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Salud
Las heridas abiertas pero invisibles de la ansiedad
El 11,2% de los jóvenes españoles han sido diagnosticados con el trastorno en el último año
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ALFREDO GARCÍA MISAS
El corazón te palpita a mil por hora, las manos te comienzan a sudar y sientes una opresión en el pecho que te corta la respiración. Jadeas e imploras mentalmente que no te desmayes en mitad de la calle. Otra vez no. El pensamiento se queda estancado en tu cerebro y empeora aún más la situación. Estos son solo unos pocos de los síntomas que pueden acompañar a los ataques de pánico. Según el Barómetro Juvenil de Vida y Salud del pasado mayo de la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), el 11,2% de los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años han sido diagnosticados con ansiedad; y el 11,4%, con depresión. Pero más de la mitad de los que creen padecer algún problema psicológico no han solicitado asistencia profesional.
La Organización Mundial de la Salud ya advirtió hace cinco años que, desde 1990, las personas con ansiedad y depresión habían aumentado en un 50% y, desde entonces, las cifras solo han aumentado. “Nos deberíamos preocupar y crear desde la infancia más temprana una forma de educar en las emociones, para que los niños las sepan gestionar”, comenta Marta Bravo Herreros, psicopedagoga y socia fundadora de AM Gabinete Psicopedagógico y Terapia Familiar.
Aunque cada caso es distinto, la ansiedad en adolescentes tiene una serie de características comunes en la mayoría de los que la padecen. Los vínculos familiares son el factor clave en su aparición durante la niñez. Durante la adolescencia influye también la búsqueda de la propia identidad y los grupos de amigos. Y en la época adulta afecta sobre todo la estabilidad laboral y las relaciones de pareja.
Aun así, Marta Bravo subraya que “un estado de ansiedad normal en el organismo es humano”, ya que ayuda a estar alerta ante situaciones de peligro. La reacción que provoca el trastorno puede ser de tres tipos: huir, enfrentarse o quedarse paralizado. También es vital identificar si se trata de una ansiedad temporal (de estado) o de la personalidad de la persona. Otros factores que intervienen son la genética y el consumo de alcohol o drogas.
Los jóvenes se ven especialmente perjudicados por la presión que les puede provocar los exámenes, sacar nota y entrar en la carrera de su elección en la universidad. De hecho, el informe de la FAD indica que un 19,3% de los jóvenes es-
pañoles posee un sentimiento de fracaso. “Como esa sensación no tiene un nombre técnico, no se le presta la misma atención”, explica Bravo Herreros al señalar la relación que tiene con la ansiedad.
La depresión también estrecha la mano con este trastorno. “Una persona con ansiedad se encuentra limitada en sus acciones y eso lleva a pensamientos negativos que alargados en el tiempo se pueden convertir en pensamientos depresivos”, aclara la psicopedagoga para visibilizar la conexión entre ambas. Según los síntomas descritos, el 21,6% de la juventud de este país padece depresión y casi la mitad está sin diagnosticar. De los que sí lo están, el quince por ciento son casos moderados y el seis por ciento, graves.
Sin embargo, Marta Bravo recalca la importancia de no alarmar: “A veces lo que ellos piensan que es un problema psicológico es algo que forma parte de la adolescencia, de su historia de vida o de su evolución y crecimiento”. Desea que los padres les regalasen un libro sobre la adolescencia a sus hijos para que estos estuviesen mejor informados y supiesen lo que les ocurre. Aun así recomienda no esperar años de estar mal para acudir a un psicólogo que los pueda ayudar: “En el momento en el que tú ves que hay síntomas puedes intervenir o pedir ayuda”.
Pero hacerlo debe resultar más complicado de lo que parece. El 50,6% de los jóvenes que han tenido o creen haber tenido problemas psicológicos no han solicitado asistencia. La vergüenza, la sensación de incomprensión y los estigmas que históricamente rodean a la salud mental son algunos de los motivos por ese silencio. “Es algo que le ocurre a la mayoría de las personas, alguna vez en la vida. No por eso se es peor, ni mejor, ni diferente. Hay que seguir adelante, porque tiene tratamiento”, aconseja Marta Bravo a las personas que se sientan reticentes a acudir a un profesional.
La (muchas veces cuestionable) representación en ficción de estos trastornos tampoco facilita la normalización del tabú que aún es la salud mental. “Cae en muchos tópicos. Dan cierta información, pero es muy parcial, porque incluyen lo que llama la atención y lo que hace de ello un show”, reflexiona la psicopedagoga después de destacar que muchos adolescentes confunden ir a terapia con estar ‘locos’ y padecer patologías más graves por lo visto en películas.
Las redes sociales han supuesto un cambio en la forma de entender las relaciones entre los jóvenes. Instagram ha sido apodada ‘la peor red social para la salud mental’, pues la exposición constante ante un gran público crea mayores preocupaciones. El ciberacoso que ha surgido con Internet también ha contribuido a la aparición de ansiedad en los jóvenes, tal y como recalca Bravo.
Algunos de los mitos sobre este trastorno que deberían desaparecer son que se pasa por sí solo y que nunca requiere medicación. Pero peor resulta el rechazo de algunas personas a creer que la depresión existe y puede afectar a un conocido. “Hablar sobre lo que te pasa es como abrir puertas y ventanas en ti. El dolor se hace más tenue, pues aunque no sea una herida abierta es algo que te afecta”, finaliza Marta Bravo para recordar que hay que tomarse en serio la salud mental.
Marta Bravo Herreros
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