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Los juegos de nuestros abuelos y abuelas

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“Al corro de la patata

Comeremos ensalada,

Como comen los señores

Naranjitas y limones,

A chupé, a chupé

Sentadita me quedé”.

Cuando nuestros padres y abuelos eran niños no tenían televisión, ni teléfono móvil, ni ordenadores. Tampoco por Navidad, llegaban cargados de juguetes los Reyes Magos y mucho menos Papa Noel, que por aquellas fechas era desconocido en España. A pesar de eso jugaban y se divertían.

El juego existe desde que existen niños, o lo que es lo mismo se juega desde siempre. El juego es tan importante para los niños como el trabajo para los adultos. Hay constancia de los juegos infantiles en la antigua Grecia, y en Roma, también en las épocas medievales y en el Renacimiento. Estos juegos a los que podemos llamar tradicionales se han ido transmitiendo de padres a hijos de generación en generación y tienen como característica principal que se jugaban al aire libre, que participaban otros niños y se jugaba con pocos y rudimentarios juguetes.

Había juegos de niños y juegos de niñas, y también juegos mixtos en los que juegan niños y niñas.

Se jugaba al corro, a la comba, al escondite, al pie de guerra, a guardias y ladrones, al burro, al trompo, a las canicas, a las casitas, al abejorro, a la rayuela, al caliche, al aro, a papá y mamá…

Eran juegos que transmitían valores inmateriales, se jugaba por el placer de jugar. Se jugaba sin nada o con cosas sencillas como piedras, chapas, botones, carretes de hilo o cajas de cerillas. En los duros años de la posguerra española los niños y niñas del campo se fabricaban sus juguetes: con una caja vieja y unas ruedas de pala de las chumberas, se hacia un carro y con la maza de picar esparto y un trozo de tela, una muñeca. En aquel tiempo tan austero los niños tenían que usar la imaginación para inventarse sus juegos.

Y en las casas de campo durante las noches frías de invierno, las familias se reunían entorno a la chimenea de la cocina, se calentaban, asaban castañas y escuchaban a los abuelos y las abuelas que contaban cuentos, adivinanzas y viejas historias.

Hoy en día muchas veces el compañero de juegos de carne y hueso es sustituido por una pantalla de televisión, un teléfono móvil o una videoconsola. Juegos sedentarios y solitarios. Es frecuente que el padre esté viendo el fútbol en la televisión del salón, la madre en la cocina con los whatsapp del móvil y los hijos en sus habitaciones con las tabletas o los ordenadores.

Quizás esta sociedad este necesitando un poco menos de tecnología y un poco más de imaginación y humanidad.

ROGELIO MORALES

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