Sumario
I. A modo de introducciรณn.................................................................009 II. La ocasionalidad y el Romancero...................................................015 III. Tabla de romances..........................................................................027 IV. Criterios de nomenclatura, clasificaciรณn y transcripciรณn..............039 V. Los textos......................................................................................043 VI. ร ndices............................................................................................271 De informantes............................................................................273 De localidades.............................................................................279 De primeros versos.......................................................................283 De recopiladores..........................................................................287
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Romancero Panhispรกnico
I [A modo de Introducci贸n] Romancero Tradicional Panhisp谩nico II J.M. Fraile Gil
C
cuatro lustros después de haberse editado el Romancero Panhispánico. Antología Sonora1, inspirado por mi llorado amigo Ángel Carril Ramos, ve ahora la luz esta segunda Antología, que estimo complemento y continuación de aquella. Ahora, como entonces, asumí con ilusión la idea de ofrecer en apretada gavilla lo más selecto y granado que del Romancero tiene mi archivo, a fin de que el investigador, el profesor y el curioso pudiesen oír de primera mano una selección de textos que, casi por maravilla, han llegado hasta nosotros. asi
Como el agua que en la sierra se decanta purificándose, los romances tradicionales han vivido en la memoria, durmiéndose con la muerte y despertando cada vez que una voz nueva retomaba el testigo de su recreación. De ahí la importancia que a mi modo de ver tiene el escuchar las voces de quienes, sin saberlo casi, salvaguardaron y tallaron puliéndolo un patrimonio ancestral que no por intangible es menos valioso y estimable. Al afrontar este ambicioso proyecto, la primera duda fue si incidir de nuevo en los romances ya incluidos en aquella Antología, despreciando con ello extraordinarias y hermosísimas versiones que a la mano se vinieron en los años transcurridos. Pero ¿con qué criterio orientar esta nueva colección? ¿atendiendo a las versiones más completas, a los textos mejor cantados, a los procedentes de un área geográfica más amplia y representativa de un género que fue panhispánico...? Al cabo me decidí por barajar todas estas posibilidades, pero situando el norte de mi brújula en un aspecto poco estudiado en el campo del Romancero: el de su entorno etnográfico y el de la ocasionalidad de su canto; matices casi siempre desdeñados por quienes, más dados al preciosismo filológico, han orillado la figura del transmisor y los informes multicolores con que trufan y guarnecen el canto, cuando han lugar. Quisiera deshacer, también desde estas líneas, la idea de que el Romancero Tradicional fue patrimonio exclusivamente femenino. Si revisamos brevemente la historia de su recolección, tropezaremos de hito en hito con maravillosos informantes varones que no sólo sentaron cátedra en el conocimiento de textos, sino que también crearon escuela en su entorno vecinal y familiar, constituyéndose en referentes a la hora de evocar el recuerdo de los maestros en este arte narrativo. David Ramón en Trascastro (vid. nº 12) y Anselmo García de El Corralín (vid. nº 102) son dos botones de un muestrario donde descuella aún por su imponente repertorio la figura del gitano Juan José Niño2. Si revisamos el índice de informantes que acompaña a esta Antología, encontraremos que, de un total de doscientos sesenta y dos, sesenta y tres son varones; sin tener en cuenta los grupos de hombres (vid. núms. 114, 144 y 151), niños (vid. nº
1 Apareció bajo los auspicios del Centro de Cultura Tradicional (hoy convertido en Instituto de las Identidades) de la Excma. Diputación de Salamanca, y se editó en Madrid por el sello discográfico SAGA con la referencia AD(510/9004) en 1991. Aquella caja que contenía cinco discos de larga duración y un libreto de 97 páginas, se reeditó poco después en un nuevo formato que contenía esta vez cinco discos compactos con la referencia KPD-(5) 10.9004. 2 Sobre el maravilloso arsenal romancístico recogido en Sevilla a este gitano portuense por el marino y musicólogo Manuel Manrique de Lara en 1916, véase la obra de Catarella, Teresa. El romancero gitano-andaluz de Juan José Niño. (ed. Fundación Machado; Sevilla, 1993).
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149) y cantores (vid. nº 83) que permanecieron en el anonimato; y también que ciertas manifestaciones del canto tradicional que fueron antes patrimonio de ambos sexos (como las zambombas de Jerez y Arcos) se han convertido en el exponente musical de asociaciones femeninas (vid. nº 73); y las danzas primas (vid. nº 91), corros de Cuaresma (vid. núms. 40 y 76) y ruedas (vid. nº 48) que antaño enlazaban por la mano a hombres y mujeres y hoy permanecen sólo en el recuerdo y en la voz de ellas, salvo escasísimas excepciones (vid. nº 36). Conviene destacar también cómo el reparto que la tradición hizo por sexos de los instrumentos musicales otorgó a estos el toque del cümbüș (vid. nº 86), la gaita de fuelle oscense (vid. nº 61), de la guitarra –con determinadas excepciones (vid. nº 117)– (vid. nº 45), el rabel –según comarcas (vid. nº 79)– (vid. núms. 74 y 128), y ciertos instrumentos de percusión como el tambor gomero (vid. nº 151) o el zamorano (vid. nº 108). Las nuevas tecnologías han permitido en estos años mejorar notablemente la calidad de los registros sonoros que los investigadores realizamos aún en pueblos y ciudades, intentando recoger y guardar las últimas muestras del canto tradicional. Esas mejoras han permitido también reducir el espacio físico que ocupan las grabaciones, y por eso en dos CD’s se han podido comprimir ciento sesenta registros en sistema mp3. Para acometer la empresa que ahora tienes en tus manos –lector curioso y amable– tuve, como el maestro de maestros don Ramón Menéndez Pidal, que buscar corresponsales en las cuatro esquinas del tapete hispánico; y así procuré incidir con más pujanza en las zonas peor representadas en la Antología Primera. Para el área de habla catalana y sus ramas insulares, vino en mi ayuda Salvador Rebés que, amigo sincero, generoso en extremo y catalán de amplias miras, supo además relacionarme con Jaume Aiats, quien me puso en contacto con Joan Armangué y Luca Scala para el acceso a las últimas muestras de la tradición catalana en Cerdeña. Por la misma vía conseguí excelentes materiales del archipiélago balear aportadas por Mònica López Chicano y Joana Domenge, alcanzando también a las Pitiusas gracias a Jaume Escandell (Formentera) y Francesc Torres (Ibiza). En las tierras del Poniente encontré un colaborador simpar en la persona de José Joaquim Dias Marques quien, como extraordinario conocedor de la vecina tradición lusa, me remitió un manojo de textos en lengua portuguesa y me dio pistas certeras para estudiarlos, facilitándome además el conocimiento y la entrada en la tradición brasileña a través del generoso Jackson da Silva Lima. Àlex Torres Tomás ayudó a completar el mosaico americano con su aportación hondureña. En la frondosa y exuberante tradición judeoespañola pude internarme gracias en primer lugar a los conocimientos de la profesora y amiga Susana Weich-Shahak, a los consejos y apoyo incondicional de mi querido maestro Samuel G. Armistead, y por fin merced a la colaboración y al canto de tres amigos más que informantes: Alberto Pimienta Toledano, Sylvia Bénichou de Roubaud y Estela Mordo. Y centrados ya en las distintas áreas donde vivió el Romancero en lengua castellana, debo reseñar los materiales impagables de Jesús Suárez López y de Ambás remitidos desde Asturias; los envíos y ofrecimientos constantes de los leoneses Gabriel González Villalba y José Antonio Suárez Fuertes; el empeño de José María Martínez Laseca por grabar en Soria lo que con urgencia le pedía; el aporte de los hermanos Montalvo desde Zamora; la altruista contribución del salmantino Ángel Iglesias; las versiones albaceteñas que en momento tan oportuno recogió
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Vicente Ríos Aroca, ofreciéndomelas siempre dadivoso; el espléndido texto palentino que me regaló Carlos A. Porro; y la generosidad proverbial de Javier Asensio García, que puso a mi disposición su valioso y amplio archivo riojano. En Aragón tuve el privilegio de trabajar con Mario Gros Herrero, quien abrió para mí el conocimiento y la puerta de Los Monegros; con Pilar Bernad Esteban, quien me brindó su colección de textos zaragozanos y compartió con nosotros una emocionante y sentida excursión a Hecho; y con Carolina Ibor Monesma, experta conocedora de las tierras turolenses y del Maestrazgo. Por fin pude abarcar el Romancero andaluz merced a María Jesús Ruiz Fernández y Manuel Naranjo Loreto, quienes abrieron para mí con dorada llave la tradición de Cádiz y el estrecho ajimez del corpus gitano. También me ayudaron en la representación de tan amplia comunidad el laborioso y granadino Sixto Moreno, e indirectamente mi recordada y querida amiga Ana Pelegrín Sandoval, cuyo extenso archivo he podido utilizar en todo momento. En el último confín meridional del castellano en España, intenté representar mejor aún de lo que estuvo en la primera Antología al archipiélago canario, gracias entre otras a las versiones y contactos que Maximiano Trapero puso a mi disposición. Por último, debo expresar mi cariño y agradecimiento a Marcos León Fernández quien, siempre dispuesto y diligente, tomó aviones y recorrió kilómetros sin cuento para acercarme al lugar exacto donde buscábamos la versión única o el informe más atinado sobre cualquier manifestación de la cultura tradicional relacionada con el Romancero. Debo y quiero cerrar esta breve introducción expresando mi más sentido agradecimiento a todos cuantos abrieron para mí la puerta de su casa y el archivo de su memoria; a quienes cantaron firmes y seguros ante el micrófono; a quienes lo hicieron temerosos de no ser buenos cantores, pero ansiosos de complacerme; y a quienes la emoción y el recuerdo de los que perdieron les humedeció los ojos y les quebró la voz. A todos ellos, gracias. En Madrid, a 5 de mayo de 2010.
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