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Alcalde

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Hace unos días cerramos el Festival Internacional de Teatro Clásico, que ha cumplido cuarenta años, y ya estamos en la Feria, que tiene varios siglos. Así es la vida de cualquier sociedad humana: acontecimientos y personas, instituciones, creencias, mitos, familias, costumbres y rutinas que se entrelazan y suceden unas a otras en el discurrir del tiempo formando una corriente vigorosa en la que nada se pierde por completo y todo deja huella más o menos perdurable. Esta corriente nos modela (pero se deja modelar, poco o mucho, por cada uno de nosotros), y finalmente acaba constituyendo la identidad colectiva con que nos identificamos y con la que nos identifican: de modo que cualquier almagreño sabe que lo es sin mayor reflexión y, también sin mayor reflexión, es señalado como tal por los que andan alrededor. En estos tiempos, no es preciso recordar aquí los motivos, se habla mucho de la importancia que poseen las identidades individuales y las identidades colectivas. Incluso parece extenderse una tendencia a acentuar estas últimas en perjuicio de las primeras; y, así, abundan las gentes que presumen de pertenecer a un grupo, sea nacional, religioso, étnico o ideológico, que lo consideran superior a todos los demás, que solo dentro de él encuentran el sentido de su vida, y que hasta son capaces de los mayores sacrificios, atrocidades o extravagancias para engrandecerlo. En las fiestas (por definición, celebraciones de exaltación colectiva) suelen apreciarse muchos excesos comunitaristas y excluyentes. Yo estoy seguro de que eso no es bueno ni para la comunidad en su conjunto ni para los individuos que se exaltan demasiado y abdican su condición de tales en favor del grupo. Estoy seguro también de que la inmensa mayoría de los almagreños no caemos en tentaciones tan bajas. Es decir, que amamos nuestro pueblo y nos sentimos identificados con su historia y tradiciones (las que han cristalizado en nuestra identidad colectiva), pero en modo alguno nos consideramos más que nadie ni estamos tan satisfechos de nosotros mismos como para renunciar a cualquier intento de llegar a ser mejores. Y sé, con absoluta certeza, que respetamos a los demás individuos y grupos que hay por el mundo. Pues bien, la feria que ahora empieza puede ser una estupenda ocasión de demostrarlo: exhibir y celebrar lo que nos identifica como almagreños, dejar claro que no pretendemos con ello menospreciar ni excluir a nadie… y también aceptar que quizás no haya una sola manera de ser y de sentirse almagreños. Lo cual significa que podemos aprovechar la feria para hacer de ella una buena escuela de socialización, especialmente en lo que se refiere a los más pequeños, y de promoción de los valores cívicos esenciales, entre los que

Daniel Reina Ureña

ALCALDE ALMAGRO

figuran, de manera muy destacada, la libertad, la tolerancia y la solidaridad. Divirtámonos, pues, cuanto podamos; manifestémonos cívica, acogedora y educadamente; y seamos solidarios con todos aquellos que, por unas u otras razones, no pueden participar de la feria. El ayuntamiento ha hecho y hará todo lo posible para que sea así, y yo por mi parte se lo deseo de todo corazón. Feliz Feria.

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