7 minute read

Origen de los sifones emeritenses

En Mérida han desaparecido y, en pocas ciudades se fabrican, estas botellas de cristal que tienen en la parte superior un artilugio que, al apretarlo, sale con fuerza agua y gas carbónico a través de un largo tubo que tiene en su interior. Por ese pitorro sale agua de Seltz, o lo que hoy llamamos soda. Cuando se terminaba, se cambiaba por otro. Su precio era de 15 pesetas en la década de los sesenta.

El sifón no faltaba en los bares y era uno de los ingredientes del vermut, con un poco de ginebra, o sin ella, y el sifonazo le daba un gusto a esta bebida que la hacía diferente. El refresco de zarzaparrilla, de la familia de las liliáceas, que actuaba como diurético, como sudorífico en las enfermedades de la piel no llevaba alcohol, la cola cero actual, pero con más propiedades.

LA FRANCESA

El sifón con la marca “La Francesa” fue la primera que se industrializó en Mérida. En cierto momento hubo cuatro fábricas: la Camerana, de la familia de los García de Vinuesa; Zasil y La Extremeña, de Zacarías Silva Zama; y “La fabrica de hielos y sifones” Pedro Hernández, más conocido como “Matacabra”, en la calle San Juan de Dios.

La Francesa se fundó en el año 1877, como dice el propio envase, por unos franceses, de ahí su nombre, y su primera ubicación fue en la antigua carretera de Madrid, donde está actualmente Renault. Sus primeros dueños se la vendieron a Manuel Fernández Vinagre, que no tuvo descendencia, y pasó a las manos de Diego Rubio Escudero. La heredó su hija Petra Rubio Hernández, que la trabaja con su marido Manuel Serván Fernández y su hijo Manuel Serván Rubio, que con su padre la cerraron cuando la fábrica cumplió los cien años, en 1977. Esta fábrica de sifones se ubicó posteriormente en la calle Losa, que es la actual Juan Pablo Forner.

Algunos de los envases de los sifones La Francesa llevaban el dibujo del Teatro Romano de Mérida, como identificación del lugar de procedencia. Hoy es una pieza de museo. Los había de distintos colores: amarillos, azules. verdes, negros con funda y los que llevaba nuestro más conocido monumento arqueológico.

LA CAMERANA

En la Extremadura del siglo XIX, llegaron a Mérida desde Montenegro de Cameros, un pueblecito de la provincia de Soria que actualmente tiene 66 habitantes. Los primeros García de Vinuesa descendían de este lugar. Se ubicaron en Mérida; Manuel, el primero de la saga, aparece censado en Mérida en el año 1875.

Abre su primer comercio en 1883 en el número 1 de la Calle Santa Eulalia. En el semanario “El Emeritense” de 1890 se publicita: “Gran Bazar de camas inglesas y del país. Velocípedos, somier metálicos, veladores, hierro y cocinas económicas portátiles. Muebles de Viena y Vitoria. Sillería de Rejilla, americanas y del país. MANUEL GARCÍA DE VINUESA, Plaza, 5. Completo surtido en lámparas, farolas, quinqués y globos, baterías de hierro – porcelana, jaulas, cromos y molduras, mantas, maletas y bolsos para viajes. Tejidos, paquetería y coloniales”. Al llegar a Mérida, Manuel García de Vinuesa Gil llama a cuatro de sus seis hermanos para que vivan y se establezcan en la ciudad; la venida del ferrocarril en 1864 contribuyó a ampliar las perspectivas de futuro. Llegaron Román, Francisca, Melitona y Aurelia, acompañados de sus respectivos cónyuges.

Pero Manuel no se contentaba con la iniciativa de establecer una de las industrias del comercio más rentables y prósperas, creó además una entidad bancaria, destacó en la Sociedad Económica Amigos de País, y se unió con su hermano Román y su cuñado Teodoro Soriano Pérez de Agreda, esposo de Aurelia García de Vinuesa Gil, para la constitución de una nueva industria.

Manuel y su hermano Román eran los dueños del bazar “Camerano”, que estuvo abierto hasta 1915 cuando murió Manuel. La familia comienza a desarrollar su labor empresarial y constituyen en 1905 otra sociedad mercantil, fabricando desde pastas alimenticias hasta el hielo artificial que se utilizaba para las neveras de la época. Los frigoríficos eléctricos eran una utopía.

La empresa “La Camarena” se constituye en 1905 como sociedad mercantil regular, que se dedicaba a la fabricación de pastas alimenticias para sopas. Bebidas, tanto sifones como gaseosas. También

fabricaban jarabes para refrescos, hielo artificial y tenían un aserradero de madera para envasar sus propios productos, el nombre comercial de la fábrica y la marca reconocida el de La Camerana. En la plaza del Rastro había un puesto de bebidas, junto al bar La Vita.

Los productos de “La Camerana”, pasta alimenticia, bebidas gaseosas (sifones y gaseosas), jarabes para refresco, obtuvieron en la Exposición Internacional de Génova el Gran Premio y Medalla de Oro en el año 1913.

ZASIL

Las bebidas refrescantes de Zasil (Zacarías Silva) y La Extremeña, comenzaron su producción en la calle Suárez Somonte 66, donde el primer propietario, Isaac Mateo Silva López y su esposa Eulalia Zama Bravo, tenían una bodega de vino. La heredó su hijo Zacarías Silva Zama, quien durante muchos años estuvo fabricando estos productos de hielo -vendía diariamente más de mil kilos-, gaseosas y sifones. La fabricación comenzó en 1952. Dos años después de comercializar el vino de la bodega se fabricaban gaseosas y sifones. La bodega se cerró en 1980, y la fabricación de gaseosas y sifones en 1990.

Se llenaban los envases de los sifones en una máquina saturadora, donde se mezclaba el agua con el gas carbónico. El agua fría, para que se mantuviera el gas, se ponía a una presión de tres o cuatro grados. El envase de cristal se colocaba invertido en la máquina saturadora; tenía un departamento donde desde una trampilla se abría el orificio donde entraba agua y gas y se llenaba cuando se compensaban las presiones; se hacía un vaciado de aire y seguía el proceso de llenado. Esta máquina tenía una zona protectora para en caso de estallar el envase de cristal no causara heridas.

Todo era manual y en la fábrica estaba siempre la familia. Se vendían unos cien o ciento cincuenta sifones diarios. Era más vocacional porque con el coste que tenía era hasta gravoso. Todo quedaba en casa ya que era de la familia. Un envase de sifón costaba 80 pesetas, se vendía a 15. Con este precio tenían que vender muchos sifones para amortizar el envase y a esto hay que agregar el trabajo, el coste de los productos, el agua que se traía en un camión cisterna y los que se rompían. Había mucha competencia.

HIELOS Y SIFONES

Pedro Serrano era más conocido como Matacabra. Tenía una “Fabrica de hielos y sifones”en San Juan de Dios. MÉRIDA”, según se anunciaba en sus propios sifones. El apodo vino de su padre, que heredó su hijo y prácticamente la familia.

Pedro Serrano tenía un bar que le había traspasado Vicente Amparo en la esquina que da a la calle Cava, por debajo de la biblioteca municipal de entonces y de Dionisio Carrasco, el guarnicionero. Allí fábrica sifones pero para uso particular con otros cuatro socios: Joaquín Lunar, que tenía un quiosco en la plaza de España; Eusebio Peña, el bar Peña en la calle San José; Marcelino Rejas, del bar Marcelino y Luis Gil, del bar Metropolitano. Pedro Serrano se quedó con la fabricación de hielo, gaseosa y sifones y la trasladó a la calle San Juan de Dios 5, donde vivía con sus nueve hijos: Antonio, Fernando, José, Pedro, Isabel, Joaquín, Laly, Pilar y Consuelo. La fabricación de estos productos comenzó en la década de los cincuenta y terminó en 1990.

En los últimos años la empresa se trasladó al camino de la Magdalena, en la barriada de Santa Isabel.

Esta bebida prácticamente ha desaparecido y sólo se vende en algunas grandes superficies, pero su uso en los bares ha desaparecido. Sin la menor duda, la historia de estos sifones forman parte de esta ciudad, y sus propietarios y descendientes son personas muy conocidas, no solo en el mundo empresarial, sino en todos los estamentos de nuestra Mérida.

Fernando Delgado

Cronista Oficial de Mérida

This article is from: