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El Carmen de antaño
Fiestas del Carmen Isla Cristina 2019 El Carmen de antaño
En mi medio siglo de existencia, al llegar estas fechas, es inevitable abrir el corazón de la nostalgia y recordar esas primeras celebraciones que conocí a principios de los años setenta.
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Sólo tengo que cerrar los ojos y permitir que afloren mis recuerdos, la primera imagen que me viene son esos paseos casi a diario que daba de la mano de mi padre por esas calles de nuestro muelle, unas calles impregnadas del olor a sal y que reflejaba fielmente el trabajo que realizaban todos nuestros marineros. Una cosa que me llamaba mucho la atención era que al llegar las fechas próximas al mes julio, aparte de las labores propias el lugar, todo el mundo se afanaban en limpiar rincones, blanquear paredes y dejarlo todo como una patena ante la inminente llegada al puerto de la Patrona de todos los marineros, la Santísima Virgen del Carmen.
Los marineros limpiaban sus embarcaciones y las engalanaban con banderas y banderines para que lucieran sus mejores galas ante la visita de su protectora y benefactora. El sonido de la campana de la lota anunciaba a los marineros de que la Virgen del Carmen había llegado al puerto y estos, con el sonido de sus sirenas y con la luz de bengalas que encendían en su honor iban llamando a la Virgen para que se acercara a sus embarcaciones, redes y sentirse bendecidos por Nuestra Madre.
Hoy en día son pocos, más bien, muy pocos diría yo, los barcos que se engalanan y esperan a la Virgen del Carmen en su tránsito por el puerto, tan pocos, que me asalta la duda de que si realmente para muchos marineros ha dejado de ser su patrona.
En el apartado lúdico las fiestas también han sufrido una gran evolución, tanta que me hace reafirmarme en el dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Las tradicionales carreras de botes por nuestra ría, característico de estos días se han esfumado, quedando sólo la tradicional cucaña y al llegar las noches hemos pasado de unas veladas íntimas y familiares a una masificación en muchos casos y un recinto que dada sus dimensiones nos hace estar dispersos y distantes y en el que muchas veces los propios lugareños se sienten como foráneos en sus propias fiestas.
Recuperemos nuestra identidad, mantengamos vivas la esencia de nuestras fiestas y así no tendremos que cerrar los ojos y vivir de los recuerdos.