Editor: Rael Salvador l DiseĂąo: Arturo Corpus l raelart@hotmail.com / palabra@elvigia.net
Foto: FIL/ Natalia Fregoso.
DOMINGO 6 de diciembre de 2015 / NĂşm. 244
Por Enrique Vila-Matas
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DOMINGO 6 de diciembre de 2015
DE PALABRAS Y PALABRAS JUEGOS DE PALABRAS I SE ENTIENDE POR JUEGO de palabras a los pasatiempos o recursos literarios que utilizan palabras o letras de una manera tal que producen cierto efecto lúdico y muchas veces también educativo, ya que supuestamente favorecen el desarrollo de la creatividad y de habilidades del lenguaje, como la redacción y la ortografía, al mismo tiempo que permiten que el autor se familiarice con un vocabulario cada vez más amplio. “Los entusiastas de los juegos de palabras permutan, cuentan, reacomodan, dividen y vuelven a armar letras por el puro placer de sacar orden del caos. Detrás de la pasión de los amantes de los crucigramas, los anagramas, los palíndromos, el Scrabble, hay una especie de fe loca en la racionalidad última del lenguaje”. Alberto Manguel. Una historia de la lectura (Alianza Editorial, 1998). Lipogramas. Un lipograma (en griego: abandonar una letra) es un recurso lingüístico y literario en el que se omiten de un texto una letra o una vocal. Aquí se ha eliminado la a: El sol en el cenit tiene esplendores tiene hermosos crepúsculos el cielo; el ruiseñor sus trinos y su vuelo; corriente el río, el céfiro rumores. Martín de San Martín, 1878. Aquí la e: Caminando, por mi alma vi tu rostro junto a mi corazón. Quizá ya no había lugar para mí. Todo acabó oculto bajo la luna gris. Aquí la i: Todas las palabras se quedan cortas para expresar la gravedad del terremoto que ha asolado al pueblo japonés, tampoco se puede ver con calma tanto
LA MELANCOLÍA, ESA DIFUSA NOCIÓN
Suplemento Cultural de
No. 244/ 6 de diciembre / 2015
desastre, tanta gente con el te- Por Guadalupe Beatriz A.
mor reflejado en sus rostros por la gravedad de los problemas en las centrales nucleares. Sin la letra o: Esta mañana me desperté al amanecer y sin saber la causa me puse triste. Estaba entre mis cálidas sábanas y me puse a meditar. Me di cuenta de que las letras y la vida tienen más similitudes de las que pensaba. Sin la letra u: Emocionante vocal en el diccionario impresa, se elimina del escrito y sin embargo no pesa. Mitos y leyendas. El mito de Casandra. Casandra, hija de los reyes de Troya, Hécuba y Príamo, era sacerdotisa de Apolo, con quien había pactado, a cambio de un encuentro carnal, recibir el don de la profecía. Cuando Casandra obtuvo la facultad de la adivinación, faltó a la promesa ofrecida a Apolo, quien sintiéndose traicionado decidió castigarla, sin quitarle su don pero transformando éste en una condena: nadie creería en sus profecías. Así, cuando anunció la caída de Troya, nadie tomó en serio su vaticinio. La psicóloga Melanie Klein (1963) sostiene que el mito de la princesa troyana representa aquella porción de nosotros mismos que, sabiendo los peligros de encarar ciertos actos, no cree que algo malo pueda pasar. El latín del día. Cum grano salis. (Con un grano de sal) En sentido figurado significa comportarse, en un punto delicado, con prudencia, madurez y reflexión. Ojalá nuestros representantes tuvieran presente esta locución al asignarse tan ofensivos aguinaldos. Vale.
DESDE LA REFLEXIÓN fundacional de Aristóteles en el Problema XXX: “¿Por qué todos los que han sobresalido en la filosofía, la política, la poesía o las artes eran manifiestamente melancólicos?”, hasta la definición de depresión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), el significado de ese padecimiento tan común como misterioso es difuso e inaprehensible. La aureola de genialidad con la que el sabio estagirita dota a quien padece de melancolía, no está presente en la variedad de síntomas que destaca el citado manual para diagnosticar la depresión, como tristeza “patológica”, desesperanza, apatía, pesimismo, llanto, fatiga, trastornos del sueño y de la alimentación, pérdida de interés en las actividades que antes causaban placer, entre otras señales de afectación del estado de ánimo y de los ritmos de vida. No para todas las corrientes de pensamiento la melancolía es una disposición enfermiza. El budismo la concibe como una “condición existencial que deriva del sufrimiento y de la tristeza que emanan naturalmente de la vida misma”. Filósofos y poetas la han entendido con-fundida con la condición humana: para Diderot es “el sentimiento habitual de nuestra imperfección”; para Vauvenargues, el “hastío universal”; para Kierkegaard, “la condición existencial más profunda del hombre que sufre su alejamiento de Dios”. A la vez que la melancolía es un concepto clínico que desemboca en los criterios actuales de diagnóstico psiquiátrico, es también, con Roger Bartra, “esa fascinante constelación de antiguos problemas y angustias que a lo largo de siglos la historia de Occidente ha guardado” en su memoria y en su literatura. El estudioso concibe a la melancolía como un “canon cultural de gran envergadura que recorre toda la historia occidental”, del pensamiento aristotélico e hipocrático al modernismo contemporáneo, del cristianismo medieval al romanticismo, pasando por el espíritu del Renacimiento. En virtud de que se ubica en el terreno de los afectos, que habitamos los seres humanos en general, la depresión suele confundirse con síntomas “normales” atena2221@hotmail.com de esos afectos, como el dolor, la tristeza
Director General Santiago Garín Walther Director Editorial Enhoc Santoyo Cid Gerente Administrativo Alfredo Tapia Burgoin Ilustración: Noema Tronconi.
Por Magdalena Calderón
ATRABILIARIO
y la angustia, por lo que existe una confusión de sentido entre afecto ordinario o habitual, y síntoma. Con respecto al duelo, un estadio por el que transitamos casi todos a lo largo de nuestra vida, Freud clarifica el significado de la melancolía. El duelo es un proceso en el que “se duele” la pérdida de un ser querido o su equivalente (“El duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la Patria, la libertad, un ideal, etc.”), mientras que en la melancolía la naturaleza de la pérdida que dio origen a ese peculiar estado es desconocida para el sujeto, éste ignora qué ha perdido. Pues bien, lo que a diferencia del doliente apesadumbra al melancólico o deprimido es, según el fundador del psicoanálisis, el lenguaje del superyó, el discurso coercitivo que censura, juzga, prohíbe, castiga, culpa al sujeto. Inoculado en el inconsciente, ese discurso emerge descarnadamente en la conciencia y va mermando el hálito que impulsa a los seres humanos a cumplir con la rutina elemental de la vida. La operación “rechazo del inconsciente”, que nos mantiene a salvo de lo insoportable (lo insoportable “se va” al inconsciente), se nulifica. En la melancolía, dice Freud, el superyó se vuelve hipersevero, insulta, denigra, maltrata al yo, le hace esperar los más graves castigos, le reprocha por acciones de un lejano pasado, le aplica el más severo patrón moral y hasta subroga las exigencias de la moralidad en general. aldacoe@gmail.com
Editor Rael Salvador Críticos / Colaboradores Héctor García Mejía, Marcela Danemann, Ruth Gámez, Arnulfo Estrada, Federico Campbell (†), Olga Aragón, Jorge L. Osiris Fernández, Gerardo Sánchez, Montserrat Buendía, Sergio Gómez Montero, Elia Cárdenas, Jesús López Gorosave, Paúl Nazar, Renata Sández Oseguera, Lauro Acevedo, Heberto J. Peterson L., Iliana Hernández P., María Eugenia Bonifaz de Novelo, Kepa Murua, Ana M. Mora, Herandy Rojas, Alina I. Gallardo, Ramiro Padilla, Daniel Salinas, Óscar Ángeles Reyes, Gerardo Ortega, Deÿ López, Aldo Calderoni Etcheverri, Elba Jordán S., Gabriel Ríos C., Diana Venegas, Fernando Macillas T., Jaime E. Delfín V., Manuel Quintero, Martín Caparrós, Eduardo Cruz Vázquez, Miguel Lozano, Jhonnatan Curiel, Gustavo Dessal, Óscar Villarino Ruiz, Alberto Manguel, Carmen Gaitán, Myriam Moscona, Martín Solares, Daniel Iván Arellano G., Carlos Patiño, Joatam De Basabe, Jorge Calderón, Leobardo Sarabia Quiroz, Magdalena Calderón, Enrique A. Velasco Santana, Guadalupe Beatriz Aldaco, David Castillo, Gerardo Navarro (Nemónico), Andrea Torres, Natalia Rivera Lugo, Concha Moreno, Fabiola del Castillo y Onix Galel. Corresponsal en Francia Cony Singüenza Corresponsal en Italia Ferdinando Scianna Corresponsal en Chile Ramón Ángel Acevedo, “Rakar” Corresponsal en Argentina Patrick Liotta Fotografía Enrique Botello Correo electrónico raelart@hotmail.com palabra@elvigia.net Teléfonos para publicidad 120.55.55, ext. 1023 Ensenada, B.C. México.
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SÁLVAME LA SEDUCCIÓN DEL LIBRO ARTESANAL
Por Daniel Salinas Basave MI ABUELO AGUSTÍN BASAVE, quien heredó a la Universidad de Nuevo León una biblioteca personal de más de 33 mil ejemplares, fue un bibliófilo bastante austero. A menudo en las entrevistas le pedían que nombrara algún ejemplar raro, atípico o de plano extravagante incluido en su acervo. Sin duda los periodistas culturales imaginaban que poseía incunables del siglo XV o la primera Biblia impresa por Gutenberg en Maguncia, pero mi abuelo no era dado a coleccionar libros como piezas de arte ni hubiera estado dispuesto a pagar demasiado solo por la antigüedad del objeto. Siempre y cuando la edición y la traducción fueran dignas, mi abuelo apostaba por la opción más sencilla. Para él lo de acumular rarezas como piezas de museo para admirarlas sin leerlas era cosa de coleccionistas extravagantes y no de verdaderos lectores. “Los libros son para leerse, no para exhi- Luis Scafati y sus acuarelas personalizadas. birse”, solía decirme. Heredero de su pasión, en cierta forma he seguido su fórmula y no Adrián, siempre visionario, fue contundente he caído nunca en la tentación de invertir en su vaticinio: este es el futuro del libro. fortunas en primeras ediciones con dedica- Dado que hoy casi cualquier obra puede toria. Sin embargo, debo confesar que en esta ser obtenida en archivo digital, lo único que edición de la Feria Internacional del Libro de puede motivar a alguien a pagar por papel y Guadalajara, caí seducido por algunos obje- tinta, es que el libro sea un objeto hermoso, único, con valor artístico. tos artesanales que se impusieron a la novedad editorial. «“Los libros Algo similar sucede con la Muchos de los libros que commúsica. son para pré en la FIL ya las tengo en mi Un joven melómano con un biblioteca, pero las ediciones que acervo digital de más de 30 mil leerse, encontré en el sello argentino canciones en su iPad, puede estar no para Zorro Rojo fueron simplemente dispuesto a pagar 50 dólares por irresistibles. exhibirse”, un solo disco de vinilo. Yo sigo creyendo que lo importante es el Desde hace años poseo en solía contenido. Anagrama La trilogía de Nueva Muchas de las mejores lecturas York, de Paul Auster, pero no decirme mi de mi vida han llegado a mí en pude resistir la atracción del herabuelo» ediciones baratísimas, como fue moso ejemplar del Zorro. Poseo el caso de los Sepan cuántos de al menos tres ediciones de La metamorfosis, de Kaa, pero fue imposible Porrúa o la Colección Popular del Fondo no sucumbir al deseo de tener la versión de Cultura Económica, en donde descubrí traducida por César Aira e ilustrada por el a decenas o acaso cientos de autores que han artista Luis Scafati, quien estaba en el puesto sido fundamentales en mi vida. de venta del Zorro Rojo y cuya dedicatoria Creo, como mi abuelo, que lo importante fue una acuarela personalizada. es leer y no adornar una biblioteca con un Emocionado, también me hice de una ver- bello ejemplar, pero hoy en Guadalajara, sión de La ciudad ausente, de Ricardo Piglia, debo admitirlo, el libro artesanal ganó la que por supuesto poseo en Anagrama, pero batalla. no con el detalle de una acuarela única, pintada por Scafati frente a mí. Mi hermano danibasave@hotmail.com
Por Leila Guerriero
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o no tengo dios, pero, si tuviera, le pediría: sálvame. Sálvame de pronunciar, alguna vez, las frases “porque mi libro”, “según mi obra” o “como ya escribí yo en 1998”. Sálvame de estar pendiente de lo que digan de mí, preocupada por lo que dejen de decir, horrorizada cuando no digan nada. Sálvame de la humillación de transformarme en mi tema preferido, del oprobio de no darme cuenta, de la vergüenza de que nadie se atreva a advertírmelo. Sálvame de pensar, alguna vez, que en nombre de mi nombre puedo decir cualquier cosa, defender cualquier cosa, ofender a quien sea. Sálvame de creer que un anecdotario personal (mío: de cosas que me hayan sucedido a mí) puede ser el tema excluyente de una conferencia de dos horas o de un seminario de una semana. Sálvame de esperar que lo que escribo –o digo– le importe a mucha gente. Sálvame de traer a colación, en todas las conversaciones de café, en cada sobremesa con amigos, lo que yo escribí, lo que yo hice. Sálvame de traer a colación, en todas las conversaciones de café, en cada sobremesa con amigos, lo que dicen los demás de lo que yo escribí, lo que dicen los demás de lo que yo hice. Sálvame de creer que nadie lo hace mejor que yo. Sálvame de la ira contra quienes lo hacen mejor que yo: sálvame de odiarlos secretamente y de decir, en público, que son resentidos, mediocres y plagiarios. Sálvame de creer que, si no estoy invi-
tada, entonces la cena, el congreso, el encuentro no son importantes. Sálvame de la confusión de suponer que me recordarán por siempre. Sálvame de la tentación de pensar que lo que escribiré mañana será mejor que lo que escribí ayer. Sálvame de la catástrofe de no darme cuenta de que ya nunca más podré escribir algo mejor que lo que escribí ayer (dame la astucia para entenderlo, el valor para vivir con eso y el temple de bestia que se necesita para no volver a intentarlo). (Sálvame de pronunciar, alguna vez, las frases “sólo iré si me dan un pasaje en primera clase” y “sólo iré si voy con mi marido”. Sálvame de creer, alguna vez, que mi editor debe ser también mi enfermero, mi mayordomo, mi terapeuta, alguien que tiene la obligación de ir a buscarme al aeropuerto, pasearme por una ciudad desconocida un domingo de Sol y atender a mis más íntimos trances en la convicción de que hasta mis más íntimos trances son sagrados.) Sálvame de perder la curiosidad por nada que no sea yo, mi, mío, para mí, por mí, de mí, conmigo, en mí, contra mí, según yo. Sálvame de copiarme a mí misma, de usar siempre el camino que conozco. Sálvame de no querer tomar el riesgo, o de tomarlo sin estar dispuesta a que el riesgo me aniquile. Sálvame de la adulación. Sálvame de escuchar sólo lo que me hace bien, y de despreciar todo lo que no me alaba. Sálvame de necesitar la mirada de los otros. Sálvame de ambicionar el camino de los otros. No me sálves de mí. De todo lo demás: sálvame. @leilaguerriero
Foto: Cortesía
ALEATORIEDADES
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La FIL de Guadalajara premia al autor barcelonés “por su aporte significativo a la literatura de nuestros días”. Aquí el discurso, íntegro, ofrecido en la ceremonia de entrega Por Enrique Vila-Matas
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e venido a hablarles del futuro. Supongo que del futuro de la novela, aunque quizás sólo del futuro de este discurso. Voy a contarles cómo durante años imaginé que se presentaba el futuro. Sitúense en 1948, el año en que nací, en la tarde de agosto en la que un disco extraño y casi silencioso comenzó a sonar en las emisoras de música de Maryland, y pronto se fue extendiendo por la Costa Este, dejando una estela de perplejidad en sus casuales oyentes. ¿Qué era aquello? No se había oído nunca nada igual y, por tanto, aún no tenía nombre, pero era –ahora lo sabemos– la primera canción de rock and roll de la historia. Quienes la oían, entraban de golpe en el futuro. La música de aquel disco parecía provenir del éter y flotar literalmente sobre las ondas del aire de Maryland. Aquello, señoras y señores, era el rock and roll llegando con la reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto. La canción se titulaba “Demasiado pronto para saberlo”, y era la primera grabación de e Orioles, cinco músicos de Baltimore. Sonaba rara, nada extraño si tenemos en cuenta que era el primer signo de que algo estaba cambiando. ¿Qué pudo pensar la primera persona que, oyendo radio Maryland aquella mañana, comprendió que empezaba una nueva era? “Es demasiado pronto”, decía la canción, “muy pronto para saberlo”, susurraba titubeante Sonny Til, el cantante. He venido a hablarles del futuro, que para mí durante años ha sido algo que llegaba como llegó el rock el año en que nací, con aquella reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto. He venido a hablarles del futuro. Y está claro que, como me autoimpongo el tema yo mismo, busco complicarme la vida. Nada que me sorprenda demasiado. Así he venido trabajando estos años, llevando libros difíciles lo más lejos posible, hasta sus límites; libros que, al publicarlos, se convertían en callejones sin salida, porque no se veía qué podía hacer después de ellos. Cada libro que escribía parecía llevarme a dejar de escribir. Lo publicaba y me instalaba en un estado de “callejón sin salida”, y los amigos volvían a hacerme la pregunta habitual: “Y después de esto, ¿qué vas a hacer?”. Y yo pensaba que todo había terminado. Me costaba salir de ese callejón.
Ceremonia de inauguración de la FIL 2015. Guadalajara, Jalisco 28 de noviembre del 2015.
Pero por suerte, siempre a última hora, me acordaba de que la inteligencia es el arte de saber encontrar un pequeño hueco por donde escapar de la situación que nos tiene atrapados. Por suerte, siempre acababa encontrando el hueco mínimo y me escapaba, y entraba en un nuevo libro. Los callejones sin salida han sido un motor central de mi obra. Por eso no me extraña que ahora quiera complicarme la vida y hablarles del futuro. Pero no pasa nada. De hecho, estoy acostumbrado a relacionarme con él. ¿O no estoy especializado en narrar previamente los viajes que realizo? Acostumbro a adelantarme a lo que pueda pasar y lo cuento en artículos de prensa. Después, viajo al lugar y vivo allí lo escrito. Como tengo esa costumbre de narrar los viajes antes de hacerlos, he escrito previamente este discurso antes de salir de Barcelona rumbo a México. Bueno, sé que es obvio que lo he escrito antes, pues de lo contrario no estaría leyéndolo ahora ante ustedes. En cualquier caso, como lo he escrito antes, conozco cómo acaba, lo que demuestra que, en contra de lo que se cree, el futuro no es a veces tan indescifrable. Si me impuse hablarles del futuro fue sobre todo porque este premio, antiguo premio Rulfo, distingue la obra de autores “con un aporte significativo a la literatura de nuestros días” y yo quería que se supiera que quizás me ajusto a esta premisa porque desde siempre he escrito en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen desde la estricta contemporaneidad,
en la necesidad de encontrar estructuras que no se limiten a reproducir modelos que ya estaban obsoletos hace cien años. Es tal mi costumbre de buscar nuevas escrituras que voy a decirles ahora, no cómo escribo, sino cómo me gustaría escribir. Y recurro para ello a Robert Walser, aquel al que Christopher Domínguez Michael llamó en cierta ocasión “mi héroe moral”. Parece que Walser se vio realmente liberado de sí mismo el día en que hizo un viaje nocturno en globo, desde Bitterfeld hasta una playa del Báltico. Un viaje sobre una Alemania dormida en la oscuridad. “Subieron a la barquilla, a la extraña casa, tres personas y soltaron las cuerdas de sujeción, y el globo voló lentamente hacia lo alto”, escribió Walser, el paseante por excelencia, un caminante que en realidad había nacido para ese recorrido silencioso por el aire, pues siempre en todos sus trabajos en prosa, quiso alzarse sobre la pesada vida terrestre, desaparecer suavemente y sin ruido hacia un reino más libre. Me gustaría escribir alzándome sobre la pesada vida terrestre. Pero en caso de lograrlo, ¿coincidirían mis itinerarios con los trayectos nocturnos que sospecho que seguirá la novela en el futuro? A principios de este siglo, aún habría dicho que sí, que algunos recorridos coincidirían. Quizás entonces aún era optimista, porque me sentía aliado con estas líneas de Borges: “¿Qué soñará el indescifrable futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don Quijote sin dejar su aldea y sus libros”. Pensaba que en las novelas por venir
no sería necesario dejar la aldea y salir al campo abierto porque la acción se difuminaría en favor del pensamiento. Con una confianza ingenua en la evolución de la exigencia de los lectores del nuevo siglo, creía que aumentaría el nivel de inteligencia general, y pensaba que en el indescifrable futuro la novela de formato decimonónico –que se había cobrado ya sus mejores piezas– iría cediendo su lugar a los ensayos narrativos, o a las narraciones ensayísticas, y quizás incluso cedería el paso a una prosa brumosa y compacta, al estilo de W.G. Sebald (muy en el modo en que Nietzsche hacía de la vida, literatura), o al estilo de Sergio Pitol en El mago de Viena, con ese tipo de prosa compacta en la que el autor disolvía las fronteras entre los géneros, haciendo que desaparecieran los índices y los textos consistieran en fragmentos de talantes muy diversos, unidos por una estructura de unidad perfecta; una prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo siglo: una escritura tan movida como heterogénea, impura: mezcla de géneros y de registros estilísticos. Porque yo pensaba que en este siglo se cedería el paso a un tipo de novela ya felizmente instalada en la frontera; una novela en la que sin problemas se mezclarían lo autobiográfico con el ensayo, con la ficción pura, con la realidad traída al texto como tal. Pensaba que iríamos hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo, una literatura mixta, donde los límites se confundirían y la realidad podría bailar en la frontera con la ficción, y el ritmo borraría esa frontera. Le preguntaron a Roberto Bolaño en
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Foto: FIL/ Natalia Fregoso.
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Daniel Salinas Basave, autor de Palabra, al presentar el libro Bronco, la nueva Independencia.
Salman Rushdie recibe la Medalla Carlos Fuentes por parte de Silvia Lemus, viuda de Fuentes.
2001, en una entrevista en Chile, qué novelas serían las que veríamos en el futuro. Y Bolaño respondió literalmente que una novela que sólo se sostiene por el argumento –con un formato más o menos archiconocido, pero no archiconocido en este siglo, sino ya en el XIX– es un tipo de novela que se acabó. “Se va a seguir haciendo y, además, va a seguir haciéndose durante muchísimo tiempo”, dijo Bolaño, “pero esa novela ya está acabada, y no está acabada porque yo lo diga, está acabada desde hace muchísimos años. Después de La invención de Morel, no se puede escribir una novela así, en donde lo único que aguanta el libro es el argumento. En donde no hay estructura, no hay juego, no hay cruce de voces”. De cara a la narrativa que yo creía que estaba por venir, uno de mis puntos de orientación era el anartista Marcel Duchamp. Artista no, decía de sí mismo: anartista. En diferentes ocasiones, pensando en su legado, insinué que tal vez no sólo íbamos a dejar atrás por fin la anquilosada narrativa del pasado, sino que iríamos hacia una novela conceptual: un tipo de novela que sabía yo muy bien qué era si nadie me lo preguntaba, pero en cambio, si tenía que explicarla a alguien, no lo sabía, aunque sabía, eso sí, que me fascinaba el intento de Marcel Duchamp de reconciliar arte y vida, obra y espectador. Como también sabía que, a propósito de esa reconciliación propuesta por Duchamp, había dicho Octavio Paz: “El arte fundido a la vida es arte socializado, no arte social ni socialista, y aún menos actividad dedicada a la producción de objetos hermosos o simplemente decorativos. Arte fundido a la vida quiere decir poema de
Mallarmé o novela de Joyce: el arte más difícil. Un arte que obliga al espectador y al lector a convertirse en un artista y en un poeta”. Creía que se abriría paso ese arte difícil y que espectadores y lectores devendrían artistas y poetas. Y pensaba en libros, donde la forma fuera el contenido y el contenido fuera la forma. Libros de los que alguien pudiera, por ejemplo, quejarse de que el material a veces no pareciera escrito en su lengua. Y a quien pudiéramos decirle: pero es que no está escrito después de todo, no está escrito para ser leído, o no sólo para ser leído: se ha creado para ser mirado y escuchado; mira, su escritura no es acerca de algo, es algo en sí mismo. Cuando el sentido es dormir, las palabras se van a dormir. Cuando el sentido es bailar, las palabras bailan. Los novelistas engendran obras discursivas porque se centran en hablar sobre las cosas, sobre un asunto, mientras que el arte auténtico no hace eso: el arte auténtico es la cosa y no algo sobre las cosas: no es arte sobre algo, es el arte en sí. Por eso me gustaban más Bouvard y Pecuchet y Finnegans Wake, las obras imperfectas que se abren paso en Flaubert y Joyce después de sus grandes obras, Madame Bovary y Ulises, respectivamente. Veía en ellas caminos que se proyectaban hacia el futuro. Creía que se abriría paso ese arte difícil y que espectadores y lectores devendrían artistas y poetas, pero luego las cosas se torcieron y, entre sombras de Grey, ahora triunfa la corriente de aire, siempre tan limitada, de los novelistas con tendencia obtusa al “desfile cinematográfico de las cosas”, por no hablar de la corriente de los libros que
nos jactamos groseramente de haber leído de un tirón, etc. A la caída de la capacidad de atención ha contribuido una industria editorial que está erradicando de la literatura todo aquello que nos quiere hacer creer que es demasiado pesado, o que va demasiado cargado de sentido, o que puede parecer intelectual. Y el panorama, desde el punto de vista literario –si es que ese punto de vista aún existe– es desolador. “¿Y por qué los escritores son, más que otra gente, presa fácil de las depresiones?”, pregunta alguien en un relato de Mario Levrero. Y alguien dice: “Se deprimen porque no pueden tolerar la idea de tener que vivir en un mundo estropeado por los imbéciles”. En un mundo en el que quienes leen son una pavorosa minoría, un escritor ya bastante hace con sobrevivir. Cada día son más inencontrables, pero quedan todavía algunos –podríamos llamarles “los escritores de antes”– que se salvan gracias a que aun saben arreglárselas para tratar de escribir lo que escribirían si escribiesen. Pero de estos cada vez hay menos. Son supervivientes de una especie en extinción; tipos complicados, gente de un coraje tan antiguo como el coraje mismo, gente zumbada; trastornada si ustedes quieren; gente esencialmente obsesiva, fascinantemente obsesiva. A un amigo escritor le preguntó una dama en un coloquio cuándo iba a dejar de escribir sobre tipos que parecen moverse por el Far West y aniquilan a escritores falsos. –Cuando me salga bien, dejaré de hacerlo –contestó. En arte cuenta mucho la insistencia desaforada, la presencia del maniático detrás de la obra. Los escritores supervivientes saben que el futuro ya no va a llegar a través de las ondas; no va a llegar, como en el año en que nací, con las alegres formas de una música distinta. Hoy, esta mañana en Guadalajara, creo
“He venido a hablarles del futuro. Y está claro que, como me autoimpongo el tema yo mismo, busco complicarme la vida” observar que mi biografía va del nacimiento del rock and roll a los atentados de este noviembre en París. En un intenso texto de Xavier Person, que leí ayer en el avión que me trajo hasta aquí, he podido seguir los pasos de George Didi-Huberman en el momento de abrir la puerta de una habitación de hospital en París, y he entrado con él en el cuarto de Simon, un joven de 33 años gravemente herido en la columna vertebral por una bala de Kalachnikov en el atentado de Charlie Hebdo. En ese cuarto, este superviviente, nos dice DidiHuberman, “trabaja para vivir”. Su cuerpo lentamente se pone en movimiento y él está intentando levantarse, literalmente elevarse, para volver a ser. Desde ese cuarto de hospital francés he pensado en los emigrantes de la guerra de Siria que, después de haber arriesgado la vida, ponen pie en tierra en una isla del Mediterráneo, y luego lentamente se van alzando, se van elevando, también para sentir que vuelven a ser. Y al pensar en ellos he oído el eco de las voces de los supervivientes que nos hablan en el documento de Svetlana Alexievitch sobre Chernóbil. El libro no trata tanto de la catástrofe general como del mundo después de esa catástrofe. El libro habla de cómo la gente se adapta a la nueva realidad. Esa realidad que ya ha sucedido, pero aún no se percibe del todo, pero está aquí ya, entre todos nosotros, susurra el coro trágico. Lo que dicen las voces de Chernóbil, el gran coro, es el futuro. @Vila_Matas
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FOTO DE LA SEMANA: LLUVIA
CUENTO
CRIMEN Por Heberto J. Peterson Legrand
LOURDES BETANCOURT CONTRERAS Trabaja como empleada administrativa. Nació en Tijuana, aunque vive desde hace tiempo en Playas de Rosarito. La Foto de la Semana es un reconocimiento que se otorga por el mayor número de votos, avalando el dominio del tema, en el sitio de Facebook Fotografía Diaria.
GALA
M
e gusta ver las historias en tus ojos. Perderme en el brillo sincero de tu mirada, que a veces parece reconocer mis estados de ánimo y guarda eso que tu boca no puede decir porque olvidaron darte voz. Eres especial. Me gusta escuchar tus pasos y saber que te acercas con alegría, con esperanza de recibir una caricia, llena de contento, de paz y de ilusiones. Eres perfecta. No te preocupas por tu cuerpo, si has subido
algunos kilos, los días que tienes sin bañarte o si esta mañana has amanecido despeinada, no te importa nada. Eres feliz. Me gustan las emociones que te provoca una pelota o el sonido del juguete que reconoces como tuyo. ¡Eres extraordinaria! Quisiera vivir un día como lo vives tú. Dormir como duermes tú, jugar como juegas tú. Quisiera amar incondicionalmente así, como amas tú. andrearodrigueztorres@hotmail.com @soyandreatorres Facebook.com/soyandreatorres
Foto: Cortesía
Por Andrea Torres
Ilustración: Cortesía
Foto: Lourdes Betancourt Contreras.
L
a noche era obscura, no había Luna llena y las nubes cubrían el cielo ocultándola, al igual que a las estrellas y planetas, no permitiendo disfrutar la bóveda celeste. La ciudad, escasa de iluminación, en algunas zonas se encontraba envuelta en la penumbra y ello producía en sus habitantes una sensación de inseguridad… Francisco Galindo, secretario del Síndico Municipal en turno, caminaba sobre la avenida Espinosa, con rumbo a la Comandancia de Policía, cuando escuchó una voz que salía de un callejón obscuro pronunciando su nombre. Volteó y, a unos cinco metros distinguió a Carlos, que encendía un cigarrillo y, cuya luz, iluminó su rostro. Francisco encaminó sus pasos hacia él y, al aproximarse, el ruido de un vehículo que frenaba bruscamente lo hizo girar su cabeza hacía la calle, instante que aprovechó Carlos para darle un tiro en la nuca con un arma El dilema era angustiante y Esteban sería que tenía silenciador. incapaz de poner en riesgo a su esposa e Allí quedó tendido el cuerpo inerte de hijas. Francisco, mientras la sangre que salía de Pasó el tiempo y Esteban siguió con sus su cabeza iba formando un gran charco. actividades, pero inquieto por el conflicto Carlos salió sigilosamente del callejón, se de que si informaba de las llamadas a la subió a un Chevrolet 2007, color negro, y se policía, probablemente estuviera avisándodio a la fuga ya que sabía le a los propios delincuenque en cualquier momentes que pudieron haber to podrían encontrar el las estructuras “Volteó y, a unos infiltrado cadáver. policiacas y, con ello, ser cinco metros, El arma la compró en el ejecutor intelectual de el mercado negro, sin distinguió a Carlos, sus seres queridos. identificarse con el venLa policía encontró en dedor, trayendo durante quien encendía un el callejón un cigarro a la operación unas gafas medias a una distancia cigarrillo...” obscuras, sobrero y una cercana al occiso y, a pipa (que uso sólo para partir de él, unas pisadas distracción). del asesino, que al huir no se percató que Un par de horas después del crimen, había tierra aceitosa y dejó las huellas de las corporaciones policiacas correspon- las suelas y tamaño de su pie. Se tomaron dientes tenían en sus manos el caso y muchas huellas dactilares y, entre ellas, procedían a las averiguaciones con el unas que apretaron la parte superior de un propósito de encontrar al o los asesinos tambo, cuyas características era, en una de y el móvil. ellas, tener atravesada unas líneas producto Fue entrevistado el Síndico para conocer de alguna herida. qué asuntos pudieran ser de tal envergadura Por otra parte, se sumergieron a investigar que pudieran ser la causa del crimen. todos los movimientos de sindicatura que Una hora después, recibió el Síndico una pudieran llevar al móvil, vigilando las que llamada donde se le dijo que Francisco era se estaban haciendo y las que estaban por sólo un aviso para que no investigara sobre realizarse en las distintas dependencias de unas licitaciones que favorecerían a un alto gobierno sin que nadie se percatara de ello. funcionario municipal y a unos regidores. Para ese propósito se designó a Carlos, Se le dijo que la próxima víctima o víctimas quien de seguro ayudaría a descubrir serían seres queridos, más cercanos a él, que pronto el... no se tentarían el corazón para ejecutarlas si éste no guardaba absoluto silencio. petersonheberto@live.com
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EL LECTOR TIENE QUIEN LE ESCRIBA PASIÓN ANIMAL Y LITERARIA Por Alberto Manguel
una anguila, encontró todos sus rincones secretos. Y, como la de ningún ser humano que hubiera conocido, perseveró en darle placer. Al venirse sollozó, y el oso le enjugó las lágrimas”.
Fotos: Cortesía
ACERCA DE UN VERSO del poeta americano Robert Frost, “La tierra fue nuestra antes de que nosotros fuésemos de ella”, Margaret Atwood comentó que estas palabras nunca hubiesen podido ser imaginadas por un canadiense. El vasto territorio al norte de la frontera con Estados Unidos, con “demasiada geografía y poca historia”, nunca fue poseído por nadie, y las poblaciones indígenas se dicen sus guardianes, no sus dueños. Los primeros inmigrantes europeos comprendieron rápidamente que su tarea en el Gran Norte no era la de conquistar sino la de sobrevivir. La sobrevivencia, como apuntó Atwood en uno de sus primeros libros, es el rasgo que por sobre todos define la identidad de Canadá. Marian Engel empezó a escribir de muy joven. Hija de maestros instalados en un pueblecito del norte de Ontario, creció (como Atwood) aprendiendo a adaptarse a los rigores del clima y de la naturaleza. Publicó su primera novela a los 35 años, y aunque fue bien recibida por la crítica, la obra a la que debe su fama en Canadá es Oso, publicada en Canadá en 1976, cuando causó un escándalo en la atmósfera puritana de aquellos tiempos. Sin lugar a dudas, Oso es una obra maestra de la literatura canadiense, y también de la literatura erótica universal. Engel contó que empezó a escribir Oso con el propósito de componer una novela pornográfica que le permitiese ganar un poco de dinero para educar a sus hijos después de su divorcio. Al cabo de algunas páginas, sintió que la obra se escapaba a tal propósito mercantil y cobraba una vida autónoma e insospechada. Lo cierto es que Oso logra lo casi imposible: ser una novela a la vez sólidamente literaria y profundamente erótica. Oso narra un retour à la nature como proponía Rousseau: dejar atrás las penas y labores urbanas para regresar a un estado edénico y primitivo. Sin embargo, la protagonista del relato de Engel, bibliotecaria en la ciudad de Toronto, no va en busca del paraíso perdido, sino que parte hacia los bosques de Ontario con el propósito de investigar, en una islita alejada, los do-
“Engel contó que empezó a escribir Oso con el propósito de componer una novela pornográfica que le permitiese ganar un poco de dinero para educar a sus hijos después de su divorcio” cumentos y volúmenes que una anciana dama legó a la biblioteca. Allí descubre que la familia de la dama ha conservado, además de los libros y papeles, un oso dócil y viejo, encadenado a su caseta
como un perro, y al que la bibliotecaria debe alimentar todos los días. Día a día, la relación entre la mujer y el animal se hace cada vez más íntima, y al cabo de unas pocas semanas, desemboca con toda naturalidad en un acto erótico. Es así como Engel nos describe el inicio del encuentro en la reciente traducción de Magdalena Palmer: “El oso lamía. Buscaba. Lou podría haber sido una pulga a la que él estaba persiguiendo. Le lamió los pezones hasta que se le pusieron duros y le relamió el ombligo. Ella lo guio con suaves jadeos hacia abajo. Movió las caderas: se lo puso fácil. –Oso, oso –susurró, acariciándole las orejas. La lengua, no solo musculosa sino también capaz de alargarse como
Pocos géneros son más arduos que el de la literatura erótica que debe abrirse un mal definido camino entre lo fríamente clínico y lo meramente soez. La obra de Sade, por ejemplo, sin su contexto filosófico, es una tediosa lista de arduas combinaciones gimnásticas; las sucesiva Sombras de Grey no son más que una glosa de Sade mal leído por Corín Tellado. Una biblioteca de obras eróticas que sean también literatura no sería volu-
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DOMINGO 6 de diciembre de 2015
SOBRE EL LIBRO CLARIDAD & CORTESÍA
La creación de una belleza nueva*
NUMERALIA
Por Herandy Rojas
¿Q
para conectarse con la naturaleza: 1. Historia de una gaviota
y del gato que le enseñó a volar, de Luis Sepúlveda. 2.Conducta de un gato, de José Miguel Varas. 3. La venas abiertas de
América Latina, de Eduardo Galeano. 4. Hojas de hierba, de Walt Whitman. 5. Señales de ruta, de Juan Luis Martínez. 6. La Tierra herida. ¿Qué
mundo heredarán nuestros hijos?, de Miguel Delibes y Miguel Delibes de Castro. 7.Tierra nuestra, vida
nuestra. Diario de un naturalista distraído, de Foto: Jesus López Gorosave.
Sobre Claridad & Cortesía En La Jornada Baja California, escribió el periodista Javier Cruz, citando al también escritor, columnista, educador y activista cultural, Sergio Gómez Montero: «Quizá, lo que más atrae de este libro es su sentido de actualidad, si se toma en cuenta que lo escribe un profesor que habla continuamente de educación con gran lucidez, resultado ello de una lectura continuada y profunda de autores de toda naturaleza. Así, por ejemplo, uno sabe bien con quién trata cuando lee en palabras del autor lo siguiente: “Aprendiz de hombre, todo sé, nada entiendo”. O más específicamente aún también cuando se lee: “La magia de la educación, ¿en manos de quién está? ¿En qué laberinto se encuentra, si es que se encuentra? ¿Desapareció, en el joven escenario político, con el viejo truco de la modernidad?”». Posteriormente, Javier Cruz cierra citando de nuevo el prólogo de Gómez Montero: «Y uno qué más quisiera,
Literatura y poesía
“Nos encontramos con una obra claramente pensada, construida a través de los rayos dorados del tiempo y su memoria”
uién es Rael Salvador? Maestro de muchas generaciones de niños que, indirecta y directamente, han poetizado todas las obras de su vida. Culpable de cierta bella bondad, partamos por el género que, como a mí y a otros colegas, lo introdujo en la literatura: me refiero a la poesía. Esa experiencia explosiva, disidente, contestataria que, siendo un joven consciente e informado, tomó entre sus manos para desarrollar la responsabilidad intelectual de revelar su experiencia a través de los versos. Composiciones líricas y líticas que exponen, literalmente, las incongruencias culturales, religiosas, sexuales de su generación, así como de aquellas vivencias que construyeron tanto su personalidad como el modo de actuar dentro de su oficio, el cual es variado y extenso, pues ha pasado por una gran vertiente de disciplinas distintas entre sí; Rael Salvador pasó de ser poeta, actor, dramaturgo, cineasta, filósofo –un gran conocedor de la historia universal–, a ser, también, un maestro apasionado por la pedagogía y todas las corrientes que cobijan las bases de su conocimiento: psicólogo entusiasta, escritor permanente y un periodista puro, que pone su trabajo, antes que nada, en manos de la ética rigurosa.
Rael Salvador, en compañía de Herandy Rojas y Enhoc Santoyo, presentadores.
que todos los profesores del país fueran como Rael Salvador, que tuvieran la capacidad que él tiene para abordar temas tan diversos y apasionantes como los contenidos en las hojas de Claridad & Cortesía. La creación de una belleza nueva que lo pueden a uno llevar por los caminos de Platón y Aristóteles, de Séneca o del escolasticismo medieval, pero que, una y otra vez, lo enfrentan con su realidad cotidiana, porque aquí, en este libro, sobrevive la visión de los niños: “Sueñan, me lo dicen hablando o callando, muertos de miedo o vivos de alegría, que aquí la cosa puede ir mejor, sobre todo si sus sueños no se hacen añicos”». La concreción del libro He trabajado en diversos proyectos editoriales con Rael Salvador, como
coeditora, como encargada del diseño editorial y, esta vez, al revés de como fue siempre (él, mi editor) yo soy su editora. Es una gran responsabilidad y un privilegio, pues el arte de hacer libros, como dijo en su momento Ulises Carrión, es un trabajo histórico y sociocultural muy importante. Trabajar con textos de un escritor experimentado, además de ser, también, editor de una larga trayectoria, no puede resultar más que en una experiencia completamente nutritiva, en la que la construcción intelectual, aunado al desarrollo literario, imaginativo –del escritor sumado al editor–, es capaz de ir de la mano con la creatividad. Como resultado, nos encontramos con una obra claramente pensada, construida a través de los rayos dorados del
tiempo y su memoria, donde disciplinas tan distintas, como el diseño, el dato duro y la poesía, convergen para ofrecer al lector una herramienta de información pedagógicamente práctica, así como el gusto de tener entre las manos un ejemplar que reúne las columnas que, durante años, día a día, se fueron publicando en el diario El Vigía. Todo ello, muestra de una sensibilidad certera y de un compromiso fiel por parte de un profesor hacia la docencia, la literatura y sus alumnos. Así que, por todo lo anterior, el libro no puede ir mejor. ¡Enhorabuena! herandyrojas@hotmail.com *Texto leído en la presentación de libro Claridad & Cortesía. La creación de una belleza nueva, de Rael Salvador (Ceart Ensenada, octubre 7 de 2015).
Luis Miguel Domínguez. 8. El largo verano. De la era
glacial a nuestros días, de Brian Fagan. 9. Primavera silenciosa, Rachel Carson. 10. Dune, de Frank Herbert.