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Hedy Lamarr en Ziegfeld

Girl [Las chicas de Ziegfeld], de Robert Z. Leonard, 1941

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Póster original de My Favorite Spy [Mi espía favorita], de Norman Z. McLeod, 1951

Colección La Cinémathèque française, París

La música puede revelar o disimular los secretos. En la historia del espionaje, muchas composiciones musicales hicieron creer a la potencia enemiga que las tropas propias, superadas en efectivos, eran más numerosas y poderosas que las suyas. Pero no fue ninguna de esas partituras la que interpretó Hedy Lamarr, cuyo verdadero nombre era Hedwig Eva Maria Kiesler, la actriz a quien se consideraba la mujer más bella del mundo, y cuyo impacto fue tan enorme que logró que la Blancanieves de los estudios Disney, que en un principio iba a ser rubia, fuese morena.

Nacida en Austria en 1915, de padre banquero y madre pianista, la joven, formada en la escuela de Max Reinhardt en Berlín, apareció en las pantallas de cine en el film checo Ekstase [Éxtasis], inmediatamente censurada en varios países. La causa: el director Gustav Machatý había filmado (en un plano cerrado sobre la cara de la actriz) lo que se convirtió en el primer orgasmo femenino de la historia del cine. De inmediato, sus padres, abrumados por la aparición, la empujaron al matrimonio al considerarlo la mejor forma de limpiar la infamia que había deshonrado a la familia; la joven actriz, de 19 años, se casa entonces con un hombre mayor que ella, Fritz Mandl, inesperada tabla de salvación. Su reciente esposo, simpatizante de los nazis y bien relacionado con Mussolini, era el propietario de la Hirtenberger Patronenfabrik, una de las más importantes fábricas de armamento de Austria. Hedy Lamarr enseguida se interesa por la tecnología militar. Se informa a través de los ingenieros que trabajan en la empresa de su marido, a quienes visita con frecuencia, y de los clientes que los esposos reciben en su domicilio. Pero este matrimonio de conveniencia es una prisión dorada; Lamarr trata de librarse de su celoso esposo y, no sin dificultad, consigue el divorcio. En 1937 se incorpora al mundo de los grandes estudios de Hollywood para los que encarna papeles de mujer fatal y protagoniza películas tan distintas como Algiers [Argel (1938)], de John Cromwell; Experiment Perilous [Noche en el alma (1944)], de Jacques Tourneur; Samson and Delilah [Sansón y Dalila (1949)], de Cecil B. DeMille; Tortilla Flat [La vida es así (1942)], de Victor Fleming; o también Ziegfeld Girl [Las chicas de Ziegfeld (1941)], de Robert Z. Leonard, en la que aparece coronada con círculos de estrellas, mientras desciende, imperial, los peldaños de una escalera de ensueño. Pero la actriz, cuyo talento real está desaprovechado, dispone de tiempo libre y lo utiliza para hacer inventos tan heterogéneos como un cubito de caldo que convierte el agua natural en agua con gas, o unas alas de avión basadas en la biomímesis para Howard Hughes. En la vorágine de sus inventos, Lamarr imagina una técnica revolucionaria. En 1940, con ocasión de una cena organizada por la actriz Janet Gaynor, conoce a George Antheil, arreglista y director orquestal de la partitura del famoso ballet Parade (1917). Ella le invita a trabajar mano a mano en un proyecto que ha empezado a imaginar: dos placas de frecuencias idénticas que sincronizan un transmisor con un receptor. Al revisar el tradicional método de tarjetas perforadas de las pianolas, diseñan un sistema que imposibilita la interceptación de las comunicaciones inalámbricas, y le ponen un nombre: The Secret Communication System («sistema de comunicación secreta»).

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