La Solana nº279 nov-dic 2019

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Colaboraciones

Nancy entre galanes

H

ace ya casi tres años que los avatares del destino me trajeron hasta tierras manchegas. Esta onubense oriunda de Bilbao y residente en Sevilla (ésta es otra historia) jamás había pisado tierra quijotesca. En septiembre de 2016, estando en el aire la posibilidad de la mudanza, mi marido y yo pasamos un fin de semana en Valdepeñas conociendo el lugar, por si el cambio compensaba o no a todos los niveles. La tierra y sus gentes nos enamoraron de inmediato y ahí decidimos dar un cambio a nuestra vida, que estaba asentada en el sur, y poner rumbo a esta nueva aventura. “Salir de nuestra zona de confort”, como se suele decir ahora; o más bien la zona de confort nos pegó una patada en el trasero. Tras un año en el pueblo vecino, recibí una llamada de la Universidad Popular de La Solana: estaba la segunda en la bolsa para monitora de fotografía y la persona titular se marchaba. Esa fue mi primera toma de contacto con este peculiar pueblo. En febrero de 2018 conocí a un grupo de gente, mis alumnos, que con el transcurrir de los días se han convertido para mí en una pequeña familia. En las clases solemos decir que, además de aprender fotografía, hacemos terapia de grupo, ya que a muchos (yo me incluyo) nos sirve de vía de escape para la desidia de la rutina. En esta aventura una de las cosas que más me está gustando es que estoy aprendiendo un nuevo idioma, el solanero, que, al más puro estilo de La tesis de Nancy (Ramón J. Sender), me sentí algo confundida cuando descubrí que todos en este pueblo son unos galanes, incluidas las mujeres y los niños. Galanes que hablan con un soniquete muy especial e inconfundible, una cantinela local con gran musicalidad. Pero no solo son galanes, muchos además son galgos y les gusta mucho la

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galguería… Quizá hay mucha afición a la caza por la zona, pensé. Un día quedamos para desayunar tallos. Tallos. ¿Es común desayunar flores en la zona? Qué gente tan peculiar… Desayunar tallos es algo que además gusta muchismo, o munchismo, que es el superlativo del anterior. Esta palabra me caló hondo, porque además se basa en la economía del lenguaje, algo que tanto nos gusta a los andaluces. Con las fiestas populares son típicos los dulces como los nuégados, muy ricos por cierto. Será que yo también me estoy volviendo un poco galga. La primera vez que esa palabra llegó a mis oídos me atrajo cada sílaba y me gustaba masticarla… nué-ga-dos… qué bien suena. Me encantan las esdrújulas, no puedo evitarlo. Día a día este pueblo se fue haciendo un

hueco en mi corazón. Este verano me llamaron, además, para trabajar en Radio Horizonte, una nueva experiencia que me ha permitido conocer mucho más La Solana, sus fiestas y sus costumbres. Ha habido días de mucho trabajo, pero mis compañeros me decían “No te asures”… ¿? Yo no hago eso, solo que a veces hay mucho por hacer y llegan los agobios. Es lo que tendré que hacer, no asurarme. Y entre asuras varias algún somarro aparecía de vez en cuando por la redacción. ¿Será de algún pueblo cercano? ¿Somarra de Calatrava quizá? Cuánto me queda por aprender todavía. Como en Casablanca, espero que este sea el comienzo de una bonita amistad. Maitane Barba

Gaceta de La Solana


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