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Turismo
¡DOS ESCOCESAS, UNA MARINERA Y UNA DE BRAVAS! El grito resonó en medio de un efervescente salón lleno de pesadas chaquetas colgadas, unas pocas mesas ya ocupadas (siempre pringadas por las salsas que rebosa de los platos que se están degustando) y, de pie, un mogollón de amigos voceándose para poder oírse. Una colección de fans de esta experiencia tan palentina, disputando cada centímetro de aquel espacio sagrado llamado La Mejillonera.
En el instante que atravesé por primera vez aquellas puertas me quedé impresionada con el ambiente, pero poco a poco entendí lo que estaba pasando: la casa me daba la bienvenida a la capital. Conocía, de sopetón, comida, estilo, clima y el rollo de una gente que demuestra que sabe de la vida. Gente que sabe que encontrar amigos, comer bien y valorar cada minuto de alegría es como vivir pequeños milagros. Gente que sabe que la felicidad es un plato que se come caliente.
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Pisé Palencia por primera vez por amor. Un periodista palentino encantador de gentes me había encantado a mí también, que por años había sido apenas su amiga, colega de profesión (del otro lado del Atlántico) y admiradora. En ese momento, éramos novios. Luego nos prometimos a los pies del Cristo del Otero (donde él jura que no se arrodilló, pero que quede aquí entre nosotros, sí lo hizo, y que nunca sepa que os lo he contado) y de vuelta a Brasil nos casamos y vivimos allá casi ocho años, hasta que abandonamos el país por sus graves problemas sociales. En nuestra vida tropical teníamos de todo, menos el sagrado derecho de ir y venir. Ya con dos hijas, emprendimos el decisivo viaje a esta Tierra de Campos, donde además de todo lo que teníamos allá, íbamos a disfrutar del dulce sabor de la libertad. Un sabor que va mucho más allá de las tapas de La Mejillonera, las maravillas de La Traserilla, los torreznos del Guarro, las galletas de Aguilar o de los tocinillos de Villoldo.
Aquí, a partir de ahora, en esta página de PaCO, podré enseñaros un poquito cómo se ve todo esto siendo de tan lejos. Porque vivir en Palencia es no sentirse extranjera. Los brazos del Cristo, tan bien puesCon Naide Nóbrega tos por Victorio Macho, se relajan para abrazar a los forasteros. Lo vinos tomados en sus bares embriagan los corazones. Las puestas de sol de Autilla calientan el alma, incluso en las tardes frías de invierno. Las idas y venidas por la Calle Mayor palentinizan a todos los que la recorren: un sitio donde a todos se ve, abrazos se dan y noticias se oyen. Todos esto sin contar las visitas impagables a los pueblos. Ah, los pueblos palentinos… Llegué a Palencia para vivir en 2016 y así como mi amigo PaCO, me enamoré de esta ciudad, que elegí para hacerla mía. Por amor vine. Por amor aquí estaré. Aquí contigo me siento aún más cerca de Palencia. Siéntete invitado a mirar y admirar esta tierra conmigo, a través de los ojos de una guiri que todo lo que quiere es saborear y vivir esta Palencia viva.
LA CIGÜEÑA VERÁS... ALLÁ POR HORNILLOS
El invierno no asusta a los cerrateños. Ni siquiera el gélido aire que silba en las cuevas de las antiguas minas de yeso que flanquean Hornillos de Cerrato ha sido capaz de terminar con la fiesta de San Blas, una de las tradiciones más bonitas de estas temporada
Hay que ser muy valiente para celebrar la fiesta mayor del pueblo los días 2 y 3 de febrero.
El Cerrato Palentino no es precisamente un lugar tropical, aunque, eso sí, a luz intensa durante las poquitas horas de sol no le gana nadie, sobre todo si la helada de la noche anterior ha sido potente.
Quizá sea por eso, o porque la tradición pesa más que la pelliza, que Hornillos de Cerrato es uno de los poquitos pueblos que celebran sus festividades más importantes del año en invierno, en honor a la Virgen de Las Candelas (2 de febrero) y San Blas (día 3).
La cigüeña verás cruzar el cielo de Hornillos o posarse en su antiguo castillo, morada temporal de Juana La Loca. Pero sobre todo verás ese ambiente popular que en PaCO tanto nos gusta y siempre ensalzamos.
Porque, como dicen nuestros amigos de Amayuelas de Abajo (que por cierto celebra también fiestas populares en enero, como podéis ver en la página 44), no debe existir en el mundo “ningún pueblo sin fiestas y ninguna fiesta sin pueblo”.
La programación no está concluida a cierre de edición de nuestra revista, pero podemos contar lo importante, pues las fiestas no suelen variar mucho de un año para otro.
Es la gracia de las tradiciones. Tanto el día 2 como el día 3 se celebra una misa popular en la iglesia hacia la una de la tarde, aunque nos confirman desde el Ayuntamiento que quizá se adelante media hora para no comerle tiempo a otro sagrado rito: el vermú.
El caso es que después de sendas misas tiene lugar la tradición más bonita: la procesión danzada por una veintena de danzantes que visten camisa caqui, pantalón de pana y leggins (no las modernas mallas ajustadas sino las calzas de cuero que antaño protegían los bajos del pantalón), como antiguamente portaban los Quintos que eran llamados al servicio militar.
Su baile, al son de dulzainas y tambores y acompañados por aldeanas ataviadas de la vestimenta palentina tradicional, es una danza típica de Hornillos de Cerrato, por lo que sólo podemos disfrutarlo y conocerlo acercándonos a vivirlo en directo. “La danza se realiza los dos días, el primero en honor a la Virgen de Las Candelas y el segundo, por San Blas”, apunta el alcalde de la localidad, Ignacio Valdeolmillos.
Tras el vermú popular, la tarde del sábado se ocupa con juegos de cartas y amenas charlas entre vecinos, para terminar con una verbena en la flamante nave municipal y un espectáculo pirotécnico, mientras que el domingo se programa un espectáculo de magia para completar la fiesta con una actividad para los más pequeños.