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Saluda de los Curas Párrocos de Mazarrón
Saluda
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Estimados feligreses de Mazarrón y vecinos todos: Quisiéramos empezar este saludo con las palabras de Santa Isabel a la Virgen María cuando ésta acudió a su casa tras la Anunciación: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” (Lc 1, 43). La casa de Zacarías e Isabel no fue la misma desde que en ella se hospedó María. Mazarrón no fue el mismo desde que María se convirtió en la Madre y Patrona de la Villa. María sale de su hogar a la casa de su prima Isabel y emprende un viaje. Nosotros en estos días debemos de salir de nuestras casas, manifestarle a la gente nuestra alegría, la alegría de ser seguidores de Jesús, la alegría de sentirnos llenos de Dios. Nosotros, como en el Magníficat, tenemos que reconocer como María las obras grandes que el Señor ha hecho en nosotros (cf. Lc 1, 46-55). ¿Cuántas veces habremos dicho en nuestra vida: “Dios te salve, María” (Lc 1, ¿42)? Y, ¿cuántas veces habremos dicho todos los católicos, en nuestra vida, “¿Ave, María Purísima”? No sólo cada vez que nos acercamos al confesionario, sino en muchas otras ocasiones. A María siempre la hemos pensado los católicos como a una criatura purísima, sin pecado concebida. Pues bien, en estas fiestas es bueno que nos dirijamos a María con el corazón y con los labios, como a una criatura santa y pura que nos está invitando constantemente a vivir en santidad. Es verdad que nosotros no podemos aspirar a ser criaturas sin pecado y llenos de gracia como María, pero tenemos pedirle a Ella, con humildad y confianza, que nos ayude a vivir, desde nuestra condición de pecadores, como personas que luchamos cada día para alejarnos un poco más del pecado y que nos esforzamos cada día para estar un poco más cerca de la santidad que María tuvo en plenitud. Por eso tenemos que estar unidos en estos días, que se note la ilusión, el alma de sentirse cristianos, la devoción a la Madre de Dios, a La Purísima Concepción. Y ¿cuál es la devoción a La Purísima Concepción? Consiste en imitarla en su vocación y misión: acoger en nuestra vida a Cristo, anunciar la Buena Noticia a través de nuestro testimonio, la oración y la fe. Animaros pues este año a vivir estas fiestas con ilusión. Vividlas como si fuera la primera vez, acompañando a nuestra Madre con nuestro cuerpo, alma y espíritu. En este año te pedimos Virgen María que nos ayudes a “ser piedras vivas” (cf. 1Pe 2,4), a manifestar que somos una iglesia viva y nos ayudes a dar lo mejor de nosotros mismos. Felices Fiestas y siempre a vuestro servicio.