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salud

tripartitos (espíritu, alma y cuerpo), debemos estar conscientes de que la salud integral va mucho más allá que simplemente carecer de una afección o enfermedad en el cuerpo.

Recientemente, atravesé por una situación de salud bastante compleja y delicada. Mi cuerpo no respondía a ciertos esfuerzos físicos y el cansancio era exagerado; pero en plena pandemia, mi reacción inicial fue someterme a varias pruebas para descartar el tan temido Covid. En esos días, me encontraba cuidando a una tía muy querida para mí, ya que debido a una fractura en su brazo, tuvo que dejar su apartamento, vender todas sus cosas y venirse a vivir conmigo. Lamentablemente, la adorable viejita que yo conocía de lejos, (tipo mamá Coco, la de la película), resultó ser todo lo contrario y vino a poner de cabeza toda la estabilidad emocional de mi casa. Contaba las horas para acostarla y, por las madrugadas, me despertaba contando las horas que faltaban para que se despertara y empezara el stress de atenderla; bañarla, vestirla, darle de comer y en algunas ocasiones, limpiar uno que otro accidente acaecido durante la noche.

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El esfuerzo físico hubiera sido lo de menos, pero la actitud de mi “adorable” tía, había ocasionado en mí, una carga casi imposible de sobrellevar. La angustia y la ansiedad me llevaron a arrepentirme de haberle abierto las puertas de mi casa y, no tenía corazón para abandonarla en un asilo de ancianos y pasaba los días enteros sumidos en una profunda tristeza…

Porque a través de esta prueba tan dura, ignoré muchos síntomas y señales que estaban ocu- rriendo en mi cuerpo, los cuales me estaban alertando que algo no estaba bien.

Uno de tantos días, en los que mi mente solo se enfocaba en salir de esa situación que me abrumaba, noté en mis piernas una cantidad exagerada de moretes. En días anteriores me había golpeado con la esquina de la mesa y casi inmediatamente, apareció un morete del tamaño de mi puño. Seguidamente, aparecieron en mi espalda y piernas, unos puntos rojos muy pequeñitos. Aun así, no consulté al médico sino hasta que uno de mis hijos notó que mi espalda estaba roja, como si alguien me hubiera arañado. Entonces decidió llevarme al hospital más cercano y luego de unos exámenes de sangre, el médico nos informó que tenía muy bajo el conteo de mis plaquetas. Pensamos que con un medicamento sencillo podría regresar a mi casa y cumplir con las indicaciones del doctor. Pero desafortunadamente, hubo necesidad de hospitalizarme y administrarme una cantidad exagerada de esteroides, así como varias transfusiones de plaquetas.

Para no extenderme mucho, luego de varios días en el hospital, de una cantidad sin fin de exámenes y procedimientos y, habiendo estado, literalmente, al borde de la muerte; se me diagnosticó una enfermedad autoinmune llamada “Púrpura Trombositopénica Inmune” (PTI). El sistema inmunológico ataca ciertas células del cuerpo tomándolas como intrusas en nuestro organismo y, en mi caso, estaba destruyendo mis plaquetas.

Dentro de todas las preguntas que los médicos realizan para poder determinar las posibles causas de una enfermedad, el doctor me preguntó si había estado expuesta a alguna situación que me ocasionara stress, preocupación excesiva o ansiedad. Este tipo de pregunta me preocupó aún más porque no era capaz de admitir que la situación con mi tía me ocasionaba todo eso y, mucho menos, la culparía por mi enfermedad; ya que Dios me bendijo con seis hijos y quiera o no, esta bendición conlleva un sinfín de preocupaciones, que, definitivamente se habían acumulado a lo largo de los años.

Al ser dada de alta, después de casi dos meses de hospitalización, mi hematólogo me recetó un tratamiento de esteroides e inmunosupresores para controlar el sistema inmunológico; pero también, mucho reposo. Este “reposo” no debía ser físico solamente, sino mental. Y bueno, en mi ausencia, mi familia tuvo que tomar el control de la situación de mi tía y fue trasladada a un hogar de adultos mayores. Yo ya no podía hacer nada. Fueron muchos días difíciles entre mi recuperación y la tristeza y frustración de no haber podido hacerme cargo de la carga que yo misma había tomado al hacerme cargo de mi tía.

Después de esta terrible experiencia, he dedicado mucho tiempo a la investigación de enfermedades autoinmunes como la que me atacó. Muchos estudios científicos de sus posibles causas están a la mano en internet y/o libros de medicina a los que tuve acceso. Pero ante las preguntas de mi médico, me enfoqué más en las enfermedades autoinmunes como la que me atacó. Muchos estudios científicos de sus posibles causas están a la mano en internet y/o libros de medicina a los que tuve acceso. Pero ante las preguntas de mi médico, me enfoqué más en las enfermedades psicosomáticas, esas que resultan por una mala salud mental y/o emocional. Hago constar que al referirme a salud mental, no significa que estemos locos; sino al hecho de que constantemente somos víctimas de pensamientos negativos como el miedo, la frustración, la inconformidad que, a su vez se trasladan al alma, en donde son transformados en sen- timientos negativos como la amargura, los resentimientos, la impotencia y, hasta en odio. no descuides Tu salud InTegral; espíriTu, alMa y cuerpo… recuerda que la felicidad, es la Mejor Medicina!

Así que, la suma de todo este conflicto, se ve, irremediablemente, reflejado en nuestro cuerpo afectando nuestra salud. ¡Qué bueno fuera que existiera una pasTilla o una inyección que nos curara los pensamientos y emociones!

Ya para finalizar y, sin hacer a un lado la importancia de ejercitarse, de una dieta balanceada y el consumo de abundante agua, recomiendo, basada en mi experiencia personal, lo siguiente:

• HABLAR, HABLAR Y HABLAR. Ya sea con alguien profesional, con un amigo, con un líder o guía espiritual. Las palabras no expresadas son como un veneno que nos tragamos día a día.

• PEDIR AYUDA. El stress y la ansiedad, muchas veces son ocasionados por el orgullo y la incapacidad de reconocer que no podemos solos con una situación.

• NO DEJAR AL TIEMPO LAS POSIBLES SOLUCIONES. Si notamos que una situación nos está afectando a tal grado de quitarnos la paz y causarnos ansiedad y angustia (como en mi caso), es tiempo de buscar una solución que, aunque duela, debe tomarse a tiempo. Esto también implica el analizar con cuidado, las decisiones que debamos tomar, antes de vernos envueltos en situaciones incómodas debido a una mala decisión.

• Y, no siendo menos importante que todo lo mencionado, conectarnos con nuestro ser Supremo, en mi caso, Dios, mi Padre, quien es la única fuente de paz, sin la cual, situaciones como la que yo viví, pondrán en grave riesgo el normal funcionamiento de nuestro organismo.

No descuides tu Salud Integral; espíritu, alma y cuerpo… Recuerda que la felicidad, es la mejor medicina!

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