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La feria de Mérida en 1918
Mérida en 1918, hace cien años, luchaba por su futuro y comprobaba que ocho años antes, se ponía la luz al teatro y anfiteatro romano, por los arqueólogos José Ramón Mélida y Maximiliano Macías. En esta década no solo se hizo la excavación sino el horroroso emplazamiento de la plaza de toros que, muchos de los arqueólogos de la época (incluidos de fuera de la ciudad), criticaron, porque algunas piezas se pudieron recuperar, otras desaparecieron y una gran parte quedaron ahí enterradas. Para darnos cuenta de su importancia, a escasos metros tenemos el mosaico Cosmogónico, uno de los mejores del mundo, y de ahí la importancia del lugar. ¡Cuántas cosas hemos perdido por nuestra despreocupación y mirar para el otro lado, incluidas las autoridades! Los terrenos del teatro eran de la familia de los Pachecos y los de la plaza de toros los compró la Sociedad Taurina Emeritense; ambos fueron escriturados por José María Delgado Merino, mi abuelo.
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Mérida tenía tres ferias, pero la mayor y de una importancia regional era la de primeros de septiembre. El ferial de ese año, 1918, estaba en la Rambla Santa Eulalia y llegaba hasta el Arrabal (zona del que sería futuro cuartel de Artillería). Nuestra ciudad contaba con unos 16.000 habitantes, era principalmente agrícola y ganadera, y con alguna industria. Para darnos una idea de cómo era Mérida hace cien años, contaba con nueve médicos, doce abogados, cinco farmacéuticos, seis licenciados en Filosofía y Letras, tres practicantes y una comadrona, doce maestros nacionales, ocho sacerdotes y tres veterinarios.
“Para su recreo”, cuenta un articulista con seudónimo, Zepol C.F., “tiene la población una magnifica plaza de toros, un salón teatro, un salón de cine, tres Casinos, cuatro cervecerías y dos paseos públicos, la Rambla de Santa Eulalia y la Plaza de la Constitución (hoy de España), donde la Banda de Música daba varios conciertos al año.”
Para su culto religioso contaba con dos parroquias, cuatro capillas y tres ermitas. Dos grandes centros de Primaria y Segunda enseñanza, una academia politécnica, y dos colegios partículares, el de las Siervas de San José para las niñas y el Santa Ana para los niños.
La Plaza de Abastos y el Matadero eran de los mejores de la región. Recientemente había sido destinado a la ciudad un Batallón de Artillería ligera, un convento de Clausura, un hospital municipal y la Sociedad Real de Amigos del País, de las pocas que había en España, la que, tanto el ex alcalde Antonio Vélez y este Cronista Oficial intentamos recopilar toda la documentación que tenemos, que es mucha, y volver a ponerla en funcionamiento.
Como comercios e industrias contaba con varios almacenes de coloniales, maderas, abonos minerales, lana, curtidos, tejidos, mercerías y ferreterías, disponiendo también de fábricas de jabones, pastas, género de puntos, maquinarias agrícolas, gaseosas, molinos de aceite, talleres de mármoles, materiales de construcción…
Mérida era la ciudad extremeña con mejores vías de comunicación al ser el centro geográfico; el ferrocarril de Mérida a Badajoz y de Oviedo a Sevilla pasando por Mérida, y dos carreteras nacionales que la cruzaban de norte a sur y de este a oeste. Esta década fue de las más importantes para el futuro de la ciudad. Comenzaba poco a poco el turismo y hoy es la ciudad, capital de Extremadura, más visitada de la región.
Fernando Delgado. Cronista Oficial