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El Puente Viejo

Carlos Valcárcel Siso

Presidente de la Archicofradía de la Sangre, Murcia

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Los puentes, más allá de una obra de ingeniería, desde siempre fueron concebidos para unir a las gentes, para salvar los obstáculos que impiden la comunicación entre las personas, para facilitar el intercambio de toda clase de valores y servicios; en definitiva, los puentes, son un camino hacia la convivencia, a través del cual los vecinos de “ambas orillas” se enriquecen recíprocamente y, de esta forma, no quedan aislados.

En Murcia, el Puente Viejo une a la Ciudad con el Barrio del Carmen, el más poblado de cuantos barrios o parroquias conforman nuestra urbe. Es el Barrio por antonomasia hasta el punto que no precisa de apellido, pues basta con referir su nombre para que todos sepan que hablamos del Barrio del Carmen. Hoy, todavía, los viejos carmelitanos, cuando cruzan el río en dirección al norte, dicen que van a Murcia.

La construcción del Puente Viejo, en su actual configuración, se inicia en el año de 1718. Las obras fueron suspendidas a petición del Rey Felipe V, por razones económicas, reanudadas por Toribio Martínez de la Vega y, finalmente, concluidas según los planos de éste, bajo la dirección de Jaime Bort.

El Puente Viejo ha sido y sigue siendo testigo, cuando no protagonista, de muchísimos avatares y acontecimientos de los que imprimen carácter a nuestra Ciudad.

Por el Puente Viejo pasa todos los años el Santísimo Cristo de la Preciosísima Sangre, el vecino más antiguo del Barrio y Patrón del mismo, quien desde lo alto del Puente, con sus benditos pies desclavados del madero, sale al encuentro de los murcianos para fundirse con ellos en un inmenso abrazo de amor y misericordia, en la inigualable tarde de Miércoles Santo, al tiempo que su sagrada imagen queda reflejada en el curso de las aguas del Río.

En el Puente Viejo, todos los años, en el día de su Festividad, la Virgen del Carmen visita, a hombros de sus ejemplares estantes, a la Virgen de los Peligros, fundiéndose en ese preciso momento, dos entrañables, piadosas y murcianas advocaciones marianas.

Este año se cumple el CCLXXV Aniversario de la Entronización en el

lado sur del Puente Viejo de la imagen de la Virgen de los Peligros, dentro de un edículo o templete construido por Carlos Cayetano Ballester. Anteriormente se ubicaron, sobre los tajamares del mismo, las imágenes de San Miguel y San Rafael, las cuales fueron demolidas a consecuencia de un seísmo. Muchos somos, todavía, los murcianos que nos santiguamos al pasar por el Puente, pues infinita es la devoción que despierta esta imagen.

Este año, también se conmemora el XC Aniversario de la Coronación de nuestra Patrona, la Virgen de la Fuensanta, coronada el domingo 24

Inscripción bajo la hornacina de la Virgen

Ntra. Sra. de los Peligros

de abril de 1927, sobre un altar colocado para la ocasión en el centro del Puente Viejo.

Y este año, en fin, el azar y providencia divina querrán que el día en que la Morenica regrese a su Santuario, el 12 de septiembre, coincida feliz y dichosamente con el día del Dulce Nombre de María.

Y una vez más, el viejo Puente será instrumento gozoso de todos estos acontecimientos. Instrumento para albergar y dar paso a los miles de murcianos que, año tras año, generación tras generación, acompañan a nuestra Patrona camino de su Santuario. Instrumento para unir, sin solución de continuidad, a la Ciudad y la Huerta, en la común y antigua devoción a la Fuensantica. Instrumento para improvisar un altar en el que rendiremos homenaje a la Patrona y a la Virgen de los Peligros, la que está “encimica del Puente”, mientras derramamos una lágrima de emoción, de anhelo o agradecimiento. Instrumento, en fin, en el que confluye y se condensa el fervor popular manifestado en una de las tradiciones de mayor arraigo de Murcia. Y, abajo, el río, lleva en su curso el murmullo de las oraciones, de los vítores y aplausos, de las peticiones de la madre que acaba de pasar al hijo sobre el manto de la Virgen, de las lágrimas del anciano después de tantas romerías, sin saber las que les restan, de la emoción del hombre maduro que recuerda a aquellas otras de la mano de sus padres cuando era un crío…

Pasó la Romería y el Puente Viejo recobra su pulso habitual, que no es otro que el del servir de paso y camino hacia el regazo de la Madre.

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