·La cascada embrujada·
SEÑALES DE HUMO
¿Puede una bruja aburrirse? Ya era mediodía y aún no había llamado ningún vecino al timbre de la consulta brujil. Y eso era muy raro. O tal vez no tanto, pues la noche pasada habíamos sufrido una serenata de ladridos a cargo de los perros del pueblo y nadie había podido pegar ojo. ¿Y por qué habían ladrado así toda la noche? Vale, me has pillado. Fui a darles unas albóndigas para cenar y, por error, les había echado esencia de caca de cotorra. Pero no se lo digas a nadie, o acabarás con mi buena reputación en Villagrís.
El caso es que aquella mañana decidí matar el tiempo tratando de domar a Dévora. Ya sabes, la flor carnívora y cantarina de mi jardín. Ella tenía la mala costumbre de zamparse todo lo que caía a su alcance y, claro, los vecinos que venían a visitarme estaban cada vez más atemorizados.
Dévora se había zampado balones, prendas de vestir, bolsos y hasta una sillita de bebé que por fortuna estaba vacía. Luego por la noche venían las lamentaciones, le daba un dolor de tripa terrible y tenía que correr a su auxilio para desatascarla.
Tenía que encontrar una solución y, como con ella la magia no funcionaba, se me ocurrió probar la técnica de los domadores de leones. Al fin y al cabo, Dévora era una fiera.
CABEZA DE MALVARINA
HASTA EL FONDO
FLORES CANTARINAS
ENTONANDO UNA
CANCIÓN DE TERROR
RATONCITOS
MIRANDO EL ESPECTÁCULO
Yo seguía metida en aquella cueva oscura y maloliente, cuando, de pronto, me pareció oír un grito.
Me deshice como pude de las fauces de Dévora y vi que se acercaba Tristán, dando la voz de alarma.
¡Fuegooo!¡Fuegooo!
Desde hacía algún tiempo, y por petición suya, Tristán se había convertido en el guardián del pueblo. Su función era vigilar que no acechara ningún peligro a Villagrís. El problema era que, entre que visitaba la cocina a todas horas y que se echaba una siesta cada vez que se comía aunque fuera solo un cacahuete, más que guardián lo que parecía era el huésped de un hotel.
Veloces como rayos, Lila, Teodora y yo subimos al observatorio de estrellas para ver qué era lo que había dejado a Tristán tan alterado.
—¡Mirad! Se ha incendiado el Bosque Encantado —gritó mientras señalaba con su uña larga y roñosa.
—Déjame ver —dije.
Pero lo único que pude apreciar fue una ligera humareda en la lejanía.
—¡Tenemos que ir a apagar el incendio!
—¿Y cruzar el Bosque Encantado? —preguntó Teodora temblando.
—A ver —intervine tras despegar el ojo del telescopio—. Eso no parece un incendio. Yo más bien diría que son… ¿señales de humo?
Y justo en ese momento sonó el timbre.
¿Se había despertado por fin algún vecino?
¿Ya has leído las otras aventuras de Malvarina?
¿UN INCENDIO EN EL BOSQUE ENCANTADO? ¿SEÑALES DE HUMO? UNA BRUJA NUNCA PUEDE BAJAR LA GUARDIA.
Ser la Bruja de Villagrís conlleva sus responsabilidades, así que cuando me dijeron que había tres huevos abandonados en la Cascada Embrujada no me lo pensé dos veces: ¡yo era la bruja perfecta para salvarlos! El problema era que la cascada se encontraba, ni más ni menos, que al otro lado del Bosque Encantado. Y cruzarlo es siempre una aventura… Por suerte, esta vez, contábamos con un nuevo medio de transporte que nos protegería en el camino. ¿O quizá no?
ISBN 978−84−19401−69−4
ISBN: 978-84-19401-69-4