Fábulas de Esopo Como Nunca: La cigarra y la hormiga

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FÁBULAS

de ESOPO COMO NUNCA Ilustraciones: ALEX HERRERÍAS


l a cigarr a y l a hormiga una vez una cigarra que se pasaba el día tocando el acordeón. Adoraba É rase la música y, como era verano y hacía calor, no quería moverse mucho. Prefería

acostarse bajo la sombra de un árbol con su música y su canto. A menudo, veía a las hormigas que pasaban a su lado muy organizadas, yendo y viniendo constantemente. Unas cargadas de comida y otras dispuestas a encontrarla. —¡Ay! Me canso solo de verlas —dijo la cigarra—. Estas hormigas no paran nunca. Siempre de allá para acá. ¿En serio que no te dejan ni un ratito para disfrutar del verano? —Para eso estás tú, hermana cigarra —le explicó la hormiga más joven—. Nosotras tenemos que aprovechar el buen tiempo para cargarnos de provisiones. El invierno es largo, y no podemos quedarnos con la despensa vacía. —Ay, ay… Siempre con la misma historia. ¡Qué aburridas! Los días dan para mucho, querida amiga. Descansa un poco. Y la cigarra seguía con su acordeón, disfrutando del verano y observando a sus hacendosas vecinas. Un día, un batallón de hormigas trasladaba un hermoso trozo de pan blanco. Al pasar junto a la cigarra, esta detuvo su música. Aquello era digno de ver. —Un, dos, cebolla y arroz; un, dos, cebolla y arroz; un, dos… —¡Cielos! —exclamó la cigarra—. Esto sí que es sorprendente… Eso es todo un señor pan, sin ninguna duda… —Sí, con esto tenemos comida para un mes —replicó la hormiga más joven. —¡Eh! Ten cuidado… que me aplastas —se quejó otra hormiga. —A ver, a ver, un poco de orden —gritó la hormiga jefe—. Así, así… Despacio, un poco más a la izquierda… Eso es, muy bien. Ahora puede entrar. Perfecto. Adelante con el pan. —¿Derecho al almacén, Jefa? —preguntó la hormiga joven. —Sí, a la galería 2C. Que los encargados de los cereales lo dividan en trozos grandes. Lo utilizaremos entre diciembre y enero. 26


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—¡Caray! Qué bien organizadas, amiga hormiga —dijo la cigarra. —No nos queda otra opción, cigarra —contestó la hormiga joven—. Y, por cierto, ¿no crees que tú deberías ir pensando en buscar comida? Pronto cambiará el tiempo. Mira que no vas a tener nada cuando llegue la nieve. —¡Bah! No creas… Con un par de días tengo suficiente para prepararme. Las cigarras somos fuertes. Siempre encontramos algo. —Tú sabrás, pero yo no me confiaría demasiado —insistió la hormiga—. Últimamente, me duelen las patas… y eso es señal de que va a cambiar el tiempo. —¡Ay…! ¡No seas aguafiestas! ¡Sonríe, hormiguita! ¡Déjate llevar por la música de mi acordeón! ¡Y baila, baila conmigo! Pero la hormiga no estaba para fiestas. Los jefes del hormiguero habían dado una orden clara: el invierno se acerca y conviene acelerar la búsqueda de provisiones. Mientras, la cigarra seguía despreocupada con su música. La verdad es que sonaba bien aquel acordeón.

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Pero resultó que las patas de aquella hormiguita tenían razón. El tiempo cambió de golpe en el bosque donde la cigarra y su acordeón se veían tan felices, y el invierno hizo su aparición. Al levantarse… —¡¡¡Uff!!! ¡Qué frío! Va siendo hora de colgar el acordeón y buscar algo de comer, salgamos a ver qué encontramos… ¡Ay! Ya está aquí la nieve, y yo, sin provisiones… Ay, ay… Y, ahor a, ¿qué hago? En solo una noche, el bosque se había cubierto de nieve. La de vueltas y vueltas que dio la cigarra en su madriguera, buscando una solución. —¿Qué puedo hacer...?, ¿qué puedo hacer...? ¡Ya sé! ¡Mis amigas las hormigas! Ellas seguro que tienen de sobra. Tocaré la puerta de su hormiguero. Algo me darán. Con la bufanda al cuello y botas en sus cuatro patas, la cigarra fue hasta la puerta del hormiguero. —¡Qué viento! Uff… ¡Y qué frío hace! —La cigarra llamó a la puerta. —¿Quién toca la puerta? —preguntó la hormiga joven—. No es tiempo de abrir… Estamos pasando el invierno. ¿Qué sucede? —Hormigas, amigas hormigas. Soy su compañera la cigarra, la que las deleitaba en el verano con su música, para alegrarles el trabajo. ¿No tendrán algo de comida que darme? La nieve llegó antes de lo previsto y no tengo nada. —Ay, cigarra, cuánto lo sentimos, pero no podemos salir. Somos hormigas y es invierno. Ahora entenderás por qué nuestro empeño en trabajar mientras tú tocabas el acordeón. —Lo entiendo, hormiguita, pero ¿no harías una excepción con esta fiel amiga? —insistió la cigarra. —Imposible, cigarra; al menos por ahora. No sabemos si tendremos suficientes provisiones para todos. Nacieron nuevas crías. Vuelve en unos días, a ver si tienes suerte. Y, ajustándose la bufanda con una doble vuelta, pues de verdad hacía mucho frío, la cigarra volvió a casa. —Mucho me temo que no me queda más remedio que aguantar. Si sobrevivo, el próximo verano… otro gallo cantará. s

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

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FÁBULAS de ESOPO COMO NUNCA

UNA MARAVILLOSA ANTOLOGÍA DE 25 FÁBULAS · · · · · · · · ·

El lobo disfrazado de cordero El león y el ratón El ciervo y su reflejo El caballo y el asno El cascabel del gato El avaro El cuervo y la jarra La cigarra y la hormiga El leñador y la ninfa

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La hormiga y la paloma El lobo y el perro gordo El pastor y el lobo La oca de los huevos de oro La liebre y la tortuga El perro en el establo El ratón de campo y el de ciudad · Los viajeros y el oso

Un tesoro donde la memoria se convierte en sabiduría

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La cigüeña y las grullas La cola del pavo real La lechera La zorra y la cigüeña Androcles y el león La zorra y el cuervo La tortuga y el águila Los hijos peleados del campesino


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