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Pregonera 2019 (Elena Arenas
El miedo
Me dice la Culandrita, la prima del cenizo ese que todas las mañanas nos saluda con sonrisa bobalicona, que me esté quietecita, que no me mueva y permanezca firme en mi puesto junto a las otras, que más vale morir entera (¡qué exagerada!) que andar luego rebuscando los trozos dispersos de una misma por aquí y por allá . Total, chica, si te van a echar de todas maneras, no pierdas la dignidad, que sean ellos los que se retraten, me dice . Quizás tiene razón, pero a mí me da miedo llevar las cosas hasta ese extremo, tensar tanto la cuerda que tengan que llamar a la policía para que nos saquen a rastras . Esas cosas solo se ven por la tele y en otros países . No me veo yo de heroína, aunque mira que estamos resistiendo a pie derecho entre los árboles un día detrás de otro, que lo peor no es el frío de las mañanas de otoño, ni las hojas rozándote la cara en su caída libre, sino aguantar a la gente que se acerca y nos mira como si estuviésemos locas, que eso es lo que se creerá el primo de la Culandrita, que estamos allí para que él nos salude tocándose sus cositas con disimulo y sonriendo, y ella bien que lo protege, que si el pobre es bobo, que si no hay que tomarse a mal los gestos que hace . Así que, encima de aguantarlo todas las mañanas, no puede una abrir la boca, no vaya a ser que la prima se nos enfade y se vaya todo el plan al traste . Porque bien es verdad que si no es por la Culandrita, allí no estábamos ninguna de nosotras; ella ha sido el alma mater del movimiento, como le oí decir un día al marido de la Camila cuando la amenazó con denunciarla por retener allí a su mujer . Y es que ninguna nos hubiéramos movido de casa para pasar frío en el parque si la Culandrita no entra como una tromba de gritos y llantos en la cocina y nos arrastra con argumentos incontestables: que si se nos había olvidado lo que pasaba cuando éramos jovencitas, que si los tiempos no han cambiado tanto como dicen, gritaba mientras yo batía huevos para cuajar una tortilla . Me moría de hambre y casi no escuchaba lo que decía entre sus sollozos, de tan sabido como lo tenía, hasta que oí las palabras mágicas: si no la exigimos nosotras nadie nos va a regalar la justicia, solo hace falta mirar hacia atrás para comprobarlo . Mirar atrás . Un frío seco recorrió mi espalda y sentí el miedo antiguo como si un águila gigante lo oscureciera todo de pronto con sus alas desplegadas . La que más y la que menos sabíamos de lo que hablaba la Culandrita cuando se paseó llorando por nuestras cocinas . Callar no había servido de nada; habían transcurrido los años, se habían espaciado las noticias turbadoras pero ahora todo volvía a empezar y, como siempre, nadie parecía preocuparse . Porque en este pueblo todos saben lo que pasa, como dice la Camila, siempre con lágrimas en los ojos, pero tiene más fuerza el miedo que la verdad . El miedo que no nos abandona, aquí, al relente, mientras aguantamos la presencia curiosa de la gente que se acerca y nos mira como si estuviéramos locas, que hay que tener paciencia, mucha paciencia con tanto silencio cómplice . Ella perdió a su hija y yo a mi amiga Teresa y el mes pasado, la prima de la Culandrita, la hermana del cenizo ese que todas las mañanas nos saluda con sonrisa bobalicona, apareció desnuda, desangrada y sin manos en este parque inhóspito y frío, donde todas las mañanas nos estamos quietecitas esperando que en algún momento aparezcan los furgones de la policía para sacarnos a rastras .
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La Macorina Ganador del II Certamen de Relato Breve del Ateneo de Almagro
Elena Arenas
Pregonera de la Feria 2019