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Escultores californios
Ala hora de abordar el análisis de la escultura en la cofradía california en su conjunto se pueden distinguir tres grandes etapas o períodos delimitados tanto por el contexto histórico en el que se realizaron los encargos como por el artista o artistas que los caracterizan. Así, tendríamos un primer período fundacional definido por la obra de Francisco Salzillo, a mediados del siglo XVIII; una segunda etapa, que podríamos denominar de reconstrucción del patrimonio perdido, en la que destacan las creaciones de Mariano Benlliure y José Sánchez Lozano, en la década de los años cuarenta del siglo XX; y una tercera y última época, mucho más compleja en cuanto al número de artistas que trabajaron para la hermandad, en la que cabría reseñar, no obstante, la figura de José Antonio Hernández Navarro, el autor que más grupos ha esculpido para la cofradía california a lo largo de su historia, en torno al cambio del siglo XX al XXI, coincidiendo con el auge que experimentaron las cofradías pasionarias españolas a finales del siglo pasado como una consecuencia de la exaltación de los valores locales que trajo consigo el Estado de las Autonomías al desarrollarse la Constitución de 1978. A estos períodos se podría añadir un cuarto, que abarcaría medio siglo, desde 1879 a 1931, definido por la obra de Francisco Requena y Luis de Vicente Mercado, cuyos trabajos, para la renovación y modernización de los tronos del Miércoles Santo, van mucho más allá de la maestría y el buen hacer de meros artesanos o tallistas de la madera.
El primer período, o etapa fundacional, comprendería desde 1747, cuando se debieron encargar las imágenes del primitivo grupo de El Prendimiento de Cristo, obra de Juan Porcel, y también la primera Virgen del Primer Dolor, de autoría desconocida, al año 1773, cuando Francisco Salzillo entregó el grupo de La conversión de la mujer samaritana, completando así el clásico cortejo del Prendimiento que vino desfilando la noche de Miércoles Santo, sin apenas alteraciones, hasta bien entrado el siglo XX en los albores de la Guerra Civil. Un espacio de tiempo de veintiséis años (1747 - 1773), en pleno siglo XVIII, que queda definido por la obra y la personalidad de Francisco Salzillo Alcaraz, autor, además del grupo mencionado, del Cristo del Prendimiento (1766) y de la Virgen del Primer Dolor (1753), ambas tallas destinadas a sustituir las fundacionales, de la imagen de San Juan Evangelista (1751) y de los grupos de La oración en el huerto (1761) y El ósculo (1762). De manera que, salvo la imagen de San Pedro Apóstol (1755), de autor anónimo, y los dos sayones del grupo del Prendimiento, de los que sólo ejecutó las cabezas, conservando el resto de las imágenes de Juan Porcel, Francisco Salzillo fue el autor del cortejo primitivo del Miércoles Santo, conformando un conjunto unitario destinado a la meditación sobre el significado >
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del Prendimiento de Cristo, definido estilísticamente por los planteamientos estéticos de la escultura tardobarroca murciana, de la que Salzillo, sin duda, constituyó su mejor exponente, creando una escuela que aún se mantiene activa en pleno siglo XXI.
La procesión california dieciochesca la formaban ocho tronos, figurando en ella un total de 19 imágenes distribuidas de la siguiente manera: dos en el grupo de La Samaritana, cinco en cada uno de los grupos de La oración en el huerto y El ósculo, tres en el de El Prendimiento y otras cuatro, las de los tres apóstoles y la de la Virgen, que procesionaban aisladas en sus respectivos tronos. De este conjunto de 19 imágenes, Salzillo era autor de 16, si bien como se comentó anteriormente también había realizado las cabezas de los dos sayones del Prendimiento, lo que elevaría el número de salzillos que poseía la cofradía hasta un total de 18 imágenes y siete grupos o pasos procesionales. De modo que la cofradía en el siglo XVIII, coincidiendo con los años de su fundación, llegó a encargar un total de 21 imágenes: las 16 de Francisco Salzillo, las 3 de Juan Porcel, correspondientes al primitivo grupo de El Prendimiento, y dos de autoría desconocida, la primitiva Virgen del Primer Dolor y la imagen de San Pedro Apóstol. Todas ellas, salvo la primitiva imagen de la Virgen, que pasó en el siglo XVIII a un oratorio particular, permanecieron en poder de la cofradía, ya que el busto del primer Cristo del Prendimiento, obra de Juan Porcel, se conservaba en el local social de la hermandad, hasta el verano de 1936 cuando fueron destruidas en su mayor parte durante el asalto que sufrió el templo de Santa María de Gracia y sus dependencias aledañas, salvándose solamente las imágenes de los tres apóstoles durmientes de La oración en el huerto y la figura de Malco del grupo de El ósculo. Esta primera etapa tendría su epílogo a finales del siglo XIX, cuando en 1883 se añadió a la procesión del Prendimiento el trono de la Santa Cena, que estuvo desfilando hasta el año 1906, momento en el que se decidió recuperar el discurso narrativo de la primitiva procesión de Miércoles Santo. Las trece imágenes de este grupo de La Santa Cena eran obra de Nicolás Salzillo, padre de Francisco, y permanecieron en poder de la cofradía hasta mediados del siglo XX cuando fueron vendidas a una cofradía alicantina. La incorporación de este nuevo conjunto escultórico, si bien se hizo después de más de un siglo de la fundación de la cofradía, habría que adscribirla a la etapa fundacional desde un punto de vista formal y estilístico, ya que completaba la colección de escultura barroca murciana que llegó a poseer la cofradía california. Estas trece imágenes, como la mayoría de las adquiridas en el siglo XVIII, eran de las llamadas de devanadera o de vestir. De modo que del total de 34 imágenes que poseyó la cofradía en esta primera etapa, solamente cinco, la primitiva Virgen del Primer Dolor y cuatro sayones, dos del grupo de El Prendimiento y otros dos del de El ósculo, es decir, menos de un 15%, eran de talla completa.
A este primer período le sigue un segundo que abarcaría desde 1879 a 1931, algo más de medio siglo, entre los años finales del XIX y las primeras décadas del XX, que podríamos denominar de renovación. El marco histórico en el que se desarrolla, la época Alfonsina, y la consolidación de la burguesía implicará una reforma de los desfiles pasionarios, no sólo en la ciudad, sino también en el resto de España, impulsada por las nuevas élites sociales y las autoridades locales que verán en ellos un modo de promoción para atraer el turismo y por tanto una serie de beneficios económicos a la ciudad; lo que conllevará aparejado una serie de mejoras para poder competir con las poblaciones vecinas, en el caso concreto de Cartagena con Murcia y Lorca. La adaptación de las procesiones de Semana Santa a su nueva función, muy alejada de sus fines primitivos, implicará una importante transformación que en el caso de la cofradía california, dada la calidad de la imaginería que poseía, en su mayor parte de Francisco Salzillo, sólo afectará a la renovación de los tronos sobre los que se procesionaban los grupos escultóricos.
En este contexto, Francisco Requena talló en 1879 dos tronos para los californios, el de la Virgen del Primer Dolor y el de San Juan. Ambos decorados con imágenes confeccionadas en madera tallada y policromada: seis ángeles, dos adoradores y cuatro sólo de busto, y el orbe rodeado de nubes y pequeños querubines, en el de la Virgen, y el águila con las alas desplegadas y el cordero pascual sentado sobre el libro de los evangelios, en el de San Juan. A éstos se añadiría el de San Pedro Apóstol, realizado en 1898 por el mismo escultor, que se adornaba con la escultura de un ángel portando un tondo con el escudo pontificio en el frente y sendas representaciones de las virtudes teologales en los otros tres costados. Un total de 15 piezas escultóricas de las que sólo han llegado hasta nuestros días los dos ángeles adoradores procedentes del trono de la Virgen, que aún siguen procesionando a los pies de la imagen de la Virgen del Primer Dolor, y orbe terráqueo, lamentablemente desaparecido en extrañas circunstancias a comienzos del presente siglo.
La renovación de los tronos californios se completaría en la segunda década del siglo XX, con la decisión de encargar a Luis de Vicente Mercado las cuatro peanas destinadas a portar los grupos que entonces procesionaba la cofradía: El Prendimiento, El ósculo, La oración en el huerto y La samaritana, si bien este último no pudo realizarlo dado que falleció en 1929. El primero de esta serie de tronos, el del Prendimiento, fue tallado en 1925 y está decorado con ocho ángeles, dos en cada uno de los laterales, y tres cartelas ovaladas, en el dorso y en los flancos de la peana, que enmarcan sendas escenas de la pasión esculpidas en altorrelieve con algunas de sus figuras en bulto redondo. A éste seguiría en 1926 el trono de la oración en el huerto, destacando en su decoración la presencia de diez ángeles y varios querubines junto con pinturas en las que se representan parejas de ángeles portando los símbolos de la pasión. La última obra de Luis de Vicente para la cofradía sería el trono del ósculo realizado en 1929 en la que resaltan como únicos elementos escultóricos unas cabezas de querubines, que actualmente lucen en el trono de la Esperanza. La pobreza de elementos escultóricos en este trono, si se compara con los anteriores, es debido a la muerte prematura del artista, teniendo que ser acabado por el taller. Este hecho obligó a buscar un nuevo artista para realizar el trono de la Samaritana. Aurelio Ureña, escultor afincado en Valencia, fue el encargado de su ejecución, realizando un trono con un rico programa iconográfico formado por doce esculturas: ocho ángeles, una alegoría de la caridad, en la cara posterior, y una figura femenina en el frente en actitud de echar a andar que descansa su mano sobre el escudo de la cofradía, y dos relieves tallados en sus laterales, donde se representan la resurrección de la hija de Jairo y el pasaje de la mujer adúltera. Un conjunto que, junto al grupo de La conversión de la mujer samaritana que porta, adquiere un profundo simbolismo que servía para introducir al espectador en el cortejo penitencial del Prendimiento de Cristo. Afortunadamente estas cuatro obras aún se conservan y siguen procesionando en la actualidad.
La tercera etapa, en realidad la segunda si nos referimos a obras escultóricas propiamente dichas, podríamos denominarla de reconstrucción, comprendería desde 1939, cuando se hicieron los primeros contactos con escultores para empezar a rehacer todo lo perdido, a 1979, cuando Sánchez Lozano finalizó el último encargo que le hicieron los californios. Esta época viene definida por la necesidad de reorganizar la cofradía y sus desfiles pasionarios tras la destrucción prácticamente de todo su patrimonio escultórico en los primeros días de la Guerra Civil, en el contexto de la postguerra y de la España del nacionalcatolicismo. En los primeros momentos, la cofradía adquirió una serie de imágenes que fueron sustituidas por otras de mayor calidad cuando las circunstancias económicas lo permitieron, tal fue el caso del grupo de El Prendimiento (1940), de Juan Manuel Carrillo Marco, y de la imagen de San Juan Evangelista (1940), de Benito Barbero Medina. Ambos reemplazados en esa misma década. A caballo entre estas imágenes provisionales y las definitivas podría situarse la actual Virgen de la Esperanza (1943), obra de Enrique Pérez Comendador, que fue adquirida para desfilar el Miércoles Santo como Virgen del Primer Dolor. Una imagen cuyo marcado hieratismo no convenció a los hermanos que pronto encargaron una nueva para sustituirla, pasando al Jueves Santo con la advocación de Virgen de la Esperanza. La sustitución del patrimonio escultórico que poseía la cofradía, en su mayor parte debido a Francisco Salzillo, no fue una tarea fácil. Terminada la guerra, en el seno de la hermandad, se abrió un arduo debate entre los partidarios de reconstruir lo perdido dando libertad de ejecución a los nuevos artistas y quienes, por el contrario, opinaban que deberían copiarse las imágenes destruidas, sin que ninguna de estas dos corrientes llegara a imponerse sobre la otra. Así, Mariano Benlliure, un artista consagrado fue el encargado de rehacer parte de los grupos desaparecidos, aunque, dada su avanzada edad, las imágenes que posee actualmente la cofradía de este autor salieron de su taller. La primera de estas obras fue el Cristo del Prendimiento (1942), completando los sayones en 1946, si bien, al igual que hiciera Salzillo en 1766, sólo ejecutó las cabezas, respetando el resto de la obra de Carrillo Marco. También en 1946 entregó la imagen de la Virgen del Primer Dolor, la de San Juan Evangelista y cuatro figuras para el grupo de El ósculo: Cristo, Pedro, Judas y un sayón, ya que la imagen de Malco se salvó de la destrucción. A este conjunto se añadirían al año siguiente la imagen del Cristo de la Flagelación y la del Cristo de la Santa Cena, aunque este último pasaría a ser utilizado en el grupo de La entrada de Jesús en Jerusalén, ya que Benlliure falleció ese mismo año sin poder terminar el grupo de la Santa Cena, que sería realizado en su totalidad por Juan García Talens en 1949. Estos dos últimos encargos muestran que la cofradía, en la década de 1940, había decidido transformar el discurso de la procesión del Prendimiento confiriéndole un carácter narrativo. Un cambio que venía gestándose ya desde antes de la guerra, como demuestra el hecho de la creación de la agrupación de la Santa Cena en 1935, y que >
se consolidaría definitivamente cuando en 1963 el paso de la Samaritana fue relegado al Domingo de Ramos, ocupando su lugar el de La coronación de espinas, obra de Federico Coullaut-Valera.
Por su parte, el escultor José Sánchez Lozano, probablemente el mejor intérprete de la obra de Salzillo durante el siglo XX, sería el encargado de dar satisfacción a los partidarios de seguir los modelos que habían sido destruidos. En 1940 entregó la imagen de San Pedro Apóstol, su mejor obra para los californios. También, en esa misma década, realizaría las imágenes del Cristo y el ángel del grupo de La oración en el huerto (1941), figuras que realizó entonces en pasta de madera siendo sustituidas definitivamente en 1973 por otras de madera tallada, y La conversión de la mujer samaritana (1945), completando con estos grupos la procesión del Miércoles Santo. Años más tarde, durante las décadas de los sesenta y setenta, Sánchez Lozano volvería a trabajar para los californios, realizando una serie de imágenes para diferentes desfiles procesionales: Ángel del Apocalipsis (1966), para el carro bocina de la agrupación de San Juan, sustituyendo a la del Ángel heraldo que Manuel Ardil había ejecutado en 1953; el grupo de La vuelta del Calvario (1968 y 1971), compuesto por la Virgen, San Juan y María Magdalena; dos figuras de hebreos, un hombre alzando un niño y una mujer arrodillada que extiende su manto, para completar el grupo de La entrada de Jesús en Jerusalén (1970 y 1971), que sustituyeron a otras de dos de escaso mérito que tenía la cofradía; la imagen Santiago Apóstol (1977); y el grupo de El juicio de Jesús (1978-1979) formado por seis figuras. Todas estas imágenes y grupos, excepto la de Santiago, estaban vinculadas a la agrupación de San Juan, lo que pone de manifiesto el interés de los sanjuanistas de entonces por la obra de Sánchez Lozano.
Este período se completa con los encargos que hizo la cofradía a Juan García Talens en la década de 1950, debido a la creación de la procesión del Cristo de los Mineros en 1956 para la madrugada del Domingo de Resurrección. Un cortejo que a partir del año siguiente pasaría a la noche del
Jueves Santo para posteriormente unificarse con la del
Silencio. Tres fueron las obras que el escultor hizo en estos años para los californios: una imagen de Magdalena en el calvario (1957) que dejó de salir dos años más tarde, el Cristo de los Mineros (1958) y una imagen de
María de Cleofás que forma parte del grupo de La vuelta del Calvario. Estas dos últimas siguen procesionando en la actualidad. La última etapa de la escultura en la cofradía california comprende desde 1981, cuando comienza a incrementarse el número de tronos de la procesión del Domingo de Ramos, casi solapándose con el anterior, a la actualidad. Este período de tiempo vendrá definido precisamente por la necesidad que tiene la cofradía de ir incorporando nuevos grupos escultóricos para las procesiones del Domingo de Ramos, la nueva del Viernes de Dolores, creada en 1987 con la denominación de “Procesión del Santísimo Cristo de la Misericordia y María Santísima del Rosario”, y en menor medida la del Miércoles Santo. De alguna manera, las imágenes talladas por García Talens en los años cincuenta del pasado siglo para la noche del Jueves Santo, que respondían a una necesidad acuciante de contar con nuevas obras para dotar una nueva procesión, podrían encajar perfectamente en esta última época mucho menos definida que las anteriores, si bien dado que tanto Enrique Pérez Comendado como García Talens trabajaron para la cofradía durante la década anterior con el fin de reconstruir la procesión del Miércoles Santo parece más apropiado adscribirlos a la etapa de reconstrucción del patrimonio.
Al igual que en las anteriores, en los años iniciales de esta nueva etapa, se adquieren una serie de obras que terminarán siendo sustituidas dada su escasa calidad. Este es el caso de los grupos de La unción de Jesús en Betania (1981-82), de Jesús Azcoitia, Jesús con los niños (1982), de Manuel Ardil, Las tentaciones de Jesús (1993), de Juan José Quirós, la Virgen del Rosario (1983), de Jesús Azcoitia, y la imagen de Pilatos, para el grupo de La sentencia de Jesús (1984), también de este último autor. Todos estos grupos serían reemplazados por obras de Hernández Navarro.
Probablemente, José Antonio Hernández Navarro sea el mejor representante de esta última etapa de la escultura california, a caballo entre los siglos XX y XXI, dado el número de obras realizadas para la cofradía: Virgen del Rosario (1984), La sentencia de Jesús (1991), La unción de Jesús en Betania (2002), Cristo de la Misericordia (2003), Jesús con los niños (2004), La despedida de Jesús de la Virgen María (2004), El arrepentimiento de San Pedro (2004), El bautismo de Jesús (2005), La imposición del Primado (2007) y Jesús y la Virgen María en casa de Lázaro (2008). Todos estos grupos, un total de diez, junto a las imágenes del profeta Isaías y de Juan el bautista realizadas en 2004, para el retablo de la capilla del Prendimiento, hacen que este sea el artista que más ha trabajado para los californios.