OCTUBRE 2023 | NÚMERO 23 Por Iliana Hernández Partida
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Fernando Botero 1932-2023
Pintura: Mona Lisa a los
años , óleo de Fernando Botero, 1959.
Obelisco de la memoria
En el audible lenguaje de lo inexistente, seres apreciados que fueron reconocidos por su aporte a nuestro tiempo descansan ya sobre el obelisco que constituye la memoria de los vivos.
Tanto la partida del artista plástico Fernando Botero, como la desaparición física del escritor y cronista Heberto J. Peterson Legrand —colaborador de Palabra—, llenan de ausencia y, de alguna forma, fracturan la relación ética y creativa que teníamos a partir de sus obras y sus escritos.
Sin lugar a duda, vivimos de las narraciones óptimas —mitos, accesorios metafísicos, textos religiosos e historias que nos relacionan—, de la luz que materializa los sueños y, sobre todo, de la resistencia que oponemos —en este breve transitar por el espectáculo del mundo— a dar paso a la trascendencia absoluta, algorítmica, finita, que es la muerte.
Efímera es la contingencia, como un soplo de brisa entre las páginas… El cuerpo, esa piel que lleva el alma, así lo siente. Aún desconoce que lo extraordinario nos permanece, que su virtud es el rehilete de mudar para calzarse siempre una belleza nueva.
Si vivimos en constante transformación, animados por los horizontes del pensamiento y la llamada imperante de la acción, ¿por qué nos enamoramos del tiempo —donde la Muerte anida— cuando poseemos la eternidad?
Innegable verdad: envejecer es sobrevivir más débiles a la muerte. Protestar ante ese dolor es negarse a ser reducidos al silencio, a la fría indiferencia de su humillación, a una parálisis indeterminada que termine por ser definitiva. La deshonrosa victoria de la Muerte se da siempre en una pelea desigual. Decir que se ha sobrevivido es una invención del tiempo; insistir, desde la inexistencia, una gloria de la memoria. Descansen en paz.
R.S.
Botero y un Cristo que lo llena todo / Iliana Hernández Partida págs. 3 y 4
Vida y obra de Botero / Cronología pág. 5
Manizales y Marsella: ahí están los detalles / Eduardo Cruz Vázquez págs. 6 y 7
Manuel Felguérez: tiempo en fuga, signos en tránsito /
Gabriel Trujillo Muñoz págs. 8 a 11
Capitalismo de plataformas digitales / Fernando Mancillas Treviño págs. 12 y 13
La Tierra en guerra: Grandes crímenes de nuestra pequeña humanidad /
Rael Salvador págs. 14 a 16
La palabra periodismo / Martín Caparrós pág. 17
Fulgor del regreso, de Rubén Rivera / Manuel Apodaca págs. 18 y 19
Arboranza / Stasia de la Garza págs. 20 y 21
La institucionalización de la fe / Eric Rodríguez Ochoa págs. 22 y 23
El “lector” / Heberto J. Peterson Legrand (†) pág. 23
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2 Octubre 2023 / Número 23
Botero y un Cristo que lo llena todo
POR ILIANA HERNÁNDEZ PARTIDA*
El 30 de diciembre de 2012 corrí a refugiarme de un frío paralizante, que nunca en mi vida había sentido, traía las mejillas enrojecidas por el viento helado mientras los habitantes de la “Gran Manzana” reían y deambulaban despreocupados en busca de regalos atrasados o pan recién horneado para la cena de Año Nuevo.
El ambiente y la gente neoyorquina me pareció fría también, Central Park lucía apagado con árboles desnudos y ardillas indiferentes. Cuando ya no soporté el dolor de huesos entré al primer edificio que encontré con una puerta abierta; dos esculturas enormes —en exhibición permanente— me dieron la más cálida bienvenida que hasta ese momento había sentido: el Adán y Eva de Fernando Botero.
Sus cuerpos vaciados en bronce, de casi cuatro metros de altura, sus figuras voluminosas de piernas anchas y firmes me invitaron, como a todos los que transitaban a su alrededor en el Time Warner Center, a tocarlas. Surgía extraña calidez en esos personajes del artista colombiano, asombro por la corpulencia de los cuerpos. Esa misma fascinación pude experimentar en la exhibición de Viacrucis, la pasión de Cristo, que se inauguró un 27 de marzo de 2017 en el Centro Cultural Tijuana (Cecut).
La exhibición, formada por 27 óleos y 34 dibujos que fueron donados en 2012 por Botero al Museo de Antioquia, en un gesto por demás generoso, es la celebración de sus 80 años. Qué mejor regalo el darse el gusto de ceder obra a su país natal.
Cristo hoy en día
Botero ha entregado en la muestra Viacrucis una interpretación contemporánea de la infamia, parece afirmarlo con el volumen y tamaño de las figuras que dominan las pinturas, en fondos alejados hay casas o paisajes de los recuerdos
infantiles del artista en contradicción con el suplicio de Jesús.
Un óleo no exento de ironía es Crucifixión (2011), donde un Cristo de piel cetrina no llama la atención de los paseantes en el Central Park, ni quita majestuosidad a los edificios que circundan Manhattan, su permanente martirio es intemporal, ajeno a la vida ajetreada de las ciudades.
La traición es un tema fundamental en Viacrucis; a partir de que Jesús es entregado por Judas comienza su tortura y se desarrollan los sucesos registrados en la Biblia que desencadenan en su muerte injusta.
Botero plasma el dolor de una madre enorme, de ojos que parecen llorar sangre, en su expresión hay un mirar hacia adentro, la boca ancha sugiere un lamento ruidoso, a la altura de la tra-
gedia que la embarga a ella y al mundo entero.
La tortura no es coincidencia
Es posible establecer una relación entre Viacrucis y la serie Abu Ghraib (pintada entre 2004 y 2005) sobre la intervención de Estados Unidos en Irak; la prensa norteamericana publicó un reportaje sobre las vejaciones a los reclusos iraquíes por parte de los soldados norteamericanos en la cárcel de Abu Ghraib, cerca de Bagdad (2003), un indignado Botero plasmó cada tortura sin suavizar ningún detalle, razón por la que muchos museos se negaron a presentarlas.
La cabeza de Cristo (2010) es el equivalente de Abu Ghraib 66 (2005), las dos obras muestran a un hombre barbado con la boca abierta en rictus de dolor, sudan sangre representando con ello la máxima atrocidad que se puede ejercer contra un ser humano.
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Fernando Botero y su esposa Sophia Vari.
Fotos: Archivo Palabra
Los óleos de Abu Ghraib son crudos y violentos, no hay espacio para apartar la vista de la tortura, no se puede cambiar el canal, cerrar la computadora o el celular, en este sentido Viacrucis es también un llamado a no apartar la mirada de los atropellos cotidianos, pareciera que Botero tiene la mala costumbre de llamarnos a gritos con personajes rollizos, contrastando con el muy citado humor en estas pinturas, al revisar su obra, hay escenas que nada tienen de cómicas.
En Viacrucis el dolor de las mujeres es real, sus rostros sugieren un llanto a gritos, todo es profético: un abrazo descomunal, la caída de estrepitosa de Cristo capaz de hacer temblar la tierra, su flagelación en medio de un conjunto de casas en donde los vecinos nada hacen por ayudarlo, su cuerpo verdoso que reposa sobre una losa acompañado de mujeres y ángeles venciendo la gravedad: todo es el vaticinio cumplido.
Relojes para recordar
El beso de Judas es una pieza en la que el propio Botero aparece retratado en una esquina del óleo con el índice derecho a medio levantar, al lado de los que quieren advertir al mesías sobre el traidor, Jesús alza la mano a su vez acallando las advertencias; asume lo que está escrito y debe consumarse.
La piel de judas es azulada. El traidor está muerto en vida desde que mercantiliza la vida de Jesús.
Su reloj de pulsera delata a todos los traidores que le han sobrevivido, los del siglo pasado, los que toman café en nuestra compañía y saben deslizarse por la oportunidad que da la confianza.
Hay varios relojes de pulsera en otros óleos de Viacrucis, un constante recordatorio de la infamia intemporal, promesas sin cumplir, postergaciones humanas. No hemos superado el continuo suplicio del más débil.
La madre de Jesús
hijos en secuestros o desapariciones forzadas, en la ciudad, el campo o en la frontera; a la hora de partir buscando cruzar un muro que sólo les puede garantizar la muerte. Sobrevivir es ganancia.
“La exhibición [en el Cecut], formada por 27 óleos y 34 dibujos que fueron donados en 2012 por Botero al Museo de Antioquia, en un gesto por demás generoso, es la celebración de sus 80 años”
Botero presenta a una mujer envejecida y rolliza que acompaña a Cristo en su última caminata, es quien ayuda a bajarlo de la cruz y después, acompañada de ángeles, toca el cuerpo del redentor sin vida en un escenario que puede ser cualquier cementerio de Colombia o México.
Es la madre, después de Cristo, quien cuenta con su expresión el dolor de todas las que pierden a sus
La casa de Botero en Viacrucis
La reflexión pictórica de Botero va más allá de la narrativa popular de escenas bíblicas clave, él ha querido traernos su casa; porque como anota Gaston Bachelard en La poética del espacio (1957):
“Cuando vuelven, en la nueva casa, los recuerdos de las antiguas moradas, vamos al país de la infancia inmóvil, inmóvil como lo inmemorial. Nos reconfortamos viviendo recuerdos de protección. Algo cerrado debe guardar a los recuerdos dejándoles sus valores de imágenes. Los recuerdos del mundo exterior no tendrán nunca la misma tonalidad que los recuerdos de la casa. Evocando los recuerdos de la casa, sumamos valores de sueño, no somos nunca verdaderos historiadores, somos siempre un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía perdida”.
Habitamos en Viacrucis, el hogar de Botero, con la suave y redonda carne que nos ha regalado en su obra, testigos de la reflexión de un hombre que no ha pintado gordos sino una realidad exaltada en la que todos tenemos algo de grandiosidad y pequeñez al mismo tiempo. Celebremos a una apabullante divinidad, una que sabe bailar, beber y comer en abundancia, una que lo llena todo. Brindemos por un Cristo gordo, por su magnificencia y palabra enorme. Aparto la vista de uno pálido, cadavérico, minimalista, humilde o parco. Queda poco espacio en estas cuatro paredes que se llaman vida, así con Botero, la garganta se llena de infamia, las manos de todo lo que ansiamos ser y nos queda extendernos, romper la báscula como quien fácilmente rompe el silencio para reclamar un lugar en la multitud que todo lo ignora, olvida y clausura. Crecer en todas las direcciones es su legado. premoniciones@hotmail.com
*Es docente y traductora. Escribe artículos, ensayos, cuentos y poesía
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Una imagen de Viacrucis, la pasión de Cristo, que se expuso en marzo de 2017 en el Cecut.
Vida y obra de Botero
El pintor, escultor y dibujante Fernando Botero Angulo (19 de abril de 1932, Medellín, Colombia-15 de septiembre de 2023, Montecarlo, Mónaco), considerado uno de los artistas latinoamericanos más importantes del siglo XX, murió el pasado viernes 15 de septiembre de 2023 a causa de una neumonía a la edad de 91 años. Aquí una breve cronología de su vida y obra.
19 abril de 1932
Fernando Botero Angulo nace en Medellín, Colombia.
1948
Publica dibujos en el suplemento dominical del diario El Colombiano.
1950
Se gradúa de estudios secundarios en el liceo de la Universidad de Antioquia.
1951
Instala en Bogotá su primera exposición individual de dibujos.
1952
Viaja a Barcelona y después a Madrid, donde se inscribe en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
1953
Viaja a París y luego a Italia, donde es admitido en la academia San Marco de Florencia.
1955
Regresa a Bogotá. Se casa con Gloria Zea.
1956
Se instala en México; nace su primer hijo, Fernando.
1957
Revela su estilo con el cuadro Naturaleza muerta con mandolina; primera exposición individual en Estados Unidos.
1958
Primer premio del Salón Nacional de Artistas de Colombia por La alcoba nupcial; nace su hija Lina; es nombrado profesor de pintura en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá.
1960
Nace su hijo Juan Carlos; parte a vivir a Nueva York. Se separa de su primera esposa.
1961
Dorothy Miller, directora del Museo de Arte Moderno de Nueva York, adquiere Mona Lisa, a los 12 años, una parodia de Botero sobre La Gioconda o Mona Lisa de Leonardo da Vinci.
1964
Se casa por segunda vez, con Cecilia Zambrano, de quien se divorciará en 1975.
1969
Primera exposición en París, en la galería Claude Bernard.
1970
Nace en Nueva York su hijo Pedro.
1973
Se instala en París, donde hace sus primeras esculturas.
1974
Su hijo Pedro muere en un accidente automovilístico en España, del que el artista sale gravemente herido. En adelante, realizará muchas obras en memoria de su hijo.
1976
Se dedica principalmente a la escultura, hace 25 obras en dos años. Se casa con Sophia Vari, también pintora y escultora.
1977
Primera exposición de sus esculturas en el Gran Palacio de París.
1983
Instala un taller en Pietrasanta, Toscana (Italia), conocido por sus fundiciones.
1992
Primera exposición a cielo abierto en los Campos Elíseos de París. Después vendrán las del Gran Canal de Venecia, las pirámides de Egipto y Park Avenue en Nueva York.
2006
Exhibición de 87 dibujos y pinturas sobre las torturas cometidas por militares estadounidenses contra prisioneros de la cárcel de Abu Ghraib, en Irak.
2012
El presidente colombiano Juan Manuel Santos declara bienes de interéscultural las obras donadas por el artista a museos de Bogotá y Medellín.
2015 Exposición en China.
2020
Parte de su colección de 23 estatuas de bronce en Medellín fue vandalizada con “sustancias químicas” y colorantes en polvo.
Marzo de 2022
Batió su propio récord cuando su escultura Hombre a Caballo alcanzó los 4.3 millones de dólares en una subasta de la casa Christie´s.
Abril de 2022
Es homenajeado al cumplir 90 años con una exposición en su natal Medellín, a la que donó algunas de sus creaciones como símbolo de recuperación para los habitantes de la segunda ciudad colombiana azotada en una época por el terrorismo y el narcotráfico.
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de mayo de 2023
Muere su esposa Sophia Vari.
Viernes 15 de septiembre de 2023
A los 91 años muere en su casa en Montecarlo, principado de Mónaco, tras empeorar su salud a causa de una neumonía.
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Plaza Botero, Medellín, Colombia, lugar de nacimiento de Fernando Botero. (Imagen registrada el 16 de septiembre de 2023).
Foto: Adrián Valenzuela
Manizales y Marsella: ahí están los detalles
EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ*
Es mediodía del viernes 8 de septiembre en Manizales. Llevo poco más de seis días detenido solamente en detalles. Poco a poco me vengo olvidando de ver las amplitudes. Son los últimos minutos del Encuentro Internacional Cultura, Territorio y Gestión. Vine hasta acá por mi entrañable amigo Winston Licona Calpe, incansable gestor cultural que es economista, docente e investigador de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
Estamos en un salón de la Facultad de Arquitectura asentada en la histórica estación de El cable. A la vista una torre, los cables, cierta maquinaria y los vestigios de un medio de transporte de insumos y personas que, entre 1922 y 1967 fue y vino a lo largo de 72 kilómetros entre Manizales (Caldas) y Mariquita (Tolima). Una obra que venció los desafíos de una porción de la topografía colombiana y que sirvió de inspiración al célebre Metrocable.
Estoy sentado detrás de Pastora Mira García. Escucho a la gran líder social de Antioquia, una mujer que en su propia historia como víctima del conflicto armado ve por miles de desaparecidos y sus familias. Habla del kit de resiliencia. Abre una pequeña bolsa de yute adornada con flores pintadas a mano.
Al leer una suerte de pergamino, saca primero “Un corazón: me representa y recuerda de qué estoy hecho y que el amor prevalece ante la adversidad”. Luego viene “Una vela: una luz que nos guía y acerca a quienes aún viven en la oscuridad”.
Continúa con “Un mineral (oro): nos recuerda cada mañana que el planeta es nuestro y que debemos cuidarlo y conservarlo”. De la bolsa sale después “Una semilla para la vida: me regala la fortaleza para seguir de nuevo”, y termina con “Un hilo rojo: la unión de todos nos hace resilientes y luchadores inalcanzables”.
La pequeña hoja se rubrica con el acrónimo
CARE. Se trata del Centro de Acercamiento, Reconciliación y Reparación.
Cuando Pastora se levanta le pido que me obsequie el kit. De su bolso sale además una bolsita de plástico. Contiene un par de pequeñas hojas. Una de ellas, doblada, tiene dibujada una flor morada: representa el “Pensamiento morado”. Leo en su interior: “Solo dejan de existir cuando los hemos olvidado… No a la desaparición forzada”.
El pensamiento es acompañado de una veladorcita morada, de un frasquito con esencia floral y la flor morada hecha de tela, con dos listones. En uno de ellos la fecha 30 de agosto, en la que se conmemora el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.
En el otro, también escrito a mano, dice desapa-
rición forzada. En la otra cara del listón que es para prenderse al pecho “No me olvides/Merezco una tumba”.
Entonces le pido a Pastora un abrazo. Es impresionante el calado de su calidez. Casi lloro.
Otras tantas emociones sentí en el taller de Adrián Alonso Arcila. Su ADN es Artesano, Docente y Narrador. Inventó las “Palabras que alivian”, la “Letraspirina” y las granadas que son sacapuntas, entre muchos artefactos que emplea para revertir el significado letal que ostentan.
Nos aplicó, en esos minutos del viernes 8, la dinámica “Des-armar el lenguaje”, algo que nunca había experimentado. Tuve que dibujar mi esqueleto, hacerle rayos X a partir de nueve preguntas, desple-
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ESTAR NEPANTLA
A la vista. Confesionario de la Basílica Menor Nuestra Señora de las Mercedes, en Chinchiná.
Fotos: Eduardo Cruz Vázquez
gar “Palabroflexia”, pulsar el “ABCDiario”. Escribir en pasado, como víctima de la violencia en busca de reparación.
Son los terrenos de la memoria y la sanación. Se trataba de construir una narración colectiva a partir de lo que cada uno había respondido en las preguntas, colmadas por la elección de un tipo de violencia. En cada página un caso individual; circular tres o cuatro veces las hojas hasta completar un párrafo.
Así quedó el mío: “Mi nombre es Eduardo Cruz Vázquez, mi fortaleza fue el orden, me encantaba comer lasaña y el olor de la lluvia, soñaba con ir a jugar hockey a Europa y viajar a Italia, pero fui víctima de violencia sexual”.
La respuesta fue “Mi nombre es Melisa y quiero invitarte a comer pollo guisado, regalarte un abrazo y decirte que te valoro y respeto”.
Esto y más dio el Encuentro Internacional Cultura, Territorio y Gestión, con el liderazgo de Licona. Un ramillete de los empeños de gestores culturales colombianos, de sus organizaciones civiles, de empresas como la chocolatera Casa Luker, como de algunos gobiernos y comunidades locales.
“Escucho a la gran líder social de Antioquia, una mujer que en su propia historia como víctima del conflicto armado ve por miles de desaparecidos y sus familias…”
Ahí están los detalles del territorio donde lo cultural trenza las expectativas del porvenir.
Andares sin telescopio Dije que hace tiempo que no alcanzo a ver las dimensiones reales de lo que me circunda. No importan las razones. Estoy dominado por una suerte de resistencia a lo enteramente abrazador. Como no veo panorámicas, al recorrer las estrechas avenidas de Manizales advierto un refilón de la plaza de toros. Les digo a mis colegas Diana Gómez y Mario Mejía (que vino de Honduras) que, el domingo 7 de febrero de 1954, Cantinflas estuvo ahí: toreó dos vaquillas.
Vamos rumbo a Chinchiná, nos adentramos en el paisaje cafetero. Intento contar uno por uno los cafetales de la orilla. La carretera es estrecha, orgullosa de su serpenteo. También hay despliegue de guaduas, con la fortaleza de sus culmos que se convierten en cimientos y paredes de muchas casitas que adornan la ruta.
En la plaza de Chinchiná pesco un pedacito de la escultura de una iguana que parece bajar de un frondoso árbol, acaricio el contorno de la que fue, en 2019, la taza de café más grande del mundo y en la Basílica Menor de Nuestra Señora de las Mercedes no encuentro un sacerdote que me confiese.
Nos fuimos para Marsella. En el restaurante Pipaton, doña Piedad se lució con unas canastas de patacón rellenas de pollo y con los frijoles paisas. También presumió la arquitectura patrimonial de la casa de la cultura. La que me capturó fue una chiquilla, de quizá 8 años, tocando el acordeón, cuyos deditos hicieron que mirara mis manos llenas de arrugas.
El remate de la jornada fue en Chipre. El malecón mirador desde donde Manizales y sus horizontes son aptos para quienes gustan de la inmensidad. Ajeno a esos menesteres, desgrané lo realizado por los artistas Luis Alberto Reyes con su escultura Perro y hombre en el mirador de Chipre y Luis Guillermo Vallejo con su conjunto monumental de esculturas a Los colonizadores
En este rondar mi vida en corto, de una bella manizaleña toqué la uña de su dedo medio izquierdo. Tomar su mano era una faena en grande, lejana ya.
angol97@yahoo.com.mx
*Periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural
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Caja de “Letraspirinas”, invención de Adrián Alonso Arcila.
Lamento en un muro del mercado de Marsella.
Detalle de la escultura Los colonizadores, de Luis Guillermo Vallejo.
Escultura Perro y hombre en el mirador de Chipre de Luis Alberto Reyes.
Detalle de la escultura En memoria de la iguana en la plaza de Chinchiná, obra también de Luis Alberto Reyes.
Manuel Felguérez: tiempos en fuga, signos en tránsito
En el tiempo destrozado, a veces, se libera un sabor de eternidad.
Yves Bonnefoy
Entre las fotografías tomadas a Manuel Felguérez, el pintor zacatecano nacido en 1928 y muerto en 2020, podemos apreciar que en muchas de ellas este artista aparece con una pipa en la boca. En cierto sentido Felguérez se nos presenta como un personaje de un cuadro de Ernst o Magritte: un mago que sabe desaparecer dejando sólo el humo de su pipa como rastro a seguir, como imaginación desatada constituida por signos universales, por espacios en contante renovación. Hombre sencillo, que contaba con esa forma de vivir del norteño que conoce la vida por sus ausencias, por sus espejismos; que ha crecido en un mundo minero, de piedras y metales en su óxido veraz, en su esplendor oculto donde el agua cambia los colores de la tierra, donde la luz es siempre un descubrimiento, un presagio.
El arte es tanto una síntesis de la realidad como una reelaboración de la misma. En sus viajes a Europa, desde que era un adolescente, Manuel Felguérez siempre fue un alumno aplicado. En su paso, como visitante, por el taller de Brancusi, nuestro aprendiz de pintor aprendió que el arte es la suma final entre lo que sobra y lo que permanece porque es indispensable. Un punto de equilibrio entre lo que sabes y lo que ignoras. Un momento de iluminación que es, también, un proceso de hacer y deshacer, de dibujar y borrar, de luchar con uno mismo hasta que algo inesperado salta a la vista, hasta que algo asombroso nace y respira.
La pintura como viaje, como signo de interrogación, como vida que se soluciona en un instante, en un parpadeo, para luego trabajarse incansablemente. Si la obra no palpita, si no expone su carácter, no podría llegar a ser arte. Felguérez, en sus cuadros, no lo olvida y por eso su pintura
contiene una organicidad que va más allá de lo figurativo. Criatura informe que aguarda en las sombras para ser atrapada, para darse a conocer en el palimpsesto de la materia misma.
Para ser artista hay que estudiar a los maestros en los detalles de sus obras, en sus bosquejos y bocetos. Felguérez, deambulando por las bodegas de los grandes museos de París, lo descubre al revisar las pinturas de los grandes pintores europeos que le anteceden: Rubens, Leonardo, Goya. No se copia el pasado, sino que se le recrea desde la perspectiva del mundo moderno. Lección de miradas que coinciden, de espíritus afines en un trazo, en un tono, en una pincelada.
Desde un principio, Manuel Felguérez apuesta por el arte moderno, el de las vanguardias del siglo XX en adelante. En especial el cubismo lo reta, lo desafía. Su primera pintura traza una geometría que se transfigura en abstracciones luminosas, en construcciones autónomas. El arte también es ciencia del espacio, es innovación desde la forma en que las apariencias se relacionan, se mezclan, se influyen. Apreciación visual que pone de pie una realidad que no requiere los contornos de lo real para persuadirnos de su existencia.
Si en Europa, en sus travesías por el viejo mundo, Manuel Felguérez se mete de lleno en el gran arte del pasado, ya en los Estados Unidos, en la costa este, entre Boston y Harvard, entra al arte contemporáneo como una estética de progreso, como un arte que no rehuye ser maquinaria sensible, tecnología filtrada por el temperamento. Pintura de un mexicano que no le teme al futuro en sus ilusiones, en sus alucinaciones, en sus utopías.
De la ciencia en sus razonamientos e inquietudes, Manuel Felguérez pasa a la ciencia ficción como lector asiduo e incluso como autor de relatos. De ahí que su pintura también pueda ser vista como una revelación de la mirada, como una quimera de la imaginación. Tiempo del porvenir con su viento de imágenes portentosas, con sus horizontes multidimensionales. El pintor señala lo que vendrá, como en su famoso Mural de hierro (cine Diana, 1962), en que toda una pedacería de metales desfigurados funciona como una alegoría de ciencia ficción, como los residuos del optimismo del sistema mexicano de aquellos tiempos, donde el futuro siempre era visto como una era de titánicas construcciones, mientras que Felguérez sólo veía la destrucción
POR GABRIEL TRUJILLO MUÑOZ*
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De la hacienda de San Agustín del Vergel, en Zacatecas, a la Ciudad de México. De la capital del país al mundo. Tal es la trayectoria vital de Manuel Felguérez, un pintor que pertenece a una generación de artistas nacionales con vocación cosmopolita, que aborrecen todo didactismo en las artes, toda sujeción a normas fijas, a relatos cívicos. Su interés es, como lo planteara Octavio Paz, ser contemporáneo de sus contemporáneos. Estos pintores, entre los que se puede mencionar a José Luis Cuevas, Francisco Corzas, Fernando García Ponce, Vicente Rojo, Vlady, Pedro Coronel, Lilia Carrillo, Arnaldo Cohen y Roger von Guten, son un grupo de jóvenes artistas que se enfrentan a la escuela mexicana de pintura, al nacionalismo de escuela para niños. Ya en una entrevista que le hiciera Masha Zepeda (Tierra adentro, febrero-marzo de 2002), Felguérez asegura que “nosotros estábamos pintando lo que queríamos. A mí me gustaba más lo que hacían Klee o Picasso que lo que hacían Rivera o Siqueiros”.
Manuel Felguérez, como muchos otros pintores que comienzan a darse a conocer a mediados del siglo XX, tiene que romper lanzas contra la corriente dominante de la pintura mexicana. Todos ellos se saben mexicanos y no por eso les interesa mostrar una pintura mexicanista, llena de motivos folclóricos, que cuenta pedagógicamente una historia patria y por eso, sin pensarlo dos veces, apostaron por un arte plástico donde lo plástico predomina, por una pintura que impone mundos propios, universos personales que habitan el espacio del cuadro por sus virtudes estéticas, por la integridad de su composición matérica. Pintura donde lo abstracto le gana a lo figurativo. Arte que visita la otredad paciana para
sumergirse en otras formas de captar la realidad, de hacerla posible, de presentarla sin necesidad de contar una historia, de mostrar un personaje.
El arte de la generación de la ruptura recurre a lo simbólico, a lo conceptual. Lectura de la realidad creando cosas nuevas, compartiendo propuestas nunca antes vistas, donde lo lúdico, lo experimental, lo contestatario se exhiben como conquistas de la libertad artística. Recuérdese que Felguérez, como miembro de esta generación, aporta sus novedades a un medio cultural que quiere seguir viviendo en la nostalgia rural, en la patria impoluta y diamantina, cuando estos jóvenes creadores son hijos de las ciudades en continuo crecimiento, en sociedades que evolucionan de prisa y sin censuras. Junto con escritores como Carlos Fuentes, Elena Poniatowska y Juan García Ponce, con fotógrafos como Héctor García y Graciela Iturbide, con poetas como José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, con dramaturgos como Alejandro Jodorowsky, estamos ante una corriente poderosa que, en los años sesenta y setenta del siglo XX, irrumpe en la cultura nacional con fuerza renovadora, con carácter iconoclasta.
Una de las consecuencias de esta generación de artistas, que no ha ocurrido con otras generaciones anteriores o posteriores, es la vinculación que se presenta entre sus integrantes. Vinculación que se acrecienta con los años, las décadas, un nuevo siglo. Por eso resulta encomiable la labor de Felguérez como rescatador del patrimonio artístico de su obra tanto como de la obra de sus contemporáneos de la generación de la ruptura. En 1997, con la inauguración del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, en un edificio que fuera anteriormente seminario conciliar y penitenciaría, nuestro pintor logra albergar los tesoros de sus colegas
artistas. Reunión de amigos, este museo representa una de las cotas mayores del arte mexicano de los últimos tiempos.
La obra de Manuel Felguérez va de la construcción geométrica, con títulos como Código interno o Pulsación dinámica, a una pintura donde la abstracción se vuelve poesía, donde la materia adquiere la condición de la metáfora en su multiplicidad de sentidos y referencias, para terminar asumiendo un carácter de registro de emociones comunitarias, de reflejos de la realidad nacional en clave simbólica, como sucede en cuadros como Presunto culpable, Tan lejos de la democracia y tan cerca de la sucesión presidencial, Orden suspendido o Clausura de esperanza. Para este pintor, el arte si no revitaliza la mirada, si no trastoca la vida de sus espectadores no es arte.
A veces, al contemplar los cuadros de Manuel Felguérez, podemos vislumbrar el ojo entrenado del Boy Scout que alguna vez fue: ese ojo que sigue las huellas del mundo visible, los rastros del tiempo en su progreso inexorable. Como un mapa que orienta al espectador, su pintura es laberinto de signos a descifrar, cartografía mental de un mundo que se va formando ante nuestra mirada. Espacio en blanco que el público llena con sus propios dragones y fantasmas. En otras ocasiones, como en las obras que creó en las últimas décadas, Felguérez pintó una pared descarapelada detrás de la cual el cosmos entero surge con sus diversos estratos o el tiempo escurre en su perpetuo deterioro y renacimiento. Estamos ante las sombras de vidas apenas entrevistas, ante las penumbras de una realidad que se viene abajo una y otra vez. Como un remolino de formas precarias, que sostienen apenas al mundo real en su caída cósmica, en su fuga hacia la nada.
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El artista plástico Manuel Felguérez. de las cosas por venir, la caída de la modernidad en sus fragmentos rotos, torcidos, inescrutables.
Fotos: Archivo Palabra
Arte de lo abstracto que, sin embargo, parece darnos pautas figurativas para entenderlo en su choque matérico, en sus fricciones esplendentes. La pintura es aquí un instante que, desde su soledad, fija sus coordenadas vitales, sus secretos mejor guardados. Contemplarla es explorar sus misterios como un ejercicio introspectivo. Viaje de iniciación donde cada mancha es una experiencia extrema, donde cada hendidura es un vientre a punto de dar a luz. En la pintura de Felguérez siempre hay una oscilación entre la objetividad geométrica y el erotismo de sus líneas, entre el espacio vacío y la sensualidad de las formas. Obra, la suya, que parece la partitura de la música de las esferas, el código secreto de una civilización por descubrir. En cierta medida, su arte es el del espacio sin fin, el de la rendija como instrumento óptico, el del residuo como evocación personal, como proeza cumplida.
Manuel Felguérez apostó por la vida académica sobre la vida bohemia, se decantó por la investigación estética sobre el pintor vendedor de sus propios trabajos para subsistir. En esa postura su elección fue la del creador que no quería estar sujeto a los gustos imperantes, al mercado del arte para hacer su obra. En contraposición, lo que a este artista le interesaba era indagar en los conceptos de la creación para ir puliendo su universo, para hacerlo parte integral de su vida en comunidad. Como un enigma en descampado, la pintura de Felguérez celebra la comunión de los sentidos con el contraste como revelación. La regla de oro de su arte es la de la imaginación creadora de mundos, la de la invención de artilugios que carecen de nombre, que no pueden ser catalogados, que son un enigma que brilla, despampanante, en su hermetismo público.
Como artista abstracto, Manuel Felguérez fue un creador que se veía a sí mismo como un investigador de los hallazgos propios y ajenos. Para él pintar no era someterse a mandamientos inflexibles, a camisas de fuerza. Crear arte es ser un laboratorista que interpreta para sí las composiciones visuales que resultan de sus experimentos, las criaturas que nacen de sus manos, los seres que son hijos de su oficio y su talento. Como muchos de los artistas de su generación, en Felguérez había un cierto espíritu estajanovista, una actitud de trabajo continuo, de productividad permanente que no es obstáculo para la creación de obras distintivas, de pinturas ejemplares en su austera belleza, en su singular hermosura. Arte que va desarrollándose como un trabajo bien hecho, como una pugna por decir lo mismo de otra forma siempre. Más allá de teorías del color, escuelas y tendencias, un artista es fiel a sus impulsos, a sus visiones, a su manera de traer a su espacio las realidades profundas, las circuns-
tancias de su tiempo. Obra que estalla en su serenidad, que estremece por su calma. Pintura que transporta al público a su horizonte de signos, a su telaraña de colores y matices. Lo ocre, lo gris, lo sepia, lo amarillo dialogan en sus cuadros, mientras la negrura se cuela de vez en cuando. Comarca de recovecos e intersticios al alcance del ojo.
Cocina de las contradicciones donde la pintura lidia con lo crudo y lo cocido, con la natural y lo humano. Materia quemándose a fuego lento. Manchas que absorben su propia historia. Muros que se disuelven en sus raspaduras y resquebrajamientos. Algo en ellos se altera, cambia, se transforma en cada parpadeo. Felguérez pintó como un escritor de ciencia ficción que ha visto el mañana: el porvenir fue para él un objeto roto, viejo, haciéndose polvo. Canto al exterminio que a todos nos espera. Para un pintor como Manuel Felguérez, el arte abstracto es la cima de la creación artística porque pone al pintor al nivel de su propia creación, a la altura de sus espectadores. Pintura democrática donde todas las interpretaciones son válidas, donde el cuadro no requiere de su autor para seguir transformándose a su entera libertad.
en su caótica relatividad, en su Big Bang instantáneo y eterno. El artista es aquí un explorador que regresa con sus tesoros visuales: un escurrimiento, una fisura, una amalgama de estrellas y galaxias. Tarea mayúscula que nuestro artista asumió como un cronista de Indias para las generaciones que vendrán, para los supervivientes de nuestra era: los comejenes, las termitas. La pintura es una inquietud por ver lo invisible, por traerlo a la luz, por darle su lugar como paisaje interno, como sueño descamándose, como cuerpo en decadencia en el umbral de la vida que deja de ser vida y se vuelve desperdicio, frontera, cristal cortado, cicatriz, polvo. En la obra de Manuel Felguérez algo queda siempre en pie: algo muy antiguo y muy moderno. Tal vez una ventana al corazón de las tinieblas, quizás una luz que ilumina la superficie de lo innombrable, tal vez una muesca del tiempo en su vacío, en su decrepitud, en su aturdimiento. El arte de este pintor, dibujante y escultor no es el de un artista que atestigua el mundo y luego lo registra en su obra. Lo suyo es una exploración de los reinos de la imaginación en su compartida intemporalidad, en su crepitante abstracción.
Decía Emmanuel Carballo, el crítico mexicano ya fallecido, en su Diario íntimo 1966-1968 (2005), que los textos de narrativa “pueden dividirse en dos grandes categorías: los de acción y los de introspección, los que responden a la pregunta ¿y luego? y los que contestan a esta otra, ¿por qué?”. En el caso de las artes plásticas, la obra de Felguérez pertenece a la segunda categoría. No es un relato: es una reflexión. No es una trama: es una observación exacta de la materia en su transformación constante. Un registro de cambios imperceptibles, de elementos que sabemos están relacionados, pero ignoramos con qué propósito.
“No se copia el pasado, sino que se le recrea desde la perspectiva del mundo moderno. Lección de miradas que coinciden, de espíritus afines en un trazo, en un tono, en una pincelada”
El arte abstracto es una aventura en el tiempo y el espacio. Viaje cósmico sin puntos de referencia, sin letreros de advertencia. Travesía por el universo
Si la pintura de Felguérez no es una narrativa, si no contiene una presentación, un nudo, un desenlace, en contraposición los títulos de sus obras son claves para entenderla, son esenciales para adentrarnos en su pintura. Poeta de la materia, Felguérez es, entre los creadores de su generación, (con la excepción de José Luis Cuevas), un artista plástico excepcionalmente literario, que deja pistas deliberadas en títulos como Unidos en el silencio del mar, Mientras muere la tarde, Nostalgia del invierno, Transición de formas Todos ellos son mantos de significados para una pintura que carece de definiciones contundentes, para una obra que destella por carecer de conceptos fijos.
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La pintura de Felguérez, al contrario de muchas otras obras de la plástica nacional, no apela al mito ni siquiera para desacralizarlo, no expone una versión trascendente del universo. Su horizonte creativo siempre es la materia en su continua metamorfosis, la energía que se renueva sin dejar de ser ella misma. Muro. Pared. Dique. Superficie. Rayadura. Emplasto. Abismo. Corrimiento. Mancha. La obra de Manuel Felguérez es, a primera vista, un entrar a saco en lo insondable, un caer por el filo de la realidad hasta el fondo. Lo que hace de tal periplo una experiencia gozosa, reveladora, es la capacidad de este artista por mantener el viaje pleno de preguntas por responder, de apariencias enraizadas en su impecable fermentación compositiva.
Al final de sus días, Marcel Duchamps supo ver que, en el arte, tanto el tradicional como el moderno, la cuestión primordial es elegir. Lo que sea, pero elegir. En el caso de Manuel Felguérez, su elección fue la abstracción y por eso renovó las artes en nuestro país. Su obra, en su conjunto, pareciera una vitrina del proceso del tiempo sobre las cosas, un escaparate de la existencia en su perenne naufragio. Algo aquí está roto irremediablemente. Algo aquí vive ajeno a nuestra mirada y no por eso es menos acuciante en su presencia, es menos fascinante en sus misterios. Vestigios de la luz en su fosilizada eternidad. Arte que más que romper paradigmas, se abre al mundo para recabar sus reliquias más preciadas, su mezcolanza vital.
La obra de Felguérez no pretende mostrarnos el paraíso. Su intención es otra: exponer la brecha que se abre entre nuestros deseos de trascendencia y la realidad que todo lo disuelve en su caldo de detritus. El arte de este pintor es un arte que elige mudar de piel, que elige cruzar las fronteras del mutismo, el trastorno, el presentimiento. Pintura que nos denosta con su silencio, que nos apremia con su complicidad desde la urgencia del azar, desde la promesa de su devastadora luminosidad. Caos vital que palpita tiempo adentro.
Un espacio autónomo donde la pintura, por sí misma, es personaje y escenario, lengua y significado, mundo aparte en cuyos colores y perspectivas la vida se anima, el tiempo se aligera, orbe en cuyos colores el horizonte se desdobla, se multiplica. Esta lección de Felguérez ha influido en la obra de los pintores bajacalifornianos, especialmente de Rubén García Benavides (1938), nuestro principal paisajista moderno. La geometría del espacio que en Felguérez se hace introspectiva, en García Benavides se exterioriza, se lanza hacia los límites del mundo, se apropia de la retícula del desierto para proclamar sus conquistas visuales, su protagonismo minimalista. Diálogo entre dos maestros que viven diferentes realidades, pero comparten la mirada de que el cuadro es cosmos vivo. Cuando ambos platican no hay más que el reconocimiento de una manera de ver el universo y descifrarlo.
Yves Bonnefoy, el poeta francés, ha dicho que, todo creador anda en busca de su propio territorio interior, el cual es un sentimiento de inquietud que lo invade ante una encrucijada: “ahí, a dos pasos sobre el camino que no tomé y del que ya me alejo, sí, es ahí donde se abre un país de una esencia más alta, donde habría podido vivir y ahora ya he perdido”. Para Bonnefoy, el territorio interior es una serie
Premio a Gabriel Trujillo Muñoz
de paisajes inmóviles que son pura substancia intuida, pura iridiscente espesura. En ellos, la mirada es conciencia y memoria, es revelación y lazo cognitivo. Evidencia del mundo en su caótica intensidad. Laberinto del ser con su “fondo infinito” o su “plenitud vacante”. Y lo mismo va para la obra plástica de Manuel Felguérez: una encrucijada por franquear, un umbral repleto de caminos. Horizonte desnudo donde el vacío insiste, donde la plenitud reverbera. Vasta experiencia de la vida reconciliándose con sus propias fisuras y desgarros. Sombras encarnadas en sus conjeturas, en sus hipótesis. Pintura terrenal, polvorienta, hecha con la elocuencia de la pared que cruje, con la sabiduría del muro deshaciéndose.
Una vez le pregunté al maestro Manuel Felguérez —estábamos al final de su presentación en el Centro Estatal de las Artes (Ceart) de Mexicali— cuál era la aportación fundamental de su generación a las artes de México.
“No sé” —me respondió—. “Que la pintura vale por lo que es y no por lo que cuenta”.
Para ustedes la verdad no estaba afuera, ¿eso es? —insistí—.
“La verdad puede estar en cualquier parte. Pero el arte es cosa propia. Pintas lo que eres, lo que imaginas, lo que te interesa”.
Y me sonrió un poco a su pesar, como si su anhelo, en ese momento, no fuera responder preguntas sino volver a su taller a seguir creando, a seguir metido en la aventura diaria de sacar a la luz las sombras que somos, el revoltijo que seremos. Esa humanidad que no tiene explicaciones sino forma, color, textura. Esa mezcla fortuita de abismo y claridad, donde todos nos asomamos para indagar en su vértigo, para describir sus paradojas, para compartir la raspadura del tiempo que pasa y nos desplaza. Pintura férrea en su mineralogía, vívida en su insistente azar.
angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx
*Escritor y poeta, autor de Espantapájaros y Tijuana city, tres novelas cortas
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El equipo editorial de Palabra felicita al escritor Gabriel Trujillo Muñoz, colaborador de esta Revista Cultural, por la obtención del Premio Nacional de Novela Histórica Ignacio Solares, que organiza la Secretaría de Cultura de Chihuahua, con su novela El país de las hormigas rojas (UABC-Lectorum, 2022). En la imagen, presentación del libro, El país de las hormigas rojas, Sala de Rectores de la UABC, en el marco de la FIL 2023, realizada en marzo en Mexicali, Baja California.
Foto: Jennyfer De la Cerda
Capitalismo de plataformas digitales
POR FERNANDO MANCILLAS TREVIÑO*
Más bien, la comunicacióndigital hace que se erosione fuertemente la comunidad, el nosotros. Destruye el espacio público y agudiza el aislamiento del hombre. Lo que domina la comunicación digital no es el “amor al prójimo”, sino el narcisismo.
Byung-Chul Han, En el enjambre
En Capitalismo de plataformas el investigador y académico economista Nick Srnicek (13 de diciembre de 1982, Canadá) analiza la economía contemporánea a través de sus tecnologías emergentes, como son: el Big Data, el aprendizaje automático (machine-learning), la Internet de las cosas, la robótica avanzada, la fabricación aditiva, plataformas digitales, entre otras, pero a partir de una perspectiva distinta a la habitual centrada en las políticas tecnológicas estatales o en el conjunto de las corporaciones específicas, sin contemplar el contexto económico y los imperativos categóricos del sistema capitalista.
Con la evolución de una historia económica del capitalismo en sus vectores de tecnología digital, se observan las tensiones inherentes a la competencia intercapitalista, comprendiendo a las más relevantes empresas de tecnología como agentes económicos en el contexto de una estructura socioeconómica capitalista.
En la lógica de una perseverante acumulación de capital se requiere que las corporaciones encuentren nuevas vías en la adquisición de elevadas tasas de ganancias, así como la apertura de nuevos mercados, generación de nuevas mercancías y nuevas estrategias de explotación.
En el desarrollo de la economía digital se encuentran aquellas empresas dependientes de la tecnología de información, datos e Internet que conforman sus modelos de negocios, abarcando los sectores: manufacturero, minería, transporte, telecomunicaciones y servicios, constituyéndose como el área más dinámica del sistema económico contemporáneo.
Con una innovación contante, la economía digital se ha convertido en un modelo hegemónico. Ante el extenso declive de la rentabilidad manufacturera tradicional, el capitalismo se dirigió hacia los datos como palanca de crecimiento económico y energía vital frente al estancado sector productivo. En el presente siglo los datos se han convertido en los factores nucleares para las empresas en su relación con los empleados, clientes, proveedores y otros capitalistas, surgiendo la plataforma como nuevo paradigma de negocios, basado en la recopilación, procesamiento, almacenamiento y análisis de datos.
Se establece aquí la distinción entre datos como información de algo acontecido, de conocimiento como reflexión sobre las causas de lo acontecido. Por tanto, los datos pueden contener conocimiento, sin ser su condición necesaria. En ese sentido el autor señala que: “los datos han llegado a servir a varias funciones capitalistas clave: educan y dan ventaja competitiva a los algoritmos; habilitan la coordinación y la deslocaliza-
ción de los trabajadores; permiten la optimización y la flexibilidad de los procesos productivos; hacen posible la transformación de productos de bajo margen en servicios de alto margen; y el análisis de datos es en sí mismo generador de datos, en un círculo virtuoso”.
Así se desprende la constitución de un nuevo modelo de negocios denominado como plataforma. Las plataformas se comprenden como infraestructuras digitales que promueven la interacción entre un indeterminado número de empresas. Se ubican como agencias intermediarias que integran a distintos usuarios como: productores, publicistas, clientes, proveedores y distribuidores, con un conjunto de recursos que posibilitan que los usuarios configuren sus propios bienes y servicios, así como sus múltiples transacciones. En consecuencia: “las plataformas se volvieron una manera eficiente de monopolizar, extraer, analizar y usar cantidades cada vez mayores de datos que se estaban registrando. Ahora este modelo se ha expandido por toda la economía, y muchas empresas incorporan plataformas: poderosas compañías de tecnología (Google, Facebook y Amazon), dinámicas starup (Uber, Airbnb), empresas líderes industriales (General Electric —GE—, Siemens) y las principales empresas agrícolas (John Deere, Monsanto), por mencionar sólo unas pocas.
El autor distingue cinco distintos tipos de plataformas: 1) plataformas publicitarias, como Google y Facebook, qué a través de la extracción de información de los usuarios, la analizan y emplean sus resultados para la venta de espacio publicitario; 2) plataformas de la nube, como Amazon Web Services —AWS— y Salesforce, propietarias del software y hardware de interacciones digitales; 3) plataformas industriales, como General Electric y Siemens, productoras del software y hardware requerido para la transformación de la manufactura tradicional en procesos integrados por Internet, con bajos costos de producción y reconversión de productos tradicionales en servicios; 4) plataformas de productos, como Spotify y Rolls Royce, que producen ganancias a través del empleo de diversas plataformas que convierten bienes tradicionales en servicios, cobrando una renta o costo de suscripción; 5) platafor-
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mas austeras, como Uber o Airbnb, con la tendencia hacia la reducción de sus activos y el incremento de sus tasas de ganancia, por medio de la reducción de sus costos.
En la incesante competencia intercapitalista la competitividad en las plataformas no se restringe al criterio comparativo entre costos y beneficios, sino que el acopio y análisis de datos impacta también en el modo de estimación y clasificación de la competitividad. Por ello, en su apertura analítica Google incrementa cada vez más su inversión en investigación sobre Inteligencia Artificial (IA), como una constelación fundamental en el desarrollo de las ventajas competitivas ante otras plataformas. Han continuado también en esta tendencia compañías como Microsoft, Amazon, Salesforce y Facebook.
“Con una innovación contante, la economía digital se ha convertido en un modelo hegemónico. Ante el extenso declive de la rentabilidad manufacturera tradicional, el capitalismo se dirigió hacia los datos como palanca de crecimiento económico y energía vital frente al estancado sector productivo”
economía mundial, condicionada a un periódico ciclo de recesiones. Por lo tanto, se ha discutido la conveniencia e inconveniencia, en la construcción de plataformas cooperativas democráticas —en un amplio abanico de posibles vectores alternativos—, entre ellos, el sugerido por el investigador Trebor Scholz (1969, Berlín, Alemania), director fundador del Instituto de Economía Digital Cooperativa y de la Plataforma Consorcio Cooperativismo, The New School, en la ciudad de Nueva York. El debate continúa abierto.
of London), establecida en 1894 y en la Universidad de Westminster, Inglaterra, fundada en 1838. Actualmente es catedrático de Economía Digital en el Departamento de Humanidades Digitales de King’s College, en Londres.
No obstante, la monopolización y concentración de las plataformas, en procesos hemisféricos, ha conducido a severas distorsiones en la
Nick Srnicek estudió doble especialización en Psicología y Filosofía para llevar a cabo posteriormente una maestría en la Universidad de Western Ontario, Canadá. Obtuvo un doctorado en Relaciones Internacionales en la prestigiada London School of Economics con su tesis: Representación de la complejidad: la construcción material de la política mundial, en 2013. Fue profesor visitante en la Universidad de la Ciudad de Londres (City, University
Su investigación científica está enfocada en la interrelación de la economía política y la tecnología. Es autor de una prolífica obra: The Speculative Turn: Continental Materialism and Realism, Re.press, 2011; con Alex Williams, “#ACELERA: Manifiesto para una política aceleracionista”, 2013; con Alex Williams, Inventando el futuro: poscapitalismo y un mundo sin trabajo, Londres: Verso, 2015; Nick Srnicek y Helen Hester, After Work: The Politics for Free Time, Londres: Verso, 2018; Nick Srnicek y Helen Hester, After Work: The Fight for Free Time, Londres: Verso, 2022; Nick Srnicek, Capitalismo de plataformas, Buenos Aires, Ed. Caja Negra, 2023.
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fernamancillas@yahoo.com *Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora
Foto: Archivo Palabra
Nick Srnicek, escritor y académico canadiense, autor de Capitalismo de plataformas
LA TIERRA EN GUERRA
Grandes crímenes de nuestra pequeña humanidad
La proa de un acorazado estadounidense se hizo con acero fundido de las Torres Gemelas: ¡cenizas de unos cuerpos para abatir otros cuerpos!
Jean-Yves Jouannais
ILa guerra, esa perra
Sólo pueden hablarnos de la guerra aquellos que no han sido destazados en el pútrido aleteo de sus mandíbulas.
Si podemos regurgitar brumas ácidas desentrañando el subconsciente a partir de la pulsión de muerte, es posible que la insensatez de la humanidad también se repita periódicamente hasta el hartazgo.
Con fuego en la roca la vida, lo dejó escrito Ayn Rand, la especie humana sólo tiene dos capacidades ilimitadas: “sufrir y mentir”.
Mas siendo un enamorado del triunfo y no del fracaso —como lo quería Blonch—, un escritor debe estar destinado a ser una enciclopedia de utopías: custodiar en el sufrimiento la esperanza latente y — así sonara falso o resultara ineficaz— no guardarse el deseo de “poder impedir la guerra”.
En su libro La conciencia de las palabras, Elias Canetti (1905-1994) recordaba un conmovedor episodio de su vida: «Por casualidad encontré hace poco la siguiente nota suelta de un autor anónimo, cuyo nombre no puedo citar por el simple hecho que nadie lo conoce. Lleva la fecha 23 de agosto de 1939, es decir, una semana antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, y su texto es como sigue: “Ya no hay nada que hacer. Pero si de verdad fuera escritor, debería poder impedir la guerra”»
Leemos: “...si en verdad fuera escritor”. Y, a través de esa delgadísima tela que psicológicamente llamamos tiempo, de esos pocos grados de eternidad que nos separan del hecho y su lectura, ¿respiramos la angustia de quien hizo la anotación?, ¿sentimos el palpitar del corazón en la mano de quien lo transcribió?, ¿agonizamos de dolor metafísico por no poder hacer nada ante las supurantes guerras que ahora nos cobijan?
Ante el orden que apunta el arma contra la idea, el brillo de la trayectoria de otra bala debe cumplir su cometido antes que pretender resolver las dudas
filosóficas que plantean la moral y la justicia. De no ser así —romanticismo revolucionario—, caeremos en la trampa que advierte Albert Camus al escribir El hombre rebelde: moriremos a los cincuenta años “de una bala de nostalgia que nos disparamos al corazón a los veinte”.
Tratar de entender la guerra es, en primera instancia, intentar comprender por qué hay armas en las manos y deseos de poder en las mentes humanas. Con la distancia la guerra no se hace pequeña (porque sería como no dimensionar con justicia el tamaño del Sol).
La lejanía no anula, como se quiere hacer creer, la realidad.
Dondequiera que se presente, como un negro musgo de fuego, la guerra provocará la desgracia y la mutilación, el dolor y la locura.
Las invasiones a Irak, Afganistán, los Balcanes, Libia, Ucrania, Rusia —por citar las conflagraciones más recientes—, transformadas en guerras, se encuentran documentadas en imágenes, videos y textos demenciales, colección revelada que abre una puerta más al infierno de la humanidad.
Sin lugar a dudas, un síntoma de debilidad —de entre los muchos que encubre el ser humano— es la guerra.
Del escritorio de John F. Kennedy transcribo estas palabras: “El hombre ha de fijar un final para la guerra. Si no, la guerra fijará un final para el hombre”.
Estimado Kennedy, he leído a Platón y sé que “sólo los muertos han visto el fin de la guerra”.
II
El indiscreto encanto de la frivolidad
Nos enardece que la bella Olena Zelenska —esposa de Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania— acepte el pago de la revista Vogue y pose, no sin evidente frivolidad, en su número digital de agosto.
Más allá del atrevimiento algo locuaz, la modelo muestra simétrica tensión que —en el espectáculo de un rostro que contiene sus lágrimas ante el dique de las anfetaminas— aporta cierto glamour obsceno a las imágenes; no por lo que la belleza trágica pueda decir o reafirmar, sino porque algunas de ellas están registradas en frescas locaciones de guerra y sangre.
La fotógrafa norteamericana Annie Leibovitz — profesional de escenarios excéntricos, retratista del “Star” hollywoodense, perseguidora de una patética luz imperial y pareja de quien fuera Susan Sontag (autora de Sobre la fotografía)— es la encargada
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POR RAEL SALVADOR*
“La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”. Erich Hartman.
del portafolio y, complicidad nada encubierta, se entiende hasta cierto punto la felonía y el eco de la afrenta.
La elocuente resonancia de las fotografías no escapa al escarnio público: carnicería verbal, en un imparable fraseo mediático que, en medio de las bombas y las fumarolas de muerte, reaviva el infierno de quienes, categóricamente y en extremo, padecieron ya el cruento conflicto bélico —ultimados, desaparecidos o desintegrados (30 mil de ellos, según el mismo mando ucraniano)— y que no están más para señalarlo.
En este conflicto ruso-ucraniano, ¿qué dicen los muertos en la voz de los vivos? Olena Zelenska y Volodímir Zelenski “hacen de la guerra un frívolo espectáculo de obscenidad”.
Parece que la mercantil humanidad olvidó que —por un ramillete de mentiras con sabor a patria y ocre perfume a heroicidad— se lanza a morir a las guerras por cientos de millares; persuadidos por el dulce humor a dignidad, que los magos de los negocios hacen que huela a bebé y no a carne en llamas (de esos mismos bebés incinerados), las hordas de la obediencia “nacionalista” —sin importar el bando— mantienen la sanguinaria belicosidad en punto de ebullición y calvario.
Porque otra cosa es el ramillete de imágenes escamoteadas —que se continúan produciendo a estallido por segundo— sobre los mutilados de los mil demonios: cojos en diferente orden métrico, mancos y bimancos, ciegos a toda sombra y a toda luz, destripados, despechados, desexualizados; vidas aún latentes que, en la gravedad oscura y psicótica de los hospitales, recogen sus miembros mutilados en el más fantasmagórico carrusel de la mente.
En este conflicto ruso-ucraniano, ¿qué dicen los muertos en la voz de los vivos? Olena Zelenska y Volodímir Zelenski “trivializan la crueldad de la guerra en moda”.
La pareja ucraniana, literalmente manejada a todas luces por Leibovitz —no ajena a la visibilidad de lo que significa ser portada de la afamada revista Vogue, sumando los intereses de la simpatía bélica (cifrada en la petición de armas inteligentes de última generación), la solidaridad taimada de Occidente (y su palafrenero la OTAN) y, sobre todo, la captación de más dinero multimillonario que sostenga la “mampara” romántica de un posible triunfo sobre Rusia—, se deja llevar de un dorado palacio residencial a metálicos muros ametrallados (los restos emblemáticos de un avión y una herida nacional), posando con la guardia femenil —menos equipada que la “Primera Dama”, vestida por diversos diseñadores: Bettter, Six, The Coat, Kachorovska y Proustovit—, para que el mundo mire y lea y al leer y mirar entienda: “Portrait of bravery. UKRAINE´S. First Lady OLENA SELENKA”.
¡Vaya valentía! El indiscreto encanto de una frivolidad aquilatada en miserias. Lejos quedaron ya —no sólo para Leibovitz— las palabras de la escritora Susan Sontag: “La guerra rasga, desgarra. La guerra rompe, destripa. La guerra abrasa. La guerra desmiembra. La guerra arruina”.
III
Lo que no me mata, matará a otro
No veo al filósofo, ni al ideólogo, ni al politólogo… sino al padre.
Con las manos en la cabeza, visiblemente conmocionado, Alexander Dugin intenta reunir —en el lugar de los hechos— los restos esparcidos de su hija, Daria Dugina, de 30 años, asesinada en un atentado terrorista en Moscú.
El móvil: el “carro bomba”, una lapa mortal bajo el sitio del conductor.
Las palabras arden como el carro que está frente a él: “Lo que no me mata, matará a otro”, había escrito Dugin el 20 de agosto del año pasado, para constatar ahora —20 de agosto de 2022— su carga profética.
Después de la intervención de Alexander Dugin en el festival “Tradición” (realizado en Sajárobo), padre e hija regresarían a Moscú en el mismo automóvil, pero a último momento la joven Daria Dugina emprende el viaje sola.
¿Era Dugina a quien deseaban ultimar?, ¿matándola a ella eliminarían del ambiente bélico las ideas del padre?, ¿se cometió la torpeza de equivocar el blanco?
Para quienes no desconocemos la tesis filosófica de Dugin —la Cuarta teoría política (libro publicado en 2013, con traducción al español)—, no será difícil coincidir con los veredictos que serán la comidilla trágica de los tiempos venideros, hasta que la “Guerra Fría” de la “verdad” se instituya como un fósil legible (de eso se encargará la prensa al servicio del poder).
Esta cara teórica-política se centra en la “superación del liberalismo” —odiado y refutado por el mismo Dugin—, asimilando el socialismo en todas sus formas, así como el fascismo, para instalar una especie del “eurasianismo” que anule la rapacidad imperante del Estado nación —la ideología de los derechos humanos, la economía de mercado, el sistema democrático liberal, el parlamentarismo y la división de poderes—, producto de la “modernidad”.
Tesis rusa que no vacila en ser identificada como eje de la intervención militar no declarada en Ucrania.
Pero en estos momentos no veo al filósofo, ni al ideólogo, ni al politólogo… sino al padre.
Con las manos en la cabeza, visiblemente conmocionado… ¿Cómo no habría de estarlo?
El móvil no parece decir nada. Las infiltraciones que se alegan, la inutilidad de las cámaras, la
versión ciudadana, otros videos que se pasman, las especulaciones sumarias, el calcado de la “trama”, los motivos plañideros, los servicios secretos que se asemejan a los servicios fúnebres…
Se podría decir que son campanarios que sólo desdibujan el magma de un mapa por estallar.
A decir verdad, nadie tuvo que morir el pasado 30 de agosto: ni Daria Dugina ni ningún otro ser en este planeta. Pero entonces la vida levantaría sospechas de ser eterna… En estos casos, la metafísica de la inmortalidad y sus sucedáneos no sirve de nada. En el garaje alquilado de las revanchas políticas y religiosas los artefactos explosivos continúan su malévola agenda al pie de la letra: de Oriente a Occidente, la inmunda trama de las aniquilaciones lubrica su poder.
El impulso del poder, que sólo es evidente cuando visibiliza que otro puede más que otro… y lo humilla, lo empobrece, lo aniquila, lo destroza o lo desaparece.
¿Y qué filosofa Volodímir Zelensky?: “Para algunos el poder consiste sólo en misiles y armas nucleares, mientras que para nosotros el poder reside en la filosofía, en una mentalidad clara, en la razón y en las palabras”.
Los Dugin, simbolizando “la mala Rusia” — identificados como el eje ideológico de la intervención militar declarada en Ucrania (aquí no cabe el “No”)—, también nos hacen levantar las manos a la cabeza y nos invitan a observar, conmovidos, el cadáver de una época purulenta que no termina de fosilizar sus mentiras…
Sus reprobables, vergonzosas y modernas faltas a la veracidad.
IV
Camino al alivio, Igual ha muerto
Se enmascara la guerra con palabras. Los periódicos, abecedarios de la muerte, hacen el trabajo de enterradores: sofocan, con subterfugios de poder político, los significados razonables para vivir, acomodando en el lugar de los hechos cenizas, humo y sangre…
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Fotos: Archivo Palabra
El filósofo Alexander Dugin, en el funeral de su hija Daria Dugina, de 30 años, asesinada en un atentado terrorista en Moscú.
Para mantener viva la guerra —ardiente, en ebullición, cordialmente sazonada—, es necesaria la conflagración que justifique la carnicería en beneficio de los involucrados: en la revuelta de intereses, las democracias no han dejado de participar ordenando a la zona de conflicto lo más “bello”, letal y efectivo de sus tecnologías de destrucción (una ciencia que, desde lo políticamente desquiciado y los fondos públicos, se mantiene en combate por la religión hedionda del dinero).
En ese arrastre —ya terror ordinario, en lo que se nos cuenta de Rusia y Ucrania—, este sábado 9 de septiembre la activista catalana Emma Igual, de 34 años, cofundadora de la ONG Road to Relief (“Camino al alivio”), es ya un cadáver más entre un mar de cadáveres: un proyectil sembró de “cenizas, humo y sangre” la zona en la cual pretendía la evacuación de civiles para refugiarlos de los bombardeos de las dos partes en conflicto.
Y el bombardeo, de blanco fácil —que se defendía sólo con la bandera de la dignidad, la generosidad del rescate y la entrega de vida—, dio en el corazón de la encomienda: morir por salvar es siempre vivir para morir.
A primera hora del domingo 10, el Ministerio de
Exteriores del gobierno español declara que el vehículo en el que viajaban Emma Igual y tres voluntarios —entre los que se nombra las muertes del canadiense Anthony Ihnat, el médico alemán Ruben Mawick y el sueco Johan Matias Thyr— fue atacado por un impacto directo —volcó y se incendió— en Chasiv Yar, municipio vecino a Bajmut, en la provincia ucrania de Donetsk.
Bajmut es uno de los frentes de guerra más intensos en el conflicto ruso-ucraniano, lo cual justificaba la presencia de Road to Relief, organización no gubernamental que, hasta el día del bombardeo fatal, se especializó en asistencia y evacuación de civiles en zonas de combate, y que aportaba asistencia médica y material humanitario en aldeas arrasadas por el conflicto bélico.
Ante la presencia de la muerte, Igual ha sido asesinada (con su equipo auxiliar). Igual a muchos vecinos ajenos al conflicto, Emma ha sido saludada por misiles en campaña y reventada con sadismo preciso, con la certeza de los métodos de la aniquilación, con la vergüenza humana de las guerras del siglo XXI (donde la razón es más cínica que los intereses que la motivan).
El asesinato a Emma Igual, como todo crimen, es repugnante. Sí, la guerra es una mierda. En un mundo donde la imbecilidad del hombre busca
al otro para hacerlo su enemigo, la tierra se vuelve caldo de cultivo donde relampaguean estas miserias de cenizas, humo y sangre…
¿Cuánto hay de nosotros en esos misiles?, armamento letal, “moralmente” impulsado desde la apropiación política… ¿Es de nuestra aprobación un mundo en guerra?
V Jarasho
El magistral escritor húngaro Sándor Márai (1900-1989), narra en su encomiable apunte autobiográfico, Föld, Föld!... (¡Tierra, Tierra!), esto que refiero a continuación.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, entran dos rusos en lo que es la casa de campo de Márai. Uno se duerme y el otro habla de sí mismo consigo mismo… Llorando, no deja de hablar…
“Aquel ruso también me estaba explicando algo a mí, se golpeaba el pecho, miraba hacia arriba, meneaba la cabeza, lloraba a lágrima viva y se secaba el llanto con el puño sin dejar de hablar. Yo escuchaba sin decir palabra. Sólo entendí que se sentía muy desgraciado. Así que en un momento determinado le puse la mano en el hombro, y entonces me miró con los ojos llenos de lágrimas. Sonrió con tristeza, como excusándose, y a continuación hizo un gesto, indicando así que se avergonzaba de su propia debilidad”.
Llega la madrugada y, entre la bruma y la línea de fuego, estos rusos por fin se parten. En la puerta, un traductor —un jovenzuelo que sirve de intérprete— les comenta que quien los ha acompañado en esta noche amarga es un escritor…
Entonces uno de los soldados dice: “Jarasho”, que está bien. Y, dadas ciertas condiciones enigmáticas de gesto y palabra, Sándor Márai le pregunta… ¿Por qué? «¿Por qué estaba “Jarasho”, por qué estaba “bien” que alguien fuera escritor, por qué creía él que estaba “bien”»
“Reflexionó unos momentos. Y respondió midiendo, cuidadoso, sus palabras, pronunciándolas lentamente, con un énfasis especial:
—Está bien porque si tú eres escritor, puedes decir lo que nosotros pensamos.
“Sin mirarme, salió despacio junto a su compañero. No volvió la cabeza. La carrera de un escritor no suele merecer muchos reconocimientos. Pero yo conservo esa frase como una condecoración especial”.
Y, como tampoco la carrera de lector merece alguna presea, yo conservo este fragmento del gran escritor húngaro como si fuera una joya.
raelart@hotmail.com
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*Escritor y editor
“Se podría decir que son campanarios que sólo desdibujan el magma de un mapa por estallar…”
Olena Zelenska, posando para la revista Vogue, seguida de la imagen de Emma Igual, de 34 años, cofundadora de la ONG Road to Relief, asesinada el 9 de septiembre de 2023.
La palabra periodismo
POR MARTÍN CAPARRÓS*
Quizás eran más serios o se tomaban más en serio: no decían que iban a hacerlo “periódicamente” sino todos los días. Por eso ingleses, franceses, italianos no dicen periodismo sino journalism, journalisme, giornalismo. En castellano sería diísmo: eso que se hace cada día.
Pero fue periodismo. Hay palabras que van alejándose de sí mismas hasta que terminan por significar algo tan diferente. La palabra periodismo viene, por supuesto, de periódico: algo que sucede a intervalos regulares. Lo que sucedía, en este caso, era que unas personas publicaban a tales intervalos unas hojas impresas que contaban lo que creían que importaba. Lo que importaba fue cambiando con los tiempos: del movimiento de los barcos a las movidas de los politicastros a las moviolas de los astros el camino es largo y caprichoso. Pero lo que importó en el nombre fue la regularidad, y esas hojas se llamaron periódico y quienes las hacían, periodistas, y el hecho de hacerlas, periodismo.
Así que así nos llamamos, todavía, cuando esa periodicidad ya no existe. La palabra periodismo es un resto de aquellos tiempos en que los diarios salían a la mañana y los telediarios a la hora de la sopa.
Ahora la información llega en cualquier momento, cuando quiere. Algunos lo llamarían continuismo, pero suena a otra cosa. Y, de hecho, uno de sus vicios más notorios es la aceleración: muchos medios se creen que el mérito está en contar rápido lo que podrían contar bien, y corren y corren y se estampan. El prisismo —con la venia de esta noble casa— reemplaza con tal frecuencia al periodismo que el verdadero periodismo, tantas veces, consiste en desmentir lo que han contado ciertos medios antes de saberlo.
Son detalles. Mientras tanto, todos los periodistas estarán de acuerdo en que el periodismo está en crisis. Es difícil de negar: siempre lo está —aunque cada momento tenga sus maneras. Ahora hablan sobre todo de fake news: yo vengo de un país (Argentina) donde la revista más vendida tituló en su tapa “Seguimos ganando” un 27 de mayo de 1982, dos semanas antes de que esos argentinos ganadores se rindieran a los ingleses en las Mal-
vinas. Y viví en un país donde el medio más rico y prestigioso confirmó en 2003 que Irak tenía “armas de destrucción masiva” y, por lo tanto, había que invadirlo —aunque esas armas no existían. Y vivo en un país (España) donde, en 2004, los medios principales afirmaron que ETA y Txapote eran los culpables de un gran atentado que habían cometido personas tan distintas. Las fake news, entonces, no son ni news ni new
La crisis, si acaso, de estos días es un producto de esos cambios técnicos que hacen que los que escuchaban o leían también hablen o escriban, y que cualquiera pueda difundir historias y que la mayoría sea ilegible y unas pocas buenas, y esas pocas tengan la posibilidad de circular mucho mejor que antes. Es la caída de los grandes medios hegemónicos, los que definían qué existía y qué no —y ya no lo consiguen y se duelen—.
que no le interesa a nadie o sobre gente que no tiene ningún interés, y no sobre nosotros, que nos interesamos. Seguimos sin saber contar la vida, nuestras vidas. Por eso tanto “público joven” no siguen los periódicos y su “información” sino a otros jóvenes que les hablan de sus cosas: las de ambos.
“El periodismo de siempre sufre porque sigue creyendo, en tantos casos, que debe hacer lo de siempre y lo hace —como casi siempre— mal: blandito, perezoso, complaciente…”
Pero insisten, en general, en hablar de esa gente que nos enseñan a considerar noticia —los ricos, los poderosos, los futbolistas, las tetonas, los cantantes contantes y sonantes—. Uno de los problemas básicos del periodismo más tradicional es que sigue centrándose en las costuras de unos Estados y unos políticos que sus lectores desdeñan o detestan. Informamos sobre gente
Mientras tanto, el periodismo de siempre sufre porque sigue creyendo, en tantos casos, que debe hacer lo de siempre y lo hace —como casi siempre— mal: blandito, perezoso, complaciente. Aunque a veces despierta. No debería ser difícil: el periodismo, al fin y al cabo, consiste en averiguar algo, pensarlo, contarlo bien —y, si acaso, desmentir a quien quiere mentir al respecto. Hace unos días sucedió, aquí, en España, y le costó miles de votos a un embustero desatado. Entonces muchos salimos a decir ah, por fin un poco de periodismo: cuando una palabra que designa una actividad se usa para definir un momento extraordinario de esa actividad es que esa actividad está jodida. Que está en crisis, diríamos, si la palabra crisis todavía significara algo.
@martin_caparros
*Escritor y periodista argentino, autor de El hambre y Ñamérica
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Foto: Archivo Palabra
FULGORDELREGRESO
, de Rubén Rivera
Your awakening in fire
With all the colors of the twiglight With all the rumors of the forest
You birth in fire
The first word woke up the world
Fire sings as you are born *Jículí! Uncle!
EL SACERDOTE del Sol danza Sueña que se vuelve polvo viento
Jiculioculívana
Tamisáelivarega
Agonáhuilísinaé
Nanayáregá huela*
Tu despertar en fuego
De todos los colores del crepúsculo
De todos los ruidos del bosque
Tú nacimiento en fuego
La primera palabra despertó al mundo
El fuego canta mientras naces
*¡Jículi! ¡Tío!
¡Así nuestra autoridad!
¡Miren, allá está parado!
Los antepasados así los pusieron.
THE PRIEST of the Sun dances He dreams that he turns to dust wind
Jículioculívana
Tamisáelivarega
Agonáhuilísinaé
Nanayáregáhuelá*
This is our authority!
Look, over there he stands! The forefathers put them in that way
EL AGUA no tiene sombra
Ojo
Placer
Vaho
Vagina
Hundimiento hacia el Sol de agua
Hermandad de hoguera y viento
Visión
Sueño dentro del humus
Crecimiento en la llama erguida
Arrebato
Desgarramiento
Retorno
Dentro del fuego
Dentro del polvo
Dentro del agua
Pleasure Breath
Vagina
Sinking towards the Sun of water
Brotherhood of fire and wind
Vision
A dream inside the humus
Growth in the erected flame
Rapture
Tearing
Return
Inside the fire
Inside the dust
Inside the water
WATER doesn’t have a shadow
Eye
MENSAJE LUNAR
Tu alumbramiento eterno
Padre Sol
Padre símbolo
Tu alegría en el tesgüino
Del maíz nace el canto y la danza
El venado dentro del sueño
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TRADUCCIONES DE MANUEL APODACA*
Constelación del tiempo
El eco conciencia de la muerte
El eco conciencia de la vida
Tus manchas en el cuerpo
Tu flor
Tu sonrisa
Tu sueño
Dentro del fuego
Dentro de la danza
MOONLIGHT MESSAGE
Your eternal glowing
Father Sun
Father symbol
Your happiness is in the tesgüino
From the living corn comes song and dance
The deer within the dream
Constellation of time
Echo consciousness of death
Echo consciousness of live
Your stains in the body
Your flower
Your smile
Your dream
Within the fire
A RARAMURI BLOWS leaves dropping And before touching the ground a man becomes a dragonfly
Sacred night
Sacred breeze
Sacred mountain
Sacred flowers
You gourd of white lamentations
Sacred are your forests
When the voice of peyote speaks
Sacred your animals
When they drink the light of water
Sacred your feet In the dancing
NUDO DE LÁGRIMAS El triángulo gira en rumor de nubes
En la forma sin fin Nace un rayo girante
Te purificará el rayo
En su agua innombrable
clouds
In the endless form
A whirling beam is born
The lightning will make you pure In its unspeakable water
Sun Wind your resurrection is born
A fiery message of the mist arrives
SILBA UN RARÁMURI caen hojas
Y antes de tocar la tierra un hombre se vuelve libélula
Sagrada noche
Sagrada brisa
Sagrada montaña
Sagradas flores
Tú jícara de las lamentaciones blancas
Sagrados tus bosques
Cuando habla la voz del peyote
Sagrados tus animales
Cuando beben la luz del agua
Sagrados tus pies
Sol Viento Nace tu resurrección
Llega el mensaje feroz de las nieblas
OjO luminiscente entre la roca Nace tu resurrección
El agua
La palabra
El retorno
KNOT of tears The triangle spins in rumor of
Luminescent eye over the rock
Your resurrection is born
The water
The world
The return
Rubén Rivera´s Glow of the return [Fulgor del regreso]. Selected Poems. Culiacán, México: Instituto Sinaloense de Cultura, 2012.
manuelapodaca13@gmail.com
*Poeta, profesor e investigador de la University of Southern Indiana, Estados Unidos. Doctorado en Literatura comparada. Ha hecho traducción de poetas como: Sri Aurobindo, Robert Duncan y Cloe S. Georas.
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Fotos: Cortesía
LAURO ACEVEDO, CINCUENTENARIO CREATIVO ARBORANZA
A Josefina Zavala, Gerardo Ortega y Lauro Acevedo
No es frecuente, o al menos nunca me había sucedido, que el festejado de un cumpleaños reciba a sus invitados con un regalo. Lo normal es que sea el cumpleañero quien reciba los regalos. Pero cuando se trata de Lauro Acevedo nada es predecible, todo es sorpresa. Es él quien festeja su primer cincuentenario creativo obsequiándonos una colección de textos singular en el contexto del corpus de su obra creativa, se trata de su publicación más reciente Arboranza. Yo, la multitud (2023), de la editorial Pinos Alados.
Lauro Acevedo reúne en este libro una colección de textos que van de la prosa poética al verso libre pasando por los cánones de la poesía más pura, el soneto. Desvela, dirían en otras latitudes de nuestra lengua, retira el velo, revela, descubre, presenta un recorrido personal, íntimo, por su biografía la de todos los días y todas las horas y la del corazón.
Gozoso, Lauro Acevedo celebra su amor por la palabra escrita, la palabra para ser leída en soledad y en silencio, o en voz alta, y en ambos casos dejarse llevar por la cadencia del ritmo secreto de cada sílaba, de cada pausa, del callado murmullo entre los sonidos que construyen significados ocultos, invenciones, declaraciones, sinfonías. Lectura lúdica que seduce y a la vez reta al lector a internarse por los laberintos del conejo caroliano tratando de averiguar el significado, tal vez la traducción o el inescrutable origen, de alguna palabra que nace del ingenio “acevediano”.
“Las raíces de Arboranza se encuentran en el centro de Lauro Acevedo, en el centro de su corazón, en el centro de su memoria, en el centro del tiempo presente, en el centro del deseo, en el centro de su luz, en el centro de su sonrisa”
bra del título del libro Arboranza. ¿Qué significa? ¿Es una ecuación? Árbol más añoranza igual a Arboranza. O, árbol más remembranza igual a Arboranza. Tal vez allí nace o tal vez en otro juego de conceptos. Sólo el poeta, y tal vez Alicia, saben cómo se gestó la palabra que como un canto rodado en las olas se pasea por la lengua al pronunciarla. Arboranza.
genio, de la creatividad, del pensamiento del ser humano. Las raíces de Arboranza se encuentran en el centro de Lauro Acevedo, en el centro de su corazón, en el centro de su memoria, en el centro del tiempo presente, en el centro del deseo, en el centro de su luz, en el centro de su sonrisa.
Tomemos por ejemplo la primera pala-
Naturalmente nos lleva de inmediato al árbol y el significado que tiene más allá de pertenecer al universo de la Creación. Es un ser vivo. El árbol como símbolo tiene una rica historia. Por ejemplo: el otrora llamado “Árbol de la Noche Triste” describe al derrotado de una cruenta batalla; el bíblico manzano morada de la serpiente de la tentación y la perdición; el árbol de Navidad, representación de la abundancia y la luz. El árbol es también una metáfora del in-
Las ramas de su árbol en el libro son cinco, cinco rostros de Lauro Acevedo, que sabemos que es polígrafo y también poliédrico. La primera, Crónica, es su vida descrita en prosa poética. Con dulzura y con inocencia de niño recuperada en el recuerdo, el poeta nos lleva de viaje por los años y los paisajes, por sus lazos familiares, por los fantasmas y un gato negro, por las pérdidas y el hambre, por la vida como una aventura llena de sorpresas, con el niño-joven-hombre siempre lleno de asombro. Es la historia de Lauro trashumante que apostó por seguir de viaje montado en las palabras.
“…letra a letra mi caminar traduce la más cruenta verdad, a la ternura”.
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POR STASIA DE LA GARZA*
Stasia de la Garza, discursando sobre el contenido de Arboranza. Yo, la multitud.
Nos dice Acevedo en uno de los versos del soneto que es la segunda rama, De Barro, una dulce y sincera descripción y revelación de la bondad y la fe que le son intrínsecas.
“En brazos de un poema, la cordura prevalece al amor y me conduce. Vivo la tempestad sin amargura”.
Inmersión es la tercera rama, versos libres en los que Lauro invita al lector a tratar de colgarse de algunos, asirnos de la sorpresa de descubrir palabras que son el juego permanente entre nuestro idioma y el lenguaje del poeta. Lauro nos desarma con su honestidad más pura, ajena al desasosiego y la amargura.
“¡Qué fortuna tengo de dormir a suelo raso!
donde la dureza enseña a resistir los golpes del porvenir a vivir el magnetismo de la vida”.
Y vamos encontrando “palabras-duendes” que juegan con el lector: enlibra, poemación, invitaje, enpoema, enteridad, entramadura, atancante… palabras misteriosas que Lauro significa dentro de sus poemas. Sería asombroso, pero no extraño, encontrarlas algún día en un complejo crucigrama.
La cuarta rama de su “entramaje” (estoy estrenando tu palabra Lauro, corrígeme si está mal empleada) es El silencio del agua y está dedicada al amor, al deseo amoroso. Es la reflexión “metamorosa” del poeta que cubre “con un manto de amor todos los confines del orbe”.
“El amor es fuego que arrebata agua cuya fuerza de redención tan pura extingue toda falla en la humana arquitectura”.
Llegamos a la quinta y tal vez más sensual de sus ramas, Arboranza.
Aquí Lauro Acevedo se revela apasionado, dulcemente apasionado, arrebatadamente apasionado. Pasión que va más allá de los sentidos y que se ubica en el centro de su fuego primigenio, es concierto de contradicciones que construyen el espacio infinito de los amantes.
“Eres todo de tierra eres todo de sol eres todo de agua tormenta y terremoto luz”.
Arboranza Yo, la multitud, de Lauro Acevedo, es un libro que nos invita a caminar con su autor y descubrir en el eco de sus pasos el eco de los nuestros. A reconocer nuestras voces en la suya, a sus fantasmas como nuestros. El poeta es multitud desde sí mismo, nosotros sus lectores somos cada uno multitud que lo acompaña. Generoso, Lauro Acevedo se ofrece todo, se entrega abierto de corazón y alma para trastocar por un momento, o por mucho tiempo, ese cuerpo perfecto que también es nuestra alma.
Arboranza. Yo, la multitud, de Lauro Acevedo, está ilustrado por el artista plástico Arturo Ponce Gálvez, la edición y diseño corresponden a Rosa Espinoza y fue publicado por la editorial Pinos Alados.
stasiajanina0217@gmail.com
*Es promotora cultural y ha laborado tanto en medios electrónicos e impresos. Fue coordinadora nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes
Documento leído en la presentación editorial de Arboranza. Yo, la multitud, de Lauro Acevedo, el día 25 de agosto de 2023, en el Ceart Ensenada.
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Fotos: Cortesía/Ceart Ensenada
Arboranza. Yo, la multitud (2023), de la editorial Pinos Alados.
Nutrido público de la presentación del libro Arboranza
La licenciada Josefina Zavala Valles, coordinadora de la Biblioteca Pública Regional Benito Juárez, en compañía del poeta Lauro Acevedo.
La institucionalización de la fe
POR ERIC RODRÍGUEZ OCHOA*
Presento un brevísimo apunte sobre la institucionalización de la fe. Desde su defensa, propagación y su imposición. No se pretende juzgar si es bueno o malo el proceso de la fe, ello le corresponde a la teología fundamental, que se centra en el “Magisterio”, la “Tradición” y las “Sagradas Escrituras”. Estos apuntes son una reflexión desde un pensar crítico sobre la forma en la que se ha instaurado la fe del “animal divino”, como diría Gustavo Bueno. Las tareas que resumen la historia del cristianismo desde su oscuridad, hasta la alta edad media, va de un proceso amplio que se manifiesta desde la fe a la razón y de ésta al poder de la verdad y lo voluntario que le acompaña: el drama del espíritu que oscila entre el tiempo y la eternidad, y que se mantiene en el humanismo.
Apología de la fe y propagación
Desde el surgimiento del cristianismo, que son los últimos momentos de la cultura griega antigua y el inicio del espíritu universal del medievo, la labor de la fe, podríamos expresar, se resume en su asimilación por la razón. Esta nueva fe (cristiana), al abrigo del lenguaje de la filosofía, es una necesidad contra la persecución y la amenaza de muerte que va dirigida a quienes heredan en el mundo helenizado del Imperio Romano, la tradición de los antiguos filósofos. Pablo, el apóstol de los gentiles, lleva a estos judíos helenizados la palabra de la nueva religión. Clemente, romano, santo (helenizado) se dirige a sus hermanos en el tono de la filosofía griega: la enseñanza cristiana que procura la concordia entre nomos y physis en que descansa la polis. Esta concordia se traduce en una nueva hermandad, lo que Agustín de Hipona nombrará La Ciudad de Dios*.
A medida que el cristianismo se propagó, surgieron comunidades de creyentes. El libro de los “Hechos de los Apóstoles” (2:42-47), en la “Biblia Nácar-Colunga”, describe cómo los seguidores de Jesús se congregaban, compartían sus bienes y se dedicaban a la enseñanza apostólica. Estas comunidades, lideradas por apóstoles y presbíteros, establecieron las bases de lo que posteriormente se convertiría en la Iglesia cristiana.
La conversión del cristianismo en religión (oficial), en el siglo IV, marca el inicio de su institucionalización política y religiosa y con ello la nueva fe que, en términos teológicos, es: el logos griego, apar-
te del hombre, se hace carne y se vuelve persona para dar sentido pleno a la existencia. Los apologetas de esta nueva fe asumen llevar a los hombres la religión verdadera. La verdad hecha hombre y que es libre: “Verdad os hará libres”. La nueva fe hace de la libertad la verdad del hombre.
La lucha entre razón y voluntad y sus efectos en la fe, que todavía no terminan, se manifiestan intensamente desde los primeros tiempos del cristianismo en las herejías provenientes de los movimientos gnósticos, cuyas repercusiones trascienden al mundo jurídico político.
El triunfo del racionalismo coronado en la obra de Tomás de Aquino, fundamento de la teología y la filosofía social oficiales de la iglesia romana, no elimina durante el medioevo ni en la actualidad, el voluntarismo del que, en buena medida, emerge el pensamiento jurídico político del humanismo renacentista en que descansan las teorías de la democracia y del contrato social**.
Hablando de la apologética, se inicia un nuevo ciclo de racionalización de los mitos a cargo precisa-
mente de los apóstoles —y misioneros— que, como los sofistas, llevan la nueva sabiduría de lugar en lugar como Pablo, entre los filósofos en Atenas, la paideia cristiana heredada de la antigua polis***.
Ahora bien, sobre el proceso de la institucionalización de la fe en el mundo helenizado del Imperio Romano, además de afrontar las necesidades de la traducción del contenido del cristianismo: del arameo al griego, latín… y además ser tan accesible conforme a la tradición racionalista de la filosofía griega que, a su vez, responde a la exigencia de hacerlo compatible con el respeto a la autoridad romana, de tal manera que el encuentro entre fe y razón remiten a “razón y poder”. La defensa del nuevo credo fue el punto central de la filosofía y teología cristiana.
Hacia una nueva fe
Considerado fruto de un “pueblo filosófico” es entendida y vivida como la gran filosofía personal que vuelve humana a la verdad. Fe y conocimiento, elementos de la nueva sabiduría, hacen vivir la verdad
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Foto: Archivo Palabra
en la conciencia personal (subjetiva). La verdad no basta conocerla, debe ser vivida.
Esta fe a lo largo de la historia requirió el auxilio del conocimiento, para sobrevivir se evidencia de los testimonios de pensadores que van más allá del fanatismo e ignorancia. Por ejemplo, Galeno (129200) hace notar que no hay una base racional de la doctrina judeo-cristiana centrada en la voluntad divina y, en esta observación, hace hincapié en la superioridad griega, poniendo por ejemplo a Platón, quien basa su teología en el logos, y otros, como Tácito ve a los cristianos como un grupo de políticos fanáticos.
La institucionalización de la fe no significa que todo esté cerrado y definitivo. La vida con la religión continúa su curso, adaptándose y respondiendo a los desafíos y cambios de la sociedad moderna. La fe sigue siendo una búsqueda personal y espiritual para millones de personas en todo el mundo. A pesar de las estructuras y normativas religiosas, cada individuo encuentra su propio camino en la relación con lo divino. Las interpretaciones de las “Escrituras”, la práctica de la religión y la experiencia espiritual siguen siendo tan diversas como las personas que las viven.
El “Lector”
POR HEBERTO J. PETERSON LEGRAND (†)*
Su padre, un hombre dedicado a la pesca, con temporadas buenas y malas, lamentablemente víctima del vicio por las carreras de caballos, donde generalmente perdía todo el dinero, privando con ello a su familia de muchas de sus necesidades. Su esposa, una ama de casa que administraba como podía los míseros ingresos que a veces entraban...
Armando (Pilo) era el hijo mayor, y Víctor, el menor, cuya relación en su niñez era buena, pero conforme crecieron se hizo tensa, al grado de distanciarse. Los ojos de su madre Elodia era Pilo, Víctor ocupaba un segundo plano.
La disfuncionalidad en la familia impactó enormemente en Pilo, quien comenzó a refugiarse en una lectura cada vez más voraz, que le servía de
La historia de la religión nos muestra que la institucionalización es sólo una etapa en la evolución de la fe. A medida que el tiempo avanza, es inevitable que surjan nuevos cuestionamientos, visiones y enfoques. La religión sigue siendo un campo en constante cambio y crecimiento, donde la tradición y la innovación coexisten.
Bibliografía
Agamben, G. (2011). El Reino y la Gloria: Para una Genealogía Teológica de la Economía y el Gobierno. Ediciones Pre-Textos.
Alberto Parra Mora, La función hermenéutica de la teología. En revista Theologica Xaveriana, Vol. 26, no. 1-2 (Ene–Jun., 1976).
Alberto Parra, S.J. Para una praxis histórica de la fe, cuadernos de teología 2, Theologica Xaveriana, Bogotá, 1979.
Bernabé, A. Los filósofos presocráticos. Madrid: Ediciones Evohé. —Mosterín J. (2013) La Hélade. Madrid: Alianza Editorial, Historias de la Filosofía. Borgman, D. “El mensaje político de la revelación”. Interpretación: A de la Biblia y Los 54, no. 2 (2000): 140151.
puerta de escape para fugarse de la realidad del mundo que le rodeaba.
Pasaron los años, Víctor se dedicó a hacer trabajitos que le permitían ir sobreviviendo, su carácter era bonachón pero carente de toda aspiración a superarse; consciente de que era el segundo en las preferencias, llevó una vida comodina, rutinaria, anodina.
Pilo, que jamás trabajó, vivía sumergido en la lectura, descuidado en su persona, por un padre que los abandonó y una madre inmadura e incapaz de orientarlo y apoyarlo.
Con el paso de los años, su personalidad sufrió algunos cambios al grado de convertirlo en un maniaco-depresivo, que andaba como barco a la deriva sin rumbo alguno y sin quien le extendiera la mano para rescatarlo.
Pilo se había convertido en una enciclopedia de conocimientos in-
Wilhelm, Wener Jaeger. Cristianismo primitivo y Paideia griega, FCE, México, 1980.
profesorericrodriguezochoa@outlook.com
*Filósofo y teólogo con estudios y certificaciones en Criminología y Psicoanálisis. Profesor universitario, investigador y escritor
Notas
*Retomando a Clemente en su carta de fines del siglo I, dirigida a los Corintios, cuando los conflictos de las iglesias de oriente desafían a la autoridad de Roma; éste se vale de las enseñanzas griegas para hacer un llamado a la obediencia y convencer no desde la fe sino desde la razón. […] Las largas y fuertes declaraciones sobre la concordia y la unidad … revelan la convicción fundamental de que si la religión cristiana quiere formar una verdadera comunidad, requiere una disciplina semejante a la de los ciudadanos de Estado. (Cristianismo primitivo y Paideia griega, FCE, México, 1980, pp. 30- 36).
** Ibíd.,54
*** Ibíd.,61
útiles. Todo lo que había absorbido por medio de sus lecturas no tenían aplicación práctica en su vida, no le servían ni de salvavidas... porque no sabía usarlos. Era un amasijo de conocimientos sin fin alguno. Dolía verlo deambular por las calles, sin rumbo fijo, o verlo sumido por horas en un profundo sueño, para al despertar abrir sus ojos y clavarlos en un infinito número de hojas que pasaban frente a él y que no le llevaban a ninguna parte. Su madre recibía apoyo del gobierno y ello les permitía sobrevivir, pero siempre andaban padeciendo una alimentación insuficiente, carencia de buenos servicios médicos, tratamientos psicológicos, quizá tardíos o inapropiados. Pilo estaba atrapado en su mundo de ficción, no podía ni tenía la voluntad de romper el molde para pasar al mundo real e iniciar su recuperación. Su entorno no le favorecía, más bien se confabulaba para hundirlo día a día.
Pobre Pilo. En lugar de ser el camino hacia la liberación, la lectura se había convertido en la celda que lo tomó como prisionero. Al principio despertaba admiración de lector, más, en un mundo donde muy pocos leen. Después el lector se convirtió en un ente ajeno, extraño, huraño, aislado en su propio mundo. A veces se veía contento, comunicativo, y más tarde triste, depresivo... era difícil abordarlo.
El lector, pues, se había convertido en un pozo de conocimientos inútiles, porque su lectura fue evasión y no camino de madurez, crecimiento y realización.
*Heberto J. Peterson Legrand (Tijuana, Baja California, 14 de marzo de 1941-Ensenada, Baja California, 18 de septiembre de 2023), colaborador de Palabra, cronista vitalicio e impulsor del Archivo Histórico de Ensenada, falleció a la edad de 82 años. A lo largo de su función pública, fue articulista en diversos medios, entre ellos El Vigía (casa editorial de la que, en su primera época, fue director).
Descanse en paz.
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En el marco artístico
del XXII FESTIVAL de OCTUBRE
se invita a la presentación editorial:
Nietzsche.Elpríncipesublimedelintelecto de Rael
Salvador
Celebrando el 179 Aniversario del autor de Así habló Zaratustra (15 de octubre de 1844-25 de agosto de 1900)
Comentarios a cargo del editor y periodista Manuel Quintero
Día: lunes 16 de octubre de 2023
Hora: 6:00 p.m.
Lugar: Aula Magna del Centro Estatal de las Artes de Ensenada (Ceart Ensenada). Blvd. Lázaro Cárdenas, #1430, Playa Ensenada
La admisión es libre