200 domingos llevando la cultura, la educación y la recreación a su hogar
Editor: Rael Salvador • Diseño: Arturo Corpus • palabra@elvigia.net •
Foto: Murdo MacLeod / Composición: A. Corpus
DOMINGO 1 de febrero de 2015 / Núm. 200
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DOMINGO 1 de febrero de 2015
EDITORIAL
No. 200/ 1 de febrero / 2015 Dirección General Jorge Camargo Director Editorial Ariel Montoya Editor Rael Salvador Editor de Fotografía Jorge Calderón Críticos / Colaboradores Héctor García Mejía, Marcela Danemann, Ruth Gámez, Arnulfo Estrada, Federico Campbell (†), Olga Aragón, Javier Cruz, Jorge L. Osiris Fernández, Gerardo Sánchez, Montserrat Buendía, Sergio Gómez Montero, Elia Cárdenas, Jesús López Gorosave, Patrick Liotta, Paúl Nazar, Renata Sández Oseguera, Lauro Acevedo, Benjamín Pacheco, Heberto J. Peterson L., Iliana Hernández P., María Eugenia Bonifaz de Novelo, Enrique A. Velasco Santana, Mélida ojeda López, Kepa Murua, Dr. David Rodríguez de la Peña, Ana M. Mora, Herandy Rojas, Manuel Guillén, Alina I. Gallardo, Ramiro Padilla, Daniel Salinas, Óscar Ángeles Reyes, Gerardo Ortega, Deÿ López, Aldo Calderoni Etcheverri, Elba Jordán S., Gabriel Ríos C., Diana Venegas, Fernando Macillas T., Jaime E. Delfín V., Manuel Quintero, Martín Caparrós, Eduardo Cruz Vázquez, Norma Herrera, Jorge Valenzuela, Miguel Lozano, Jhonnatan Curiel, Gustavo Dessal, Óscar Villarino Ruiz, Alberto Manguel. Corresponsal en Francia Cony Singüenza Corresponsal en Italia Ferdinando Scianna Corresponsal en Chile Ramón Ángel Acevedo, “Rakar” Fotografía Enrique Botello Correo electrónico raelart@hotmail.com palabra@elvigia.net Teléfonos para publicidad 120.55.55, ext. 1023 Ensenada, B.C. México.
l número 200 de Palabra, que hoy llega a su hogar, E es un espacio que reúne una serie de páginas especiales que buscan, en primer lugar, la presencia ante el lector,
para posteriormente encontrar la permanencia o estadía del hecho artístico, sumado al histórico. Cuando refiero el estatus del suplemento cultural, no hablo de la felicidad de la adaptación, amiga humana de la complacencia, sino del ejercicio crítico –develado por el acto literario y su abierto abanico de posibilidades, como lo es el ensayo, la opinión, la reseña, la crónica y, claro está, la importancia de la creación, sin soslayar jamás el espectro de las artes visuales o las escénicas–, y que éste sirva para que nuestra cultura se vuelva en verdad un reflejo provechoso en el intercambio de colaboradores y lectores. Logramos 200 domingos, continuos, alma abierta, sin receso, emborronados de tinta y felicidad , llevando la cultura, la educación y la recreación hasta ustedes, apreciables lectores. La tarea de sacarlo adelante y “Logramos brindarle plenitud es un esfuerzo 200 domingos, de quienes están al frente y decontinuos, trás de sus 8 ó 12 páginas. Por ello, un reconocimiento a la gesalma abierta, toría editorial y a todos los invosin receso, lucrados (redactores, diseño, foemborronados tomecánica, impresión, circulación…) y a tantos otros particide tinta y pantes, que sin su solidaridad y felicidad, empeño no estaríamos ante usllevando la tedes. Por su inestimable colaboracultura, la ción, he de agradecer el entusiaseducación y mo de Alberto Manguel, escritor la recreación nacido en Argentina y afincado en Francia, que nos hace mere- hasta ustedes” cedores de la entrega Sátira & Blasfemia, documento donde el humor y lo divino –al igual que lo bello y valioso, como el noble carisma que caracteriza a su autor– nos ayudan a comprender los sucedido en el semanario francés Charlie Hebdo. Estimados amigos y compañe- El escritor Alberto Manguel ros de ruta, todos colaborado- y el editor de Palabra (FIL de res insustituibles del suplemen- Guadalajara 2014). to cultural Palabra, la ventana que nos hace presente ante una comunidad de lectores que nos tienen como preferencia. Les agradezco, en nombre de la dirección general y, claro está, desde la complicidad personal, inteligente e informada, por parte de ustedes y editorial por lo que me corresponde: Gracias por todo su apoyo, sin el cual no existiría una hoja válida en el recuerdo del periodismo y la literatura, de la fotografía y el poema imprescindible, todos cuentos que nos ofrecen una vida mejor. Que el provecho sea, Palabra tras Palabra, domingo a domingo, para nuestros fieles seguidores y lectores que se acumulen. ¡Enhorabuena! Rael Salvador Editor de Palabra raelart@hotmail.com
ALEATORIEDADES CUANDO EL REGICIDIO SE TRANSFORMA EN BUROCRACIA
Por Daniel Salinas B. EN EL IMAGINARIO colectivo, el magnicida es aquel oscuro conspirador que desde las sombras logra burlar a una guardia férrea para dar muerte a un hombre todo poderoso. Hay algo de David contra Goliat en la tarea del magnicida, un aura de proeza o hazaña. Pero incluso entre la galería de regicidas, los hay quienes fueron simples burócratas que se limitaron a cumplir órdenes y cuyo nombre, por tan- La familia de Nicolás Romanov. to, se pierde en la historia. No es un guerrero que desafía a la omnipotencia, siNo obstante, la muerte de los Romano un empleado intercambiable. Pese a nov no fue una ejecución legal y había todo, aún en la burocracia puede haber que cuidar detalles y guardar aparienvena artística. cias. Fue Yurovski el encargado de realiCharles Henri Sanson fue el hombre zar el primer disparo, que fue a la cabeza que accionó la guillotina para cortar las de Nicolás Romanov. Él mismo se ocupó cabezas de Luis XVI, Robespierre y Dan- de disparar sobre tzarevich Alexis y el reston, por mencionar sólo a los más cele- to de la tropa completó la faena con una bres entre los 2 mil 918 tormenta de plomo que cuellos que cortó. Charlie barrió con la zarina, las “El arte de Henri Sanson fue nieto e cuatro princesas, el méYurovski, a la hijo de verdugos y heredico de cabecera y tres hora de hacer dó el oficio a su primogéayudantes. nito. De hecho fue su hijo Al igual que Luis Cadesaparecer Henri, quien cortó la cabepeto, el zar de Rusia cadáveres, za de la reina María Antoera solamente el ciufue evocado nieta. Se puede decir que dadano Nicolás Romala familia tuvo el mononov al momento de su durante las polio de las ejecuciones muerte. Yurovski mató investigaciones en Francia, y en tiempos al último gran monarpara intentar de la Revolución tuvieron ca absoluto de la histrabajo de sobra. localizar los 43 toria, al que gobernaCharles Henri Sanson un mayor territorio cadáveres de los ba fue un empleado modelo y, sin embargo, nadie normalistas de le llama regicida. que nunca faltó a su trabajo, aunque nadie en la Con su meticulosidad Ayotzinapa” posteridad le llama regiciy su paciencia de reloda. Cierto, al momento de jero, Yurovski se encarsu muerte Luis XVI era solamente el ciu- gó coordinar el desmembramiento de los dadano Luis Capeto, pero pese a todo la cuerpos y su posterior incineración. cabeza del rey debe haber ocupado un luEl arte de Yurovski, a la hora de hacer gar especial entre sus miles de trabajos. desaparecer cadáveres, fue evocado duDespués de todo, el empleo de verdugo rante las investigaciones para intentar loque mantuvo a cuatro generaciones lo ha- calizar los 43 cadáveres de los normalistas bía obtenido su abuelo por licencia real de Ayotzinapa, Guerrero, en el sangriento Otro regicida burócrata fue Yákov Yuro- México de 2014, donde especialistas ausvski, el relojero que ejecutó a la familia triacos de la Universidad de Innsbruck, Romanov en un sótano de Ekaterimburgo que habían colaborado en la identificaen el verano de 1918. A diferencia de Hen- ción de los restos de los Romanov, fueri Sansón, que tan sólo se limitó a dejar ron contratados para identificar los fragcaer una cuchilla sobre casi tres mil cue- mentos carbonizados localizados en el río llos, la labor de Yakov Yurovski en la eje- Cocula. Fracasaron en el intento. cución del depuesto zar y su familia fue danibasave@hotmail.com mucho más ardua.
Foto: Cortesía
Suplemento Cultural de
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Sátira, forma crítica de la burla, fue nombrada por primera vez por Quintiliano para referirse a una manera particular de la métrica latina, pero el concepto se extendió rápidamente a cualquier tipo de texto que utilizase la ironía...
P A M*
Ilustración: Sir John Tenniel
S
i el primer sonido pronunciado en el mundo fue (según San Juan) el Verbo, el segundo debió haber sido una carcajada. Tan ridículo, tan arrogante, tan absurdo es el comportamiento humano, que el inteligente dios de Juan debió haber estallado en risotadas al ver las estupideces de las que sus criaturas eran capaces. Homero dijo que el Monte Olimpo resonaba con las carcajadas de los dioses, y el segundo salmo nos avisa que Dios se reirá en lo alto, burlándose de los necios. Platón, sin embargo, no juzgaba que la risa fuese cosa seria y rechazaba la noción de un dios (o un tirano) risueño. Aristóteles, por su parte, definió el sentido de humor como una reacción natural del ser humano ante el reconocimiento de una incongruencia. Siglos después, Mahoma alabó la risa y condenó la falta de humor:
“Mantén siempre el corazón ligero, porque cuando el corazón se ensombrece el alma se ciega”. Desde siempre, o al menos desde los orígenes de la conciencia humana, nos hemos comportado de manera absurda y, al mismo tiempo, hemos reconocido ese absurdo, si no en nosotros mismos, al menos en nuestros congéneres. Sócrates arguyó que nos burlamos de quienes se sienten superiores a nosotros sin serlo y que el peligro está en deleitarnos en lo que es, al fin y al cabo, un vicio. Pero lo ridículo, como tantas otras calidades humanas, suele estar en el ojo ajeno. La conducta de Sócrates, que él mismo debió juzgar como seria e intachable, fue vista por ciertos de sus contemporáneos como risible. Aristófanes, por ejemplo, en Las Nubes, se burló de la famosa técnica socrática con agudeza satírica y genio mordaz. Hablando de la escuela de Sócrates un personaje dice así: “Ahí habitan hombres que hacen creer con sus discursos que el cielo es un horno que nos rodea y que nosotros somos los carbones. Ellos enseñan, si se les paga, de qué manera pueden ganarse las buenas y las malas causas”. “Si se les paga”, “las buenas y las malas causas”: toda la fuerza está en esas pocas palabras fatales, hábil y precisamente colocadas. Aristófanes no fue el primero quien supo burlarse de nuestras necias acciones y presuntuosas filosofías. Para señalar lo absurdo de confiar el poder a quienes lo explotan para su propio beneficio (como los directores del Fondo Monetario Internacional regulando las finanzas de los países a los cuales presta dinero), un mural egipcio fines del segundo milenio a. C. muestra a un gato encargado de cuidar a una bandada de gansos, explícita crítica
de los gobiernos venales que el medioevo cristiano retomaría en fábulas y poemas satíricos. Tan feroz pueden ser estas burlas que, según cuenta Plinio el Viejo, quienes eran objeto de las sátiras del poeta Hipognato de Éfeso en el siglo VI a.C., acababan colgándose de un árbol, demasiado avergonzados para seguir viviendo. Sátira, esa forma crítica de la burla, fue nombrada por primera vez por Quintiliano para referirse a una manera particular de la métrica latina, pero el concepto se extendió rápidamente a cualquier tipo de texto que utilizase la ironía para criticar a una situación o a un personaje, y hasta a una sociedad entera, como en Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. Después de que Gulliver le cuenta al rey de Brobdingnag la historia del mundo europeo, el rey pronuncia este juicio inapelable: “La única conclusión a la que puedo llegar es que la mayoría de vuestros conciudadanos forman parte de la más perniciosa raza de infame alimaña que la naturaleza jamás permitió arrastrarse por la superficie de la tierra”. La sátira puede ser intemporal: las palabras del rey se aplican también a nuestro miserable siglo. La sátira no se limita a la sátira: Doña Perfecta, de Galdós; Bleak House, de Dickens; Guignol’s Band, de Celine, pueden ser leídos como sátiras. Obviamente, la sátira jalona todas las literaturas, orientales y occidentales, y son raros los autores que no la hayan practicado en algún momento de su obra. De Luciano a Rabelais y Erasmo, de Diderot a Voltaire y Grimmelshausen, de Pushkin a Mark Twain y Clarín, de Gunter Grass a Doris Lessing a Joseph Heller, la sátira ha sido siempre la carcajada de la razón frente a la solemnidad de la locura. En castellano, baste recordar el tono irónico de Borges en sus ficciones swiftianas “El informe de Brodie” y “Utopía de un hombre que está cansado”. Durante la absurda Guerra de las Malvinas, Borges publicó una carta abierta en la que denunciaba la suerte de jóvenes conscriptos enviados al frente por generales “que nunca oyeron silbar siquiera una bala”. Cierto general ofendido le objetó que él era un general argentino y que él sí había oído silbar una bala en la batalla. Borges le respondió pidiendo disculpas por el error que había cometido. “Me he equivocado”, dijo. “Hay un general argentino que alguna vez oyó silbar una bala”.
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Burla y sociedad
“Para la Iglesia Católica de la Edad Media, la noción de blasfemia se confunde con la de herejía, salvo que, gracias a una sutileza de la burocracia teológica, musulmanes y judíos no podían ser acusados de herejía porque nunca habían sido creyentes”
N o sólo la literatura: todas las formas de creación artística han utilizado la sátira para sus propios fines. Los grabados de Goya, de Daumier, de Grosz son feroces denuncias de la insensata crueldad de sus contemporáneos. Las canciones populares, desde los goliardos de la Edad Media a Janis Joplin y Georges Brassens, se burlan sagazmente de la sociedad en la que vivimos. Y el cine, por supuesto, nos ofrece obras maestras del género satírico: El gran dictador, de Chaplin; Play Time, de Jacques Tati; Dr. Strangelove (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú), de Kubrick; ¡Bienvenido Mr. Marshall!, de Berlanga, y tantos otros son ejemplos perfectos del arte de ofender con destreza artística. Porque suele ser justa, porque suele señalar faltas morales y pretensiones falaces, porque hiere, porque denuncia, la sátira suele provocar la furia de aquellos a quienes acusa. Y porque el objeto de la sátira es muchas veces un personaje autoritario y poderoso, la reacción es con frecuencia la censura, la prisión, la muerte del poeta. “No he de callar por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo”, advierte el más célebre de los satíricos españoles, Francisco de Quevedo, a sus censores. Quevedo tuvo más fortuna que muchos de sus colegas, desde Ka’b bin al-Ashraf, poeta contemporáneo de Mahoma, quien se burló en sus versos de la nueva religión y fue asesinado por seguidores del Profeta, hasta los humoristas de Charlie Hebdo Hebdo. Pero sátira no es vituperio. El texto satírico que, si es eficaz, ofende, debe hacerlo no sólo con justicia sino sutilmente. Para ser sátira, el impulso de burlarse de lo ridículo debe ser un impulso artístico. No he leído el nuevo libro de Michel Houllebecq, Sumisión,, que imagina el triunfo de un gobierno islámico en Francia, pero si resulta ser un texto satírico que ofrece al lector un punto de vista valioso para entender el mundo en que vivimos, será, ante todo, memorable como novela. Los grafiti anti-islámicos garabateados sobre las paredes de las mesquitas no son literatura. Sin embargo, más interesante, más curioso que este impulso de burlarse de la necedad ajena, es la sensitividad desmesurada, la furia incontenible, el ultraje sentido ante una sátira por los detentores de una fe que se define como incólume. Tal indignación in loco parentis tiene algo de blasfemia. Suponer que la divinidad en la que creen estos fieles es tan sensiblera e insegura que le ofende una broma o una caricatura, que tiene un complejo de inferioridad tan fuerte que necesita la alabanza constante, que es incapaz de defenderse a sí misma y que, si insultada, debe ser vengada por guerreros armados, como si fuese una doncella deshonorada, es prueba de una colosal arrogancia. Mejor sería seguir el consejo de Winnie en Días felices de Beckett: “¿Qué mejor manera de ensalzar al Todopoderoso, que acompañando de risitas sus chistes, sobre todo los peores?”. Que un acto cruel o violento pueda hacer perder la calma al Señor del Universo o a uno de sus profetas, es comprensible, puesto que a ningún
autor (con A minúscula o mayúscula) le gusta ver que su obra sea destruida. Matar, torturar, humillar, abusar a otra criatura es sin duda un crimen a los ojos de Dios, y todo creyente debiera reconocer en el hecho de que nuevos diluvios universales no ocurren todos los días, una admirable prueba de la infinita paciencia divina. Que a seres como Pinochet, Gadafi, Putin y Bush se les permita o se les haya permitido vivir existencias apacibles, demuestra a ciencia cierta que Dios posee una tolerancia sobrehumana. Sin embargo, declarar al mismo tiempo que una caricatura, un chiste, un juego de palabras pueda ofender a Aquel para quien la eternidad es como un día, parece ser la mayor de las blasfemias. Nosotros, endebles criaturas, podemos sentirnos molestos si alguien se burla de nosotros, pero es inconcebible que reaccione de esta manera un ser que decimos omnisciente, magnánimo, todopoderoso. Es difícil imaginar que Alguien que lo sabe todo y cuyo sentido estético lo llevó a crear el sutil poema del antílope y la pesada broma del hipopótamo, se negaría a conceder un lugar en su biblioteca a las obras de Fernando Vallejo o de Salman Rushdie. Las grandes figuras religiosas del pasado, porque fueron seres por sobre todo inteligentes, tenían un profundo sentido del humor. Cristo (en la versión de Jerónimo) se burla de Pedro con un juego de palabras: “Tu nombre es Pedro (Petrus) y sobre esta piedra (petra) construiré mi Iglesia”, y despide al rico hipócrita con las célebre sátira acerca del camello y la aguja. Según el Midrash, le consultaron a Moisés por qué Dios, que sabe todo, preguntó: “Adán, ¿dónde estás?”, cuando lo buscó en el Jardín después del episodio de la manzana. “Para enseñarnos buenas maneras”, contestó Moisés con humor satírico. “Dios sabía que no se debe entrar en
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casa de alguien sin primero anunciarse”. El primer tomo del Al-Musharraf cuenta que un hombre pobre fue a pedirle a Mahoma un camello para emprender un viaje: “Te daré la cría de un camello”, le contestó el Profeta. “Pero la cría de un camello no soportaría mi peso”, se quejó el hombre. “Pediste un camello”, fue la irónica respuesta. “¿Acaso no sabes que todo camello es por fuerza la cría de otro camello?”
Blasfemia y castigo
La palabra “blasfemia” viene del griego y significa “ofender a alguien”. En la mitología griega, el castigo por blasfemia depende de la sensibilidad del dios blasfemado. Atenea castiga a Aracne convirtiéndola en araña, porque la joven se había ufanado de ser mejor tejedora que la diosa, y Apolo desolla a Marsias cuando éste compite con el dios en un simple concurso musical. Para la Iglesia Católica de la Edad Media, la noción de blasfemia se confunde con la de herejía, salvo que, gracias a una sutileza de la burocracia teológica, musulmanes y judíos no podían ser acusados de herejía porque nunca habían sido creyentes. Podían, sin embargo, ser acusados de insultar a Dios y a todos sus santos, y no sólo con acciones y palabras (diciendo, por ejemplo, que la Fortuna y no Dios rige nuestras vidas) sino también con el pensamiento, “blasfemando con el corazón”. Un edicto del año 538 firmado por Justiniano, declara que el castigo por blasfemar es la muerte, pero esta sentencia fue muy pocas veces llevada a cabo. En el mundo judeo-cristiano, la noción de blasfemia es válida aún hoy. En los Estados Unidos, varios grupos religiosos han logrado hacer retirar de
las bibliotecas escolares, libros que, según los acusadores, insultan a su dios. Es así como autores tan diversos como J. K. Rowling y J. D. Salinger se ven excluidos junto a clásicos como William Faulkner y Voltaire. Sin duda, el Señor del Universo podría, si quisiera, adoptar el estilo de los supuestos ofensores para contrarrestar la ofensa de una manera contundente y elegante. Cuando, en la pieza de Rostand, el Visconde de Valvert trata de insultar a Cyrano de Bergerac acusándolo de tener una nariz enorme, éste le enseña, con la espada y la palabra, cómo se debe componer una sátira hábil, original y exquisita, pasando revista, en un largo catálogo en verso, a una multitud de estilos en los cuales el visconde, si fuese más diestro, hubiese podido insultarlo mejor: dramático, amable, truculento, tierno, curioso, pedante, y así sucesivamente hasta darle a su ofensor la estocada final. Esta técnica, de desarmar al agresor mejorando su técnica (es decir, humillándolo al demostrar su poca habilidad satírica) es pocas veces utilizada por los grandes y poderosos, quienes prefieren responder al insulto percibido con la cárcel, el exilio o la guillotina. Esa reacción siempre resulta en lo contrario de lo que el ofendido quiere: la supuesta ofensa es ratificada y el ofensor es ensalzado. Hay excepciones. Entre las muchas historias acerca del califa Harun al-Rashid, narradas en las Mil y una noches, y en los libros de Stevenson, hay una que justifica los apodos de “El Justo” y “El Sabio” que sus súbditos le concedieron. El califa tenía la costumbre de vestirse de mercader y pasearse por las callejuelas de Bagdad para ver con sus propios ojos cómo vivía su gente y qué decían de su gobierno. Una tarde, en medio de una plaza, vio a una multitud reunida en torno a un hombre que contaba cuentos según la antiquísima tradición oriental. El califa se puso a escuchar y, asombrado, oyó que el narrador contaba la historia de Harun al-Rashid, en la cual el califa era pintado como un personaje libidinoso y borracho que después de una noche de orgía se extraviaba en los jardines de su
“Que un acto cruel o violento pueda hacer perder la calma al Señor del Universo o a uno de sus profetas, es comprensible, puesto que a ningún autor (con A minúscula o mayúscula) le gusta ver que su obra sea destruida”
Ilustración: Sir John Tenniel / Superposiciones de Homero, Sócrates y Quevedo por A. Corpus
propio palacio y acababa tumbado de bruces en un estanque. Después de acabadas la risa y el aplauso, el califa felicitó al cuentista: “Tu historia es muy buena, pero desgraciadamente incorrecta. No fueron veinte doncellas que Harun al-Rashid conquistó, si no cien, y no fueron cien jarras de vino que bebió aquella noche, sino doscientas. Sé lo que te digo, porque estuve presente en la fiesta. Yo soy Harun al-Rashid”. Ante la mirada aterrada del hombre, el califa estalló en carcajadas, le dio un bolso de monedas de oro y le pidió que la próxima vez que contase la historia se asegurase que los detalles fuesen exactos. La famosa décima sura del Corán reza: “Nadie puede ser creyente sin el aval de Dios”. A comienzos del siglo VIII, el ilustre teólogo Hasan Al-Basri entendió que estas palabras querían decir que no podemos desear un bien sin que antes Dios lo desee para nosotros. Los creyentes deben entonces contentarse con saber que ellos han sido elegidos por la gracia divina y no pedirle una devoción similar a los que Dios ha decidido no elegir. Nada sabemos de la estética o del humor divino, pero es posible que, por razones que están más allá de nuestro pobre entendimiento, haya decretado la existencia de ciertos bufones, herederos de Aristófanes, quienes, siguiendo el consejo de Horacio (otro personaje inventado por Dios), se dedican a “enseñar riendo”. @albertomanguel *Estambul, enero 11 de 2015.
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CUENTO
FOTO DE LA SEMANA: PAISAJE EN BLANCO Y NEGRO
H J. P L
LA MÚSICA
EVELYN SOSA Es maestra y radica en el Estado de México. La Foto de la Semana es un reconocimiento que se otorga por el mayor número de votos, avalando el dominio del tema, en el sitio de Facebook Fotografía Diaria.
ablo era un conocedor y amante de la buena música. Tenía una sensibilidad a flor de piel y siempre encontraba distintos momentos durante el día, o parte de la noche, para entrar en contacto con ella. No tocaba instrumento alguno, incluso decía que cuando tocaba una puerta lo hacía desafinadamente; sin embargo, reconocía que sí le hubiera gustado dominar algún instrumento, sobre todo el piano, el violín o el acordeón, y estaba seguro que ello sería para él la mejor de las terapias. Acostumbraba, no con la frecuencia que quisiera, recostarse en su estudio o biblioteca, después de comer, y poner música de fondo para escuchar, quedándose muchas de las veces dormido en el momento menos esperado. Disfrutaba las orquestas de Ray Conniff, Franck Pourcel, Paul Muriac Cavalleri, además de música mexicana instrumental, como Sinfonía Mexicana. Se relajaba mientras su pensamiento y el desfile de imágenes ocupaban su cerebro, para irse perdiendo y, en ocasiones, quedar sumido en un profundo sueño. Pablo tenía la capacidad de apreciar la melodía, la armonía y el ritmo, y su experiencia le había comprobado la influencia que la música tiene para producir estados de ánimo que le provocaban alegría, melancolía, tristeza, euforia, etcétera. Había música que disminuía los estados de angustia y ansiedad, y se percataba que su actitud frente a los retos que el día presentaba, cambiaba. Tenía además el hábito de estar escuchando música mientras se rasuraba y, curiosamente, en esos momentos escuchar música italiana o francesa, incluso cantada, le gustaba mucho. Había cierta música que lo trasladaba a otras etapas de su vida, como lo es la de Elvis, Ricky Nelson, Los Platters, Paul Anka, entre otros que hacían aflorar ciertos sentimientos. La música, decía Pablo, “toca las fibras más sensibles de nuestro ser y evoca momentos significativos de nuestra vida”. Así como hay ciertos olores que hacen brotar ciertos recuerdos, la música también, de alguna manera, estimula alguna parte de nuestro cerebro –qué sé yo– y nos traslada a momentos muy representativos.
Foto: Cortesía
Foto: Evelyn Sosa
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Estaba consciente de que sus gusto estaban influidos por la generación a la que pertenece y, por otra parte, también de que hay música, que siendo la misma, es valorada, apreciada y gustada por distintas generaciones. Cuando Pablo se trasladaba en su automóvil de un lugar a otro, siempre iba escuchando música, y, cuando en algún alto le tocaba estar junto a individuos que traen el volumen a todo lo que da y con música corriente (para su gusto), con ello etiquetaba a los sujetos que la traían y sentía que se querían reafirmar de alguna manera… ¿De qué? No lo sabía, pero era como decir: “¡Miren, aquí estoy yo!”. No tenían otra forma de hacer notar su presencia… “¡Triste recurso!”, decía. La música ha acompañado al ser humano durante su historia y, probablemente, antecede al uso de la palabra. Cierta música hacia evocar la imagen de su amada y, junto a ella, deseaba disfrutar de esa melodía que despertaba en ellos sentimientos que producían felicidad y abría el espacio para expresar con caricias y besos, o el estar juntos tomados de la mano; esa música era como el amor, que como un lazo los mantenía unidos, extraviándose el uno en el otro. Sin la música, Pablo perdía su esencia; la música era su complemento y el camino hacia su amada Andrea.
“Se relajaba mientras su pensamiento y el desfile de imágenes ocupaban su cerebro”
petersonhebert@live.com
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ECONOMÍA CULTURAL: DOMINIOS
NOCTI-VAGAS UN HACER CON HISTORIA: PERIODISMO CULTURAL
LO QUE VALE Y LO QUE SIGNIFICA PALABRA
Por Sergio Gómez Montero* Qué clima es éste de arenas movedizas / y fuera de su edad Qué país de clamores y sombreros húmedos. V. Huidrobo: “Viajero”.
Foto: Cortesía
EL PERIODISMO impreso, desde sus orígenes remotos, tuvo una vinculación estrecha con la actualidad, aunque nunca desplazó totalmente a la comunicación oral (el rumor y el chisme aún subsisten hasta hoy), que muchas veces es más actual que lo impreso. Junto con el periodismo impreso, surge también con él lo cultural. Así, desde la época antigua de las primeras gacetillas, aparecen allí desde proverbios y notas relativas a la fantasía popular, que novelas por entregas, que se convierten en lo que van a ser luego las novelas por capítulos, en radio primero y luego en televisión. Por su parte, lo impreso mantuvo siempre, a regañadientes, una sección cultural (reseñas, reportajes, columnas de opinión) que daba noticia de lo actual en términos de vida artística. Hoy, en buena medida, muchas veces, lo cultural se ha visto desplazado o absorbido por la sección de espectáculos que es lo que hoy “vende”. Y con esa palabra, “vende”, llegamos así a otro de los orígenes virtuales del periodismo: la venta de noticias como negocio. Es decir, el periodismo no se explica si no hay venta (y su correspondiente compra) de por medio. De allí que, lo cultural, periodísticamente hablando, sólo se entiende inserto en el mundo de la compra-venta de noticias. Hoy, su desaparición paulatina de los espacios periodísticos (en el D.F. pocos periódicos conservan espacios significativos específicamente culturales), sólo refleja un decaimiento sensible de esas actividades dentro de la vida diaria, la que cotidianamente sólo tiene que ver con la política, la nota roja o los espectáculos, o sea con el amarillismo que Aldous Huxley tan brillantemente describiera en su novela Los escándalos de Crome. Sólo locos románticos como el colega Víctor Roura (que acaba de inaugurar un periódico específicamente cultural) se empeñan hoy por mantener vigente lo cultural dentro de lo periodístico, es decir dentro de la cotidianidad.
Por Eduardo Cruz Vázquez
¿Qué sentido tiene seguir luchando por mantener vigente al periodismo cultural? Habría que preguntárselo a gente tan loca como Rael Salvador para saberlo. Desde fuera, uno que se mantiene irregularmente inserto desde muchísimos años atrás (según el Diccionario Mexicano de Escritores desde 1968; según yo desde 1966 más o menos) en el campo (hasta hoy no he podido hacer mi archivo de notas periodísticas culturales publicadas), siente que seguir escribiendo sobre la materia tiene el gusto de los dinosaurios sobrevivientes hasta cierta remota etapa, quienes perciben que falta el agua, que el alimento escasea y que, por más que lentamente se mueven en búsqueda de tierras fértiles en la cuales sobrevivir, sólo encuentran lodo, arena, nada en lo cual salvarse, pero no cesan en su empeño de moverse para sobrevivir. Como sea, seguir en el periodismo cultural junto con quienes se niegan a la extinción tiene su gusto: el gusto de bailar cotidianamente con las musas (como escribe Aldo Calderoni) y de manera eventual dialogar con Sophia sobre temas tan remotos como el ser, la nada, la existencia, para encontrarse allí con Benjamin, con Adorno (quienes a su vez invitan a Kant y a Kierkegaard), Musil, Sloterdijk, Sartre o Camus. No, no se puede vivir la vida con más intensidad que en el periodismo cultural. gomeboka@yahoo.com.mx *Sólo periodista cultural.
HAGA SUS CUENTAS, hago las mías. Pensemos en los que escribimos para el suplemento. En mi caso, he invertido al menos cuatro horas en pensar estas palabras y otras dos en redactarlas. Esos apuntes intangibles me acompañaron en el baño, la cocina, en la calle, en el taxi, en los menesteres de esa parte del día y de regreso al departamento. En efecto, no recolecté dinero; lo gasté. Así las cosas, un porcentaje del egreso se anota en el costo de producción de esta columna. Si nos proponemos hacer estas cuenEl análisis económico es una mesa lletas por cada autor, cantidad de sorprena de exquisiteces. Es posible degussas que encontraremos. Escribir es un acto creativo. El in- tarlas hasta empacharse de penas o de sumo de la creatividad tiene diversas alegrías. A cada quien como le va en la condiciones para concebirse y la ma- feria de la ciencia económica, que no yoría cuestan. El lugar, la computado- sería tal sin los significados. Es decir, ra, el ron, la luz, las fuentes de investi- que a cada teoría, proceso, receta y cifra corresponde uno o vagación. Toda abstracción “El insumo de rios significados. Las mutiene precio, ya que ocujeres, cual sea su condirre en condiciones prela creatividad ción, son unas expertas determinadas por factotiene diversas en el significado de las res económicos. Este suplemento nos llama a pu- condiciones para matemáticas. En el caso que nos ocublicar y su editor genera concebirse y la pa, los 200 de Palabra, otra variedad de procesos que se miden en di- mayoría cuestan” además de todo lo que cuesta, tiene una varienero; van desde su prodad de significados. Unos pio periplo creativo, hasta el de quienes le apoyan en la confec- más al alcance que otros. Entre los que ción de las páginas, hasta el de la em- se tienen a mano está, precisamente, presa que lo pone en manos de clien- el crisol de la creatividad. Un empeño para que los clientes o consumidores tes y voceadores. ¿Cuántas etapas deben cumplirse, sean felices. El suplemento es portasin falla, para que ustedes desplieguen dor de educación, cultura y recreación. las páginas de El Vigía y busquen con Aquí se puede normar criterio, desde el urgencia las sabrosuras de Palabra? estético hasta el del bostezo. Finalmente, entre los significados que ¿Les parece bien 50? ¿Puede tomar un cuaderno o la servilleta de papel, em- imponen más talacha para poseerlos, puñar una pluma y hacer un diagrama está la condición de vida: ese andar de de tooodooo? ¿Le puede colocar cos- seres e historias que pueblan el supleto, precio, y trazar un par de colum- mento en Ensenada, en Baja California, nas para esquematizar egresos contra en México. Enhorabuena a la familia de Palabra por generar vida. ingresos? Cierto: todo vale y todo significa. asesoresencultura@yahoo.com.mx
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DOMINGO 1 de febrero de 2015
AMOR, RABIA Y LITERATUR A
S O B RE UN TONO APOCALÍ P T I C O A D O P TA D O RECIENTEMENTE EN F I L O S O F Í A
Decirle adiós a un hombre
VOZ QUE SE EXTIENDE COMO SONIDO DE CUERNO
La semana pasada falleció Pedro Lemebel (1952-2015), estimable escritor chileno a quien Roberto Bolaño señaló como uno de los grandes poetas de su generación: “el más imaginativo, el más provocativo, el más valiente”
“Ni siquiera tu rostro estampado en las portadas de los diarios podía revivir el carnaval patiperro de tu inagotable fiesta. Por eso, al nombrarte me cuesta tanto escribir nunca más”. Pedro Lemebel.
POR GABRIEL RÍOS C.
POR ILIANA HERNÁNDEZ
E
10 libros elegidos por
A
a Nietzsche, que en el libro Edipo habla consigo mismo; soliloquio en el que se consideraba el último de los filósofos y también de los hombres. “Dialoga” con su Voz, entretiene lo que le queda de vida y se hace llamar Edipo. Siendo luminoso, dramático, estremecedor, aclaro que la deconstrucción, a pesar de sus acentos filosóficos, sigue siendo un simulacro. Derrida observa una estructura de duplicidad que juega e irrumpe, sin dejarse dominar por una problemática de las palabras mentira y verdad. En cualquier caso, si hablo de la locura, por decir, la de Nietzsche, y como nunca conoceré la Voz del oráculo o en absoluto del otro que permanece afuera, como se llame, cualquier rastro o marca se volverá apocalíptico, lo que me permitiría desmontar el mito romántico que se encuentra en el trayecto, en transferencia, en la cita del Apocalipsis de Juan de Patmos o de lo que ya programaban sus envíos, cuando su oratoria era para un mensajero, bajo el dictado de la Gran Voz que entra ahora por mi espalda y se extiende como sonido de cuerno. gabrielrioscortes@hotmail.com
llá en la periferia de los barrios restregados, miserables hasta de lágrimas, creció el escritor crítico de su gobierno que al gritar su diferencia, daba cuenta de la de todos. Su obra no es complaciente, no hay un final feliz, hay enfermedad, rechazo, desamor y muerte. ¿Cómo se le dice adiós a un ser que es denominado escritor gay, marica, homosexual en las portadas de los periódicos, resumiendo así el tinte de sus escritos? Le digo adiós a un hombre, porque le bastó el alfabeto occidental para denunciar y ser congruente con sus creencias, arrojó luz sobre la miseria en que viven los marginales, pero no el reflector para que el público sintiera lástima por ellos, al contrario, como una burla de lo que la sociedad se empeña en no ver, pero que forma parte de todos: las zonas rojas, las arterias vencidas de la ciudad que son basureros y hogar de seres obligados a vivir en cuevas, pienso en los hombres y mujeres que habitan hoyos en la canalización del río Tijuana, ahí no hay luz que llegue. Hay que leer a Lemebel pactando con su prosa, bajo el acuerdo de gozar, entristecernos y amar su desfile de personas que se niegan a ser personajes fáciles de borrar al cerrar el libro. Escribió crónicas de las familias que sobreviven en la delincuencia, prostitución, en barrios a los que el apoyo del estado no llega más que en las campañas políticas, junto con la brutalidad y el enajenamiento de los medios de comunicación. Latinoamérica herida. Un rasgo distintivo de su narrativa es la acción, hay un constante fluir en las historias, para lograr esto Lemebel usa, exprime y se ayuda de las palabras, sin importar su categoría gramatical, un verbo hará las veces de sustantivo o el sustantivo prestará su plasticidad, extenderá sus límites para convertirse en el verbo imposible. Con el autor se constata que el lenguaje evoluciona para describir realidades que nos sobrepasan, dolores que ya son inenarrables, porque necesitan de otras definiciones que poco tienen que ver con el vocabulario reducido que nos confina a la celda de lo acostumbrado. Pedro Lemebel había estado luchando contra el sida, pero fue el cáncer de laringe lo que acabó por vencer su voz, mas no su escritura; el eco de la miseria
Alberto Manguel:
1. Vidas imaginarias, de Marcel Schwob. Foto: Cortesía
Grabado: Durero
n la tercera o cuarta lectura de Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en filosofía me quedé con el apunte filológico del término que en hebreo es apocalipsis, y no es más que el descubrimiento, el velo alzado sobre la cosa o la connotación de la palabra “gala” que podría referirse al sexo del hombre o la mujer, pero también a los ojos, orejas, al gusto o cualquier cosa. Interpretar la filosofía. Un estudio contemporáneo, libro de Jacques Derrida, que me habita dentro de aquello que se critica, presentándose en el texto arriba mencionado, ese espacio general de diferencia o diseminación al que debería llamar, subrayado, “filosofías”. Algunos puntos que pudieran servir para desarrollar la idea que refiere un conflicto en el corazón de las relaciones entre el pensamiento y la lengua, es en realidad el momento en que me enfrento a un texto singular en el que las “interpretaciones” ya han sido organizadas por una serie de presupuestos y una red de significaciones que escapan a mi control. La lectura que hago de Interpretar la filosofía es fascinante si supongo, como Derrida lo expone, lo que le sucedió al Kant al acusar a Platón de haber pervertido la filosofía. De alguna manera me he convertido en mistagogo de la posmodernidad, porque no digo qué veo, toco o siento; sólo presiento, anticipo y husmeo. Con un ejemplo más lo expone Jacques Derrida en Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en filosofía, mencionando
NUMERALIA
Lemebel, con su característico pañuelo. de las minorías chilenas, emparentada con las de otras tierras, está resuelto a permanecer en una obra cruda, ignorante de las buenas conciencias. “En el momento de escribir, quizás de madrugada, despertando de una pesadilla, escribo como si le mandara una carta a algún destinatario posible o imaginario. El gesto mismo de escribir ya es una mano extendida hacia el lugar de la comunicación, no podría negarlo. Es una mano o un puño extendido como arenga, como bofetada o caricia también. Escribo a partir de una música, de un verso o de un grafiti que leí o escuché en la calle, algo que me importa eso sí, por eso no escribo por encargo”, dice el autor en una entrevista cuando se le preguntó a quién le escribe; no añora ser recordado ni leído, no ambiciona la posteridad, que la gente haga lo que quiera con sus escritos, a fin de cuentas sabe que hay un sitio para él en la literatura trasgresora. “Les dejo estas letras en este último día de este mísero y próspero año, el reloj sigue girando. No hace frío ni calor, y extiendo mi voz como un abrazo anticipado hacia ustedes. Los beso a todos, a quienes compartieron conmigo en alguna turbia noche. Nos vemos, dónde sea”, expresó el chileno en un sitio de Internet, más lleno de vida en sus últimas horas que miles de hombres que han simulado vivir en un espacio que se reduce para los diferentes, para lo que confiesan su diferencia pero hablan y escriben con más hombría extendiendo su mano a los olvidados.
“Le digo adiós a un hombre, porque le bastó el alfabeto occidental para denunciar y ser congruente con sus creencias”
premoniciones@hotmail.com
2. Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. 3. El extranjero, de Albert Camus. 4. Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Celine. 5. Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi. 6. La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. 7. Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca. 8. El viejo y el mar, de Ernest Hemingway. 9. Kim, de Rudyard Kipling. 10. El Danubio, de Claudio Magris.