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Coronaferia FRANCISCO PANDURO PÉREZ

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PEPA MENDOZA

PEPA MENDOZA

CORONAFERIA

Como todos los años, más o menos por el mes de mayo, recibo una carta del Ayuntamiento en la que me invitan a escribir un artículo para la revista de feria de cada año. Este año es especial, en todos los aspectos, porque desde el 14 de marzo hemos visto y soportado cambios en nuestra forma de relacionarnos que serían impensables unos meses antes.

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La irrupción mundial del SARS-COV 2, también conocido por COVID-19, o más coloquialmente el coronavirus ha transformado radicalmente nuestras costumbres sociales, ha puesto a prueba a nuestro sistema sanitario y ha obligado a medio mundo a soportar confinamientos, cuarentenas y ajustes dracodianos en materia de empleo y economía.

El coste social de esta pandemia ha sido, y todavía lo es, enorme. Mas el coste económico estará aún por concretar pero superará con creces la última gran crisis económica de 2008. Este virus ha obligado a modificar, cancelar o adaptar gran parte de las actividades económicas que, no hace mucho eran cotidianas.

Las restricciones y trabas a las comunicaciones entre países ralentizan el comercio, y para un país eminentemente turístico como el que vivimos no deja de ser una mala noticia que para los visitantes les sea más difícil venir a vernos y, lo que es peor, que tengan miedo a viajar.

Si a esta dificultades para reactivar los negocios, el empleo y la economía unimos a la altísima pérdida de puestos de trabajos, a los innumerables autónomos que no han tenido más remedio que bajar la persiana y a que miles de ciudadanos vean cómo se han evaporado sus ahorros nos encontramos con una situación social especialmente delicada, con mucha carencia de lo más esencial y con una enorme incertidumbre ante la vuelta a la “nueva normalidad” que es como se está denominando lo que será la forma en que saldremos de ésta.

Con todas esta dudas, en el mes de mayo, y con el precedente de las múltiples ferias (grandes y pequeñas) que ya se han cancelado o avisado de que no se celebrarán, veo poco probable de que nosotros celebremos la nuestra, y en el caso de que me equivoque (eso espero) y sí tengamos feria, será distinta en muchas cosas a lo que estábamos acostumbrado.

Para empezar, a pesar de que disponemos un amplio recinto ferial no se dispone de aforo suficiente en las casetas para respetar las distancias de seguridad de los socios, por lo que difícilmente se podrá permitir acceso a los amigos e invitados en muchas casetas, puesto que materialmente no tendrán sitio de dónde ubicar las mesas.

Lo mismo ocurre con las atracciones, con un aforo reducido, lo que conllevará que muchas de ellas no sean rentables, por lo que posiblemente a muchos empresarios feriantes no le saldrán las cuentas a la hora de decidirse a poner en marcha sus actividades, más aún si tenemos en cuenta que la temporada de ferias será (si es que la hay) muy, pero que muy corta este año.

Pero sobre todo, lo más difícil será ver cómo el público general se vuelve a animar y vuelve a salir, a reunirse con compañeros, a tomar algo con familiares y conocidos, a hablar con amigos (aunque sea una vez al año), a disfrutar de nuestra feria en definitiva, como nos gusta hacer a todos.

Francisco Panduro Pérez Las restricciones y trabas a las comunicaciones entre países ralentizan el comercio, y para un país eminentemente turístico como el que vivimos no deja de ser una mala noticia que para los visitantes les sea más difícil venir a vernos y, lo que es peor, que tengan miedo a viajar.

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