

Atramentum Crónicas del Horror








CRÉDITOS
© 2025, Editorial Cthulhu
© 2025, Marcia Morales Montesinos, Raúl Piad, Pablo Nicoli
Segura, José Rivadeneira, César Mateu C, Jean Carlos, Julián González Ortega, Lev Lucas, Ross Gdz, Freed Guerra
Velasquez, Adrián Mesa Delgado, Luis Ariel Alfonso, José
Asclepio Torres, Luna Noir, Fernando Castillo, Feanaro De Titán, Victor Mesa Fernández, Andrei Velit, Edgar Velásquez, Sofía Durán, Matías Orrego, Valeria Montes, Mirza Mendoza, Javier Estrada, Valerio Nacht.
Revista Atramentum: Crónicas de Horror.
N° 01: Marzo 2025
Dirección: Marcia Morales Montesinos
Codirección: Denys Aire Davalos
Imagen de portada: «El llamado de las profundidades» Ilustración creada por IA a través de DALL·E, con ajustes y edición de Editorial Cthulhu.
EDITORIAL CTHULHU
Calle Santa Martina 214. 4to Piso. Urbanización Pando III Etapa
Lima, Perú editorialcthulhu@gmail.com
CONTENIDO
Editorial por Marcia Morales Montesinos
MICRORRELATOS MALDITOS: SECCIÓN DE MINIFICCIÓN
Microrrelato Ganador
La última ofrenda, Raúl Piad
Menciones Especiales
Ojos sin fondo, Pablo Nicoli Segura
El Banquete de la Oscuridad, José Rivadeneira
Relatos Seleccionados
La insignia II, César Mateu C
Abismo Traidor, Jean Carlos
Aquel que duerme, Julián González Ortega
El umbral de la razón, Lev Lucas
Cthulhu y los curiosos andantes, Ross Gdz
El Retorno de Amorbse, Freed Guerra Velasquez
Vacío Oscuro, Adrián Mesa Delgado
Ascensión entre tentáculos, Luis Ariel Alfonso
El recipiente, José Asclepio Torres
El Ritual de los Sin Nombre, Luna Noir
Abrir conciencia, Fernando Castillo
La Ofrenda oscura, Feanaro De Titán
El Palacio de Cristal y la Maldición del Sueño, Victor Mesa Fernández
Revelación impensable, Andrei Velit
El Último Salmo, Edgar Velásquez
El Elegido, Sofía Durán
El Error, Matías Orrego
El Último Suspiro, Valeria Montes
Ciclo Eterno, Javier Estrada
EL ARCHIVO PERDIDO: SECCIÓN DE CUENTO LARGO
El Manuscrito de los Fósiles Negros, Marcia Morales Montesinos
El ojo de Zamira, Mirza Mendoza
HORRORES EN CELULOIDE: SECCIÓN DE CRÍTICA DE CINE DE TERROR
“Nosferatu” de Robert Eggers: La pesadilla del vampiro
renace, Valerio Nacht
REFLEXIONES DESDE EL VACÍO: SECCIÓN DE ENSAYO
Anatomía del horror: ¿Por qué nos atrae lo inexplicable?,
Marcia Morales Montesinos
EDITORIAL
Los astros se han alineado, los susurros en la oscuridad se han vuelto ineludibles y, tras un largo letargo, Editorial Cthulhu vuelve a alzarse desde las profundidades con esta primera edición de Revista Atramentum: Crónicas de Horror. No ha sido un retorno planificado, sino un llamado. Y como buenos servidores de lo innombrable, hemos respondido.
Esta revista no busca más que abrir una puerta o quizás un portal al horror en todas sus formas. No pretendemos iluminar a nadie, sino hundirnos juntos en la fascinación por lo macabro, en el vértigo de lo cósmico y en la incertidumbre de lo que acecha más allá del velo de la realidad. Nuestro propósito es simple: entretenimiento y difusión del horror en su estado más puro, sin pretensiones ni restricciones.
No esperen de nosotros periodicidad. No hay calendarios ni fechas fijas para futuras ediciones. Publicaremos cuando los Dioses Primigenios así lo dispongan, cuando los signos sean claros, cuando los sueños nos atormenten con las mismas visiones que susurraron a Lovecraft, Chambers y Bierce. Hoy es ese día.
Así que aquí estamos, y aquí están ustedes. Bienvenidos a Revista Atramentum.
Que el horror nos encuentre en las sombras.
Editorial Cthulhu
MICRORRELATOS MALDITOS:
SECCIÓN DE MICROFICCIÓN
En las profundidades del abismo creativo, lanzamos una convocatoria flash para desafiar a los escritores a plasmar el horror en su forma más pura y breve. La consigna era clara: inspirarse en una imagen inquietante, una visión atrapada entre lo onírico y lo cósmico, y traducir su esencia en palabras.
Recibimos decenas de relatos, cada uno con su propia sombra, cada uno con un fragmento de locura. Tras un arduo proceso de selección, aquí presentamos los textos que lograron capturar lo indescriptible: el miedo que se filtra entre líneas, la historia que no termina con la última palabra.
La imagen que acompaña esta sección fue la chispa de la inspiración… pero lo que nació de ella ahora pertenece a ustedes, lectores.
Lean bajo su propio riesgo. Algunos relatos no solo cuentan historias. A veces, las historias devuelven la mirada.
MICRORRELATO GANADOR DE LA CONVOCATORIA


LA ÚLTIMA OFRENDA
Raúl Piad
Algunos hablaban del arribo, eones atrás, pero lo cierto era que Ellos siempre llegaban, y nosotros los aguardábamos. No obstante, aquella vez la ofrenda fue diferente: el hijo de los hombres estaba destinado a acercarnos a los Otros, los dioses de más allá de las estrellas.
Al final, el elegido devoró al Devorador, y todos fuimos uno con él.
Menciones especiales:
OJOS SIN FONDO
Pablo Nicoli Segura
La secta lo lanzó al abismo, ofrenda a los dioses hambrientos. Gritos en la penumbra luego, silencio. Creyeron cumplido el ritual. Pero al alba, él regresó en sueños. Su piel era fría, húmeda, sus ojos, pozos sin fondo. Era Cthulhu, disfrazado de hombre, explorando su reino. Uno a uno los devoró en sus camas, solo quedó huesos y piel derretida...
EL BANQUETE DE LA OSCURIDAD
José Rivadeneira
El ritual exigía un sacrificio. El elegido flotó sobre el altar, su piel deshaciéndose en jirones de sombras.
Los encapuchados esperaban que la entidad lo devorara… pero ella rió.
—¿Creyeron que me alimentaría de esta mísera ofrenda?
—susurró el ser.
Tentáculos se alzaron. Gritos. La ofrenda descendió, indemne.
El festín era el culto.
Relatos seleccionados:
LA INSIGNIA II
César Mateu C
Nunca comprendí los extraños símbolos tentaculares de la insignia. Ella me había guiado a la cima del culto. Pomposos ceremoniales precedieron su traición. Desperté desnudo sobre un pentagrama; la mano aciaga de un tal Feifer sostenía un viejo grimorio mientras me transmutaba en formas inhumanas. En cautiverio, con la insignia todavía conmigo, sigo tratando de liberarme de esta atroz ignorancia.
ABISMO TRAIDOR
Jean Carlos
Entre ritos y extrañas lenguas antiguas, el abismo se abrió. Apareció este gran dios, devorando el alma y desgarrando, miembro por miembro, su cena.
—¡Ya era tarde!
De fondo resonaba un llanto desgarrador, como el de los condenados que claman por perdón en el infierno.
Me arrodillé y me despedí de mi amigo, que, frente a mí, cumplía un propósito.
AQUEL QUE DUERME
Julián González Ortega
Las llamas danzaban en la penumbra mientras los iniciados recitaban versos prohibidos. El aire vibró. El suelo tembló.
Un susurro ajeno al tiempo se deslizó entre ellos. Entonces, un ojo se abrió en el vacío. No era humano. No era de este mundo.
Un rugido ancestral desgarró la realidad. Los dioses dormidos… despertaron.
EL UMBRAL DE LA RAZÓN
Lev Lucas
Los heraldos escudriñaban el umbral de la razón. Allí lo vi: el lugar de invocación ardía en fuego esmeralda.
Los cánticos resonaban como trompetas, retorciendo la realidad. Luego... se abrió.
El portal nos mostró el infinito mientras el alma era consumida y devorada en un horror inefable.
Ahora lo entiendo... No lo invocamos. Él nos soñaba. Y al fin, despertó.
CTHULHU Y LOS CURIOSOS ANDANTES
Ross Gdz
Desperté horrorizado, asqueado por el nauseabundo hedor.
Mi cuerpo, adolorido y exhausto, flotaba en el aire, manifestando un poder absoluto.
De mi cuerpo emergían fornidos y hábiles tentáculos, infligiendo una agonía perversa e insuperable a ese despreciable humano.
Se consumía en las llamas de una ardiente hoguera, frente a todos.
Una fascinante y eterna agonía...
EL RETORNO DE AMORBSE
Freed Guerra Velasquez
Los rayos verdosos de su estrella acompañaron su vuelo a través del espacio. Un buen ejercicio para sus innumerables corazones y tentáculos.
Aquel fue un buen día hasta que la delgada tela de la realidad se rasgó a su alrededor.
Amorbse fue invocado nuevamente por aquellos bípedos aberrantes y sus molestos rituales.
¡Oveun ed on, adreim ho!
VACÍO OSCURO
Adrián Mesa Delgado
No sé describir lo que tengo frente a mí. Solo sé que su visión me hiela la sangre.
Estoy paralizado ante mi inminente muerte, atrapado en el interior de sus fauces... si es que puede llamarse así a ese vacío oscuro, pegajoso y retorcido. Mi corazón palpita fuera de sí.
¿Mi último pensamiento? ¿Por qué no me quedé en casa?
ASCENSIÓN ENTRE TENTÁCULOS
Luis Ariel Alfonso
Desperté sobre un altar, rodeado por figuras de túnicas oscuras.
No me tocaron. En su lugar, su cántico hizo que mi alma se desprendiera del cuerpo.
Se elevó hacia las fauces de la criatura tentacular.
Nuestras consciencias se fundieron. Fuimos uno... y lo seguimos siendo.
EL RECIPIENTE
José Asclepio Torres
Al finalizar el ritual, los cultistas miraron extasiados cómo William se elevaba sobre el monolito, irradiando una potente luz.
Sus cuerpos se tornaron negros y gelatinosos, mientras William se desvanecía.
El gran maestro, protegido por un poderoso sello arcano, dijo en un idioma desconocido:
La transferencia ha concluido. El gran Cthulhu ha despertado.
EL RITUAL DE LOS SIN NOMBRE
Luna Noir
El cuerpo flotaba, retorciéndose en el aire. Los encapuchados recitaban versos olvidados, y la criatura abrió sus múltiples ojos.
La víctima gritó, pero su boca ya no era suya: otra voz, antigua y hambrienta, habló a través de ella.
El ritual no la consumió. La transformó.
Uno más se unía al culto.
ABRIR CONCIENCIA
Fernando Castillo
¿Cuántas veces busqué cómo seguir adelante? Terapias, libros de autoayuda y un sinfín de opciones más. Nada me llenó. Nada me hizo enderezar el camino.
Hoy lo veo con claridad: la respuesta era simplemente perder la esperanza y la razón.
Bastaba un pequeño sacrificio para ver cumplida la promesa del cambio.
¡Mi sacerdote y mi dios han llegado!
LA OFRENDA OSCURA
Feanaro De Titán
Por el canal escurrían voces.
Sonidos de ecos profundos. La noche albergaba sus ecos, se repetían innombrables.
Eran cientos, deformes de mente y cuerpo.
Entonaban herejías, cánticos de flautas lejanas.
De la nada, algo se giró y los vio.
Pupilas ennegrecidas observaban y cuerpos danzaban. Contorsiones aberrantes despojaban de piel y huesos a los sacrificios.
Mentes obliteradas gritaban con fervor: ¡FHTAGN!
EL PALACIO DE
CRISTAL Y LA MALDICIÓN DEL SUEÑO
Victor Mesa Fernández
La locura es el grillete que me mantiene vivo. La muerte, el destino que anhelo.
La destrucción me envuelve constantemente. El miedo y el terror no me permiten morir, por más que lo desee.
El dolor es lo único que él me ha permitido sentir.
Ojalá nunca hubiera dormido aquella noche en que soñé con ese palacio de cristal.
REVELACIÓN IMPENSABLE
Andrei Velit
La túnica envuelve mi cuerpo, pero no logra ocultar mi miedo.
Me he infiltrado en una secta para encontrar a mi hijo, desaparecido hace meses.
Las pistas que seguí me trajeron hasta aquí, justo cuando están invocando, según ellos, a su profeta.
¡Dios mío! Tiene tentáculos... y habla.
¿Padre adoptivo, eres tú?
Horrorizado, escucho su voz retumbar en mi mente.
EL ÚLTIMO SALMO
Edgar Velásquez
La víctima flotaba sobre el altar. Desde su garganta, un salmo emergió en un idioma que nadie conocía.
Los encapuchados se miraron, confundidos. El ritual no incluía palabras.
El canto se volvió un grito. La criatura, convocada, se arrodilló.
Nadie pudo huir cuando el sacrificio descendió. Ahora era el dios.
EL ELEGIDO
Sofía Durán
Las llamas verdes consumían el cuerpo suspendido. Los encapuchados esperaban verlo retorcerse… pero no gritó.
Su carne ardió, sus huesos brillaron, y cuando bajó al suelo, seguía de pie.
El ritual es un éxito susurró alguien.
La criatura rió.
No, imbéciles. Era una prueba. Ahora es mi turno.
EL ERROR
Matías Orrego
El cuerpo flotó sobre el altar. Tentáculos surgieron del portal, envolviéndolo.
Los encapuchados celebraron… hasta que la criatura se detuvo.
El cuerpo se abrió en grietas de luz. Una voz emergió:
No era para Él. Era para Mí.
Las túnicas se desplomaron, vacías. El ritual funcionó. Pero invocaron lo incorrecto.
EL ÚLTIMO SUSPIRO
Valeria Montes
El sacrificio flotaba en el aire, la boca abierta en un grito silencioso.
Los encapuchados vieron la piel desgarrarse, pero la criatura no se movió.
Entonces lo comprendieron. Era el último aliento lo que alimentaba a los dioses.
La víctima expiró. El templo se estremeció.
Alguien más debía ocupar su lugar.
CICLO ETERNO
Javier Estrada
El ritual terminó. El cuerpo flotante se deshizo en cenizas.
Los encapuchados se arrodillaron, esperando la llegada de su dios.
Pero la criatura no habló. Solo los miró.
Un silencio incómodo. Un temblor.
Uno de ellos se elevó.
Era su turno de arder.
EL ARCHIVO PERDIDO:
SECCIÓN DE CUENTO LARGO
EL MANUSCRITO DE LOS FÓSILES NEGROS
Marcia Morales Montesinos
I. Descubrimiento
La expedición había llegado al árido desierto de Nullarbor, en Australia, tras una serie de rumores sobre hallazgos fósiles fuera de toda clasificación conocida. Dirigida por el paleontólogo Jonathan Caldwell, un hombre obsesionado con el pasado remoto de la Tierra, la misión contaba con un equipo reducido pero altamente capacitado.
El descubrimiento ocurrió en la segunda semana, en un cañón que solo podía verse desde ciertos ángulos, como si la misma geografía evitara ser encontrada. En su interior, Caldwell y su equipo hallaron fósiles de una composición negra y lustrosa, incrustados en las rocas más antiguas del planeta. Lo que los hacía perturbadores no era solo su forma tentáculos, múltiples ojos fusionados, y estructuras óseas imposibles , sino las inscripciones microscópicas en su superficie, similares a una escritura alienígena.
Uno de sus asistentes, el joven Martin Reeves, notó algo aún más extraño: los fósiles parecían absorber la luz de su linterna, y cuando parpadeaba, las inscripciones parecían haberse desplazado de lugar.
La pregunta que todos evitaron hacerse fue:
¿Quién o qué los había esculpido en la piedra, y cuándo?
II. El Texto Antediluviano
De vuelta en su laboratorio en la Universidad de Miskatonic, Caldwell sometió los fósiles a pruebas exhaustivas. Su composición no coincidía con ningún material terrestre. Más alarmante aún, las inscripciones microscópicas parecían responder a la observación: cambiaban bajo el microscopio, como si intentaran ser comprendidas o escapar de la mirada humana.
En una noche de insomnio, Caldwell decidió hacer algo irracional. Ampliando una de las imágenes en su computadora, comenzó a copiar las inscripciones en una libreta, trazándolas con pulso tenso. A medida que lo hacía, un escalofrío le recorrió la espalda; la tinta en el papel parecía oscurecerse, como si se hundiera en la página.
Sin darse cuenta, murmuró en voz baja lo que parecían ser sílabas de un lenguaje olvidado.
Al instante, sintió una oleada de vértigo. Su visión se nubló, y durante unos segundos vio el mundo de otra manera:
Los muebles de su oficina parecían moverse de forma angular, con sombras que se extendían más allá de sus formas físicas. Las luces parpadearon, y el sonido de algo goteando —pero no agua— llenó el ambiente.
Cuando recuperó el control, un nuevo problema se presentó:
El manuscrito del fósil ahora contenía nuevas inscripciones.
Alguien o algo había respondido.
III. El Océano Bajo la Tierra
Caldwell, consumido por la obsesión, pasó los siguientes días traduciendo el texto en un frenesí febril. Según su interpretación, hablaba de una civilización prehumana que existió antes de la era de los dinosaurios, criaturas cuyo reinado no era terrestre, sino submarino.
Mencionaba un océano olvidado, una fosa abisal que jamás había sido registrada en ningún mapa. Allí, según los caracteres ancestrales, algo vivo dormía… pero no por mucho tiempo.
La noche en que terminó su traducción, algo despertó en él.
Se encontró en su despacho, con las luces apagadas, incapaz de recordar cómo había llegado allí. Frente a él, los fósiles no eran los mismos. Ahora, sus inscripciones pulsaban con un brillo tenue, como si fueran órganos vivos.
Y lo peor: Caldwell comenzó a recordar cosas que nunca había vivido.
Recordaba el frío de las profundidades.
Recordaba haber flotado en aguas negras.
Recordaba haber sido algo distinto a un hombre.
IV. El Llamado de las Profundidades
Caldwell ya no podía ignorarlo: los fósiles no solo eran restos de una criatura antigua. Eran una invitación.
Con horror, comprendió lo que debía hacer.
Debía ir a ese océano.
El problema era que la única referencia cartográfica a ese lugar aparecía en un mapa tan viejo que no debería existir.
Se encontraba en los archivos restringidos de la Universidad de Miskatonic, y lo peor era que la última persona que intentó estudiarlo, el profesor Albert Dyer, había desaparecido en circunstancias misteriosas en 1907.
Caldwell, cada vez más acosado por sueños de profundidades imposibles, viajó a Innsmouth, una localidad costera olvidada por la civilización. Allí, según antiguos rumores, la gente todavía susurraba sobre el “Océano Negro” .
Los habitantes lo miraron con desconfianza. No hablaron mucho. Solo un anciano ciego, de piel escamosa y mirada perdida, lo tomó del brazo con fuerza inesperada y le susurró:
No leas más. No lo sigas. No despiertes lo que duerme.
Pero Caldwell ya estaba más allá del punto de retorno.
Y en la última noche en Innsmouth, mientras intentaba dormir en su habitación de hotel, escuchó algo que venía del mar.
Algo que pronunciaba su nombre.
V. La Verdad que Fluye en la Sangre
La expedición final de Jonathan Caldwell ocurrió semanas después. Se embarcó en un navío hacia el Pacífico, en busca de la fosa oceánica imposible de localizar en mapas humanos.
Durante la travesía, su cuerpo cambió. Sus ojos empezaron a reflejar luces de un espectro que no existía. Su piel se tornó más pálida, y sus sueños ya no eran sueños, sino recuerdos de cosas que acechaban más allá del tiempo.
Cuando finalmente llegó a la latitud indicada, el mar estaba negro como tinta, sin luna ni estrellas reflejándose en su superficie.
Los marineros se negaron a lanzarse al agua. Decían que allí las cosas flotaban al revés.
Pero Caldwell ya no era un hombre.
Esa noche, en la absoluta oscuridad del océano, saltó sin miedo.
Se hundió sin luchar.
Descendió más allá de lo que los pulmones humanos deberían permitir.
Y cuando sus ojos se abrieron en las tinieblas, por primera vez vio el mundo tal como realmente era.
El manuscrito de los fósiles negros nunca fue encontrado.
Solo su diario quedó en la cubierta del barco, con una última frase garabateada antes de su descenso:
“El océano me recuerda. Yo siempre fui suyo” .
EL OJO DE ZAMIRA
Mirza Mendoza
Se fueron dejando polvo, escombros y macetas rotas con plantas marchitas. Pero antes de eso, ya me habían olvidado: cuando perdí un ojo, cuando el cachorro me arrancó una pierna de tela rellena. Alguna vez fui la preferida de la abuela, luego heredada por la madre, pero la nieta tuvo otras, aparentemente mejores que yo. La abuela murió, la madre dejó de mirarme y, tras la quinta remendada, supe que había perdido la batalla. Después de la milésima lavada, mi ropita ya no me lucía. Hubiera sido mejor que me destruyeran. Mejor eso que la desidia y el olvido.
Contrataron carros de mudanza. Antes de partir, donaron sus ropas, vendieron sus enseres. Lo que no valía, lo dejaron tirado. Olvidado. La casa quedó vacía, y el aire estaba cargado de ese olor amargo del abandono: madera vieja, polvo húmedo y un eco que se extendía tras cada crujido. Quise llorar. Recordé los días felices en los que me hacían danzar. Las tardes de tacitas de té sin té en las tacitas. Sentía la envidia de las demás, que nos admiraban desde lo alto de los estantes. El perfume que me echaban, los vestidos de organza… Todo eso quedó atrás. Debo aceptar mi destino, aunque me parece injusto. Di lo mejor de mí y terminé así: en una casa vacía, rodeada de trastos rotos. El polvo comenzó a cubrirme como una segunda piel. Ruego que este suplicio acabe pronto. Estar inanimada, pero con conciencia, es el peor de los infortunios. Siento tensión en la tela que llevo por piel. ¡Estoy rabiosa!
Las paredes retumban de pronto. Oigo voces varoniles y el rugido de un gran motor. Luego, golpes secos. Cae el techo. Cae todo. Los hombres, con combas en la mano, destruyen lo que queda. Uno de ellos me recoge, examina mi rostro maltrecho, arranca el ojo que me quedaba y arroja el resto de mi cuerpo entre los escombros. Me aferro a mi ojo de cristal en la oscuridad de su bolsillo.
Al final de la jornada, el hombre me lleva a su casa. Su hogar está impregnado de un olor a cera quemada y hierbas secas. Me coloca en el rostro de una muñeca de trapo sin vida. Creo que al fin dejaré de existir, pero en cambio… subsisto. Pronto siento agujas atravesando mi nuevo cuerpo. Los pinchazos me llenan de una energía extraña, como si cada puntada cosiera algo nuevo en mí. ¡Debiste dejarme debajo de los escombros! Quisiera gritar, pero es imposible que él me escuche.
Estoy rodeada de otras muñecas. Algunas están atadas con cintas negras, otras tienen alfileres clavados en su tela ajada. Candelabros con velas encendidas proyectan sombras temblorosas que parecen moverse al compás de un ritmo siniestro. Estatuillas deformes vigilan desde la mesa. No quiero ser un objeto de maleficio. No después de haber sido abandonada.
Entonces, lloro. Mis lágrimas, tibias y densas, se materializan. Cada gota desciende lentamente por mi mejilla de trapo, brillando con una intensidad sobrenatural. El hombre me observa, horrorizado. Su piel se eriza cuando una gota transparente resbala por mi mejilla de trapo. Nervioso, comienza a retirar los alfileres de las demás muñecas. Tiembla al romper los nudos de sus
cintas negras. Busca cerillos con dedos torpes y nos mete a todas dentro de una gran olla antes de prender fuego.
El dolor me atraviesa. No tengo dónde aferrarme. Las llamas intentan devorar mis nuevos miembros, pero no logran consumirme. En cambio, sonidos inhumanos emergen de mis compañeras. Gritos que no pertenecen a este mundo. Las sombras oscuras se alzan del fuego, retorcidas y siniestras, y comienzan a deslizarse hacia el brujo malero. Su rostro está desencajado por el pánico. Grita. Suplica. Pero no hay escape.
Aquellas sombras que emergen del fuego se retuercen, se alzan y avanzan. El brujo malero trata de huir, pero las figuras lo rodean. La habitación se llena de murmullos y lamentos. Algo antiguo y vengativo ha despertado. Yo también debería quemarme, desaparecer junto a las demás, pero… no lo hago. Las llamas no me consumen. Mi nuevo cuerpo de trapo se mantiene intacto. Mi ojo de cristal brilla en la oscuridad. Y lo entiendo: no soy una muñeca cualquiera, el odio que guardaba en mi ser me ha salvado.
El brujo se desploma en el suelo, con los ojos en blanco, la boca abierta en un grito que nunca termina. Una de las sombras se desliza hasta mí. Me acaricia con dedos fríos y susurra algo en mi oído de tela. Es mi nuevo nombre: Zamira.
El fuego se apaga. El silencio pesa como una roca. El brujo yace inerte, con los ojos abiertos y vacíos, la boca atrapada en un grito mudo. Donde antes latía su corazón, ahora hay un botón. Las sombras lo han marcado. Sonrío. Me muevo torpemente. Toco el botón, lo tomo y lo adhiero a mí. Mi destino es la venganza.
Ahora veo con claridad. Mi ojo de cristal brilla con un resplandor hipnótico, revelando los nombres de aquellos que alguna vez me abandonaron. Mi nueva piel de trapo se estremece con ansias de justicia. Zamira ha despertado, y esta vez, nadie me olvidará.
HORRORES EN CELULOIDE:
SECCIÓN DE CRÍTICA DE CINE DE TERROR
"Nosferatu" de Robert Eggers: La pesadilla del vampiro renace
Por Valerio Nacht, crítico de cine y horror gótico

Desde que F.W. Murnau plasmó en 1922 la sombra espectral del conde Orlok sobre la historia del cine, Nosferatu se ha mantenido como un ícono imperecedero del horror. Más de un siglo después, Robert Eggers retoma este mito con una visión oscura, obsesiva y profundamente atmosférica, llevando el vampirismo de vuelta a sus raíces más temibles. Con su ya característico estilo detallista, que combina rigor histórico con una estética gótica opresiva,
Eggers entrega una reinterpretación que se aleja del vampiro seductor para devolverle su carácter primigenio de plaga, pesadilla y condena eterna.
Desde sus inicios, el cine de Eggers ha explorado el horror desde una perspectiva folclórica y existencialista, ya sea en La Bruja (2015), con su retrato de la paranoia puritana, o en El Faro (2019), con su descenso a la locura marítima. En Nosferatu, su estilo alcanza una madurez absoluta: cada plano está calculado para transmitir una sensación de decadencia, enfermedad y fatalismo. Inspirado tanto en el expresionismo alemán como en el cine de terror más contemplativo y atmosférico, Eggers crea una película que no es simplemente un remake, sino una reconstrucción cinematográfica que reinterpreta el mito vampírico para una nueva generación.
Un vampiro que vuelve a ser una pesadilla
El conde Orlok, interpretado por Bill Skarsgård, no es el vampiro romántico y elegante que ha dominado la iconografía del cine de horror en las últimas décadas. En lugar de la seducción aristocrática de Drácula, aquí encontramos a una criatura inhumana, más cercana a una plaga que a un depredador con encanto. Su diseño de personaje evoca la imagen de Max Schreck en el clásico de Murnau, pero con una actualización que lo hace aún más grotesco y aterrador.
Eggers juega magistralmente con la luz y la sombra, haciendo que Orlok no solo sea una presencia visualmente inquietante, sino una fuerza palpable que se filtra en cada
rincón de la película. La cámara se demora en los detalles de su fisonomía cadavérica, en su andar casi espectral, y en la forma en que la oscuridad parece extenderse a su alrededor como un ente vivo. El uso de silencios, el sonido ambiental y la ausencia de una banda sonora tradicional refuerzan la sensación de que el horror no proviene de sustos fáciles, sino de una opresión constante que se instala en la psique del espectador.
Una heroína trágica y un destino inevitable
Lily-Rose Depp encarna a Ellen Hutter, la protagonista femenina de la historia, cuya vida se convierte en un torbellino de angustia cuando su esposo, Thomas Hutter (interpretado por Nicholas Hoult), viaja a Transilvania para cerrar un negocio con el misterioso conde. Depp ofrece una interpretación que mezcla fragilidad con un aura casi etérea, convirtiéndola en el corazón emocional de la película. Su personaje no es solo una víctima pasiva, sino una mujer atrapada en un destino del que no puede escapar, lo que le otorga un aire trágico que recuerda a las figuras femeninas del cine expresionista.
La relación entre Ellen y Orlok está impregnada de un simbolismo que va más allá de la clásica dicotomía víctimadepredador. Eggers sugiere una conexión más profunda, casi mística, entre ambos personajes, explorando la atracción fatal que siempre ha estado presente en la mitología vampírica, pero despojándola de cualquier vestigio de romanticismo. Aquí, el vampiro no es un amante oscuro, sino una sombra inevitable que se cierne sobre su destino.
Un cine de atmósfera, no de convencionalismos
Uno de los aspectos más destacados de la película es su estética visual. La fotografía, a cargo de Jarin Blaschke, colaborador habitual de Eggers, recrea una atmósfera de pesadilla con un uso magistral de contrastes, composiciones pictóricas y una iluminación que parece extraída directamente del cine mudo alemán. La paleta de colores es apagada, con tonos fríos y terrosos que refuerzan la sensación de decadencia y muerte. Cada plano está compuesto con una precisión milimétrica, evocando la meticulosidad de cineastas como Dreyer o Tarkovski.
Sin embargo, este nivel de detallismo también puede ser un arma de doble filo. Nosferatu es una película pausada, que exige paciencia del espectador y que se aleja de los ritmos frenéticos del cine de terror contemporáneo. No hay sustos repentinos ni explosiones de violencia gratuita; en su lugar, Eggers construye una tensión sostenida, un horror que se infiltra lentamente hasta volverse insoportable. Esto puede hacer que la película se sienta distante para aquellos que busquen un terror más convencional.
Una carta de amor al horror más puro
Nosferatu de Eggers es, en última instancia, una obra hipnótica y sofocante. No es solo una nueva versión de un clásico, sino un tributo al cine de horror en su forma más pura, despojado de artificios y entregado completamente a la creación de una atmósfera de pesadilla. Es una película que se siente como una reliquia de otra época, pero con
una ejecución moderna que la convierte en una experiencia única.
No será un film para todos. Su ritmo, su estilo contemplativo y su rechazo a las convenciones del terror comercial pueden alienar a una parte del público. Sin embargo, para aquellos dispuestos a sumergirse en su oscuridad, Nosferatu es una experiencia cinematográfica que deja una marca imborrable, como la mordida de un vampiro que no solo drena la sangre, sino también el alma.
REFLEXIONES
DESDE EL VACÍO: SECCIÓN DE ENSAYO
Anatomía del horror: ¿Por qué nos atrae lo inexplicable?
Marcia
Morales Montesinos
El miedo es una de las emociones más primitivas del ser humano. Nos alerta del peligro, nos mantiene en estado de alerta y, en esencia, nos ayuda a sobrevivir. Sin embargo, hay algo paradójico en esta emoción: buscamos activamente el horror en el cine, la literatura y los mitos. Nos sumergimos en relatos de criaturas imposibles, en escenarios de pesadilla y en abismos insondables de la realidad.
¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué sentimos placer en lo que debería repelernos?
A lo largo de la historia, filósofos, psicólogos y escritores han intentado responder esta pregunta, explorando la naturaleza del miedo y su atractivo oscuro.
I. La paradoja del horror: Placer en lo perturbador
A primera vista, el horror parece ir en contra de nuestra naturaleza. ¿Por qué alguien elegiría exponerse a relatos de muerte, desesperación o entidades incomprensibles?
No hay una única respuesta, pero una de las más aceptadas proviene de la teoría de la cognición emocional. Según estudios de la psicología del entretenimiento, cuando experimentamos miedo dentro de un entorno seguro —como una película o un libro—, nuestro cerebro lo interpreta como una simulación. Sabemos que no estamos realmente en peligro, por lo que podemos disfrutar del subidón de adrenalina sin consecuencias reales.
Stephen King, maestro del terror, describió el género como una forma de catarsis colectiva. En sus propias palabras: "Nos sentamos en la montaña rusa del horror porque, en el fondo, sabemos que al final del viaje volveremos a estar a salvo".
Este fenómeno también ha sido explorado por la neurociencia: los estudios muestran que consumir horror activa el sistema de recompensa del cerebro, el mismo que responde a situaciones de excitación o euforia. Es un equilibrio entre el miedo y la satisfacción de haberlo superado.
II. Lo sublime y el horror: La atracción por lo desconocido
El filósofo Edmund Burke (1729-1797) introdujo el concepto de lo sublime como una experiencia estética intensa, mezcla de temor y admiración. Lo sublime es aquello que nos sobrecoge, que nos hace sentir insignificantes ante la inmensidad deluniverso. En el arte y la literatura, lo sublime se manifiesta en paisajes imponentes, en la vastedad del océano o en los misterios insondables del cosmos.
El horror cósmico de H.P. Lovecraft encarna perfectamente esta idea. Sus relatos no solo inspiran miedo, sino que transmiten la sensación de que el universo es vasto, incomprensible e indiferente a la existencia humana. Su obra es el epítome del horror sublime: nos aterra porque nos enfrenta con nuestra propia insignificancia.
¿Por qué nos fascina lo sublime? La respuesta podría estar en nuestra relación con lo desconocido. El cerebro humano es una máquina de patrones: busca sentido en todo. Cuando se enfrenta a lo inexplicable un dios antiguo, un ser de geometría imposible, un vacío infinito , experimenta un conflicto entre la necesidad de entender y la imposibilidad de hacerlo.
Ese choque es el núcleo de nuestra fascinación por el horror.
III. Lo grotesco: Cuando el horror se vuelve belleza
El horror no solo nos atrae por lo desconocido, sino también por lo grotesco. Desde tiempos antiguos, el arte ha explorado figuras deformes, cuerpos fragmentados y seres híbridos. Francisco de Goya, con sus Pinturas Negras, capturó imágenes de pesadilla que siguen impactando siglos después.
El filósofo ruso Mijaíl Bajtín definió lo grotesco como la transgresión de los límites del cuerpo y la identidad. En su visión, lo grotesco es fascinante porque desafía las normas de la realidad. Es el terror convertido en arte.
Ejemplos de esto abundan en el cine y la literatura:
Hellraiser y su exploración del dolor como forma de placer.
The Thing de John Carpenter y su visión de la mutación como horror corporal.
El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, donde la corrupción física refleja la corrupción del alma.
El horror grotesco nos incomoda porque destruye el orden natural. Y, sin embargo, no podemos apartar la mirada.
IV. El horror como herramienta de conocimiento
Más allá de la adrenalina y la estética, el horror también nos ofrece un espejo en el que reflejarnos. Las historias de terror han servido históricamente para explorar los miedos colectivos de cada época:
Los vampiros del siglo XIX reflejaban el miedo a la sexualidad reprimida y a la enfermedad.
Los zombis de Romero representaban el miedo a la deshumanización y al consumismo.
El horror lovecraftiano expresa el miedo a lo desconocido y a la pérdida de identidad.
Incluso en su forma más visceral, el terror nos enseña. Nos permite enfrentar nuestros temores en un espacio controlado y procesarlos de forma simbólica.
V. Horror y transformación: Una experiencia que cambia
Existen casos documentados de personas que han cambiado su percepción del mundo después de enfrentarse a experiencias de horror extremo.
El Síndrome de Stendhal oscuro, término inspirado en el fenómeno del arte que provoca reacciones físicas intensas, describe esa sensación de transformación. Hay relatos de espectadores que, después de ver películas como Hereditary o Martyrs, experimentaron sueños recurrentes, paranoia o cambios en su percepción de la realidad.
¿Por qué sucede esto? El horror, en su máxima expresión, desafía nuestras certezas. Nos obliga a repensar nuestros límites, a cuestionar qué es real y qué no lo es.
En el fondo, quizá ahí radica su verdadero poder. No es solo una experiencia pasajera. Es una grieta en la normalidad que deja cicatrices.
VI. El horror nos hace humanos
Nos atrae el horror porque, en esencia, es una parte fundamental de nuestra existencia. Nos recuerda que somos frágiles, que el universo es vasto y que hay cosas que nunca podremos comprender del todo.
Pero en ese miedo también encontramos placer, catarsis y, a veces, incluso belleza.
Después de todo, como dijo el escritor Clive Barker:
"El horror no nos destruye. Nos revela".
