunda se expande desde el bajo abdomen hacia arriba, y el diafragma también se expande; una respiración profunda constante mueve el abdomen hacia el diafragma y hasta el pecho. Pero haz que empiece en el abdomen, para no respirar solamente con el pecho. Encuentra la zona de las narinas en la que notas la sensación táctil en la inspiración. Después, a medida que la mente se sintoniza con esto, nota las sensaciones táctiles que siguen la inspiración justo antes de la espiración. Después percibe las sensaciones en el mismo punto durante la espiración. Sitúa tu mente ahí, como cuando dejamos a un bebé en la cuna. Al principio, tendrás una sensación de ritmo, de oscilación de la inspiración, espiración, inspiración, espiración. Permite que tu conciencia descanse en ese lugar relajante.

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