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Las notas del cole

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Andrés no se corresponde con el 9 de la nota. Luisa es mas valiosa que el 0,5 de su califi cación. Míriam estuvo seis días estudiando mates para sacar un 5. No se qué es peor, si el sueño de caer en un pozo sin fondo, imaginar que te atropella un camión o los endiablados exámenes.

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Era el día del examen, estabas en el aula con tus compañeros. Te alegrabas al leer el examen, las preguntas te las sabías. Sin embargo, cuando empezabas a escribir se producía el caos: un borrón de tinta, bailaban las bes y las uves, cogías la pluma como a un palo en medio de la borrasca y, cuando se terminaba el tiempo y el suspenso quedaba claro, el desasosiego te despertaba entre sudores y pensabas que serías un infeliz para los restos.

Y es que todo en la vida se traduce en un interminable examen. Primero la prueba del talón nada más nacer, para terminar con los corrillos el día de tu vela en el tanatorio, todos poniéndote nota por lo que hiciste o dejaste de hacer. Y tú en medio, de cuerpo presente. Un examen a la llegada y otro a la hora de irte, y entre medias ni te cuento. Te examina tu madre y tu superior, tu cuñado y el médico, en Hacienda, en la APA de tus hijos, todo dios te hace pasar por su ojo de investigador.

Es cierto que algunos exámenes son inevitables. Pero algunos de la escuela son arbitrarios y te trastornan. Transcurridas las décadas, me pregunto qué se conserva en nuestra memoria, en la mía y la de mis compañeros de colegio, en el caso de que aún respiren, de aquella cornucopia atiborrada de datos, conceptos, defi niciones... ¿Qué fue de la segunda declinación del latín, de los episodios más relevantes de las Guerras Púnicas o del sistema digestivo de la vaca?

Es la época en la que al chaval está sin hacer y se le exige que lo tenga todo hecho. Lo peor es la obligación que se le impone al examinador. Vamos, los planes de estudio de la Administración. ¿Qué utilidad tiene saber que la capital de Birmania es Naypyidaw? ¿Tan indispensable es conocer que el madrigal combina versos heptasílabos y endecasílabos? ¿Es imprescindible conocer el nombre de los ríos en los que ya no se baña nadie? No, no me preguntes por los reyes godos que me sublevo. Así podríamos seguir hasta preguntar ¿para qué sirve un examen entonces?

Se examina porque es necesario etiquetar y encasillar, porque la ordenanza exige que las reses estén marcadas para enyugar a los chavales que nadie amansa.

Vamos hombre, no montes un espectáculo con las notas que próximamente traerán esos críos con granos que estudian 4º de ESO. Míriam no es un 2,5. Ni Pablo un 4. Ni Guillermo un 0. La capacidad y el desarrollo de un muchacho —que es un ser humano incalculable— nunca podrá venir defi nido por un número.

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