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Nuestros vecinos: Víctor Morales, activista político y autor de 'La vida que viví'

“Si no logramos un reparto de la riqueza, el mundo se agotará”

VÍCTOR MORALES GILA, ACTIVISTA POLÍTICO Y AUTOR DEL LIBRO DE MEMORIAS “LA VIDA QUE VIVÍ”

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Víctor Morales, a las puertas de su casa.

Militante del PCE (Partido Comunista de España), de pensamiento desde los 10 años, y de facto desde los 19, Víctor Morales (Torres, 1935) ha hecho del compromiso social y político su forma de vida. La injusticia le golpeó trágicamente cuando vivió, con solo cuatro años, la muerte de su hermana por el hambre en brazos de su madre. Su capacidad de superación y sensibilidad con los más débiles han sido su bandera, como lo demuestra su militancia en el Partido Comunista. “La vida que viví”, autopublicada en la editorial “Hebras de tinta” (www.hebrasdetinta.es) narra su memoria y, a través de ella, la de los españoles sometidos por una época muy negra, la de la Dictadura. Estas memorias hablan de la vida de un comunista y su mensaje.

¿Qué le impulsó a escribir este libro? Una de las cosas que más ha influido es transmitir a la generación actual lo que ha pasado en la historia reciente de este país. Ha habido un silencio, causado por el miedo, para no contar desde dentro 40 años de fascismo en España, por no implicar a la familia, por protegerla. Yo no tengo hijos, pero sí sobrinos, y me decían que no sabían quién era su abuelo, de dónde venían, querían conocer. Eso fue lo que me impulsó a escribir este libro, para que supieran de dónde vienen sus raíces.

¿Y qué cuenta “La vida que viví”? Arranco hablando de mi abuelo, y llego hasta la actualidad. Empiezo a narrar mi infancia, cómo la sentí y la viví. La situación familiar, la cárcel y torturas a mi padre por ser republicano, la represión, el hambre… En mi familia, tal como ocurrió en muchas otras, se dio un conflicto dramático entre hermanos de diferentes ideologías. He querido dar testimonio detallado de todo esto, mi infancia en mi pueblo, Torres, de Jaén. Después, cuando me fui a los Pirineos a guardar vacas, y cómo llegué a Madrid, con 18 años, sin cultura por no haber ido a la escuela, ni oficio porque siempre había vivido en el campo. Aquí me tuve que buscar la vida y empecé trabajando como peón de albañil. Es en Madrid cuando, impulsado por mis inquietudes ideológicas, busco y encuentro al Partido Comunista. En el libro hablo de la miseria, de cómo mi padre estuvo a punto de morir dos veces por la tortura, la cárcel, de cómo nos dejaron sin nada y tuvimos que vivir en una choza. No siento rencor. Sí he sentido rabia, pero ha podido en mí el sentido de resistencia y la lucha por las libertades hasta conseguir la Democracia, que no es la que más me gusta, pero que es mucho mejor que la Dictadura que había.

¿Recuerda alguna anécdota o pasaje de “La vida que viví” con especial emoción? La muerte de mi hermana cuando yo sólo tenía cuatro años. Ella era un bebé. A mi padre le habían metido en la cárcel “por rojo” y no teníamos nada. A mi madre se le había secado la leche por el hambre y no la podía amamantar. Acudió al médico del pueblo y le recomendó que le diera leche de cabra urgentemente. Cuando buscaba, desesperada, algo de dinero para comprarla, la niña dio un respingo y falleció en sus brazos. Recuerdo el grito desgarrador de mi madre. Nunca se me olvidará.

¿Cómo encontró al Partido Comunista? Era como buscar una aguja en un pajar. Los pocos comunistas que había estaban escondidos. Yo he sido siempre muy impetuoso, y aunque algunas veces me encontraba alguno, no se fiaban, supongo porque me veían como un provocador. Finalmente lo encontré, de forma casual y arriesgada. Asistí a una manifestación por un juicio contra el Comité Provincial del Partido Comunista. Éramos cuatro o cinco. Yo me fijé en uno, y pensé, por instinto, que tenía que ser del Partido. Me dirigí a él y le dije que quería ser comunista. Él me contestó que estaba loco, que él no era comunista. Aun así, le di mi nombre, le dije dónde vivía y trabajaba, y al final acabó pasando por la puerta de mi trabajo. Le transmití confianza y así fue cómo me incorporé a la organización, pero comunista yo me sentía desde que tenía 10 años.

II República, Guerra Civil, Dictadura… ¿Qué no se debe olvidar, de todos aquellos años, para que nunca más se repita? Sobre todo, la raíz del mal, que causó la Guerra Civil. Antes de la guerra, había mucha injusticia, miseria y un pueblo analfabeto, la mayoría campesinos. Aun así, el Poder, es decir, la Iglesia, el Ejército y los terratenientes, no querían renunciar a sus privilegios. Cuando llega la II República, con un anhelo del pueblo por vivir dignamente, los terratenientes se cierran en banda y dejan de dar trabajo. Hay huelgas, manifestaciones y, en contra, surgen las bandas falangistas que llevaban pistolas. Se comienza a producir un clima de preguerra. Cuando la derecha gana las elecciones, con un pueblo desencantado porque no mejoraba su situación, llega el llamado el Bienio Negro. Las cosas tampoco mejoraban. Es entonces cuando la izquierda gana, con una amplía mayoría, las Elecciones de 1936. Las fuerzas fácticas, el Ejército, la Iglesia, los terratenientes y una burguesía acomodada, vieron que lo que no habían ganado con la República había que ganarlo con las armas. Fue así cómo provocaron la Guerra Civil. Eso es lo que no que hay que olvidar, saber de dónde venimos para que no se vuelva a repetir. Como se ha visto en las últimas Elecciones en Andalucía, las fuerzas fascistas siguen ahí.

¿Cómo ve este auge de la ultraderecha en España, y no sólo en España? Los fascismos son todos iguales. Surgen porque el pueblo no ve respuesta a sus demandas, y entonces surge el populismo y el fascismo, las herramientas del capitalismo para frenar unas necesidades de la gente que no puede ni quiere satisfacer. Mientras haya explotadores y explotados, siempre habrá lucha de clases y hombres y mujeres que luchen por la justicia.

El 6 de diciembre se ha conmemorado el 40º aniversario de la Constitución española. ¿Qué balance hace de este periodo? Mucho de los que votaron en contra de la Constitución ahora nos quieren echar a nosotros, los comunistas, que luchamos y fuimos a la cárcel por defender la libertad. ¿Dónde estaban ellos?. La Constitución se hizo como se hizo por las circunstancias en las que se hizo. Era lo mejor que se podía lograr en ese momento. Si se cumplieran los preceptos recogidos en ella, no estaríamos pidiendo que se reformara. Nosotros consideramos que el pacto constitucional está roto, y lo han roto los que tanto ahora la defienden, la clase poderosa. Hay que lograr una mayoría suficiente para que se convoque un Referéndum y el pueblo vote la forma de Estado que desee. Otra Constitución es posible y necesaria.

¿Mira el futuro con buenos ojos? Mi confianza en el ser humano es total. Mi filosofía de vida se resume así: el mundo será socialista o dejará de ser mundo. La Tierra es finita, los bienes que nos vienen de ella no son infinitos. Si no logramos un reparto equitativo de esta riqueza el mundo se agotará.

¿Cómo va a vivir las fiestas navideñas? De forma natural. En Nochebuena mi mujer y yo cenaremos con mi hermana, que está viuda y sola, y mis sobrinos. Igual en Navidad. Hasta hace unos años, nos juntábamos con toda la familia de mi mujer. Ahora lo hacemos, pero no tiene por qué ser Navidad. No vivo estas fiestas con pena por el pasado o porque ya no están los seres queridos. Yo puedo estar muy triste en un momento dado, pero luego arrancarme con un fandango. La vida es para vivirla.

ORDENANZAS MUNICIPALES (3ª Parte)

Continuando con las Ordenanzas que se aprobaron en el año 1877, podemos ir comprobando que para el momento que se redactan tienen un gran contenido social, de orden público e incluso político. Los siguientes artículos están dedicados a las diversiones y espectáculos públicos de los que destaco los siguientes:

Artículo 14 Nadie podrá dar bailes públicos ni celebrar espectáculo público alguno, sea con retribución o sin ella, sin permiso de la autoridad, bajo la multa de cinco a veinticinco pesetas. Sobre establecimientos públicos se regula lo siguiente: Artículo 15 Los billares, tabernas, tiendas de vino y licores, y demás establecimientos públicos análogos se cerrarán precisamente a las once de la noche en el invierno, y a las doce el resto del año, sin que queden dentro otras personas extrañas a la familia del dueño o que no vivan habitualmente con ella bajo la multa de cinco a veinticinco pesetas. Los casinos y tertulias públicas se ajustarán a sus respectivos reglamentos, previa la oportuna aprobación de este punto para no perturbar el sosiego del vecindario durante las altas horas de la noche. Al describir este artículo se me viene a la memoria una anécdota que me contaban algunos mayores y era que cuando algo se quería que terminase pronto se recordaba una frase del tío Magunda, y es la que os la voy a comentar: En la calle del Clavel, donde hemos conocido la taberna de la tía Ramona y el tío Marcos, taberna que con anterioridad fue propiedad del tío Mariano Perdiguero “magunda”, padre de Maximina, Agustina, Ramona, María, Pablo e Ignacio Perdiguero Monasterio. La puerta de esta taberna era la clásica de la mayoría de las casas de entonces del pueblo, que consistía en que la media puerta de abajo era de una pieza de madera fija, pero la media de arriba tenía un cristal con una corredera sobre la que se ponía de noche uno o dos tableros que ocultaban ese cristal y quedaba la puerta como de una sola pieza. A lo que voy, en la taberna siempre se quedaban rezagados, por la noche, algunos clientes charlando y bebiendo algunos tragos, pero sin ánimo de levantar la tertulia. Cuando el tío Mariano “magunda” veía que aquello no tenía visos de acabar pronto lanzaba la siguiente frase a su hija: “Maximina ves poniendo los tableros que esta gente se quiere marchar”. Hoy la frase que diríamos es: “No os digo que os marchéis, pero ahí tenéis la puerta”. El siguiente artículo está referido a una costumbre ancestral, que bastantes no habéis conocido y que ni siquiera sepáis que existía, me estoy refiriendo a las Cencerradas. Estas eran objeto de “dársela” a los que contraían segundas nupcias o en algún caso en momentos puntuales a alguna persona que se “pasaba de la raya” en el sentido de una “puesta de cuernos”. Como su nombre indica era ir haciendo sonar cencerros bien detrás de los contrayentes o acudir por la noche a la casa de los novios. Hoy, afortunadamente, esta vieja costumbre de dar “cencerradas” hace años que se extinguió. Artículo 16 Queda terminantemente prohibido el abuso de dar cencerradas a los viudos y viudas que contraen segundas nupcias ya sea de día ya de noche y mucho menos a cualquiera otra persona. Los contraventores sufrirán la multa de dos a cinco pesetas. El siguiente artículo está referido principalmente a la caza que podríamos llamar furtiva. Nuestro término para bien o para mal siempre ha sido rica en caza menor, a consecuencia de la que se prodigaba en la Dehesa Nueva o Boyal, y de la que entraba a través de lo largo de la tapia del Monte de Viñuelas. Os puedo casi asegurar, sin temer a equivocarme, que rara era que alguno o varios miembros de las familias que conformaban nuestra localidad no contraviniese este artículo. Lo digo con conocimiento de causa, pues la documentación que se conserva en el Archivo Municipal perteneciente al Juzgado de Paz, y que dejaron cuando el juzgado se “independizó” del Ayuntamiento, está constituida en su mayor parte de expedientes sobre juicios menores referentes a la contravención de esta ordenanza y sus correspondientes sanciones gubernativas. Y se puede apreciar que algunos eran reiterativos en su falta, pero si echamos la vista atrás no era una caza por diversión sino por pura necesidad de subsistencia. Artículo 17 Los que usaren armas de fuego sin licencia, incurrirán en la multa de cinco a veinticinco pesetas, y lo mismo los que cazasen en tiempo de veda fuera de los terrenos de su propiedad o con autorización de su dueño. Los dos artículos siguientes son unos que en este momento siguen desgraciadamente de actualidad y se refieren al respeto que se debe a la autoridad, pero no pasa un día en que no nos desayunemos con improperios y descalificaciones entre las propias autoridades que tienen que dar ejemplo de respeto aunque se tengan opiniones y pensamientos contrarios, pero que deben defenderse o exponerse sin exabruptos e insultos. Artículo 18 Los que faltaran al respeto y consideración debida a la autoridad o la desobediencia dejando de cumplir las órdenes que le dictasen, si el hecho no constituye delito incurrirán en la multa de cinco a veinticinco pesetas. En igual pena incurrirán los que no presten a la autoridad el auxilio debido. Artículo 19 Los que ocultasen su verdadero nombre, vecindad, estado o domicilio a la autoridad, o funcionario público que se lo preguntan por razón de su cargo será castigado con la multa de veinticinco a setenta y cinco pesetas, previo expediente. En próximos artículos seguiré desgranando los interesantes títulos que restan de estas Ordenanzas de 1877.

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