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Saluda del Obispo de la Diócesis

Saluda del Obispo Cartagena de

Queridos hermanos y amigos,

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Me han pedido unas palabras para dar la bienvenida a esta revista que tratará de contar y cantar los gozos de Santa María de la Fuensanta. Naturalmente que no puedo dejar de participar en esta aventura, siempre nueva, cuando se trata de nuestra Madre. En este momento estoy pensando en los miles y miles de romeros que acuden a las citas con Nuestra Señora, tanto en primavera como en septiembre, para estar cerca de la Morenica, para cumplir promesas y para decirle abonico cuanto la queremos. Esto es más que una tradición, es una necesidad del corazón que te seduce y te lleva a estar junto a Ella para mirarle la cara, para acordarte de los tuyos y dedicarle tu más sentida oración de acción de gracias o de petición. Bienvenida, Madre, otro año más, a la Catedral, a este templo que ha acogido siempre tu bendita imagen y nos reúne de nuevo junto a ti. Ya sabemos que tú nunca te has ido, porque tu amor de Madre te lo impide y que estamos siempre en tu pensamiento y en tu corazón, porque no dejas de interceder por cada uno de tus hijos.

En este mes de septiembre se comienzan muchos proyectos y por eso venimos cargados de peticiones, los niños que estrenan los libros en las escuelas en otro curso superior, las mismas familias que han dejado atrás el descanso estival e inician de nuevo su tarea, la Diócesis de Cartagena con su nuevo Plan de Pastoral… Nos permitimos fijarnos en ti para imitar tu amor y entrega al plan de Dios; nos fijamos en tu experiencia personal, en tu esperanza, que se enriquece con motivaciones siempre nuevas y que va abriéndole paso al Salvador en tu corazón, que por esta disposición firme e interior te sirvió para no dudar nunca y fiarte del Señor, incluso ante el drama de la Cruz: conservaste tu esperanza en el cumplimiento de la obra mesiánica, esperando sin titubear la mañana de la Resurrección, después de las tinieblas del Viernes Santo. Esta lección tenemos que repasarla nosotros hoy, porque flojeamos en la fe, por eso debemos pedirte tu ayuda, como Madre de la esperanza, para fiarnos de las promesas del Señor. Por otra parte, nos has enseñado la importancia del silencio, de un silencio contemplativo, que se traduce en una existencia humilde y escondida. Sabemos que tú nunca deseaste los honores y las ventajas de una posición privilegiada, sino que trataste siempre de cumplir la voluntad divina, llevando una vida según el plan salvífico del Padre, en silencio, oculta, pero activa, guiada por el amor a Cristo y a todos nosotros, tus hijos. La belleza de tu alma, entregada totalmente al Señor, es objeto de nuestra admiración. En ti, María, la comunidad cristiana ha visto siempre un ideal de mujer, llena de amor y de ternura, porque supiste vivir en silencio la pureza del corazón y de la carne. Frente al cinismo de cierta cultura contemporánea, que muy a menudo parece desconocer el valor de la castidad y trivializa la sexualidad, separándola de la dignidad de la persona y del proyecto de Dios, Tú, María, nos propones el testimonio de una pureza que ilumina la conciencia, te hace libre, te llena de alegría todo tu ser y te lleva hacia un amor más grande a las criaturas y al Señor. ¡Ayúdanos, Madre, a vivir con este estilo nuestro amor a Dios y a los demás!

Por tu corazón misericordioso pasan también los sufrimientos y dolores de mucha gente y te compadeces y ayudas eficazmente a los que te suplican. Tu ejemplo, Madre, nos estimula a hacer lo mismo, a imitarte y abrir el corazón y ayudar a los más necesitados, a los que lo pasan mal. Danos la fortaleza necesaria para mover nuestros corazones y tener sentimientos de reconciliación, para conservar la unidad del corazón, para buscar la unidad y la paz entre todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Que seamos capaces de superar las tendencias a la división, las tentaciones de la venganza y el odio, y la fascinación perversa de toda clase de violencia. Ayúdanos, Madre de la Fuensanta, a guiar a quien vaya desorientado, para mostrarle la luz del Evangelio, que conozcan la belleza de la fe y reconozcan el rostro de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

Feliz comienzo a esta revista mariana y felices fiestas a todos.

José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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