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La mecedora

Hay una cosa que se desea siempre y se obtiene a veces: La ternura Albert Camus

Allí estaba junto al cubo de basura en la esquina de la calle… ¡Cuántos recuerdos vinieron a mi mente en aquellos momentos ¡

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Fue siempre el sillón favorito de mi abuela, allí mecía a sus hijos para dormirlos, y a sus nietos más tarde tarareándole canciones de su juventud y alguna que otra madrugada la sorprendió con ellos en sus brazos, porque también se quedaba dormida.

Recuerdo cuando iba a visitarla que me encantaba sentarme al revés simulando que conducía la máquina del tren. Ella me sentaba sobre sus rodillas y al compás de su vaivén me contaba cómo conoció a su gran amor, (mi abuelo) una calurosa tarde del mes de agosto cuando regresaba de la fuente con su cántaro lleno de agua. Él siempre galante se ofreció a llevárselo hasta su casa, mientras le decía que estaba enamorado de ella y quería pedir permiso a su padre para hacerla su esposa… ahí siempre se le llenaban los ojos de lágrimas al recordarlo, ya que fue el hombre más bueno del mundo, dulce y cariñoso.

Aquella mecedora se la regaló mi abuelo cuando supo que esperaba su primer hijo, por eso ella la cuidó como un tesoro. Allí pasaba las horas con sus recuerdos cuando ya estaba mayor y sola, siempre esperando que llagásemos para abrazarnos.

El tiempo fue pasando, nos hicimos mayores y ella nos dejó detrás de su esposo, entonces los hijos vendieron la casa con todos los enseres y mobiliario. Hace unos días al pasar por su calle vi con tristeza un montón de muebles junto al contenedor y entre ellos la Mecedora de mi abuela. Confieso que se me rompió el alma al ver la escena. Llamé a la puerta, aunque me temblaban la rodillas, recordando aquellos días que al llamar al timbre me recibía mi abuela cogiéndome en volandas mientras me comía a besos. Pedí permiso a los nuevos dueños de la casa para llevármela, la limpié, barnicé, y con un retal que tenía le forré el asiento y el respaldo, dándole vida de nuevo. Ella que tanto cariño había recibido de mi abuela, no podía terminar en un contenedor de basura.

Desde entonces ocupa un lugar privilegiado en mi habitación donde me siento a leer un libro, o simplemente me pongo a recordar aquellos momentos en los que mi abuela me acunaba contándome sus historias y vivencias, y a veces me parece sentir el calor de sus manos cogiendo las mías…

Paqui González

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